El genio de una estrella fugaz: Amadeus Mozart III

8 agosto 2011

Tom Hulce como W.A. Mozart en la película Amadeus

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

 “En su propio país un genio es como el oro en la mina”.

Benjamín Franklin

Fama y fortuna no siempre van de la mano cuando una de ellas toca a la puerta de ciertos personajes; o al menos no llegan en la medida que el individuo bendecido hubiese querido. De genio sin igual, Joannes W. Amadeus Mozart gozó durante su existencia de tanta fama como cualquier ser humano puede llegar a imaginar en sus más ambiciosas fantasías; sin embargo, aun cuando la fortuna le otorgó sus dones a manos llenas, estos parecían nunca satisfacer al insaciable compositor.

Así, ambición y orgullo caracterizaron al Wolfgang adulto, provocando el segundo estrepitosas y terribles peleas con muchas personas, entre ellas su patrón el príncipe-arzobispo de Salzburgo Gerónimo Colloredo –Hieronymus Joseph Franz de Paula Graf Colloredo von Wallsee und Melz-, quien consideraba como imprescindible enseñar a su “sirviente” su lugar “correcto” en la jerarquía, hecho que lo llevó a designarlo al no tan destacado puesto de primer violín suplente –también se habla de que fungió como organista de la corte- e incluso a obligarle a comer con los criados, donde era ubicado en un lugar de menor importancia al que ocupaban por ejemplo los mayordomos.

De igual manera, Colloredo tenía conocimiento de que Mozart renegaba a diestra y siniestra sobre el trato que recibía por parte del eclesiástico, así como de las intenciones del músico por abandonar Salzburgo. En una ruin estratagema para obstaculizar al genio, Gerónimo decidió ocupar a su empleado para dar presentaciones ante diversos nobles, actividad que le impedía a Wolfg organizar conciertos o recitales que le pudiesen proporcionar alguna oportunidad para huir de la odiada ciudad.

La situación se tornó entonces insostenible, de manera que Wolferl renunció a su puesto en 1781 tras una monumental discusión con el príncipe, en la cual el compositor recibió toda clase de vituperios –la leyenda ha llegado a describir cómo el chambelán del noble, el conde Karl Felix Arco, se deshizo del orgulloso vienés dándole una patada en el trasero- y así –con el orgullo un tanto magullado- Mozart se vio libre en Viena, a pesar de las apasionadas réplicas por parte de su escandalizado padre.

Pero la suerte le volvió a sonreír tan solo al siguiente año, cuando se estrenó en Munich su ópera Idomeneo, que le había sido encargada en 1780 por el elector de Baviera, Karl Theodor, misma que fue recibida con grandes elogios tanto por el público como por la crítica aquel 29 de enero de 1781. Unos meses más tarde, en mayo, el destino quiso unir a nuestro insigne protagonista nuevamente con la familia Weber y esta vez de manera definitiva. Habiendo olvidado ya sus anteriores pretensiones para con Aloysia –quien además ya se encontraba casada para entonces con Johann Joseph Lange-, Wolfgang descubrió la singular belleza –muchas fuentes registran que la dama no era físicamente agraciada- y encanto de la hermana menor –de 19 años- quien respondía al nombre de Constanze, con quien inició un romance apasionado que desembocó en el enlace nupcial de la pareja, mismo que tuvo lugar el 4 de agosto de 1782 en la catedral de San Esteban; cabe mencionar que tanto Leopold como Nannerl mostraron su franco desacuerdo en este casamiento –ya que consideraban a los Weber como gente vulgar, interesada (sobre todo a la madre, Cecilia) e inculta-, por lo cual no acudieron a la ceremonia.

El mismo año de su boda, Mozart gozó de otro triunfo profesional al estrenar la ópera El rapto del Serrallo; sin embargo esta obra dividió los juicios, ya que mientras algunos quedaron arrebatados por el talento del vienés, otros como el emperador externaron su desencanto. Se cuenta que José II dijo a Mozart “demasiadas notas mi querido Mozart”; sin ser la costumbre de la época contradecir al soberano, existe la versión mostrada en la película Amadeus (1984) de Milos Forman –donde Mozart es encarnado por Tom Hulce– según la cual el compositor preguntó al gobernante cuántas notas le hubiesen parecido pertinentes.

Sea como fuere, Wolfgang continuó desarrollando su música, llegando a componer en el ámbito de la ópera magníficas obras como Las bodas de Fígaro (1786), Don Giovanni (1787) o Così fan tutte (1790) siendo en el periodo comprendido entre 1782 y 1786 cuando su música adquirió profundidad, cambio al que el estudioso y político norteamericano Lyndon H. LaRouche Jr. denominó como “la revolución de Mozart”.

De esta forma Amadeus escribió siempre composiciones de calidad sin igual, siendo su cualidad que a pesar de que muchas de estas piezas no fueron realizadas por iniciativa propia, sino por encargo, jamás menguó el esfuerzo que colocaba en cada una de sus creaciones; en este sentido y demostrando su característico sentido del humor llegó a elaborar Una broma musical, catálogo que incluye los errores más catastróficos que pueden cometer los músicos, mismo que irónicamente fue estructurado con todo cuidado.

No obstante, no solo de música se alimenta el músico, por lo que los extravagantes gustos de la pareja Mozart –el caballero gustaba de vestir a la última moda, la dama era aficionada a costosos balnearios y ambos ocupaban lujosas viviendas que cambiaban continuamente (vivieron en 11 lugares diferentes en el lapso de un año)- y su vasta progenie –tuvieron seis hijos de los cuales únicamente sobrevivieron Carl Thomas y Franz Xaver Wolfgang– provocaban que los significativos ingresos que percibía el maestro musical por su trabajo como kapellmeister –se ubica también como kammermusicus– le resultaran insuficientes. Curiosamente Mozart jamás ocupó el cargo de compositor de la corte, el cual fue ocupado por Antonio Salieri con quien el genio siempre sostuvo una cordial relación –mas no de amistad-, a diferencia de lo que muestra Forman en su filme, según el cual el italiano y el vienés tuvieron una rivalidad que llevaría prácticamente a la locura al primero.

Ahora bien, las complicaciones económicas llevaron a Wolfgang a un estado de tensión constante que pronto minó su salud –misma que se veía también afectada por las graves depresiones en las que caía constantemente, al sentirse culpable por no haber alcanzado la reconciliación con Leopold, quien falleció en 1787, y por el prolongado distanciamiento de su amada hermana-; asimismo se ha considerado que tal vez fueron las tribulaciones financieras las que lo llevaron a unirse a la Francmasonería –aunque se sabe que estaba plenamente convencido de los principios de la misma-, más exactamente a la logia de la Beneficencia, escribiendo para sus adeptos gran cantidad de obras entre las que se encuentra la cantata La alegría masónica (1785), en honor de Ignaz von Born y siendo la más destacada su ópera La flauta mágica (1791) que contó con un libreto escrito por Emmanuel Schikaneder.

Llegando así a sus últimos años, en el verano de 1791 Mozart recibió un extraño encargo por parte de un misterioso mensajero –quien sería después descubierto como el conde de Walsegg zu Stuppach (y no como Antonio Salieri, como supone el filme Amadeus)- para escribir un Réquiem –el cual presuntamente el solicitante pretendía firmar él mismo, para presentarlo en memoria de su fallecida esposa-, el cual Wolfgang nunca llegó a concluir, siendo terminado por su discípulo Franz Xaver Süssmayr.

Así, en la pobreza y depresión absolutas Wolfgang Amadeus Mozart, quien había sido descrito por Joseph Haydn como “el más grande compositor” que había conocido, murió en Viena el 5 de diciembre de 1791, víctima de fiebres reumatoides –aunque recientemente se mencionado una severa infección en la garganta-, siendo –según la leyenda- acompañado tan solo por 4 personas y arrojado en una fosa común –aunque se sabe que en esos tiempos se acostumbraban los sepelios modestos-, terminando así los 35 prolíficos años de un genio que, si bien vivió poco, trascendió con su música incomparable a la eternidad. 

Para conocer:

Las bodas de Fígaro: http://www.youtube.com/watch?v=9qQW6Bl1jWc&feature=related

Aria de Idomeneo con la soprano Anna Netrebko: http://www.youtube.com/watch?v=taOTV2UgYY0

El rapto del Serrallo en la película Amadeus: http://www.youtube.com/watch?v=IV-2T1-whdc

La flauta mágica: http://www.youtube.com/watch?v=5SkU5svFhAw&feature=related

FUENTES:

“Mozart”. Aut. Peter Gay. Ed. ABC. 2004.

“Las tribulaciones de un niño prodigio”. Aut. Marina Alfonso Mola. Revista Aventura de la Historia No. 88. Junio, 2008.

 “Una revolución musical”. Aut. José Luis Comellas. Revista La aventura de la historia. No. 88. Junio 2008.

“Mozart: Un músico revolucionario”. Aut. Isabel Margarit. Revista Historia y vida. No. 465.

 “Hallan nuevas pistas de la muerte de Mozart”. Periódico Reforma. 19 agosto 2009.  


Simplemente Callas

15 junio 2011
María Callas

Por: Patricia Díaz Terés
“Los grandes talentos alarman e intimidan a los incapaces, y no tienen la docilidad que se requiere para agradar a los hombres justos”.
Paul Henri Thiry

Valquiria, hechicera celta, princesa china, dama aragonesa, puritana y esclava… Pocas damas a lo largo de la historia de la música han sido capaces de salir victoriosas en el magnífico reto que representa la encarnación de tan distintos personajes, a quienes deben prestar no sólo su cuerpo a través de la actuación sino también su voz cuando entonan las arias operísticas de las obras de maestros como Richard Wagner, Vicenzo Bellini, Giacomo Puccini, Giuseppe Verdi o Luigi Cherubini.

Tan destacado triunfo se adjudica a la extraordinaria soprano María Callas, de origen griego y nacionalidad estadounidense, quien cautivó los corazones de miles de personas durante la primera mitad del siglo XX. De este modo, tan luminosa estrella llegó al mundo un 2 de diciembre de 1923 en la ciudad de Nueva York, fruto del matrimonio entre Evangelina Dimitriadis y George Kalogeropoulos, quienes ya tenían una pequeña de cinco años de nombre Yakinthi (Jackie) –se cuenta que la pareja tuvo una desilusión con el nacimiento de María ya que esperaban un varón tras el fallecimiento de Vassili (1920)-.

En un tiempo cercano a la fecha del nacimiento de María, el Sr. Kalogeropoulos decidió cambiar el apellido de la familia por Callas –transformación de la reducción Kalos-, con el objetivo de hacerlo más corto; de esta manera la pequeña Cecilia Sofía Anna María Callas tardó pocos años en descubrir su talento para el canto y el piano, comenzando desde temprana a edad a tomar lecciones.

Extraña se tornó entonces la situación cuando tras separarse de su marido, en 1937 Evangelina decidió trasladarse junto con sus hijas a Grecia con la finalidad de que María hiciera estudios musicales formales; esto se contrapone con la percepción que tenía la pequeña artista de su madre, ya que siempre creyó ser el “patito feo” de la familia, debido a que contaba con un físico no demasiado agraciado, que en su adolescencia se tradujo en una apariencia más bien gruesa, que contrastaba con la esbeltez y gracilidad de Jackie.

Sin embargo, este complejo no afectó su inusual capacidad vocal –aunque muchas personas opinaron a lo largo del tiempo que su voz era más bien fea-, de modo que la solitaria jovencita se dedicó en cuerpo y alma a sus estudios –se cuenta una simpática anécdota según la cual un pajarillo que tenía ella como mascota de nombre Elmina, se desmayaba o caía de su columpio cada vez que su dueña daba una nota alta-, primero en el Conservatorio Nacional de Atenas –instruida por María Trivella– y posteriormente en el Odeón de Atenas, donde recibió clases de la soprano Elvira de Hidalgo.

Así en 1940 dio su primera presentación a nivel profesional en el National Lyric Theater; no obstante su carrera se vio obstaculizada por la Segunda Guerra Mundial de manera que tras la ocupación de Grecia por los nazis en 1941 María y su familia tuvieron que concentrar toda su energía en sobrevivir, viéndose la cantante obligada a hacer representaciones para el enemigo a cambio de comida y seguridad para su madre, su hermana y ella misma.

Al concluir el bélico conflicto la maestra De Hidalgo le aconsejó que se trasladara a Italia para afianzar su carrera. Testaruda como era, Callas decidió que lo mejor sería regresar a los Estados Unidos para labrar un nombre y construir su carrera con sus propias herramientas; sin embargo rápidamente se dio cuenta de que en América no podía encontrar los contactos y oportunidades que fácilmente podría ubicar en Europa por lo que debutó finalmente en la Arena de Verona (Italia) el 3 de agosto de 1947 en la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli e interpretando por primera vez en Florencia (1948) el papel que la catapultaría a la fama: Norma –mismo que personificó en 90 ocasiones, terminando agotada en cada una de ellas por la exigencia emotiva que le imponía el rol-.

Llegamos entonces a 1949, año crucial en la existencia de la soprano ya que además de contraer matrimonio con Giovanni Battista MeneghiniTitto” –un acaudalado industrial de Verona 20 años mayor- en el mes de abril, en enero llegó a ella la oportunidad que transformaría su vida, cuando su mentor el director Tullio Serafín –hombre exigente y profesional- con pocos días de anticipación le solicitó que interpretara el papel de Elvira en la ópera I Puritani de Bellini, cuando la protagonista Margherita Carosio cayó enferma.

Al año siguiente conquistó La Scala de Milán cuando encarnó a Aida supliendo a su eterna rival Renata Tibaldi. Para entonces su estilo libre y espontáneo puso al público a sus pies –estos atributos se debieron en parte a su miopía ya que no sentía presión al no poder ver al público y sólo escasamente al director-.

En la década de los 50s sufrió una gran transformación tanto física como emocional al perder gran cantidad de peso, gracias a una rigurosa dieta a la cual se sometió con gran tenacidad; de esta manera a la vez que brillaba en el escenario, fuera de él se convirtió en el ícono de la diva musical que le valió el sobrenombre de La Divina.

Asimismo realizó en este periodo una gira por México, Brasil y Argentina -teniendo en el primer destino una gran pelea con su madre que provocó que se retiraran el habla por lo que les restó de vida-; por otra parte se dio a la tarea de rescatar obras olvidadas como Medea (Cherubini), Macbeth (Verdi) y Anna Bolena (Donizzetti), ensayando incansablemente para cada presentación pero sin que esto le restara frescura en su forma de ser – por ejemplo, a diferencia de otras cantantes, amablemente accedía a realizar interpretaciones en reuniones informales, en las cuales sin previo calentamiento entonaba hermosas arias-.

Habiendo ocasiones en las que su audiencia se conmovía a grado tal que arrojaba sin cesar flores al escenario –en una presentación fue llamada 16 veces para recibir aplausos y en otra delicadamente tomó una de las flores para dársela al director Arturo Toscaninni-, María pisó escenarios como el Metropolitan Opera en Nueva York o la Royal Opera House en Londres.

Pero toda estrella que brilla espontáneamente termina por contemplar su declive. De esta manera Callas comenzó a ver el paulatino descenso de su carrera cuando su voz se vio afectada tanto por su “indisciplina” –acostumbraba una vida social demasiado agitada para la conservación de su voz- como por su vida personal ya que tras haberse enamorado apasionadamente del millonario Aristóteles Onassis –se separó de Titto en 1959 y se divorciaron en 1971- el caballero optó por casarse con la viuda de John F. Kennedy, Jacqueline Kennedy, hecho que abatió definitivamente a la diva.

A partir de entonces su escaso ánimo y su voz prácticamente arruinada hicieron que el público que la había adorado se pusiera en su contra, llegando a arrojar vegetales hacia el escenario al final de sus presentaciones, ante lo cual ella, como la dama que era, permanecía impasible.

Finalmente, aquella que fuera amiga de directores como Franco Zeffirelli y Lucio Visconti se recluyó en París y abandonó los teatros, regresando al ámbito musical tan solo para dar algunas lecciones en la Juilliard School (Nueva York) para morir en completa soledad el 16 de septiembre de 1977, pero no sin antes haber dejado tras de sí la leyenda de una de las mejores sopranos que ha escuchado el mundo, y un fidedigno retrato de su personalidad indomable en su frase: “cuando mis enemigos dejen de murmurar enfurecidos, sabré que estoy perdiendo facultades”.

**Agradezco especialmente a mi querido amigo el Dr. Peter Cooley por haberme acercado a La Divina, María Callas.

Para conocer a María Callas:
Casta Diva (Norma): http://www.youtube.com/watch?v=TYl8GRJGnBY
Habanera (Carmen): http://www.youtube.com/watch?v=6fZRssq7UlM
Nel di della vittoria (Macbeth): http://www.youtube.com/watch?v=4fsOVCnE_WY

FUENTES:
“El ABC de la ópera”. Aut. Eckhardt van der Hoogen. Ed. Taurus. México, 2005
“La vida de María Callas”. http://www.pianomundo.com.ar
“María Callas”. Aut. Gemma Tamock. http://www.suite101.com
“María Callas”. Aut. José Félix Patino Restrepo. http://www.encolombia.com
“Maria Callas”. http://www.greeksongs-greekmusic.com.
“María Callas, biografía de una cantante lírica sin igual”. Aut. Magdalena Sgavetti. http://www.suite101.net
“María Callas: El mito de una vos””. Aut. Francisco Arvizu Hugues. http://www.weblaopera.com .
“María Callas, la mujer tras la leyenda”. Prol. Arianna Stassinopoulos. http://www.apocatastasis.com
http://mariacallas.org
“The woman who followed her dream”. Tatiana Sidorova. http://ExineArticles.com


Cuando las musas confabulan: Jorge Negrete

21 febrero 2011

Jorge Negrete

Por: Patricia Díaz Terés

“Así como el ignorante está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun después de muerto”.

Publio Siro

Pocos artistas han tenido el privilegio de representar a toda una nación a través de su trabajo, y aunque muchas veces los roles que interpretan no pueden adjudicarse indistintamente a todo individuo perteneciente a determinado pueblo, sí logran evocar determinada cultura en el imaginario popular.

Tal es el caso de un hombre cuya privilegiada voz y elegante porte conquistaron miles de corazones alrededor de todo el mundo, nos referimos al gran Jorge Negrete.

Nacido como Jorge Alberto Negrete Moreno, fue el segundo de cinco hermanos: David, Consuelo, Emilia, Teresa y Rubén, quien falleció a los pocos días de haber entrado en la vida del matrimonio conformado por Don David Negrete Fernández y Doña Emilia Moreno Anaya.

Militar de carrera, Don David era un teniente que residía con su familia en la ciudad de Guanajuato y quien un buen día decidió abandonar esta actividad en 1921 para trasladarse a la capital, donde cambió las armas por los libros transformándose en profesor de matemáticas del prestigiado Colegio Alemán Alexander Von Humboldt, en el cual Jorge puso de manifiesto su extraordinaria habilidad para los idiomas aprendiendo con diligencia italiano, alemán, francés, inglés e incluso algo de náhuatl, haciendo estos últimos estudios por su cuenta.

Inclinado siempre hacia las artes, proviniendo de una familia culta, Negrete se graduó del bachillerato con un título en ciencias y letras; de igual manera, siguiendo el ejemplo de su padre ingresó en el Heroico Colegio Militar en el año de 1927, convirtiéndose rápidamente en uno de los cadetes más destacados y viajando a París y Roma para complementar su formación.

Sin embargo estas ocupaciones llenaban tanto su tiempo como tan poco su corazón, de manera que en 1930 se atrevió a probar suerte en aquello que verdaderamente le apasionaba, la música, consiguiendo así tomar lecciones con el maestro José Pierson Lorta quien lo introdujo en el ámbito del Bel-Canto. Queriendo mantener su identidad musical oculta para la familia, eligió el seudónimo de Alberto Moreno para su desarrollo artístico, comenzando así a cantar en un programa radiofónico de la XETR.

En 1931, convencido ya de que la milicia no era su verdadera vocación, solicitó licencia indefinida para dedicarse de lleno a su arte y al año siguiente llevó a cabo sus primeras grabaciones; de esta forma para 1934 logró interpretar piezas del compositor mexicano Manuel M. Ponce en la inauguración del magnífico Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

En la segunda mitad de la década de los 30’s el cantante había ya trascendido las fronteras mexicanas al firmar un contrato con la cadena NBC para grabar un programa de televisión en Nueva York; lugar al que viajó en compañía de Ramón Armengod con quien integraba The Mexican Caballeros y tal vez fuese ahí donde, mientras el sueño de formar parte de la compañía de la Metropolitan Opera House rondaba incesantemente por su cabeza, la realidad le gritaba que no era justamente ese tipo de música la que lo impulsaría a la fama, sino el género popular. Asimismo descubrió su afición por la música cubana durante su intervención (1937) en el cortometraje Cuban Nights de los estudios Warner Brothers.

Pero la Gran Manzana en ocasiones no es tan benévola con sus visitantes como éstos quisieran, así Jorge contrajo una seria hepatitis a la cual prestó cuidado insuficiente, hecho que dañaría su hígado irremediablemente.

Sin embargo, antes de que la Parca se hiciera presente, fue por el contrario la Fortuna quien tocó a su puerta, presentándose entonces la oportunidad de participar en la película La Madrina del Diablo (1937) bajo la dirección de Ramón Peón y con la producción de Gonzalo Varela. En ella actuó al lado de la encantadora María Fernanda Ibáñez –hija de la temible Doña Sara García-, de quien rápidamente se enamoró, enfrentando un terrible golpe al ser el romance impedido por la madre de la señorita.

Continuando con su carrera en el cine, para 1940 se casó con la actriz y bailarina Elisa Zubarán –conocida en el medio artístico como Elisa Christy-, con quien tuvo a su única hija, Diana Negrete Crochet.

Contando en su filmografía con cintas como Perjura, La Valentina, Juan sin Miedo, El Cementerio de las Águilas y Juntos pero no Revueltos –todas ellas filmadas en 1938-, fue tal vez en ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941) del cineasta Joselito Rodríguez, en la que consagró su icónico “charro cantor”, hombre viril, valiente, conquistador y encantador, con mirada soñadora y fuerte carácter, que con su voz logró capturar en instantes el pensamiento de miles de féminas quienes -al ver al actor en la vida real- sufrían ataques de histeria y repentinos desmayos.

No obstante su éxito en el séptimo arte, no abandonaba en forma alguna el arte inspirado por la bella Euterpe[1], continuando así su labor con el trío Los Tres Calaveras, con quienes realizó diversas giras por toda la República Mexicana y América Latina; mientras vivía un romance con Gloria Marín, residiendo ambos bajo el mismo techo aunque sin sagrada unión de 1941 a 1952, achacándose la eventual separación de la pareja tanto a una infidelidad de él con Elsa Aguirre, como de ella con Hugo del Carril.

Lo cierto es que no bien se dejaron, el galante Negrete decidió contraer nupcias con la hermosa e imponente María Félix “La Doña”, a quien había conocido durante el rodaje de El Peñón de las Ánimas (1943), protagonizando la pareja la “boda del siglo” –el 18 de octubre de 1952- como se conoció a la ceremonia llevada a cabo en la finca de Catipoato -Hacienda de Tlalpan- y a la que asistieron personajes como Octavio Paz, Frida Kahlo y Diego Rivera.

Ahora bien, aunque las virtudes artísticas de Jorge eran numerosas, hay otra sin la cual un hombre no puede aspirar a la verdadera grandeza: la generosidad. Resulta así que, a la par de su carrera como el Charro Cantor, ayudaba a niños y ancianos, además de encarnizadamente para mejorar las condiciones en los contratos de los actores agobiados por el entonces poderoso Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), al cual combatió hasta lograr disolverlo y crear un justo Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) –que existe hasta hoy-, a la vez que mejoró la Asociación Nacional de Actores (ANDA), de la cual fue Secretario General.

Muy joven era aún Jorge Negrete cuando emprendió su camino hacia el Otro Mundo, habiendo regalado al mundo su talento y corazón; así las secuelas de la hepatitis sufrida antaño reclamaron la vida del cantante a la temprana edad de 42 años, un 5 de diciembre de 1953 –en Los Ángeles C.A.-, dejando a millares de almas desoladas, que acudieron a recibirlo al aeropuerto de la Cd. De México y que posteriormente formaron una inmensa valla humana que cubría el camino desde el Teatro de la Asociación de Actores –hoy Jorge Negrete- hasta el Panteón Jardín. Tal impacto tuvo su fallecimiento en el espíritu mexicano que tan fatídico día fue declarado como fecha de luto nacional, por aquél que entregó su vida por el arte y por su prójimo, y que bien pudo haberse despedido de este mundo con las palabras del filósofo Rabindranath Tagore: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”.

**Para mi gran amigo Dr. Peter Cooley, admirador incomparable de Jorge Negrete. 

FUENTES:

“Biografía”. Aut. Don Mario Oviedo. Salón Jorge Negrete. http://salonjorgenegrete.fcpages.com  

“Jorge Negrete”. Aut. Ernesto Solís Winkler. http://paginas.tol.itesm.mx

 “Jorge Negrete, el Charro Cantor”. www.contactomagazine.com

www.biografiasyvidas.com  


[1] Musa de la Música según la mitología griega.


La voz que conquistó a reyes y emperadores: Farinelli

31 agosto 2010

Stefano Dionisi como "Farinelli" en la película de 1994

Por: Patricia Díaz Terés

“Pienso que una vida dedicada a la música es una vida bellamente empleada, y es a eso a lo que he dedicado la mía”.

Luciano Pavarotti

Extraños han sido los caminos que se han tomado a lo largo de la historia para perfeccionar las distintas expresiones artísticas, de hecho, en algunos casos se ha sacrificado –con o sin su consentimiento- la calidad de vida del músico en cuestión en pro de su arte.

Tal es el caso de unos singulares y fascinantes personajes que tuvieron su auge entre los siglos XVII y XVIII, principalmente en Italia: los Castrati.

Un castrato era un cantante cuya voz característica tenía la posibilidad de cautivar al público europeo de la Ilustración; pero también era un hombre “incompleto”, ya que en su adolescencia había sufrido el procedimiento quirúrgico de la castración, el cual garantizaba que la secreción de testosterona nunca se produciría, esto proporcionaba al individuo rasgos fisiológicos específicos: no se engrosaban las cuerdas vocales, pero se engrosaban la zona laríngea y la caja torácica, esto permitía que las voces de los castrati alcanzaran registros más amplios que los de cualquier varón, así como una magnífica potencia.

Corría el año de 1705 cuando nació, en la ciudad de Andria (Italia), el más famoso de estos músicos; bautizado con el nombre de Carlo Maria Michelangelo Nicola Broschi, el hijo de Salvatore Broschi y Caterina Barrese crecería para convertirse en uno de los cantantes de ópera más aclamados de todos los tiempos, recordado hoy en día por el nombre “Farinelli”.

Siendo el anhelo de su padre que sus hijos se dedicaran a la música, Riccardo -el mayor-, ingresó en el Conservatorio de Santa Maria de Loreto, sin que lograse nunca destacar particularmente en el difícil arte de la composición; por su parte, las cualidades extraordinarias de Carlo fueron evidentes desde la primera vez que entonó una melodía.

De esta manera, cumpliendo con las bases de su educación musical, el joven prodigio asombraba a todos cuantos le rodeaban; en un afán por conservar estas impresionantes habilidades es como –posiblemente- se tomó la decisión de castrar al jovencito.

Habiendo sido la castración prohibida por la Iglesia Católica en el año de 1587, las amputaciones de cantantes como Gaetano Caffarelli, Francesco Bernardi “Senesino” o Giovanni Carestini, muchas veces fueron explicadas colocando la causa en un funesto accidente o enfermedad; en el caso de Farinelli por ejemplo, aún cuando algunas versiones hacen responsables de su condición a su padre o a su hermano mayor  -quienes hubiesen detentado, vislumbrando futuras ganancias, razones meramente económicas para someter a Carlo a la cirugía-, existe otra que indica que fue al caerse de un caballo y sufrir un grave desgarre en la ingle, por lo que el después llamado “Ragazzo” tuvo que ser castrado.

Pero lo cierto es que a partir de los diez años, Carlo Broschi comenzó su arduo entrenamiento como cantante, dedicándose con tal afán a sus actividades en jornadas de nueve o diez horas diarias –dirigido por el maestro Niccolò Porpora-, que debutó en 1720 a la temprana edad de 15 años, superando a sus colegas quienes normalmente aparecían en los escenarios hasta los 18 ó 20 años.

Así, capaz de cantar 250 notas con una sola respiración y aguantar una sola nota por más de un minuto, con una potencia en la voz que sobrepasaba el sonido de toda una orquesta y un carisma innegable, Farinelli pronto conquistó al aristocrático público europeo, presentándose en capitales artísticas como Milán, Roma o Viena y siendo aplaudido por reyes como Luis XV de Francia o emperadores como José II de Habsburgo y Lorena.

De este modo conoció a los grandes compositores del siglo XVIII como Mozart o Handel, quienes siempre tuvieron una elevada opinión del muchacho, ofreciéndole incluso el segundo participar en sus óperas de Londres. Tras evaluar la situación, Broschi decidió trasladarse a la capital británica, donde Porpora lo convenció de participar en sus obras al lado de Senesino, apareciendo por primera vez en la puesta en escena llamada “Artajerjes”, cuya música había sido compuesta por Riccardo Broschi y Johann Adolph Hasse; se cuenta que tal fue la calidad del aria que interpretó el “Ragazzo” que Senesino se lanzó a sus brazos al final de la pieza para darle una efusiva felicitación en pleno escenario.

Por otro lado, la fama de Farinelli llegó a oídos de la segunda esposa del monarca español Felipe V, Isabel Farnesio, quien sufría terriblemente a causa de la severa depresión en la que se hallaba sumido el soberano; pensando que la música del prodigio italiano podía ser de ayuda para su marido, lo mandó llamar en a la Corte Española, en donde Carlo decidió permaneció durante los siguientes 20 años.

Conquistando los favores fraternales de los soberanos, Farinelli ejerció una gran influencia en la Familia Real, reuniendo mucho poder en poco tiempo, ya que casi inmediatamente fue nombrado Músico de Cámara de sus Majestades, con lo cual se le asignó una renta anual de dos mil ducados, a la vez que fue invitado a residir en el Palacio Real de Madrid y los Sitios Reales.

A cambio de todos estos privilegios, el cantante debía desvelarse desde la cena hasta el amanecer para cantar ante el melancólico rey, siendo siempre cuatro las arias por éste preferidas, entre las cuales se encontraban “Per questo dolce amplesso” y “Pallido il sole”, compuestas por Hasse.

Al morir Felipe V, los nuevos soberanos –Fernando VI y Doña María Bárbara de Braganza– conservaron al cantante en su Corte; poco a poco la influencia artística de Farinelli -gracias a la cual había por ejemplo logrado la conformación de una flota de falúas que cruzaba el río Tajo, en las vecindades de Aranjuez, sobre las cuales se realizaban presentaciones musicales- trascendió dicho ámbito y alcanzó la esfera política, de forma que –a manera de un Primer Ministro, si bien de hecho mas no de derecho- introdujo algunas mejoras económicas en el reino, elaborando así un plan de desarrollo para la productividad agrícola o realizando la canalización y transformación de las vías fluviales para mejorar las comunicaciones; asimismo fue condecorado con la Cruz de la Orden de Calatrava en 1750, insignia reservada por miembros de selectas familias nobles.

Al morir Fernando VI y Doña Bárbara, el nuevo rey Carlos III decidió que Farinelli  era persona non grata en la Corte, por lo que a cambio de una generosa retribución le solicitó “amablemente” que no volviera a aparecer ante su vista; ante el mandato real el cantante -que ya rondaba los cincuenta años-, decidió trasladarse a Bolonia, a su palacio de Villaviciosa, en donde permaneció el resto de sus días recibiendo amigos de antaño, rodeado por obsequios y retratos –elaborados en su mayoría por su amigo Jacopo Amigoni- que le traían el recuerdo de sus épocas de gloria, muriendo en 1782 a los 77 años.

Y así, siendo despreciado sólo por algunos singulares personajes como Giacomo Casanova, pero alabado por la mayoría, Carlo Broschi “Farinelli”  encarnó las palabras del escritor Edgar Allan Poe, quien dijo: “En la música es acaso donde el alma se acerca más al gran fin por el que lucha cuando se siente inspirada por el sentimiento poético: la creación de la belleza sobrenatural”.  

FUENTES:

“El ABC de la Ópera”. Aut. Eckhardt van den Hoogen. Ed. Taurus. México, 2005.

“Un castrato al servicio de los Borbones”. Aut. Jorge García. Historia de Iberia Vieja No. 39. España, 2008.

“La voz que curaba reyes”.Aut. Josep Tomàs Cabot. Historia y Vida No. 500.

“Castrati, víctimas del canto”.Aut. Andrés Moreno Mengíbar. La Av. De la Historia No. 135. Madrid, 2009.

 “An Amazing Life: Carlo Broschi ‘Farinelli’”. Male Sopranos & Altos. www.malesopranos.com   


De Sófocles a Julie Taymor: La evolución del teatro musical.

28 julio 2009

Vaudeville

Vaudeville

Por: Patricia Díaz Terés

“El espectáculo de lo que es bello, en cualquier forma que sea presentado, eleva la mente a nobles aspiraciones”.

 Gustavo Adolfo Becquer

Las luces se apagan, se hace el silencio en el teatro y la emoción aumenta cuando la orquesta ejecuta las primeras notas de la partitura, entonces las luces se dirigen a un actor quien, en solitario, se sitúa en medio del proscenio. Comienza a cantar, de pronto se ilumina el escenario dejando ver tras un telón translúcido, una impresionante estructura que representa la monumental Catedral de Notre Dame. Así da inicio la obra musical “Notre Dame de Paris” –escrita por Luc Plamondon y musicalizada por Riccardo Cocciante presentada en el Palais des Congrès de Paris en 1999.

Desde la Francia de la Edad Media hasta el Estados Unidos de la Guerra de Secesión o de los barrios bohemios de Nueva York a las sabanas africanas, el teatro musical puede transportarnos en el tiempo y espacio como ninguna otra expresión artística, incluyendo al cine. Y esto se debe a que, sentados en una butaca del teatro, podemos observar, oler y prácticamente tocar el contexto de la obra representada, emprendiendo así un fascinante viaje en el que los actores, cantantes y bailarines se convierten en nuestros guías y compañeros.

Pero las impactantes puestas en escena a las que podemos asistir actualmente, como en cualquier teatro de Brodway en la ciudad de Nueva York, tuvieron un accidentado comienzo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los burlesques y vaudevilles se abrían camino entre el gusto de un público que se hacía cada vez más exigente y difícil de complacer.

Si deseamos ahondar un poco más, podemos remontarnos hasta la antigua Grecia en donde dramaturgos como Aeschylus y Sófocles complementaron sus obras con danzas y canciones. Posteriormente los romanos continuaron haciendo este tipo de espectáculos, mientras que ya para el Medioevo, particularmente en los siglos XII y XIII surgieron las representaciones de dramas religiosos, como la Obra de Daniel y la de Herodes, en las cuales se adaptó parte de las Sagradas Escrituras para que pudieran transmitirse a través de cantos en los templos, con lo cual se pretendía el vulgo comprendiera los textos bíblicos.

Para el Renacimiento surgió la commedia dell’arte, tradición italiana en la cual payasos como Arlequín, Pulcinella y Scaramouche, improvisaban historias con temáticas cotidianas, con la finalidad de entretener a su público.

Sin embargo aún cuando muchos autores sitúan concretamente el origen del teatro musical en las óperas del siglo XVII, si nos empeñásemos en ubicar el nacimiento de las comedias musicales en dicha centuria, tendríamos que especificar que únicamente nos remitimos a las conocidas como ballad operas de las cuales un buen ejemplo es “The Beggars Opera” de John Gray, para la que el autor tomó prestadas canciones populares, modificando la letra; o bien las comic operas, como “Bohemian Girl” de Michael Balfe, que contaba con música original y líneas argumentales románticas.

Cien años después, pero del otro lado del Atlántico, en la ciudad de Charleston, Carolina del Sur (E.U), se presentó el primer musical americano cuyo título fue “Flora” y cuyo estreno tuvo lugar en el Salón de la Corte de la mencionada población sureña.

Después de la Guerra de Independencia, se pusieron de moda los burlesques, es decir parodias de obras, actores o bailarines de renombre, las cuales incluían danza, pantomima y diálogo. Algunas como “Hamlet” (1828) y “La Mosquita” (1838) tuvieron gran éxito al burlarse de la obra de Shakespeare y de la bailarina Fanny Elssler, respectivamente.

Para la segunda mitad del siglo XIX la obra “The Black Crook” introdujo algunos de los que se convertirían en rituales tradicionales de la comedia musical como las coristas, los ornamentos de producción, elaborado vestuario, provocativas canciones y largos números de baile; pero a pesar de que este tipo de espectáculos iba cobrando cada vez mayor interés por parte del público, no eran originales, sino que se trataba de importaciones europeas.

Así, algunas de las primeras producciones originales fueron “The Brook” (1879) y “The Little Tycoon” (1886), pero fueron realmente los burlesques conocidos como “Mulligan Guard Series”, escritos por Ed Harrigan y Tony Hart, los que dominaron la escena.

 Para el inicio del siglo XX, la comedia musical ya se encontraba en franca transformación, en buena parte gracias al libretista, letrista y compositor George M. Cohan, quien tenía claro que un argumento debía poder adaptarse a canciones, bailes y momentos chuscos, con el objetivo de divertir al público.

Poco después se descubrió que la concurrencia aumentaba si se colocaban en el escenario  artistas ya conocidos, por lo que comenzó una época en la cual se contrataban estrellas cuya finalidad era mostrar sus extraordinarias habilidades en canto y baile para vender localidades, sin tomar en cuenta la calidad del conjunto que conforma una obra musical.

Además, se llegó a establecer una estructura rígida para las presentaciones, según la cual después de levantar el telón al inicio de la obra, debían aparecer una o dos líneas de coristas que cantaban un número de apertura; asimismo, colosales secuencias de producción debían concluir cada uno de los actos. En el ámbito del argumento, los protagonistas –hombre y mujer- debían terminar juntos y felices, después de que el caballero fuera retado a un duelo por el villano, quien era irremediablemente derrotado.

De este modo, no fue sino hasta la segunda mitad de la década de los 20’s cuando gracias a la obra “Show Boat” (1927) de Oscar Hammerstein II y Jerome Kern, la obra en su totalidad tomó la importancia debida, llegando por fin al Time Square de Nueva York.

A partir de entonces el musical debe tener tres características fundamentales: tiene que tratarse de un argumento inteligente – aunque en algunos casos esta cualidad ha sido reemplazada por una búsqueda de originalidad tan extrema que en ocasiones resulta absurda-; a continuación es necesario que se considere “arriesgada”, es decir, que sus cualidades argumentales, de montaje o producción sean extraordinarias; y por último que las emociones que muestre sean reales, con la finalidad de lograr personajes “tridimensionales” y creíbles.

Actualmente, en el mundo del teatro musical se tienen muchas figuras, entre los que destacan directores, libretistas, músicos y actores que han logrado transportar al público a los universos por ellos imaginados; gente como Andrew Lloyd Webber, Bob Fosse o Julie Taymor entre muchos otros –de quienes hablaremos en la próxima entrega- han conseguido mostrar a los espectadores que el escritor francés Julio Verne tenía razón cuando dijo: “Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad”.

Para ver:

Notre Dame de Paris. Le Temps des Cathédrales: http://www.youtube.com/watch?v=L24vaxNH91w   

FUENTES:

A Historyh of the Musical”. Aut. John Kenrick. Musicals101.com, 2003.

“The history of musical theatre”. Aut. Samantha Thomas. Paisley Place Creations.

American Musical Theatre: An Introduction”. Aut. Mark Lubbock. Nueva York, 1962.