Entre fiestas, gatos y espías: Ernest Hemingway

11 May 2022

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

Hemingway y sus gatos

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

William Shakespeare.

Tan variadas como sus relaciones con las mujeres, fueron las actividades llevadas a cabo por el escritor Ernest Hemingway a lo largo de su vida. Así, en cuanto a las damas se refiere, sus relaciones fueron normalmente fueron tirantes y exuberantes, pues la personalidad propia del escritor lo llevaba a tener pasionales reacciones con las personas más cercanas –amigos y parejas- que invariablemente lo metían en grandes embrollos.

De este modo, el vínculo caótico que estableció con Martha Gellhorn terminó, nuevamente en desastre. Comenzaron bastante bien mientras ambos se encontraban en su elemento cubriendo la Guerra Civil española. Arriesgando la vida juntos y retándose ambos para escribir cada vez mejores crónicas y reportajes, su relación fue creciendo tanto en pasión como en profundidad. Esta situación llevó a Hemingway a tramitar su divorcio de su segunda esposa (1940), Pauline Pfeiffer, y proponerle matrimonio a Gellhorn.

Ella aceptó, pero en este matrimonio había dos personas talentosas, y una de ellas no soportaba, ni por asomo, que le hiciesen sombra: Hemingway. De tal manera, al principio Ernest domó un poco su orgullo e hizo diversas concesiones a favor de su nueva esposa tales como pasar una “romántica” luna de miel cubriendo los conflictos revolucionarios en China –incluso se logró una entrevista con el líder de la República China, Chiang Kai-Sheck-. Dicha experiencia distaba mucho de lo que el norteamericano consideraba una vacación nupcial en forma, pero al parecer se encontró, al final, satisfecho con el trabajo realizado.

Pero Martha era demasiado inquieta e independiente para el dominante Hemingway, de manera que el caballero sufrió lo indecible cuando la dama decidió seguir con su trabajo periodístico, dejando a su esposo en su refugio de Finca Vigía en La Habana -trabajando en su famosa novela Por quién doblan las campanas-, misma que era un caserón abandonado que Ernest y Martha habían arreglado a su gusto, albergando en su interior, según dicen, a una cantidad indeterminada de gatos que eran la fascinación del autor –en su residencia de Cayo Hueso llegó a tener más de treinta, muchos de ellos con polidactilia, es decir, tenían más dedos de los normales en sus patas, y que fueron descendientes de una gatita llamada Snowball (Bola de Nieve), que le regaló el capitán Stanley Dexter, quien dirigía un barco mercante; hoy en día la residencia es el museo Casa de Ernest Hemingway y hay en su interior más de 50 felinos-.

Sin embargo, en La Habana, Hemingway siempre se sintió a sus anchas. Habiéndose albergado ahí por primera vez en 1928 en el hotel Ambos Mundos en la calle Obispo, con sus frecuentes estancias Ernest fue reconociendo a la capital cubana como afín a su personalidad. Reverenciado era entonces el americano en el bar Floridita, siendo gran amigo del dueño del local, Constante Ribalaigua, a quien se conocía como el Rey de los Daiquirís, pues el hábil cantinero había ideado la receta para más de cien cocteles que eran la fascinación de turistas y locales.

En tal sentido, el propio Hemingway fue autor indirecto de una bebida servida en el Floridita a la cual Constante bautizó como Papa DoblePapa era el sobrenombre con el que conocían a Ernest sus allegados y no tan allegados-, mismo que consistía en un daiquirí sin azúcar y con doble ración de ron –el escritor había argumentado por entonces que sufría de diabetes y necesitaba una bebida sin azúcar-. Con premura el futuro premio nobel se aficionó a la bebida de manera que incluso se dice que acudía al local para aprovisionarse de varios litros de tal elixir para posteriormente consumirlos alegremente en su finca –el Floridita todavía existe en 2022 y en un lugar de su barra, en el sitio en que solía sentarse, puede verse una escultura de Hemingway realizada en 2003 por el artista José Villa Soberón-.

Por otro lado, además de propiciar la creación de nuevos cocteles y organizar monumentales juergas, en Cuba, Hemingway llevó a cabo un par de tareas por las que ciertamente no fue laureado, pero que lo mantuvieron en una posición activa durante la Segunda Guerra Mundial. La primera de ellas fue cuando su embarcación, El Pilar, fue designada por la Marina estadounidense, en 1942, para buscar submarinos alemanes en las cercanías de las costas norteamericanas –tal actividad, aunque no tuvo éxito, lo inspiró al momento de escribir su novela Islas en el Golfo, también conocido como Islas en la corriente o Islas a la deriva-. También en colaboración con los americanos organizó una red de informantes a la que bautizó como The Crook Factory, en la cual estaban reclutados variopintos personajes que incluían desde miembros del bajo mundo cubano hasta diplomáticos, periodistas, beisbolistas y algunas rumberas. La misión de estos individuos era vigilar la actividad profascista en la isla.

No obstante, la colaboración con los americanos se contraponía flagrantemente con otra actividad de inteligencia que Hemingway tuvo a bien llevar a cabo durante estos años, pues el escritor fue fichado brevemente por la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), antecesora de la temible KGB soviética, de manera que en octubre de 1940 el agente soviético Jacob Golos concertó una cita con el corresponsal americano en la librería Bretano’s en Nueva York, contacto que fue posible gracias a la intervención de Joe North, editor de la revista de izquierda New Mosses, donde Ernest publicaba artículos en los que manifestaba todas sus críticas hacia el fascismo a la vez que despreciaba la actitud de los E.U.A. a la que calificaba como “blandengue”.

Durante esta entrevista Papa le dejó claro al ruso que no era de afiliación comunista y que reprobaba el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov, en el cual Rusia y Alemania habían acordado no sostener mutuas hostilidades. Para distinguir los mensajes que provendrían de Golos, Hemingway le proporcionó algunas estampillas postales que no tenían uso, para que fuesen utilizados por el mensajero designado. Quedó así Ernest denominado como Argo en los registros de la actividad de inteligencia rusa. Según publicó Nicholas Reynolds, exoficial de la CIA y curador del museo de tal instancia, en el libro Writer, Sailor, Soldier Spy (2017) el archivo generado por el escritor fue bastante abultado, pero en realidad su trabajo no tuvo repercusión alguna en ningún acontecimiento.

Pero la intervención de Ernest Hemingway en la Historia dista mucho de haber concluido, aunque de su relación con la liberación de Francia, su obtención del Premio Nobel y otras muchas peripecias continuaremos hablando en la próxima entrega de esta columna.

 “Así coronó Hemingway al rey de los daiquirís”. Aut. Fran Serrato. Málaga. 22 de agosto 2020.

 “Hemingway, agente doble”. Aut. Ibsen Martínez. 16 de septiembre 2019.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

 “Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. Johnn Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.

 “Los gatos de seis dedos de la casa de Hemingway”. www.muyinteresante.mx

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com