La espeluznante historia de un controlador bromista: Alfred Hitchcock

6 abril 2010

Alfred Hitchcock

Por: Patricia Díaz Terés

“Todo hombre tiene tres variedades de carácter: el que realmente tiene; el que aparenta, y el que cree tener”.

Jean Baptiste Alphonse Karr

Al escuchar su nombre siempre nos vienen a la mente imágenes como una rubia asesinada en la ducha, una parvada de aves furiosas, un hombre en silla de ruedas espiando a sus vecinos o un confundido sujeto huyendo despavorido ante el ataque de una avioneta; estas y muchas legendarias estampas más son obra del inconfundible e irrefutable Maestro del Misterio, Alfred Hitchcock.

Recordado siempre como un hombre entrado en años, de gruesa constitución y escaso cabello, lo cierto es que Hitchcock no tuvo siempre esa misteriosa y atractiva presencia, que hizo de su retrato un ícono en el ámbito del cine y la literatura de misterio.

Corría el mes de agosto del último año del siglo XIX cuando en la ciudad de Londres nacía, el día 18, Alfred Joseph hijo de William y Emma Hitchcock, siendo el último vástago de la pareja, la cual en la familia ya contaba con William de 9 años y Nellie de 7. Estando separado de sus hermanos por la diferencia en edades, aprendió a convivir consigo mismo, siendo un muchachito retraído y solitario.

Criado en las conservadoras costumbres de una familia estrictamente católica, con un padre dedicado al comercio de aves y vegetales, sus progenitores decidieron que la institución adecuada para llevar a cabo su educación era el colegio jesuita Saint Ignatius College, donde –a través de severos métodos- logró forjar ese carácter que durante toda su vida le permitió tener muy en claro el límite entre el bien y el mal, mismo que se empeñaba en no traspasar en ocasión alguna.

Sin embargo, la fortuna volteó la cara a la familia Hitchcock al fallecer el padre cuando Alfred tenía solamente 15 años. Así, se vio obligado a aceptar un trabajo en la Henley Telegraph and Cable Company. Siendo un jovencito de brillante inteligencia, este rutinario trabajo le aburría, por lo cual buscaba en los estudios el complemento necesario para su inquieto intelecto, de manera que se avocó a tomar cursos de mecánica, electricidad, herrería e historia del arte, intentando incluso la ingeniería.

Al mismo tiempo, el joven Hitchcock tenía sensibles inclinaciones hacia el cine y la literatura, de manera que en sus horas libres leía autores como Chesterton o Flaubert, siendo Edgar Allan Poe quien logró impresionar su adolescente imaginación con mayor profundidad; de igual manera, devoraba con avidez todo filme norteamericano al cual podía acercarse y revisaba cuanto reportaje sobre estrellas del séptimo arte llegaba a sus manos.

Su gran oportunidad para realizar su sueño llegó al conseguir un trabajo como rotulista en la Famous Players-Lasky, un estudio cinematográfico en el cual sentó las bases de su carrera. De este modo, gracias a sus diversas habilidades, ascendió rápidamente ocupando varios puestos –en ocasiones varios al mismo tiempo- ejerciendo como dibujante, director de arte, dialoguista e incluso codirector.

Con cualidades natas de liderazgo, no fue del todo una sorpresa cuando el productor Seymour Hicks ofreció al novato Alfred la dirección de la cinta Always Tell Your Wife en 1922, después de que el director original, Hugh Croise, fuese despedido.

Pero sin lugar a dudas fue en la nueva productora de su amigo y mentor Michael Balcon en donde encontró el mejor campo para comenzar a formarse como director. También ahí encontró al amor de su vida, su complemento y opuesto, Alma Reville una menuda jovencita con pinta de intelectual, con quien convivió durante el rodaje de The Blackguard en los estudios Ufa ubicados en Berlín.

Alfred y Alma se casaron en 1926 y al año siguiente vieron el primer resultado de su colaboración profesional en la cinta The Pleasure Garden por él dirigida; continuando durante un tiempo con el cine mudo realizó Easy Virtue y The Ring, incursionando en el ámbito sonoro con Blackmail en 1929.

En los inicios de su carrera Hitchcock probó gran cantidad de géneros cinematográficos, siendo su primera cinta de suspenso The Lodger (1926). Este rubro causaba en el director una extraña fascinación, ya que se sabe que siempre se encontraba leyendo las sórdidas historias sobre asesinatos incluidas en los tabloides de la época, a la vez que visitaba con frecuencia el Black Museum de Scotland Yard y presenciaba los juicios de asesinatos en Old Bailey.

Combinando esta afición con su característica minuciosidad y dedicación en el trabajo –la cual llegaba a ser obsesiva- Hitchcock realizó memorables cintas como Agente Secreto, Sabotaje o Alarma en el Expreso; pero el director necesitaba más y por ello decidió trasladarse a Hollywood en el año de 1939, en donde se “asoció” con David O. Selznick, productor del filme Lo que el Viento se Llevó.

Hitchcock buscaba una cosa durante sus rodajes: precisión. Su formación técnica lo ayudó a crear el storyboard –un guión ilustrado- con detalladas especificaciones técnicas, las cuales ocasionaban una larga preproducción pero una filmación exacta; de igual manera el Maestro del Suspenso siempre intentó tener absoluto control sobre sus películas, de manera que se involucraba en todos los procesos que conlleva la realización de una cinta, desde la preparación del guión, la selección de los actores, la fotografía y sobre todo la edición.

Pero pocos productores tienen la paciencia o la confianza suficiente en un director como para dejarlo hacer su voluntad en un producto en el cual están invirtiendo miles y a veces millones de dólares; por tal motivo, Alfred vio que la única manera de hacerse con el control absoluto era hacer su propia productora, lo cual llevó a cabo junto con su amigo Sidney Bernstein en la Transatlantic Pictures.

También gustaba de manejar a su antojo a sus actores –por lo regular estrellas de renombre como Sean Connery, James Stewart, Grace Kelly, Janet Leigh o Tippi Hedren-, Joan Fontaine explicaba, después del rodaje de Rebeca (1940), que la técnica de Hitchcock consistía en dividir a los intérpretes, no los dejaba convivir en el set, de modo que los dirigía personalmente y los sorprendía continuamente con pesadas bromas o comentarios mordaces, mismos que resultaban en un ambiente relajado.

Haciéndose millonario con el paso de los años –debido a sus películas, sus acciones en Universal Studios y numerosas regalías-, Alfred Hitchcock dejó en su filmografía películas extraordinarias como Vertigo (1958), Psicosis (1960), El Hombre que Sabía Demasiado (1934-1956) o Extraños en el Tren (1951); asimismo regaló a la literatura de misterio numerosos relatos y a la televisión una larguísima serie titulada Alfred Hitchcock Presenta; convirtiéndose así en un sinónimo de las producciones de misterio, pero también de calidad en las mismas, ya que sus innovadoras técnicas fílmicas dejaron un valioso legado para cineastas de la talla de Steven Spielberg o Stanley Kubrick.

Tímido, solitario, controlador, bromista o enérgico, Alfred Hitchcock fue un versátil personaje que sintió una verdadera pasión por el cine, respetándolo tanto como a sí mismo y luchando siempre por mantener una independencia para “su” arte, aún a pesar de los productores, con quienes en la mayoría de las ocasiones tuvo importantes diferencias. Y así, el Maestro del Suspenso ilustra muy bien lo que Ralph Waldo Emerson dijo alguna vez: “El carácter es como el acróstico (…): puede leerse desde el principio, desde el final o en cruz: siempre dice lo mismo”. 

FUENTES:

“El Cine”. Ed. Larousse. Barcelona 2002.

 “Hitchcock: El crimen perfecto, el cine perfecto”. Aut. Susana López Aranda. Cinemanía No. 137. México, febrero  2008.

“Alfred Hitchcock: El arquitecto de la angustia”. Aut. Paul Duncan. Ed. Taschen. Italia, 2003.

“That Bloody Shower and its violent offspring”. Aut. Michiko Kakutani. The New York Times. E.U. Dic. 2003.


Directoras de Cine: ¿Lucha de género o competencia de talento?

23 junio 2009
Julie Delpy

Julie Delpy

 

Por: Patricia Díaz Terés

 “La gota horada la roca, no por su fuerza sino por su constancia”.

Ovidio

Gran fortaleza y sobre todo una extraordinaria determinación es lo que, a lo largo de la historia, muchas mujeres han demostrado al momento de irrumpir en ámbitos masculinos.

De este modo en la política encontramos figuras como las de Isabel I de Inglaterra o Catalina la Grande de Rusia; y en la exploración de continentes desconocidos tenemos a damas como Florence Baker o Mary Kingsley.

Con sus propias ambiciones, características y aptitudes, cada una de estas féminas se enfrentó invariablemente a esquemas que por lo regular las apartaban por cuestiones de género, más que por capacidad; sin embargo todas ellas lograron demostrar que no era necesario ser varón para lograr sus sueños y conquistar metas otrora inimaginables.

En el mundo de las artes también se han tenido que romper muchos paradigmas antes de que las mujeres alcanzaran un estatus reconocido; y en muchos casos, no ha sido posible terminar con los prejuicios de una actividad tradicionalmente dominada por los hombres.

Así es precisamente la situación a la cual se enfrentan las directoras de cine; aunque ellas, además, tienen que luchar en una estructura que, con tan sólo un poco más de cien años, ya alberga grandes leyendas cuyos nombres van desde Alfred Hitchcock y Orson Welles, hasta Steven Spielberg, George Lucas o Roman Polanski.

Pero ya sean legendarios o no y sin importar si son hombres o mujeres, el trabajo del director de cine es tan fascinante como demandante.

El cineasta debe cumplir con una serie de tareas en las cuales se involucra en todos y cada uno de los aspectos que incluye una producción, desde la realización del guión hasta la fase de edición, musicalización, sonorización y efectos especiales.

De esta manera, debido a que todo el peso del éxito o el fracaso de la película recae en los hombros del director, éste debe presentar notables cualidades como líder, pero también es necesario que posea el don de la creatividad y el pensamiento ágil, ya que sin duda en el transcurso de las filmaciones se enfrentará a situaciones muy complejas, por lo que de la toma acertada de decisiones puede depender la conclusión del rodaje; estas particularidades de la profesión fueron las que mantuvieron a las “débiles” mujeres alejadas de la dirección fílmica.

Sumado a lo anterior, una directora debe luchar primero –y encarnizadamente- para obtener recursos que financien su proyecto. Un ejemplo de esto es la actriz y directora Julie Delpy, quien además de ser más conocida por su actuación al lado de Ethan Hawke en las películas Antes del Amanecer (1995) y Antes del Atardecer (2004), que por sus creaciones Bla Blah Blah (1995) o Dos Días en París (2007), tuvo que sostener una cruenta pelea durante 20 años para llegar a dirigir un largometraje y sin haber logrado aún, que los grandes estudios cinematográficos confíen en ella lo suficiente como para permitirle elaborar un filme bélico o de ciencia ficción.

Esta batalla de las mujeres cineastas contra las tradiciones del séptimo arte no es una novedad. La carrera de Julie Delpy y de otras directoras como Penny Marshall (Despertares, 1990), Kathryn Bigelow (K-19: The Widowmaker, 2002) o Mimi Leder (Impacto Profundo, 1998), no habría sido posible de no haber existido  algunas féminas rebeldes e independientes quienes, a principios del siglo XX, comenzaron a explorar el terreno de la creación fílmica.

Aparecieron así damas como Alice Guy, quien al filmar La Fee aux Choux, se convirtió en la primera mujer en dirigir una película, siguiéndola otras como Agnès Varda, precursora de la “nueva ola” francesa; Marie Dressler (Tillie Wakes Up, 1917), Lilian Gish (The Wind, 1928) o incluso la alemana Leni Riefensthahl, de cuyos documentales Triumph des Willens (1934) y Olympic (1938) se ha expresado que fueron utilizados como propaganda nazi, y quien pudo filmar nuevamente una cinta relativamente importante, Underwater Impressions, hasta el año 2002.

Pero a pesar de que al correr de los años el número de mujeres cineastas ha crecido, la situación no es siquiera comparable a las circunstancias de los directores, ya se hable de países como Suecia, Inglaterra, España o Estados Unidos, o bien de lugares como Cuba o México.

En Hollywood, por ejemplo, las estadísticas muestran que de los 13 400 directores representados en la Asociación de Directores de América (DGA), únicamente el 13% son mujeres, de las cuales sólo la mitad se dedican a la realización cinematográfica.

Pero sin duda ha sido la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas uno de los organismos más renuentes a cambiar los cánones que favorecen al director sobre la directora. Únicamente han sido tres las mujeres nominadas al Òscar como Mejor Director: Lina Wertmüller, en 1977 por la película Pasaqualino Settebelleze (Seven Beauties), perdiendo ante John G. Alvidsen, director de Rocky; Jane Campion, en 1993 por la cinta The Piano, siendo vencida por Steven Spielberg que presentaba Shindler’s List; y Sophia Coppola – hija del director Francis Ford Coppola– que compitió con su filme Lost in Translation y fue desplazada por el abrumador triunfo de The Lord of the Rings: The Return of the King de Peter Jackson en el año 2003.

Habiendo sido en la historia sólo una la directora galardonada –Marlene Gorris– con un Óscar a la Mejor Película Extranjera –Antonia’s Line (1995)-, no podían faltar las reacciones radicales ante la postura de los directivos y ejecutivos del séptimo arte; así surgió en Estados Unidos la organización Guerrilla Girls and Alice Locas, que en el año 2002 manejó una campaña con frases como “El Óscar anatómicamente perfecto: un varón blanco, como los tipos que suelen ganar” o “el Senado es más progresista que Hollywood: Senadoras, 9%. Directoras: 4%”.

Es así como vemos que el mundo del cine sigue siendo un territorio dominado por costumbres que favorecen al varón sobre la mujer, no porque ambos exhiban talentos desiguales, sino porque la tradición y por desgracia las cifras – hasta el momento- indican que los filmes dirigidos por hombres tienen más éxito en taquilla y son más aceptados por la crítica, que aquellos dirigidos por talentosas cineastas, aún cuando ellas demuestren ser capaces de sacar adelante, por igual, a una familia y una buena película. Pero tomando en cuenta la actual situación y evaluando las perspectivas, más vale a las próximas generaciones de realizadoras seguir el consejo del gran escritor francés Víctor Hugo quien dijo: “Atreveos: el progreso sólo se logra así”, y sólo así podrán sortear los obstáculos que encuentren, sin importar su dimensión u origen.

FUENTES:

“El Cine”. Aut. Pablo Mérida San Román. Ed. Larousse. España, 2002.

“La visión femenina dentro del cine, directoras contra viento y marea”. Aut. María Gabriela Muñoz. Revista Cine Premiere No. 115. México, mayo 2004.

“Female-director dearth is ‘Hollywood Problem’ “. Aut. Mary F. Pols. Times. Salt Lake City, Utah, E.U., 29 de julio 2007.

“Female Directors remain a rarity in Hollywood”. Associated Press. MSNBC. 1 de agosto 2007.

“June Campion laments lack of female director”. Associated Press. USA Today. 21 de mayo 2009.

“The Challenge for women directors”. Aut. Stephen Dowling. BBC News Online. 1 de marzo 2004.

“Where are female directors?”. Salon.com. 27 de agosto 2002.

“Mujeres directoras de cine: ¿Así de simple?”. Aut. Martha María Ramíres. Boletín “Caminos”. Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr., La Habana, Cuba.