Zombies: ¿Prófugos de la pantalla grande?

28 octubre 2009

zombi

Ceremonia Vudú

Por: Patricia Díaz Terés

“El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”.

Oscar Wilde

Una mujer baila frenéticamente al son de rítmicos tambores, con los ojos en blanco y en evidente estado de trance, mientras los espectadores que forman un círculo a su alrededor, presencian la escena con reverencia y vibrante emoción.

Lo anterior se puede observar perfectamente no en la película de Wes Craven La Serpiente y el Arcoiris, protagonizada por Bill Pullman en 1987; sino en varias fotografías tomadas por Henning Christoph para el libro documental “Corazón de África, la magia de un continente”, editado en 1999.

Así, el vudú lejos de ser una práctica ancestral relegada y olvidada, resulta por el contrario tan actual como compleja, ya que presenta en sus ritos y ceremonias la versatilidad que le otorgan los diferentes países en los cuales se desenvuelve, a la vez que evoluciona en ciertos aspectos conforme a la época; a pesar de esto, se pueden mencionar elementos comunes que constituyen los pilares de esta misteriosa religión.

Monoteísta en cierto sentido y por principio, todas las ramas del culto tienen la firme creencia en que ha sido una sola divinidad la responsable por la creación del universo y por ende del mundo; sin embargo, este dios tiene por lo regular “hijos” o “espíritus” que le permiten gobernar a los mortales, estableciendo también un “canal de comunicación” entre ambos mundos.

De este modo, por ejemplo, de acuerdo con los rituales realizados en Dahomey (Benín), son tres los elementos que identifican a las divinidades: en el cielo está Gu, dios del fuego; además de Hevioso, una familia de espíritus que representan al trueno. En la tierra encontramos a Sakpata, divinidad que lucha contra las epidemias; mientras que el dios de la pesca, Agwé, habita en el agua.

Por otra parte, también existen los Lwa, espíritus o genios que son capaces de intervenir en el cuerpo de los individuos, y de ellos hay también varias clases dependiendo de su carácter y actividad principal.

Aún cuando en el vudú no hay establecida una estructura jerárquica, sí se pueden ubicar ciertos individuos que tienen la capacidad de comunicarse o incluso dominar en cierta medida a los espíritus. Así los ounganmanbo en caso de ser mujeres- son sacerdotes vudú que conocen el secreto del zombi y controlan las ceremonias; y los bòkò o boccor, es decir los brujos. Todos ellos reciben el poder por herencia familiar o a través de una comunicación onírica –en sueños- con los seres divinos, y su símbolo profesional es una especie de sonajero lleno de semillas, huesos u objetos similares, llamado asson, que sirve para guiar la secuencia en las ceremonias.

Además, existen lugares especiales para el culto que son los templos llamados oufó, en medio de los cuales se encuentra el peristilo, un espacio consagrado a las ceremonias que se llevan a cabo en honor a los Lwa, y en el que se encuentran ubicados tres tambores sagrados de diferentes tamaños, en los que se entonan los ritmos ceremoniales.

En un ritual vudú corriente se pueden observar dos secuencias principales. En primer lugar tenemos los ritos de entrada, que consisten en un desfile de las banderas del oufó, saludos a los objetos sagrados, orientación de éstos hacia los cuatro puntos cardinales; así como la entonación de letanías de santos y oraciones católicas, para después invocar a los Lwa.

En la segunda parte de la ceremonia se lleva a cabo el sacrificio o manjè-lwa, para éste los adeptos han cooperado y comprado un animal –cabrito, oveja, buey o un ave de corral- para el Lwa; el ejemplar elegido es lavado y purificado, para posteriormente ser ofrecido a los espíritus en un terreno donde el oungan ha trazado previamente los vèvè –dibujos simbólicos mágicos -.

Después del sacrificio uno de los fieles entra en una “crisis de posesión”, en la cual el cuerpo del individuo es ocupado por el espíritu, y dependiendo del tipo al que éste pertenezca, puede elegir símbolos o tener actitudes características como por ejemplo, si se trata del Lwa Ogu se le dará un sable, mientras que si se trata de Dambala, el poseído cae al suelo presa de violentas convulsiones, reptando como una serpiente. Mientras el Lwa habita el cuerpo del adepto baila, canta, saluda, habla y hace profecías tanto de buena fortuna como de eventos desdichados.

Pero tal vez el elemento más aterrador del vudú sean los zombies, y no precisamente porque se trate de monstruosos cadáveres caníbales. Siendo el culto a los muertos central en las creencias del vudú, son ellos justamente la clave para conseguir el favor de los Lwa; pero también el “control de los muertos” es un símbolo irrefutable del poder de los oungan.

De acuerdo con el vudú, una persona tiene dos almas: el gros-bon-ange –gran ángel bueno- que representa la personalidad, intelecto y experiencia del individuo, y el ti-bon-ange –pequeño ángel bueno- que es la conciencia. De esta manera, al morir un ser humano, su alma abandona el cuerpo para pasar un año en el fondo de un lago o río y posteriormente, gracias a los rituales realizados por sus familiares, ocupa un lugar permanente como protector de la familia.

La palabra zombi significa cuerpo sin alma o bien alma sin cuerpo, y como tal se asumen como seres cien por ciento controlables. Así, mientras en algún momento se pensó que su existencia era el método utilizado en las colonias para obtener mano de obra barata, se ha descubierto que, lejos de tratarse de muertos deambulantes, son en realidad personas (vivas por supuesto) quienes han sido drogadas y cuyas capacidades volitivas han sido anuladas.

De hecho el etnobotánico de Harvard Edmond Wade Davis, en 1983, publicó una investigación en la cual reveló que el polvo empleado por los brujos para “fabricar” zombies se trata en realidad de una mezcla de granos molidos de una planta alucinógenadatura stramonium-, mezclados con órganos asados y pulverizados de un sapo venenosobufo Marinus-, adicionado con el veneno del pez globo; esta peligrosa combinación tiene como resultado, entre otras cosas, un ataque al sistema nervioso, hipotermia y estupor.

Debido a que no se ha encontrado realmente una utilidad “legítima” para el zombi, se ha concluido que es una forma de venganza, el castigo último que una persona puede propinar a su enemigo –capturar su alma-, incluso existen algunas sociedades secretas que por el pago de unos honorarios razonables, pueden llevar a cabo la tarea de “zombificación”.

Y así, hemos visto cómo en pleno siglo XXI es posible observar personajes que parecen salidos de películas como Resident Evil (2002) o Exterminio (2002) y que, sin embargo, son personas reales cuyo estado no es consecuencia del ataque de un extraño e incontrolable virus, sino de una droga administrada por un enemigo colmado de rencor, por causas como la avaricia, la envidia o la lujuria; de modo que estas explicaciones desmitifican al monstruo, corroborando las palabras de la científica Marie Curie “dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender”. 

FUENTES:

“El vudú, los demonios y el nuevo mundo encantado”. Aut. Daniel Cohen. Ed. Diana. Méx. 1974.

“Zombies. El Misterio de los Muertos Vivientes“ Aut. Ma. Dolores Arana. Ed. Posada. Méx. 1987.

“Haití: Tras las huellas del zombi“ Aut. Roland Wingfield. Ed. EDAMEX. México, 1995.

 “Los Misterios del Vudú”. Aut. Laënnec Hurbon. Ediciones B. Trieste, Italia, 1998.

Corazón de África: La magia de un continente” Aut. Klaus E. Müller y Ute Ritz-Müller. Ed. Könemann. Colonia, Alemania, 1999.


Vudú: Algo más que simples muñecas

20 octubre 2009
Vudú

Vudú

 

Por: Patricia Díaz Terés

“Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, es una idea que posee a la mente”.

Robert Bolt

Durante siglos el continente africano ha albergado en sus más recónditos santuarios, innumerables misterios que han resultado tan fascinantes como aterradores para el hombre occidental; al mismo tiempo, debido a su progreso científico y tecnológico, el resto del mundo ha sido obligado a transformarse en un casi impotente testigo de las más desoladoras miserias humanas, las cuales se muestran día a día en las conflictivas y aún tribales naciones del continente negro.

El progreso de la humanidad ha resultado de esta manera, por decir lo menos, desequilibrado. Mientras en países como Japón, Noruega o Estados Unidos los vertiginosos avances de la tecnología casi le han arrebatado a la sociedad su capacidad de asombro; del otro lado del mundo en países como Ghana, Togo o el Congo, todavía se pueden observar ritos y ceremonias que tienen más de trescientos años de antigüedad, y que aún son ejecutados con fervorosa devoción por todos los participantes.

Así, en la frontera entre la magia y la realidad, el mito y la verdad, podemos encontrar una fascinante –y en ocasiones peligrosa- religión, que se ha propagado paulatinamente en ciertas regiones del planeta y que su travesía, ha adoptado diferentes matices y características dependiendo del sitio de su alojamiento: el vudú.

Se cuenta que el origen del vudú puede ubicarse en las tribus Fon, Yoruba y Ewe que habitan en el territorio bañado por el Golfo de Benín –desde Ghana hasta Nigeria-; con marcadas similitudes, los dos primeros pueblos explican el origen de la Tierra narrando cómo un dios –Olorun para los primeros y la dicotomía  Mawu-Lisa para los segundos-, creó todo aquello que rodea a los hombres.

De igual forma, una leyenda explica cómo los dioses vudú fueron llevados a Dahomey (Benín) por una mujer de nombre Wandjele quien, durante el reinado del cuarto monarca de dicho país –Agaja (1708-1732)- convenció a este pueblo de que eran sus divinidades las que podían restaurar el orden natural en su deteriorada forma de vida. El rey prestó oídos a sus afirmaciones y, tomándola por esposa, adoptó también sus creencias y con esto –según el relato- volvió la paz y la cordura a la comunidad.

Actualmente, y en buena parte gracias a la labor del creativo Hollywood, el vudú en muchas ocasiones ha quedado reducido a la utilización de muñecas empleadas para hacer sufrir al enemigo sin temor a ser descubierto o a tener que enfrentar cara a cara a la víctima elegida; sin embargo, en realidad la misión de los dioses de esta religión –de acuerdo con su doctrina-  es la de conservar la fertilidad, la salud y la felicidad en el mundo, y no como puede llegar a creerse, la de servir a retorcidos individuos como instrumento de castigo y venganza

De acuerdo con su particular teogonía –origen de los dioses del paganismo-, las benévolas tareas son llevadas a cabo por los hijos de Mawu (Luna-femenina)-Lisa (Sol-masculino), en especial por los tres mayores de nombre Sagpata, Sogbo y Agbe, quienes tienen la encomienda de servir como medio de comunicación entre su padre-madre y los seres terrenales, a la vez que gobiernan a estos últimos.

Así todo este bagaje místico, durante la época de las colonias, viajó con la población negra en los barcos negreros hacia distintos lugares de América, en particular a las Antillas, donde en las islas de Haití  y Santo Domingo encontró las condiciones idóneas para arraigarse.

Haití fue una colonia española, en la cual el tráfico de esclavos comenzó en los albores del siglo XVI. En 1697, España cedió a Francia la parte occidental conocida como La Española. De este modo, en el siglo XVII la isla se convirtió en la colonia francesa más fructífera gracias a sus enormes plantaciones, mismas que requerían una nutrida mano de obra para su mantenimiento y cuidado, por lo que la población sometida superó en número a la pequeña clase gobernante.

Después de la Revolución Francesa (1789), la reducida élite opresora fue perdiendo poder, teniendo esto como consecuencia una revolución en Haití que duró hasta 1804, año en que el territorio conquistó su independencia.

Una de las características que permitieron a los cautivos dar continuidad a sus creencias fue el secreto absoluto que rodeaba sus ritos, mismos que combinaron con las ceremonias católicas para cumplir con la ley que prohibía terminantemente el ejercicio del vudú.

De esta forma, la mitología original se fue mezclando poco a poco con rituales mágicos y exóticos, pero algunos de los más famosos como las muñecas -en las cuales al clavar alfileres se inflige dolor en el enemigo-, proceden con mayor seguridad de las prácticas ocultistas medievales llevadas a cabo en Europa por lo que, tal vez, una de las costumbres más populares del vudú haya sido enseñada a los esclavos por sus amos europeos.

Por otro lado, en Santo Domingo se abandona el “vodudahomeyano para rendir culto a familias de espíritus llamadas nanchon, denominando a cada uno de los integrantes lwa, misté (misteriosos) o zanj (ángeles).

Pero mientras en Haití no surgió –o al menos no con la misma repercusión- una figura importante entre los fieles al vudú, en Santo Domingo apareció el brujo François Makandal quien creó una gran cantidad de venenos que se utilizaron para despachar sigilosamente a los opresores blancos, a la vez que elaboró varias clases de talismanes o guardacuerpos, que eran otorgados a los rebeldes para lograr invulnerabilidad ante las armas de fuego; estos artilugios fueron posteriormente conocidos como makandales y prohibidos oficialmente por el gobierno.

Siendo el vudú tan versátil como sigiloso, la falta de una estructura jerárquica, a diferencia de otras sectas de origen africano afianzadas en Sudamérica como los Umbanda o el Candomblé –especialmente en Brasil y Uruguay-; le permitió adaptarse a las diferentes características de las poblaciones en las que se ha extendido, llegando así a tener, por ejemplo,  una singular teatralidad en el territorio norteamericano de Nueva Orleáns, donde se produjo la más grande celebridad vudú, Marie Laveau, reina imperante de esta religión en el siglo XIX y principios del XX.

Apasionantes y muy amplias han resultado tanto la historia como las implicaciones del vudú, motivo por el cual en la siguiente entrega, y aprovechando la cercanía de las fiestas de Todos los Santos y Día de Muertos, explicaremos con mayor detenimiento la estrecha relación que existe entre esta religión y la muerte, sus ritos y algunos mitos. 

FUENTES:

“El vudú, los demonios y el nuevo mundo encantado”. Aut. Daniel Cohen. Ed. Diana. Méx. 1974.

 “Los Misterios del Vudú”. Aut. Laënnec Hurbon. Ediciones B. Trieste, Italia, 1998.

¡Saravá!” Aut. Carol L. Dow. Ed. Integral. Barcelona, España, 1999.

Corazón de África: La magia de un continente” Aut. Klaus E. Müller y Ute Ritz-Müller. Ed. Könemann. Colonia, Alemania, 1999.