Una musa en el convento: Sor Juana Inés de la Cruz

19 abril 2022
Sor Juana Inés de la Cruz

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

Arguye de inconsecuentes el gusto

y la censura de los hombres que en

las mujeres acusan lo que causan”.

Sor Juana Inés de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz, mujer de carácter agradable e inteligencia brillante, ubicó en el convento el lugar ideal para cultivar sus conocimientos. A la par de sus innumerables labores conventuales, encontró el tiempo para entregarse al estudio de sus libros y a la realización de sus experimentos científicos, pues a la par de la filosofía, la historia, la teología, la música –se sabe de una composición propia, hoy extraviada, titulada El caracol– y el arte, también dedicó sus esfuerzos a la labor concerniente a las ciencias exactas.

Tan vasto intelecto captó la atención de los sabios de la época, de manera que la celda de Juana de Asbaje se transformó en un recinto académico de élite, puesto que recibía, con permiso de su superiora, la visita de los más destacados estudiosos y artistas de su tiempo. Asimismo, se convirtió en una “escritora por encargo”, de manera que su primer soneto, Suspende Cantor Cisne el Dulce Acento, le fue encargado para el presbítero Diego de Ribera en 1668. Esta labor poco le agradaba, pero al satisfacer las necesidades literarias de las personas adineradas y poderosas, podía tener la garantía de un ambiente pacífico en el cual desarrollar sus actividades trascendentales –en este ejercicio, tanto el libre como el obligado, escribió numerosos poemas, autos sacramentales, obras teatrales, villancicos, ensayos, estudios musicales, sonetos, etc.-.

Al mismo tiempo, tuvo durante un tiempo un sostén invaluable en la amistad que la unió a los virreyes, pues sostuvo una entrañable amistad con la virreina, doña Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, quien llegó a la Nueva España con su esposo, Tomás Antonio de la Cerda y Enríquez, marqués de la Laguna en noviembre de 1680, siendo recibidos con una magnífica composición de su postrer amiga, el Fénix de América (también Fénix de México) –uno de los sobrenombres de Sor Juana-, el Arco Triunfal del Neptuno Alegórico, que fue un encargo del Cabildo de la Catedral de México y que le generó, en lo personal, problemas con su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, quien consideraba la obra profana y alejada de los temas sacros que, según él, debía abordar de manera exclusiva la sapiente escritora –esto se reveló en la Carta de Monterrey o Autodefensa Espiritual (1682)-.

No obstante, este escrito le generó a Sor Juana algunos ingresos que le permitieron tanto apoyar al convento como continuar con su trabajo. Además, la simpatía creada entre la Décima Musa y los virreyes le permitió escribir obras profanas como Los empeños de una casa, representada en 1683 y Amor es más laberinto, en 1689, en la cual trabajó con Juan de Guevara, pieza con la que se celebró el cumpleaños del nuevo virrey Gaspar de la Cerda, conde de Galve.

Pero la obra de Juana Inés logró traspasar los límites de su celda gracias a la ayuda de “Lysi”, cariñoso apelativo con el cual la monja se refiere a la virreina en su correspondencia, quien a su vuelta al Viejo Mundo se empeñó en la publicación de la obra de su amiga en España, logrando una exquisita edición, por parte de Juan García Infanzón, 1689, cuyo primer volumen se tituló Inundación Castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz, obra que fue leída a lo largo y ancho del mundo conocido –también, en el mismo año, se representó en Madrid, gracias a la misma patrocinadora, la pieza teatral de sor Juana El divino Narciso-, de modo que los talentos de Sor Juana fueron reconocidos por los lectores, como ya habían sido detectados por intelectuales como Carlos de Sigüenza y Góngora, quien en su Teatro de las virtudes (1680) destacó la “capacidad en la enciclopedia y la universalidad en las letras” de la religiosa dama. En tal sentido se publicaron posteriormente otros dos volúmenes con los escritos de Inés: Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México (1700).

No obstante, tales luces proyectan sombras equivalentes en forma de envidias y temores, por lo que Sor Juana fue también víctima de personas que no veían con buenos ojos el desarrollo intelectual de las féminas por considerarlas como seres inferiores, como fue el caso del obispo de México, Francisco Aguiar y Seijas, nombrado tal en 1681. Tan aversivo personaje tuvo su oportunidad de oro para atacar a la filósofa cuando, sin el consentimiento de su autora –y con el presunto objetivo de molestar a Aguiar (aunque la rivalidad de los eclesiásticos ha sido ampliamente difundida, no se cuentan con pruebas fehacientes sobre la misma, como lo recalcan investigadores como Emmanuel Michel Flores Sosa y Wendy Morales Prado)-, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, decidió publicar la Carta Athenagórica –escrito encargado a la religiosa por el propio obispo de Puebla, cuyo título hace referencia directa a la sabiduría de Atenea-, una crítica que hizo Sor Juana sobre el sermón de Mandato que había escrito un predicador jesuita portugués llamado Antonio de Vieira, quien era sujeto de admiración para Aguiar y Seijas.

Quedando atrapada en el fuego cruzado entre los dos altos clérigos, fue el Fénix de América quien fue atravesado por las flechas en innecesario y doble sacrificio ya que, ante la colérica reacción del obispo de México, el poco leal obispo de Puebla refutó el escrito de Juana en un documento lleno de censuras y ataduras disfrazadas de consejos, que cobardemente firmó con el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, de tal suerte que la Carta fue catalogada como obra “herética en contenido y bárbara en su forma”, afirmación que era, sin duda, una barbaridad en sí misma.

            Tal injusticia hizo que la escritora que vivía en Juana se inspirase por lo más alto, por lo que la monja decidió refutar el escrito de De Santa Cruz con su magnífica Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, considerada por muchos como obra máxima de la escritora novohispana, quien hizo trizas los argumentos del sacerdote atacante, convirtiéndose así en la autora más ilustre del Siglo de Oro en la Nueva España, compartiendo crédito con su buen amigo De Sigüenza y Góngora. Asimismo, la dama tuvo también defensores como el Dr. Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, rector de la Universidad de México y otros, que no fueron muy afortunados, pues, debido a su apoyo a la Musa, se vieron perseguidos nada más y nada menos que por el Santo Oficio, como fue el caso del predicador valenciano Félix Xavier Palavicino, quien elogiaba a Juana en su sermón La Fineza Mayor (1691), alabanza cuyo precio fue su destitución como sacerdote.

            Y aunque la Inquisición no inició proceso formal contra sor Juana, sus detractores y opresores encontraron la forma de someterla. Ya fuese con amenazas sobre la condenación eterna de su alma o alguna otra persuasión espiritual o intelectual, lo cierto es que, eventualmente, tras una etapa en la que las supersticiones estuvieron a la orden del día tras un periodo en el cual se sufrieron hambrunas, epidemias, sequías y dos eclipses solares, en 1691 se decidió que debía erradicarse todo rastro de profanidad en las actuaciones sociales, de manera que fueron prohibidas todas las representaciones teatrales.

Así, sin que se conozca con certeza la causa, Sor Juana Inés de la Cruz decidió rendir todos sus instrumentos, escritos y libros –tenía más de cuatro mil volúmenes- al infame Aguiar y Seijas, mientras rogó al estricto padre Núñez que volviese a ser su confesor, abandonando su escritura en 1692 y renovando sus votos en 1694.

Y aunque tal fue el final de la Musa, no fue el final de la monja, pues, al verse privada de sus actividades intelectuales, la recluida poetisa se volcó con devoción a sus deberes conventuales –su afán penitente pudo haber sido reflejado en las últimas palabras de su testamento: “Yo, la peor de todas”-, realizando una labor ejemplar durante una epidemia que azotó la capital novohispana, al tiempo que al convento, realizando ella labores paliativas para sus hermanas, las cuales resultaron en su propio contagio que la llevó a la muerte el 17 de abril de 1695, de modo que sus restos fueron enterrados bajo el coro del templo de San Jerónimo, donde hoy se encuentra la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Musa conocida por toda persona que haya tenido en sus manos un antiguo billete mexicano de 1000 pesos o uno actual de 100 o 200 pesos –el impulso de la figura de Sor Juana fue recuperado gracias a su biografía publicada por Amado Nervo en 1910- . De tal forma esta magnífica mujer ha sido retratada por grandes artistas –todas imágenes póstumas- como Juan Miranda, Antonio Ponz, Antonio Tenorio y Miguel Cabrera, mientras que en fechas más recientes (1980) ha sido Jorge Sánchez Hernández quien elaboró una interesante serie de pinturas que retratan diversos momentos en la vida de la Décima Musa.

Por su parte, el séptimo arte también ha rendido homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz a través de diversos filmes, teniéndose así el largometraje que lleva el nombre de la escritora dirigido por Ramón Peón en 1935; el documental Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1988) dirigido por Nicolás Echeverría y cuyo guion fue escrito por el premio nobel Octavio Paz, basándose en su propio ensayo homónimo escrito en 1982. Siguiendo con la ficción encontramos el filme argentino Yo, la peor de todas (1990), que se centra en los últimos años del Fénix de México y fue escrita y dirigida por María Luisa Bemberg; mientras que en un intento por acercar a los jóvenes a la figura de la más grande escritora del barroco mexicano se realizaron la cinta Las pasiones de Sor Juana (España, 2004) de Antonio García Molina y la serie María Inés (México, 2016), dirigida por Patricia Arriaga Jordán y Emilio Maillé, cuya producción corrió originalmente a cargo de Canal Once para aterrizar temporalmente en la plataforma Netflix, en la cual tuvo un éxito considerable.

Religiosa criticada, poetisa alabada, filósofa reconocida y mujer velada, así se nos presenta la figura de Sor Juana Inés de la Cruz, una dama que rompió con los estándares de su época para trascender en el tiempo a través de lo que más amaba: las letras y las ideas.

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Referencias:

“Obras escogidas”. Aut. Sor Juana Inés de la Cruz. Editorial Bruguera S.A. España, 1972.   

“Sor Juana Inés de la Cruz. Ensayo de Psicología y de estimación del sentido de su obra y su vida para la historia de la cultura y de la formación de México”. Aut. Ezequiel A. Chávez. Ed. Porrúa. México, 2001.   

“Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe”. Aut. Octavio Paz. Ed. Planeta. México, 2005. 

“Genio y figura de sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Ramón Xirau. El Colegio Nacional. Universidad Nacional Autónoma de México. México 1997.

 “Sor Juana Inés de la Cruz, exponente literario y educativo del Siglo de Oro Español”. Aut. Alberto López. www.elpais.com, 13 de noviembre 2017.

“Sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Rocío Oviedo Pérez de Tudela. Real Academia de la Historia. wwwdbe.rahg.es.

“Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar”. Aut. María Vila www.abc.es, 12 de agosto 2018.

 “Conoce más sobre Sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Lourdes Aguilar Salas www.gob.mx, abril 2020.

 “Sor Juana Inés de la Cruz cultivó la poesía, la lírica, el teatro y la prosa” www.inba.gob.mx. 11 de noviembre 2020.

 “Sor Juana Inés de la Cruz también tiene legado en la pantalla”. www.procine.cdmx.gob.mx. 12 de noviembre 2021

“Sor Juana Inés de la Cruz”. http://www.banxico.org.mx.   

“Sor Juana Inés de la Cruz” http://www.biografiasyvidas.com

“Sor Juana Inés de la Cruz” www.elem.mx

“Sor Juana Inés de la Cruz: biografía de 1648-1695” http://www.mexicodesconocido.com.mx


El arte de un rey de corazones: Diego Rivera (II)

6 junio 2011

 

Frida Kahlo y Diego Rivera

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

“Las pasiones son los vientos que inflan las velas del navío. Algunas veces le hacen hundirse, pero sin ellas no podrá navegar”.

Fancois-Marie Arouet de Voltaire

Enrevesados se presentan los senderos para el artista que camina por el incierto mundo de la política. De este modo, en un movimiento como el muralismo mexicano, en el cual se combinan ambos universos prácticamente desde su propia gestación, la intervención del creador en cuestiones que normalmente le resultarían ajenas se hace inevitable.

Así, el Partido Comunista Mexicano (PCM) fue fundado el 24 de noviembre de 1919, hecho que tendría gran trascendencia en la vida de Diego Rivera cuando él y otros muralistas como David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero pasaron a formar parte del Comité Ejecutivo del PCM, desempeñando todos ellos una variedad de tareas encaminadas de acuerdo con los estatutos del partido y las directrices establecidas por personajes afines a la ideología por ellos sostenida como Vicente Lombardo Toledano[i].

En esta intersección entre arte y política en 1923 Rivera, Siqueiros y Guerrero unidos con José Clemente Orozco, Ramón Alva Guadarrama, Germán Cueto y Carlos Mérida formaron el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores de México, el cual contaba con el periódico El Machete –inaugurado en marzo de 1924 participando estos personajes como articulistas e ilustradores- como medio oficial de difusión; sin embargo pronto este organismo se “fundió” con el PCM, facilitándole la publicación para expresar las ideas de la izquierda radical. Para 1925 tanto El Machete como el sindicato se terminaron.

No obstante Rivera continuó trabajando arduamente de acuerdo con los ideales comunistas, fungiendo como delegado del Partido ante la Unión Soviética de 1927 a 1928. Pero su relación con el régimen soviético no sería siempre amigable. Tras la muerte de Lenin en 1924 y habiendo sido Joseph Stalin quien tomara el control de Rusia, Diego se ganó su absoluta enemistad al solicitar en 1937, al entonces presidente de México Lázaro Cárdenas del Río, asilo político para León Trotsky –quien fue asesinado el 20 de agosto de 1940 por Ramón Mercader-, enemigo acérrimo del dictador soviético.

Puesto que el muralista había sido ya expulsado del PCM en 1929, en otoño de 1938 tuvo a bien firmar junto con el poeta surrealista francés André Bretón, el manifiesto titulado Hacia un arte revolucionario, que sería publicado en la Partisan Review –revista literaria de origen neoyorquino- donde proponían la creación de la Federación Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios, con la finalidad de contrarrestar el dominio estalinista en las artes.

De esta manera sus vaivenes con el Partido concluyeron en 1954 cuando solicitó su readmisión, siendo esta aprobada con reservas debido a las tendencias individualistas del pintor; sin embargo no todos vieron con beneplácito las acciones de Diego, como es el caso del escritor Octavio Paz quien tajantemente declaró que “no se puede ser al mismo tiempo pintor oficial de un régimen y artista revolucionario sin introducir la confusión y el equívoco. La ideología de esta pintura (la de Diego) sólo es una cáscara[ii].

A pesar de todo lo enrevesado que pudiese parecer el transitar de Rivera por la política, no es nada en comparación con su paso por un terreno tanto más peligroso como placentero: las damas.

Acostumbrándose a la compañía femenina desde muy niño cuando acompañaba a su padre a los burdeles de su ciudad natal –Guanajuato-, con su partida a Europa fue capaz de dar rienda suelta a sus juveniles deseos con numerosas féminas españolas –que trabajaban como modelos en el ámbito artístico- durante su estancia en dicho país.

Para 1911 había encontrado ya a la mujer que sería su primera esposa. Durante sus andanzas por el viejo continente conoció a Angelina Beloff (Angelina Petrovna Belova) –también llamada Quiela– de quien se enamoró perdidamente, contrayendo matrimonio con ella en 1912 y concibiendo un hijo –Diego- que moriría de meningitis en 1917.

Sin ser la fidelidad una de sus cualidades, Rivera encontró a lo largo de su vida entretenimiento y cariño en una gran cantidad de relaciones extramaritales –engendrando uno que otro vástago- como fue el caso con Marievna Vorobiev-Stebelska con quien tuvo a su hija Marika Rivera. Otras dos hijas nacerían de su matrimonio con Guadalupe Marín –siendo presentados por la escritora Concha Michel– a quienes llamaron Guadalupe y Ruth.

Tormentoso fue tal enlace conyugal ya que cuando se juntan los celos irrefrenables con equiparable libertinaje no puede esperarse un pacífico desenlace, de tal suerte que en cierta ocasión en que el muralista había invitado a cierta atractiva cubana mulata para estudiar algunos bocetos, cuál no sería la sorpresa de ambos al ver entrar en el estudio a Lupe cual furiosa leona, echando a patadas a la joven y casi arrancando una de las orejas de su marido de una mordida. Siendo la situación insostenible decidieron divorciarse tras un nuevo “desliz” del artista con su cuñada María Marín.

Pasando por su vida gran cantidad de mujeres –se dice que fueron 50 de las cuales solo 4 se convirtieron en sus esposas- entre las cuales encontramos a Tina Modotti, Dolores Olmedo –a quien legó su archivo de fotografías, bocetos, etc.-, Linda Christian, Pita Amor, María Félix, Dolores del Río y Paulette Godard, fue en 1921 cuando conoció al amor de su vida: una jovencita de nombre Frida Kahlo.

En la historia del arte mexicano los nombres de Frida y Diego están permanentemente unidos. Teniendo él 42 años y ella 22 contrajeron matrimonio un 21 de agosto de 1929 ante el franco disgusto de la familia de la novia, siendo un ejemplo de ello el pensamiento de su madre quien decía que Rivera era “un gordo comunista y ateo, varias veces divorciado y que le doblaba la edad”[iii]. Desgraciadamente los pronósticos de infelicidad generados en torno a la pareja se hicieron realidad.

A pesar de que Frida apoyaba a Diego en todos sus proyectos él fue incapaz de abandonar sus coqueteos –lo cual no tenía mayor importancia debido a que “la paloma y el elefante” (como eran conocidos) habían llegado a un muy singular acuerdo para sostener un “matrimonio abierto”, según el cual ambos tenían derecho a tener relaciones fuera del matrimonio a su gusto-, llevándolos a la catástrofe la fugaz relación (1934) entre Rivera y su cuñada Cristina Kahlo, tras lo cual Frida lo abandonó; no obstante ella los perdonó un año después, yéndose de la casa nuevamente en 1939.

Pero la pena hace que el amor resurja como el ave fénix, por lo que al enterarse Rivera que Kahlo había perdido varios dedos del pie, volvió a casarse con ella para estar a su lado hasta su muerte en 1954, contrayendo matrimonio por última vez el 29 de julio de 1955 con Emma Hurtado con quien permaneció hasta su fallecimiento –ocasionado por un cáncer- el 24 de noviembre de 1957 siendo depositados sus restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Son entonces arte, política y lujuria las tres palabras que podrían definir la vida de Diego Rivera un hombre apasionado que provocó en las mujeres reacciones igualmente apasionadas demostrando cuánta razón tenía la pensadora española Concepción Arenal cuando dijo: “La pasión para el hombre es un torrente; para la mujer un abismo”.

FUENTES:

“Amantes y cortesanas”. Aut. Cecilia B. Madrazo. Ed. Círculo Latino. 2005.

“La revolución en blanco, negro y rojo: arte, política y obreros en los inicios del periódico El Machete”. Aut. John Lear. Signos Históricos No. 15. Enero-junio 2006.

“Los secretos de Diego Rivera”. Aut. Patricia R. Blanco. www.elpais.com. Nov. 2007.

“Frida Kahlo y Diego Rivera”. Aut. Daniela Ceccato. Ago. 2008.

 “Diego Rivera y sus peleas con Picasso”. www.cnnexpansion.com. Sep. 2008.

“Rebel without a pause: the tempestuous life of D. Rivera”. Aut. Jim Tuck.  www.mexconnect.com Oct. 08

 “Diego Rivera, 53 años de ausencia”. Notimex. www.eluniversal.com.mx. Nov. 2010.

 “Los amores de Diego Rivera”. Aut. Alejandro Pohls. www.am.com.mx Dic. 2010.

 “El juicio de Diego Rivera desde la ficción”. Aut.  Claudia Macías de Yoon. Universidad Nacional de Seúl.

“Diego Rivera”. Aut. Alejandro Rosas.  http://bicentenario.com.mx

“Frida Kahlo su pasión también fue Diego Rivera”. Aut. Rolando Gabreelli.  www.periodicotribuna.com.ar

“Publican en checo historia de amor entre D. Rivera y A. Beloff”. Aut. Gonzalo Núñez. http://www.radio.cz.

http://sincronia.cucsh.udg.mx/maciassummer2010.htm

www.arts-history.mx


[i] Gobernador de Puebla, filósofo y sindicalista mexicano con tendencias marxistas.

[ii] Macías de Yoon, Claudia. “El juicio de Diego Rivera desde la Ficción”. 2010.

[iii] Madrazo, Cecilia B. “Amantes y cortesanas”. Ed. Círculo Latino. 2005.


Cuando las musas confabulan: Jorge Negrete

21 febrero 2011

Jorge Negrete

Por: Patricia Díaz Terés

“Así como el ignorante está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun después de muerto”.

Publio Siro

Pocos artistas han tenido el privilegio de representar a toda una nación a través de su trabajo, y aunque muchas veces los roles que interpretan no pueden adjudicarse indistintamente a todo individuo perteneciente a determinado pueblo, sí logran evocar determinada cultura en el imaginario popular.

Tal es el caso de un hombre cuya privilegiada voz y elegante porte conquistaron miles de corazones alrededor de todo el mundo, nos referimos al gran Jorge Negrete.

Nacido como Jorge Alberto Negrete Moreno, fue el segundo de cinco hermanos: David, Consuelo, Emilia, Teresa y Rubén, quien falleció a los pocos días de haber entrado en la vida del matrimonio conformado por Don David Negrete Fernández y Doña Emilia Moreno Anaya.

Militar de carrera, Don David era un teniente que residía con su familia en la ciudad de Guanajuato y quien un buen día decidió abandonar esta actividad en 1921 para trasladarse a la capital, donde cambió las armas por los libros transformándose en profesor de matemáticas del prestigiado Colegio Alemán Alexander Von Humboldt, en el cual Jorge puso de manifiesto su extraordinaria habilidad para los idiomas aprendiendo con diligencia italiano, alemán, francés, inglés e incluso algo de náhuatl, haciendo estos últimos estudios por su cuenta.

Inclinado siempre hacia las artes, proviniendo de una familia culta, Negrete se graduó del bachillerato con un título en ciencias y letras; de igual manera, siguiendo el ejemplo de su padre ingresó en el Heroico Colegio Militar en el año de 1927, convirtiéndose rápidamente en uno de los cadetes más destacados y viajando a París y Roma para complementar su formación.

Sin embargo estas ocupaciones llenaban tanto su tiempo como tan poco su corazón, de manera que en 1930 se atrevió a probar suerte en aquello que verdaderamente le apasionaba, la música, consiguiendo así tomar lecciones con el maestro José Pierson Lorta quien lo introdujo en el ámbito del Bel-Canto. Queriendo mantener su identidad musical oculta para la familia, eligió el seudónimo de Alberto Moreno para su desarrollo artístico, comenzando así a cantar en un programa radiofónico de la XETR.

En 1931, convencido ya de que la milicia no era su verdadera vocación, solicitó licencia indefinida para dedicarse de lleno a su arte y al año siguiente llevó a cabo sus primeras grabaciones; de esta forma para 1934 logró interpretar piezas del compositor mexicano Manuel M. Ponce en la inauguración del magnífico Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

En la segunda mitad de la década de los 30’s el cantante había ya trascendido las fronteras mexicanas al firmar un contrato con la cadena NBC para grabar un programa de televisión en Nueva York; lugar al que viajó en compañía de Ramón Armengod con quien integraba The Mexican Caballeros y tal vez fuese ahí donde, mientras el sueño de formar parte de la compañía de la Metropolitan Opera House rondaba incesantemente por su cabeza, la realidad le gritaba que no era justamente ese tipo de música la que lo impulsaría a la fama, sino el género popular. Asimismo descubrió su afición por la música cubana durante su intervención (1937) en el cortometraje Cuban Nights de los estudios Warner Brothers.

Pero la Gran Manzana en ocasiones no es tan benévola con sus visitantes como éstos quisieran, así Jorge contrajo una seria hepatitis a la cual prestó cuidado insuficiente, hecho que dañaría su hígado irremediablemente.

Sin embargo, antes de que la Parca se hiciera presente, fue por el contrario la Fortuna quien tocó a su puerta, presentándose entonces la oportunidad de participar en la película La Madrina del Diablo (1937) bajo la dirección de Ramón Peón y con la producción de Gonzalo Varela. En ella actuó al lado de la encantadora María Fernanda Ibáñez –hija de la temible Doña Sara García-, de quien rápidamente se enamoró, enfrentando un terrible golpe al ser el romance impedido por la madre de la señorita.

Continuando con su carrera en el cine, para 1940 se casó con la actriz y bailarina Elisa Zubarán –conocida en el medio artístico como Elisa Christy-, con quien tuvo a su única hija, Diana Negrete Crochet.

Contando en su filmografía con cintas como Perjura, La Valentina, Juan sin Miedo, El Cementerio de las Águilas y Juntos pero no Revueltos –todas ellas filmadas en 1938-, fue tal vez en ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941) del cineasta Joselito Rodríguez, en la que consagró su icónico “charro cantor”, hombre viril, valiente, conquistador y encantador, con mirada soñadora y fuerte carácter, que con su voz logró capturar en instantes el pensamiento de miles de féminas quienes -al ver al actor en la vida real- sufrían ataques de histeria y repentinos desmayos.

No obstante su éxito en el séptimo arte, no abandonaba en forma alguna el arte inspirado por la bella Euterpe[1], continuando así su labor con el trío Los Tres Calaveras, con quienes realizó diversas giras por toda la República Mexicana y América Latina; mientras vivía un romance con Gloria Marín, residiendo ambos bajo el mismo techo aunque sin sagrada unión de 1941 a 1952, achacándose la eventual separación de la pareja tanto a una infidelidad de él con Elsa Aguirre, como de ella con Hugo del Carril.

Lo cierto es que no bien se dejaron, el galante Negrete decidió contraer nupcias con la hermosa e imponente María Félix “La Doña”, a quien había conocido durante el rodaje de El Peñón de las Ánimas (1943), protagonizando la pareja la “boda del siglo” –el 18 de octubre de 1952- como se conoció a la ceremonia llevada a cabo en la finca de Catipoato -Hacienda de Tlalpan- y a la que asistieron personajes como Octavio Paz, Frida Kahlo y Diego Rivera.

Ahora bien, aunque las virtudes artísticas de Jorge eran numerosas, hay otra sin la cual un hombre no puede aspirar a la verdadera grandeza: la generosidad. Resulta así que, a la par de su carrera como el Charro Cantor, ayudaba a niños y ancianos, además de encarnizadamente para mejorar las condiciones en los contratos de los actores agobiados por el entonces poderoso Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), al cual combatió hasta lograr disolverlo y crear un justo Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) –que existe hasta hoy-, a la vez que mejoró la Asociación Nacional de Actores (ANDA), de la cual fue Secretario General.

Muy joven era aún Jorge Negrete cuando emprendió su camino hacia el Otro Mundo, habiendo regalado al mundo su talento y corazón; así las secuelas de la hepatitis sufrida antaño reclamaron la vida del cantante a la temprana edad de 42 años, un 5 de diciembre de 1953 –en Los Ángeles C.A.-, dejando a millares de almas desoladas, que acudieron a recibirlo al aeropuerto de la Cd. De México y que posteriormente formaron una inmensa valla humana que cubría el camino desde el Teatro de la Asociación de Actores –hoy Jorge Negrete- hasta el Panteón Jardín. Tal impacto tuvo su fallecimiento en el espíritu mexicano que tan fatídico día fue declarado como fecha de luto nacional, por aquél que entregó su vida por el arte y por su prójimo, y que bien pudo haberse despedido de este mundo con las palabras del filósofo Rabindranath Tagore: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”.

**Para mi gran amigo Dr. Peter Cooley, admirador incomparable de Jorge Negrete. 

FUENTES:

“Biografía”. Aut. Don Mario Oviedo. Salón Jorge Negrete. http://salonjorgenegrete.fcpages.com  

“Jorge Negrete”. Aut. Ernesto Solís Winkler. http://paginas.tol.itesm.mx

 “Jorge Negrete, el Charro Cantor”. www.contactomagazine.com

www.biografiasyvidas.com  


[1] Musa de la Música según la mitología griega.