De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca IV

23 junio 2022

Parte IV – La batalla del final

Por: Patricia Díaz Terés

Claude Reins y Humphrey Bogart en la escena final de Casablanca

Los finales son muy difíciles de escribir, y es difícil hacer un final en colaboración con miles y miles de personas, y satisfacer a todas esas personas es imposible”. 

Jennifer Hale.

Muy diversos han sido los propósitos con los que se realiza una película, de  modo que el director puede tener la intención de entretener, concientizar o motivar al público. En tiempos bélicos estas últimas funciones del cine son particularmente importantes. En este sentido, fue el empeño del productor de la Warner Bros., H. B. Wallis y del director Michael Curtiz lanzar al pueblo norteamericano un mensaje específico con el propósito de hacer consciente al pueblo de los Estados Unidos sobre la situación que se vivía, con la Segunda Guerra Mundial, en Europa a principios de los años 40.

Así, no fue nada casual el hecho de que la película se estrenase “en corto” el 26 de noviembre en el Hollywood Theatre de Nueva York, día en que las fuerzas aliadas invadieron el norte de África capturando Casablanca, aplazándose el estreno general para el 23 de enero de 1943.

Pero para que Casablanca llegase a las salas de cine, después de haberse enfrentado los problemas con el guion y el elenco, se tenía que resolver un punto crucial del filme: el final. Se sabe que durante el rodaje de Casablanca el guion iba y venía en manos de los escritores quienes hacían muchas modificaciones de último momento –afortunadamente todas estas alteraciones fueron tan atinadas que eventualmente el libreto de Casablanca fue designado por el Sindicato de Guionistas de Hollywood como el mejor guion de la historia de la cinematografía norteamericana, aún por encima de Ciudadano Kane o del Padrino-, afinando cada una de las escenas, de las cuales, la más importante, el final, no estaba definida.

La ambigüedad existente sobre la conclusión de la película ocasionaba un ambiente de estrés entre el elenco, particularmente en Ingrid Bergman, quien angustiada acudía a Michael Curtiz para consultarle cuál sería el desenlace de la historia, pues de ello dependía la actitud que debía mostrar, ante las cámaras, hacia el cínico Rick y el valiente Laszlo. Ante tales cuestionamientos el director respondía con evasivas sugiriéndole a Ingrid –y gritándole en alguna ocasión la frase “¡actores, actores, siempre quieren saberlo todo!”, esquivando su propia ignorancia- que Ilsa debía mostrarse ambigua con ambos personajes. Sin embargo, el cineasta no era totalmente honesto con su elenco, puesto que no quería exponer la cruda verdad: no había final escrito para Casablanca.

Y es que la trama era tan maravillosamente intrincada que cada una de las personas que intervenían en la realización del guion opinaban que la historia debía terminar de una manera diferente: por un lado, se tenía a Paul Henreid quien, airado, decía que la señorita Lund debía permanecer al lado de su aguerrido marido. Por otra parte, los más románticos opinaban que Ilsa debía dejar libre a Víctor para quedarse con Rick –esta versión era simplemente impensable debido a la censura que prohibía terminantemente que una mujer casada dejase, aunque fuese en pantalla, a su marido-; otros pensaban que la mejor opción era darle un mortal y heroico final a Laszlo dejar el paso libre para la realización del amor entre Rick e Ilsa.

El reto era, entonces, cómo lograr un final lo suficientemente digno y conmovedor para que la mayor parte de los espectadores quedase satisfecha. Se tenía entonces al entrañable personaje de Humphrey Bogart quien, sin duda, después de tanto sufrimiento, merecía un final feliz. Pero por supuesto esta felicidad no podía estar supeditada a la ruina de un hombre tan emblemático como el personificado por Paul Heinreid. ¡Vaya problema!

Finalmente se decidió que la heroína sacrificaría su amor en pro de un fin más noble como era la lucha por la libertad, misma posición en la que quedó el personaje de Bogart. Ahora bien, esto sin duda satisfacía las demandas de Paul Henreid, pero todavía quedaba una pregunta: ¿se darían un último beso Ilsa y Rick al despedirse, antes de que la dama abordase el avión hacia su destino en América?

Y en la resolución de esta situación se ilustra cómo, aunque el director tenga la batuta, cuando se tiene en el elenco a un actor del peso de Humphrey Bogart, poco importan las jerarquías. Muy poco tiempo antes de filmar la escena en el aeropuerto –misma en que se utilizó un avión de cartón cuya manufactura era tan deficiente que el director decidió cubrir los defectos a través de la utilización de una neblina imposible en el clima del verdadero Casablanca- Michael Curtiz y Humphrey Bogart se hicieron de palabras en el camerino del actor. El protagonista reclamaba al director que no era adecuado que Rick besase a Ilsa antes de que ella partiera hacia territorio americano, ya que eso le quitaría toda la esencia noble al gesto de dejarla partir, renunciando a ella, para que Víctor continuase su loable trabajo. Con una mente más prosaica, Curtiz insistía en que el público merecía ese último beso entre sus héroes.

El tiempo transcurría, la conclusión del rodaje seguía retrasándose y las discusiones no ayudaban. De esta manera algún avispado miembro de la producción corrió en pos de Hal B. Wallis para que este mediara en el conflicto. De esta forma, el productor se decantó por la opinión de Bogart con la finalidad de que la película dejara un buen sabor en el público a quien se había dejado en penumbras sobre quién subiría al avión en aquel desértico aeropuerto.

Era pues el 3 de agosto de 1941 cuando se terminó de rodar Casablanca, 11 días después de lo previsto y aún faltaba la postproducción. A este respecto únicamente mencionaremos el tema de la música, realizada por Max Steiner. Resulta entonces que cuando Steiner se encontró con la grabación de la famosísima canción de As Time Goes By, inmediatamente quiso sustituirla porque consideraba que la pieza era insípida. Esta sugerencia llegó a oídos del productor Wallis, quien accedió a modificar la canción. No obstante, esta intención se vio obstruida por el hecho de que la pieza ya había sido grabada con playback por Dooley Wilson y a la sazón era absolutamente imposible regrabar la escena. Así, para fortuna de la historia de los soundtracks cinematográficos, la canción original permaneció tan solo para situarse, con los años, en una de las canciones más conocidas y memorables del séptimo arte.

Y así, tanto esfuerzo dio espléndidos resultados: en 1943, cuando los Premios de la Academia todavía eran una ceremonia digna y glamurosa, Casablanca se hizo acreedora a 3 de estos galardones, incluyendo el de mejor película. En este evento se dio la ruptura definitiva entre el productor Hal B. Wallis y Jack L. Warner cuando este último saltó sin tardanza al escenario para recibir el Óscar al ser anunciado el premio para la cinta dirigida por Curtiz. Esta acción le impidió al productor Wallis tener en mano el bien merecido galardón que recibían ahora su intuición, pasión y esmero.

La fama de la película se ha extendido a lo largo y ancho del mundo. Las nuevas generaciones han tenido recientemente acceso a esta cinta en las salas de cine gracias al reestreno que se llevó a cabo con motivo del 80 aniversario del filme. También ha tenido algunos homenajes como la película animada Carrotblanca –dirigida por Douglas McCarthy en 1995- en la que Bugs Bunny personifica al cínico Rick en compañía del inseparable Sam, en este caso encarnado por el Pato Lucas; el gato Silvestre interviene en el papel de Víctor Laszlo y por supuesto el coqueto Pepe Le Pew es el entrañable Louis Renault. Por su parte los hermanos Marx hicieron una parodia de esta cinta con Una noche en Casablanca de Archie L. Mayo en 1946, la cual estaba tan cercana a la original que la propia Warner Brothers se quejó –ambas cintas pertenecen a los mismos estudios cinematográficos-. Asimismo, otros intentos por abarcar la historia de Casablanca fueron las fracasadas series de 1955 y 1983.

Y así llegamos al final de la historia de una película cuya idea surgió en un oscuro café de refugiados en la Francia ocupada y continúa vigente hoy en día a través de los miles de cinéfilos de todas las edades que consideran a Casablanca, hasta la fecha, una de las mejores películas jamás filmadas.

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com. 

“Casablanca, setenta años de amor, citas y malentendidos”. www.bbc.com. 27 de marzo 2012.   

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   

“Casablanca (1942): Detalles desconocidos de la película más icónica”. Aut. Alba Puerto. www.elcineenlasombra.com. 26 de diciembre 2018.


De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca III

15 junio 2022

Parte III – La aventura de la producción

El director Michael Curtiz con Ingrid Bergman y Humphrey Bogart

Por: Patricia Díaz Terés

El cine es un misterio. Es un misterio para el propio director. El resultado, el film acabado, deber ser siempre un misterio para el director, de otra forma no sería interesante”. 

Andrei Tarkovski

La magia del cine dista mucho de ser un acto de prestidigitación, más bien aquella resulta de la conjunción de una serie de genialidades, contratiempos y un poco de caos. De esta manera, la producción de Casablanca estuvo, desde su inicio, plagada de situaciones inusuales que tuvieron que ser sorteadas por el director Michael Curtiz y el productor Hal B. Wallis.

La empresa parecía entonces tan monumental que el ejecutivo de los estudios Warner, Jack l. Warner, optó por mandar a Curtiz un “motivador” mensaje antes de comenzar el rodaje: “Atravesamos días turbulentos, pero yo sé que tú podrás con el rodaje en las siete semanas previstas. Confío en ver otra vez al viejo Curtiz que yo siempre he conocido y estoy seguro de que vamos a hacer una gran película”. Nada mal para animar al director a iniciar con el pie derecho (!).

Cuando llegó la fecha de inicio de la filmación, 10 de abril de 1942, eran tantos los aspectos pendientes de la producción que fue necesario aplazar el rodaje hasta el 25 de mayo del mismo año. Así, en el momento en el que los involucrados llegaron al set en esta memorable fecha se encontraron con que no tenían nada listo: el guion estaba inacabado, las escenografías estaban aún por concluirse y uno de los actores principales, Paul Henreid, no se encontraba aún en el lugar, ni cerca de estarlo.

Siendo la filmación de una cinta una suerte de rompecabezas, aquel día de primavera se comenzaría por escenificar el flashback en Paris en el que solamente aparecen Rick e Ilsa, pero al parecer ese día el director no se encontraba en su mejor forma, ya que cometió una serie de errores impensables para un cineasta experimentado, llegando incluso a olvidar registrar el audio de una de las escenas, aquella en la que se ve a Humphrey Bogart e Ingrid Bergman paseando, felices y enamorados, en un automóvil por las calles de la capital francesa y sus paradisiacos alrededores-. Asimismo, pasó por alto, sin mayor explicación, la captura de una de las escenas. Al final del día, frustrado y decepcionado, Michael tuvo que informar a los actores y a los integrantes del staff que el día había sido una completa pérdida de tiempo, porque el material recolectado era inservible: tendrían que empezar de nuevo.

Por su parte, el director de fotografía, Arthur Edeson, quien previamente había trabajado en películas como El Halcón Maltés (1941) y Frankenstein (1931), estaba obsesionado con lograr la iluminación perfecta para enmarcar el bellísimo rostro de Ingrid Bergman, por lo que tardaba muchas más horas de las previstas para lograr su cometido, ante la desesperación absoluta del director. Cabe mencionar que su objetivo se cumplió, pues Edeson logró dar una luz especial a la mirada de Ilsa a través de precisos reflejos con los cuales los ojos de la actriz parecen destellar en cada toma. No obstante, el trabajo de iluminación distaba de satisfacer al director, quien indignado expresó que Rick’s, lejos de parecer un lúgubre café para refugiados, parecía un cabaret de moda –lo que finalmente fue un acierto del filme, pues precisamente es el ambivalente ambiente de este lugar lo que lo hizo tan memorable-.

La ausencia de Henreid –porque este se encontraba todavía filmando La extraña pasajera con Bette Davis– tuvo que ser hábilmente cubierta por Curtiz, quien optó por rodar cuanta escena pudiera en la que no interviniese el actor austriaco. Incluso filmó las reacciones de los personajes con los cuales intervenía el personaje de Laszlo, para luego, en la edición, montarlas junto con las escenas en las que ya apareciera el líder de la resistencia francesa.

Además de las vicisitudes puramente técnicas, el director tuvo que enfrentarse a cuestiones personales entre sus protagonistas. En primer lugar, tuvo que lidiar con una acongojada Ingrid Bergman, quien se mostraba francamente consternada ante la evasión de su persona por parte de Humphrey Bogart. Esta situación no se remedió sino hasta que un miembro de la producción, harto de ver el triste semblante de la actriz, optó por revelar el gran secreto: Bogart le había prometido a su celosísima esposa, Mayo Methot, que se acercaría a su compañera de elenco lo mínimo indispensable, esto se debió a que la dama tenía una irracional seguridad de que su marido se enamoraría irremediablemente de la entonces esposa del neurocirujano Petter Lindström.    

Pero entre Humphrey e Ingrid había otro gran problema: ella era más alta que él por 5 centímetros –perspectiva intolerable en un drama romántico respetable, no cómico, de la época-, hecho que llevó a Michael Curtiz a idear desde encuadres hasta posiciones para el actor con el objetivo de crear la ilusión de que el caballero era más alto que su coprotagonista. Por esta situación constantemente lo vemos a él subido en algún escaloncillo o de pie mientras la dama permanece sentada.

Un detalle adicional surgió con la música de la película. Una de los personajes más entrañables de la cinta resulta ser Sam, el simpático pianista de Rick´s Café Americain. Sin embargo, había un pequeño problema: Dooley Wilson era baterista y no tenía la menor idea de cómo tocar el piano. Siendo necesario el realismo en la interpretación de las canciones, el director optó por contratar a un pianista profesional local, Elliot Carpenter, quien, además de haber grabar el audio final para la película, estaría escondido muy cerca de donde Wilson se encontraba para que este pudiese imitar el movimiento de las manos de Carpenter sobre el piano.

En cuanto a los sitios de filmación cabe mencionar que el Marruecos que se presenta en la película es totalmente imaginario –para consternación de cientos de turistas que, sin saberlo, se aventuran a Casablanca encontrando una ciudad bastante desabrida en medio del desierto y no las misteriosas y exóticas calles que se muestran en el filme-: los 9200 dólares que costó la creación de Rick’s quedaron instalados en los estudios de Warner Bros. en Burbank, California, en donde el director tuvo que utilizar cuanto recurso disponible tuvo a la mano para abaratar un poco la producción, llegando a emplear un set que había sido construido para la película The Desert Dog. Sin tener locaciones en su haber, la producción únicamente tuvo que trasladarse de sitio para filmar el gran final, mismo que se emplazaría en el aeropuerto de Van Nuys en Los Ángeles.

Así, mientras Curtiz trataba de hacer malabares con esposas celosas, vanidades agraviadas, técnicos minuciosos hasta lo obsesivo y exigencias de los estudios, los guionistas se quebraban la cabeza aún para designar un final a una historia que, muy probablemente, no dejaría para nada satisfecho al público. Pero de cómo lograron sortear semejante reto para lograr el mejor guion en la historia del cine norteamericano –por encima de El ciudadano Kane- hablaremos en la última parte de esta columna la próxima semana.

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“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com. 

“Casablanca, setenta años de amor, citas y malentendidos”. www.bbc.com. 27 de marzo 2012.   

 “10 cosas que tal vez no sabías de Casablanca”.  www.lavanguardia.com. 6 de abril 2021.

 “Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   

“Casablanca: una película a medio camino entre el mito y la realidad”. http://www.sientemarrueos.viajes.   


De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca II

8 junio 2022

Parte II – El elenco ideal

Por: Patricia Díaz Terés

Ingrid Bergman, Humphrey Bogart, Paul Henreid y Claude Rains

El director está obligado a preocuparse de los actores, es el punto fuerte del rodaje. François Truffaut

Para la realización cinematográfica no existe una sola receta infalible, de este modo, tenemos desde un director que encuentra un guion y convence a un productor, hasta el caso de Casablanca, en donde un productor dio con un proyecto que capturó su imaginación y tuvo que promover desde la creación del guion hasta la filmación de la última escena.

De este modo, cuando es el productor quien ha encontrado algo digno de filmarse, lo primero que tiene que localizar –tras obtener el beneplácito del productor ejecutivo que proporcionará el dinero, en este caso Jack L. Warner– es a la persona que dirigirá el “trabajo de campo”, es decir el director. Así, la primera opción del productor de la Warner Brothers, Hal B. Wallis, fue el conocido cineasta William Wyler, quien, al encontrarse en su rancho, muy entretenido, jugando al gin rummy con el jefe de la 20th Century Fox, Darryl F. Zanuck, tras la filmación de Mrs. Minniver, declinó la oferta para encabezar Casablanca.

Como segunda opción Wallis acudió a su amigo Michael Curtiz, un emigrante judío-húngaro que había arribado a los Estados Unidos en 1926 y cuya familia había escapado de Europa tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Los recursos con los que tendría que filmar Curtiz eran de 878 mil dólares, debiendo empezar el rodaje el 10 de abril de 1942. Ninguna de estas condiciones se respetó.

Debido al bajo presupuesto en un principio se pensó en contratar actores baratos –por encontrarse ya en la nómina de los estudios-, por lo que aparecieron los nombres de Ronald Reagan y Ann Sheridan para interpretar a Rick y Lois –después Ilsa– así como de Dennis Morgan para Víctor Laszlo. Pero estos actores no empataban con la grandiosa visión que Wallis tenía en la cabeza, por lo que acudió con el ejecutivo de la Warner, Steve Trilling, y le solicitó la autorización para contratar a Humphrey Bogart para interpretar a Rick Blaine, accediendo a su vez a dar a Sheridan el papel de Lois Meredith.

Bogart fue contactado y se le entregó lo que se tenía de guion –que lejos estaba de estar terminado-, procediendo el actor de El Halcón Maltés a declarar que su personaje era demasiado frío y cínico, características que le impedirían al público identificarse con él –a partir de estos comentarios los hermanos Epstein hicieron modificaciones en el guion al personaje de Rick. Y fue tras este primer logro cuando a Wallis y los guionistas les llegó la idea de cambiar por completo al personaje de Lois Meredith para transformarlo en Ilsa Lund.

Tal transmutación impedía que el papel fuese interpretado por Ann Scheridan, surgiendo entonces las actrices Ingrid Bergman y Hedy Lamarr para interpretar a la angelical noruega, dueña del corazón del propietario del Rick’s Café Americain. La opción de Lamarr era para entonces imposible, pues la actriz austriaca estaba por entonces ya comprometida con la MGM y el ejecutivo Louis B. Mayer se negó rotundamente a “prestar a la actriz”.

Por su parte, Ingrid Bergman también estaba ya comprometida para trabajar con la compañía del productor David O. Selznick en el rodaje de Intermezzo y se preparaba con ahínco para obtener el papel de María en la versión cinematográfica de Por quién doblan las campanas del director Sam Wood. Sin embargo, estos compromisos profesionales sí pudieron ser flexibilizados gracias a una generosa aportación de 25 mil dólares que la Warner hizo a O. Selznick para ceder temporalmente a la actriz, prometiendo a su vez facilitar la participación de Olivia de Havilland en algún proyecto que tuviese O. Selznick.

Se tenía pues ya a Rick y a Ilsa, pero faltaba Víctor. Para encarnar al gallardo defensor de la libertad se propusieron dos actores: Paul Henreid y Philip Dorn, pero este último tenía el mismo inconveniente que Hedy Lamarr: estaba contratado ya por la MGM. De tal manera el acercamiento se hizo con Henreid quien en primera instancia rechazó categóricamente el papel al no tratarse este de un protagónico. En tal contexto, fueron las circunstancias mundiales las que empujaron al actor autrohúngaro para aceptar el papel de Víctor Laszlo.

Estando su país de origen en aquel entonces ya anexado al Tercer Reich, se había decretado que cualquier ciudadano austriaco sin trabajo debía retornar sin demora a su nación. Henreid estaba, a principios de 1941, terminando de filmar la película La extraña pasajera (Now Voyager) al lado de Bette Davis, pero no tenía a la vista ningún otro proyecto, por lo que decidió embarcarse en Casablanca para poder permanecer en los Estados Unidos, eso sí, exigiendo que se le pagase la misma cantidad que se le estaba abonando a Bogart y Bergman.

El resto de los personajes estaba ya resuelto, y aunque al principio se pensó que Sam fuese una dama que sería encarnada por alguna de las famosas cantantes de jazz Ella Fitzgerald o Lena Horne, el personaje quedó estructurado finalmente como lo vemos hoy en día en la pantalla como el simpático pianista amigo de Rick, que es personificado por el baterista Dooley Wilson. Por su parte la participación de Claude Rains había sido ya incluso contemplada en la realización del guion por lo que su contratación fue puro formalismo.

Así, con este gran conjunto de estrellas aseguradas para cubrir los papeles principales, Curtiz se puso a la cabeza de un muy numeroso elenco en el que se incluyeron cientos de extras –que no habían sido contemplados ni presupuestados- y decenas de actores secundarios, teniendo muchos de ellos una historia tan cercana al argumento de la película que realizaron con más entrega su trabajo, como fue el caso de Conrad Veidt, actor alemán que había huido de la Alemania nazi con su esposa judía y que había jurado jamás encarnar a un nazi a menos que este fuese el villano, por lo que resultó idóneo para encarnar al despiadado mayor Strasser en el argumento de Casablanca.

Otra actriz a quien la historia del filme se le acercaba a lo más profundo del corazón era Madeleine Lebeau -que interpretó a la amiga de Rick, Yvonne-, quien había tenido que huir con su marido Marcel Dalio de la Francia ocupada, realizando en la vida real la travesía hacia América que en la cinta se propone para Víctor e Ilsa. Tal circunstancia proporciona, por ejemplo, un realismo conmovedor al close up que se le hace a la actriz, cuyos ojos se llenan de lágrimas al interpretar con pasión La Marsellesa bajo la dirección del valiente Víctor Laszlo cuyo cometido era silenciar al mayor Strasser y sus compinches alemanes que se encontraban cantando Die Wacht am Rhein en el Rick´s Café.

Con el elenco preparado –habiendo sido enriquecido con Sydney Greenstreet como Signor Ferrari, el ambicioso dueño del café competencia de Rick´s, el Blue Parrot, y el simpático S. Z. Sakall como el fiel y discreto mesero de confianza de Rick, Carl– todo estaba listo para iniciar el rodaje, pero como descubrirían Hal B. Wallis y Michael Curtiz, este proceso sería tan legendario -en su caos- como la cinta misma, pero de tales aventuras cinematográficas hablaremos más extensamente en la próxima entrega de esta columna.

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com.   

“10 cosas que tal vez no sabías de Casablanca”.  www.lavanguardia.com. 6 de abril 2021.

“La rocambolesca historia del rodaje de Casablanca”. Aut. Pedro Tomas. 21 de septiembre de 2020. http://www.elredondelito.es.

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   


De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca I

1 junio 2022

Parte I – La aventura del guion

Por: Patricia Díaz Terés

«Para hacer una gran película necesitas tres cosas: el guion, el guion y el guion».

Alfred Hitchcock

No puedo ni siquiera describir el fantástico sentimiento que me invadió cuando, recientemente, me fue posible ver en pantalla grande una de mis películas favoritas: Casablanca. Y es que el 80 aniversario de esta clásica cinta hizo realidad aquello que solo hubiera sido solo posible retrocediendo en el tiempo. Escuchar la canción As Time Goes By interpretada por Dooley Wilson y la imponente Marsellesa en la voz de un gallardo Paul Henreid, en los altavoces de la sala de cine, se han convertido, sin lugar a dudas, en uno de mis momentos de gloria cinéfila.

Casablanca se sitúa ahora, en las listas de las grandes obras del séptimo arte, tan solo un peldaño debajo de Ciudadano Kane, catalogada por los expertos como la mejor película jamás filmada. Pero cuando el productor Hal B. Wallis puso los ojos en el proyecto, si bien intuía su posible éxito, probablemente jamás imaginó que tenía entre manos semejante portento cinematográfico.

Transcurría el año de 1938 cuando un par de dramaturgos, de viaje por el sur de Francia, fue a parar a un club en el que convivía, tan alegremente como era posible, una variopinta concurrencia conformada por franceses, nazis y refugiados.

Tal experiencia dio a Murray Burnett y Joan Alison la idea de escribir una obra de teatro que titularon Everybody Comes to Rick’s, la cual fue descubierta en 1941 por la editora Irene Diamond, quien de inmediato se dio a la tarea de convencer al productor de la Warner Brothers, Hal. B. Wallis, para transformar ese texto en un filme. La lectura capturó la imaginación del ejecutivo, quien, sin tardanza, en 1942, invirtió la exorbitante cifra de veinte mil dólares para adquirir los derechos, cambiándole también el nombre por Casablanca.

La idea del guion era muy buena, pero la ejecución bastante pobre, por lo que se necesitaba trabajarla en pro de transformarla en algo digno de ser filmado. De esta forma, Wallis contrató, en enero de 1941, a Aeneas Mckenzie y Wally Kline, quienes durante seis semanas se dedicaron a revisar la historia pieza por pieza, enviando el documento resultante del análisis el 23 de enero. Mckenzie, cuando conoció el proyecto, dijo a Wallis con respecto a los defectos del guion: “…todo ello puede superarse porque detrás de la acción y de su entorno está la posibilidad de un tema excelente: la idea de que cuando la gente pierde sus ideales, necesita ser golpeada por dentro para que empiece a luchar. Esto es lo que ha sucedido a Francia y también a Rick Blaine”.

Así, las líneas originales no servían para la intención de Wallis, constituyendo otro problema mayúsculo el hecho de que la trama incluía diversas situaciones que transgredían flagrantemente varias de las normas establecidas en el Motion Picture Production Code –mejor conocido como código Hays-, que había sido creado por la Asociación de Productores Cinematográficos de Estados Unidos (MPAA) en 1930 y escrito por William H. Hays, prominente líder del partido republicano y distinguido miembro del MPAA, con el objetivo de “proteger” al público de “ideas peligrosas” que contravinieran los valores aceptados por el sistema.

Para empezar, en la historia original, Rick era un hombre casado y Lois Meredith –después Ilsa Lund– era una astuta joven norteamericana de moral distraída que estaba dispuesta a visitar cuanta alcoba masculina fuese necesario para conseguir su cometido –en este caso los visados de salida necesarios para viajar desde Marruecos hasta Norteamérica-, resultándole entonces sencillo regresar, para tal efecto, al aposento de su antiguo amante –Rick-, pues los personajes habían establecido anteriormente una relación en París durante un año, con el conocimiento, por parte de ella, de que él tenía una esposa y dos hijos, pero siendo él ignorante de que la dama vivía con otro hombre –Víctor, quien, por cierto, tampoco era su marido-. En este sórdido entorno se encuentra como complemento el personaje secundario de Rinaldo, amigo de Rick.

Tal fue la base de la que partieron McKenzie y Kline, dejando a los hermanos Julius y Philip G. Epstein la continuación de la tarea -a la cual pudieron dedicar escaso tiempo pues estaban ya comprometidos para trabajar con Frank Capra en la serie de documentales ¿Por qué luchamos? (Why We Fight I, 1942-1945)-. No obstante, la genialidad de los hermanos les permitió la creación del entrañable personaje del policía Louis Renault, a quien concedieron toda una gama de líneas ingeniosas –se sabe que los escritores idearon unas 50 frases moderadamente prohibidas para incluirlas en el texto, esperando poder usar unas 25, pero empleando efectivamente tan solo 2 o 3-, a la vez que lo dotaron de una simpatía y delicado cinismo que ellos sabían que su actor favorito, Claude Reins, le impregnaría al personaje. Construyeron también el rol de manera que fungiera como el alivio cómico en una tormentosa historia en donde la política, el romance y la tragedia eran las protagonistas.

Partieron entonces, temporalmente, los Epstein en abril de 1942, momento en que Wallis cedió la pluma a Howard Koch, un veterano guionista artífice de las palabras que aterrorizaron a media ciudad de Nueva York un 30 de octubre de 1938, cuando al futuro cineasta Orson Welles se le ocurrió transmitir la adaptación realizada por Koch de la novela La guerra de los mundos de H.G. Wells, siendo tan refinado el escrito que logró convencer –junto con la portentosa voz de Welles– a los crédulos neoyorkinos de que los extraterrestres habían invadido el planeta Tierra.

Koch tomó entonces, entre otras cosas, el personaje áspero de Rick y lo dotó de una humanidad necesaria para que el público se identificase con él, respetando los cambios que habían realizado los hermanos Epstein en cuanto a la situación profesional y marital del personaje, a quien habían despojado tanto de su familia como de su título de abogado, dejando en su lugar a ese misterioso hombre de pasado incierto que aparece en el filme.

Pero el productor Hal B. Wallis quería tener opciones para elegir, por lo que permitió que los Epstein –de modo remoto- y Howard Koch trabajasen cada quien en su versión del guion. Para unir las propuestas y elaborar el texto definitivo, el productor llamó a Casey Robinson -escritor de La extraña pasajera (Now, Voyager, 1942) cinta en la que la legendaria Bette Davis cautivó al público al lado de Paul Henreid-, quien le dio al clavo cuando sugirió que Lois Meredith debía ser una europea de moral incuestionable que haría que el héroe decepcionado –Rick– volviese a la lucha, por amor.

Estando tanto la trama como los roles de Rick, Ilsa, Louis Renault, Víctor Laszlo y Sam ya medianamente estructurados –pues la versión final del guion permanecía aún inconclusa-, las tensiones de Wallis no hicieron sino incrementar, pues el avezado ejecutivo aún debía encontrar a las piezas más importantes de su proyecto: un director que comandara tan tempestuosa empresa y elegir a aquellos que interpretarían a los personajes que tanto trabajo habían dado a los escritores para verse bien en el papel, pero que requerirían de los actores idóneos para lograr el memorable filme que el productor tenía en la cabeza.

Pero sobre tal empresa y otras vicisitudes del rodaje de Casablanca hablaremos más extensamente en la próxima entrega de esta columna. 

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com.   

“Casablanca (1942): Detalles desconocidos de la película más icónica”.  Aut. Alba Puerto. 26 de diciembre 2018. http://www.elcineenlasombra.com.

“La rocambolesca historia del rodaje de Casablanca”. Aut. Pedro Tomas. 21 de septiembre de 2020. http://www.elredondelito.es.

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   


Un temerario aventurero: Ernest Hemingway

18 May 2022

Parte IV

Por: Patricia Díaz Terés

Ernest Hemingway

Una aventura es, por naturaleza, algo que nos sucede. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos”.
Gilbert Keith Chesterton.

Mientras Ernest Hemingway se dedicaba a sus variopintas actividades de espionaje y escritura en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, su esposa, Martha Gellhorn, luchaba tenazmente por conservar su identidad y trabajo, despertando muchos recelos, tanto personales como profesionales, en su temperamental cónyuge, quien tuvo un lugar privilegiado durante el Día D (6 de junio de 1944), en el que, desde un pontón –del cual no le fue autorizado desembarcar-, fue testigo del principio de la liberación de Europa durante el desembarco de las tropas aliadas en Normandía.

Lo que no sabía el ilustre escritor es que su mujer le había tomado la delantera. Después del anuncio del Estado Mayor aliado acerca de que no se permitiría la presencia femenina en un frente tan violento como la costa francesa, el puesto que normalmente ocupaba Martha como corresponsal de guerra en la revista Collier´s, le fue ofrecido en esta ocasión a su marido, quien tuvo a bien aceptar la misión sin comunicárselo a su mujer.

Sobra decir que esta situación despertó la ira de Gellhorn quien, lejos de quedarse cruzada de brazos en los Estados Unidos, disfrazada como enfermera y después de engañar a un soldado que vigilaba los transportes que partirían hacia Francia, la valiente reportera se escondió en un baño del buque-hospital hasta que estuvo bien segura de haber zarpado hacia el Viejo Continente. Una vez habiendo obtenido un poco de confianza en la situación, y en condición de polizona, entabló conversaciones con las otras enfermeras quienes ni siquiera se preguntaron quién era aquella curiosa chica.

Al llegar a las tristemente famosas playas francesas, la periodista no se resignó a permanecer, como su marido, en una embarcación, por lo que Martha decidió disfrazarse de camillero y ayudar a rescatar a los más de 400 heridos que habían quedado tendidos en las arenas que habían presenciado la primera oleada de uno de los más sangrientos enfrentamientos bélicos que ha observado la humanidad.

Pero el inicio del fin de la Guerra significó también el principio del fin del matrimonio Hemingway, pues el inquieto Ernest, en estos ires y venires, conoció a Mary Welsh, una reportera del Daily Express que cumplía con los estándares que el autor americano tenía para las mujeres. Así, Hem cumplió con su patriótico deber en su modo muy particular, participando activamente primero en el grupo de la resistencia francesa Free French –organización en la que, con el grado de capitán, colaboró en la captura de 6 alemanes- y luego en la liberación de París, donde, tras tomar una botella de champaña en el Travellers Club, ubicado en los Campos Elíseos, continuó la fiesta en el afamado hotel Ritz donde el solitario gerente de nombre Ausiello atendió la extravagante orden del escritor, que consistía en 50 martinis.

Por otro lado, durante su triunfal paseo por la Ciudad de la Luz, Papa Hemingway se acordó de aquella mujer que en sus momentos de juvenil necesidad lo ayudó dándole refugio, consuelo y amistad, por lo que pronto se dirigió al domicilio que ocupaba su antigua amiga Sylvia Beach -quien había tenido que desmontar su librería, Shakespeare and Company, para salvarla de los alemanes, mientras la propia editora, de origen judío, había sido forzada a permanecer en un campo de concentración durante seis meses- alzándola en vilo, a su encuentro, y abrazándola cuando la dama acudió al llamado de su pareja Adrienne que gritaba emocionada: “¡Sylvia! ¡Sylvia! ¡Es Hemingway!”, siendo testigos de la escena las decenas de parisienses que se asomaban a las ventanas para saludar a los libertadores.

Hemingway siempre fue un adicto a la adrenalina, de modo que, además de sus constantes martinis, necesitaba también nuevos aires que le proporcionaran aventuras, aunque no precisamente del tipo de peripecias de las que gustaba Martha Gellhorn. De esta manera, tras la liberación de París, el escritor también se liberó a sí mismo acordando el divorcio con Martha y casándose acto seguido con Mary.

Welsh resultó entonces ser su compañera ideal de aventuras, pues lo mismo se anotaba para un safari que para un vuelo en avioneta, un viaje en barco o cualquier otra arriesgada aventura que se le ocurriese a su temerario marido, disfrutando también con él de los Sanfermines, evento al que el autor era muy asiduo, acostumbrando acudir a las encerronas y desayunar langosta con pollo, tras unas juergas monumentales, en el hotel Quintana de Pamplona.

Sin embargo, la vida de aventuras conlleva también muchos riesgos. De tal suerte, tras haber sobrevivido al ataque de obús en Italia y habiéndose publicado erróneamente su muerte tras el grave accidente de tránsito que sufrió en Londres en mayo de 1944, Hemingway volvió a ser testigo de su propia necrología al publicarse la noticia de su supuesta muerte, y la de su esposa, tras dos graves accidentes aéreos que tuvieron lugar de forma sucesiva.

Con la intención de regresar al África para realizar un segundo safari –el primero fue en 1933, travesía de la que obtuvo las ideas que plasmó en su libro Las nieves del Kilimanjaro, logrando además en aquella ocasión varios “trofeos” entre los cuales se encontraban 3 leones- Ernest y Mary llegaron a Kenia en 1954, durante pleno levantamiento Mau-Mau (sociedad secreta que luchó por la independencia de Kenia entre 1952-1960), decidiendo también viajar desde Nairobi, la capital keniana –donde habían realizado un safari, patrocinado por la revista Look, en el que el autor aprendió de los masai cómo cazar con lanza, arco y flechas, salvando incluso a una aldea de dos leones que la acosaban-, hacia el Congo, trayecto que no logró concluirse pues el avión en el que volaban se estrelló a poca distancia de las Cataratas Murchinson –Uganda-, ante el azoro de una manada de elefantes que merodeaba por ahí.

De tal incidente Hem salió ileso, mientras que Mary tan solo sufrió la rotura de un par de costillas. Irónicamente, al abordar los Hemingway nuevamente un aeroplano, esta vez para llegar a Entebbe, donde obtendrían asistencia médica, el avión también sufrió un accidente al tropezar durante su despegue con un obstáculo, lo que hizo que el vehículo se desplomara de inmediato envuelto en aparatosas llamas. Estos accidentes desencadenaron toda una serie de rumores cuya consecuencia fue incluso la publicación de la muerte de la célebre pareja en la edición del New York Daily Mirror correspondiente al 25 de enero de 1954 –si bien no murió Ernest sufrió una fractura de cráneo y varias lesiones que perjudicaron considerablemente su salud-.

No obstante, el miedo no era parte del vasto vocabulario de Hemingway, quien, a continuación de su aéreo accidente, no tardó un instante en emprender con su mujer un viaje para pescar en los peligrosos arrecifes de coral de Kenia.

Sobreviviente imparable, Papa venció a gran cantidad de heridas y enfermedades durante su vida, siendo la primera aquella grave lesión en la pierna ocasionada en Italia durante la Primera Guerra Mundial. En lo sucesivo afrontó con éxito los estragos causados por quemaduras en incendios forestales, así como contagios de ántrax, malaria, neumonía, disentería y hepatitis, al tiempo que sobrellevó condiciones como anemia, diabetes y cáncer de piel.

Llevando a la par de su aventurera existencia una vida personal por demás difícil, además de padecer un severo alcoholismo, muchos de sus amigos lo abandonaron debido a su carácter explosivo que lo condujo a hacer ácidas críticas a sus allegados, al tiempo que enfrentó el pleno rechazo de su hijo transexual, Gregory -conocido como Gloria durante sus últimos años-, quien lo sentenció: “Morirás sin que nadie te llore y básicamente que nadie te quiera, a no ser que cambies, papá”.

Finalmente, en 1961 fue diagnosticado con hemocromatosis, una enfermedad que altera los niveles de hierro en el cuerpo y provoca trastornos tanto físicos como mentales. Atacado para entonces por severas depresiones, junto con un cuerpo vejado por las secuelas de su accidente aéreo y el deterioro generado por sus numerosos años de excesos, el autor no aguantó más y decidió terminar con su vida el 2 de julio de 1961 cuando residía con Mary Welsh en Ketchum, Idaho.

Personaje tan trágico como apasionante, hasta aquí tratamos ya todos los aspectos posibles de Ernest Hemingway, la persona, faltando aún por explorar un aspecto muy distinto del corresponsal norteamericano: su obra y leyenda literaria, mismas que abordaremos en la próxima entrega de esta columna.

 “Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

“Hemingway, el que cayó dos veces del cielo y vivió para contarlo”. Aut. Rolando Pujol. 25 de junio de 2021. http://www.excelenciascuba.com/

“Sylvia Beach, el alma de la Generación Perdida”. Aut. Ángel Salguero. 3 de marzo 2016. http://www.historia.nationalgeographic.com.es

 “Las grandes mentiras de Hemingway en San Fermín”. Aut. Borja Hermoso. 11 de enero 2020.

 “Nunca se pone el sol en las escopetas de Ernest Hemingway”. Aut. Manuel Jobois. 10 de junio 2021.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. John Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.