La voluble y caprichosa ambición del poder: Madame Mao III

29 May 2014
Lan Ping

Lan Ping

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes”.

Bernard Le Bouvier de Fontenelle 

Li Yunhe, era una mujer caprichosa, irreflexiva y voluntariosa. Apasionada actriz que recién había descubierto los atractivos brillos de la política, la joven se embarcó en una aventura en la que lograría mezclar las dos actividades por el resto de su vida, de modo que en innumerables ocasiones utilizó, por ejemplo, sus histriónicos dotes para salir de algún resquicio en el que sus rebeldes actividades clandestinas la habían metido, logrando escapar de los nacionalistas a fuerza de representar a una dulcísima damisela o a una fiera aulladora, según requiriese el guardia con intenciones de apresarla. Tales prácticas, sin embargo, no la salvaron el día en que, en 1934, un joven con quien paseaba románticamente en el parque Zaofen, le dio un ejemplar de una revista extremista, Saber Mundial, mismo que ella guardó.

Habiendo sido seguido el compañero de Yunhe por la policía nacionalista, los guardias apresaron a la joven con el prohibido material, trasladándola de inmediato a una celda en la comisaría. Sobre tal episodio hay muchas versiones, siendo la de la futura madame Mao la más dramática de todas, en la que se pinta a sí misma como una heroína del comunismo que no cejó un instante en sus ocho meses de condena, y que sufrió todo tipo de vejaciones, mientras era cuidada con fervorosa devoción por sus compañeros del partido, quienes le enviaban comida y ropa, cosa curiosa para alguien que a tal fecha no estaba siquiera inscrita oficialmente en el partido –una versión un tanto más creíble indica que la chica confesó sus crímenes como le era requerido, logrando obtener su libertad tras tres meses de encierro, después de hacer una promesa sobre su comportamiento en el futuro-.

Al salir de la cárcel decidió que la política bien podía pasar a segundo plano, dedicando nuevamente la mayor parte de sus energías a su quehacer teatral, para lo cual optó, a sus veinte años, por labrarse un nuevo nombre: Lan Ping (Manzana Azul). En esta nueva faceta, la actriz seducía a los hombres con agresividad, siendo su primera víctima un jugador de futbol de nombre Li, con quien concluyó una velada consistente en una ida al cine y una cena, en el hotel Hui Zhong.

Lan Ping consiguió por fin la tan ansiada fama gracias a su papel favorito, Nora, de la obra Casa de muñecas, cuya personificación durante el estreno en el Teatro de la Ciudad Dorada fue todo un éxito, manteniéndose en cartelera durante dos meses, lo cual era extraordinario en una obra de talante izquierdista. No obstante, los críticos se decantaron tanto a su favor como en su contra, siendo de los primeros Tsui Wan-chiu y de los segundos el director Zhang Geng, quien a su vez había sido rechazado por la dama algunos años atrás y seguramente estaba expresando con tinta su amargura.

Un contrato de tres meses con el Estudio Dian Tong le significó a la floreciente histriónica una entrada segura de veinticinco yuan mensuales, estando ella empleada en producciones mediocres de tinte político, en las cuales fungía no como actriz, sino como cualquier otra cosa como costurera o personal de apoyo en el armado de las escenografías. En aquella época tuvo también un embarazoso episodio con el director Yuan Muzhi quien, después de que ella llegase ebria tras una cena con sus amigos, optó por llevar a la inconsciente muchachita a su habitación donde, después de despojarla de su blusa, tuvo a bien escribir sobre su vientre “tenga cuidado la próxima vez, ansiosa bebedora”.

Curiosamente, el atrevido caballero pasó a formar parte de su corte de admiradores, compitiendo por los favores de Lan Ping contra un crítico de arte llamado Ci Zhao, el crítico de cine Tang Na y otro hombre, Zhou Boxun. Sin tener particular afición por ninguno de los candidatos, Lan se inclinó por Tang, quien le resultaba el menos intolerable de todos, trasladándose eventualmente a la residencia del novio. Al enterarse del fallo final de la dramática situación, los galanes rechazados no tomaron bien la noticia, siendo así que Yuan trató de incendiarse a sí mismo, Zi Zhao se dedicó a la bebida durante toda una noche y Zhou se internó en un burdel por tres días.

Las Mansiones de Arden se convirtieron pues en el escenario del tormentoso romance entre Tang Na y Lan Ping, quienes convivieron en perfecta armonía durante brevísimo tiempo, para luego dar lugar a violentas escenas en las que los celos y las recriminaciones formaban parte cotidiana de la orden del día. Sin embargo, fue este hombre quien enseñó a Lan las virtudes de la cultura occidental, presentándole a los primeros europeos que conoció en su vida, a la vez que la introdujo en el mundo del arte, el cine y la literatura de tal inclinación al haber sido él mismo educado en la universidad Saint John.

La pareja decidió que compartir un mismo espacio era nocivo para su relación, por lo que la dama alquiló un cuarto en una casa de la Concesión Internacional, en donde sus derroches de dinero la llevaron nuevamente a padecer hambre, situación que era en ocasiones paliada por una amable vecina de nombre Ai Jui, quien le conseguía fruta y otros alimentos, los cuales eran “generosamente” retribuidos por la inconsciente actriz con fotografías de sí misma en el escenario, pago que ella consideraba equitativo por las atenciones de su amiga.

Después de un episodio en el que Tang Na amenazó con suicidarse si Lan Ping lo abandonaba, y después de que ella recobrase la salud perdida en casa de la familia de su “amado”, la pareja no encontró mejor opción para restablecer sus diferencias que contraer matrimonio (!) en una triple ceremonia en la que las otras parejas contrayentes eran Zhao Dan –director de Casa de muñecas– y la actriz Yi Louxi; y el director Gu Eryi y la también actriz Du Lulu, llevándose a cabo el evento en la Pagoda de las Armonías.

Ahora bien, tanto Tang como Lan tenían espíritus excesivamente libres, por lo que no consideraban necesario hacer sus afectos exclusivos el uno del otro, tomando ambos diversos amantes durante su relación, cuestión que, invariablemente, era objeto de violentas discusiones. Siendo los dos personajes propensos al melodrama, de manera intermitente se pusieron en jaque mutuamente, él con constantes amenazas de suicidio –que llegaron a tentativas en una ingesta excesiva de somníferos y un lanzamiento al río Whangpu-, y ella exponiendo apasionadamente sus crueles sufrimientos a la menor provocación, protagonizando ambos con demasiada frecuencia escenas dignas de una telenovela.

Cuando finalmente Lan Ping logró terminar la relación con Tang Na, decidió, después de un breve tiempo, alejarse, tomando un tren que la llevó a la provincia de Xian a finales de 1937. Dos bultos con sus pertenencias y un bolso con sus nimios ahorros eran su única compañía cuando se apersonó en la Oficina de Enlace del Octavo Ejército de Ruta de los comunistas, donde le dieron alojamiento y encontró a la que había sido su guía política en Shanghai, la nada agraciada hermana Xu.

La nueva vida de Lan Ping la llevó a prescindir de las costosas y llamativas ropas de que gustaba, orillándola a utilizar un soso uniforme gris, que sin embargo, su vanidad le impedía llevar como si fuese cualquiera, de modo que agregó a los pantalones unisex un cinturón de lienzo, así como cintas azules en su largo cabello que peinaba en dos coletas.

Dándose muy pronto cuenta de que la actitud altanera que había utilizado en Shanghai en Xian la llevaría a la ruina, la astuta dama cambió de estrategia, atacándose a sí misma en cualquier conversación. De este modo surge una nueva y “humilde” Lan Ping, aquella que en breve cautivaría al gran caudillo Mao Zedong, historia que trataremos en la próxima entrega de esta columna.

 

FUENTES:

“Madame Mao”. Aut. Ross Terrill. Javier Vergara Editor. Argentina, 1984.

 “Las mujeres de los dictadores”. Aut. Diane Ducret. Ed. Aguilar. México, 2012.