Un temerario aventurero: Ernest Hemingway

18 May 2022

Parte IV

Por: Patricia Díaz Terés

Ernest Hemingway

Una aventura es, por naturaleza, algo que nos sucede. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos”.
Gilbert Keith Chesterton.

Mientras Ernest Hemingway se dedicaba a sus variopintas actividades de espionaje y escritura en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, su esposa, Martha Gellhorn, luchaba tenazmente por conservar su identidad y trabajo, despertando muchos recelos, tanto personales como profesionales, en su temperamental cónyuge, quien tuvo un lugar privilegiado durante el Día D (6 de junio de 1944), en el que, desde un pontón –del cual no le fue autorizado desembarcar-, fue testigo del principio de la liberación de Europa durante el desembarco de las tropas aliadas en Normandía.

Lo que no sabía el ilustre escritor es que su mujer le había tomado la delantera. Después del anuncio del Estado Mayor aliado acerca de que no se permitiría la presencia femenina en un frente tan violento como la costa francesa, el puesto que normalmente ocupaba Martha como corresponsal de guerra en la revista Collier´s, le fue ofrecido en esta ocasión a su marido, quien tuvo a bien aceptar la misión sin comunicárselo a su mujer.

Sobra decir que esta situación despertó la ira de Gellhorn quien, lejos de quedarse cruzada de brazos en los Estados Unidos, disfrazada como enfermera y después de engañar a un soldado que vigilaba los transportes que partirían hacia Francia, la valiente reportera se escondió en un baño del buque-hospital hasta que estuvo bien segura de haber zarpado hacia el Viejo Continente. Una vez habiendo obtenido un poco de confianza en la situación, y en condición de polizona, entabló conversaciones con las otras enfermeras quienes ni siquiera se preguntaron quién era aquella curiosa chica.

Al llegar a las tristemente famosas playas francesas, la periodista no se resignó a permanecer, como su marido, en una embarcación, por lo que Martha decidió disfrazarse de camillero y ayudar a rescatar a los más de 400 heridos que habían quedado tendidos en las arenas que habían presenciado la primera oleada de uno de los más sangrientos enfrentamientos bélicos que ha observado la humanidad.

Pero el inicio del fin de la Guerra significó también el principio del fin del matrimonio Hemingway, pues el inquieto Ernest, en estos ires y venires, conoció a Mary Welsh, una reportera del Daily Express que cumplía con los estándares que el autor americano tenía para las mujeres. Así, Hem cumplió con su patriótico deber en su modo muy particular, participando activamente primero en el grupo de la resistencia francesa Free French –organización en la que, con el grado de capitán, colaboró en la captura de 6 alemanes- y luego en la liberación de París, donde, tras tomar una botella de champaña en el Travellers Club, ubicado en los Campos Elíseos, continuó la fiesta en el afamado hotel Ritz donde el solitario gerente de nombre Ausiello atendió la extravagante orden del escritor, que consistía en 50 martinis.

Por otro lado, durante su triunfal paseo por la Ciudad de la Luz, Papa Hemingway se acordó de aquella mujer que en sus momentos de juvenil necesidad lo ayudó dándole refugio, consuelo y amistad, por lo que pronto se dirigió al domicilio que ocupaba su antigua amiga Sylvia Beach -quien había tenido que desmontar su librería, Shakespeare and Company, para salvarla de los alemanes, mientras la propia editora, de origen judío, había sido forzada a permanecer en un campo de concentración durante seis meses- alzándola en vilo, a su encuentro, y abrazándola cuando la dama acudió al llamado de su pareja Adrienne que gritaba emocionada: “¡Sylvia! ¡Sylvia! ¡Es Hemingway!”, siendo testigos de la escena las decenas de parisienses que se asomaban a las ventanas para saludar a los libertadores.

Hemingway siempre fue un adicto a la adrenalina, de modo que, además de sus constantes martinis, necesitaba también nuevos aires que le proporcionaran aventuras, aunque no precisamente del tipo de peripecias de las que gustaba Martha Gellhorn. De esta manera, tras la liberación de París, el escritor también se liberó a sí mismo acordando el divorcio con Martha y casándose acto seguido con Mary.

Welsh resultó entonces ser su compañera ideal de aventuras, pues lo mismo se anotaba para un safari que para un vuelo en avioneta, un viaje en barco o cualquier otra arriesgada aventura que se le ocurriese a su temerario marido, disfrutando también con él de los Sanfermines, evento al que el autor era muy asiduo, acostumbrando acudir a las encerronas y desayunar langosta con pollo, tras unas juergas monumentales, en el hotel Quintana de Pamplona.

Sin embargo, la vida de aventuras conlleva también muchos riesgos. De tal suerte, tras haber sobrevivido al ataque de obús en Italia y habiéndose publicado erróneamente su muerte tras el grave accidente de tránsito que sufrió en Londres en mayo de 1944, Hemingway volvió a ser testigo de su propia necrología al publicarse la noticia de su supuesta muerte, y la de su esposa, tras dos graves accidentes aéreos que tuvieron lugar de forma sucesiva.

Con la intención de regresar al África para realizar un segundo safari –el primero fue en 1933, travesía de la que obtuvo las ideas que plasmó en su libro Las nieves del Kilimanjaro, logrando además en aquella ocasión varios “trofeos” entre los cuales se encontraban 3 leones- Ernest y Mary llegaron a Kenia en 1954, durante pleno levantamiento Mau-Mau (sociedad secreta que luchó por la independencia de Kenia entre 1952-1960), decidiendo también viajar desde Nairobi, la capital keniana –donde habían realizado un safari, patrocinado por la revista Look, en el que el autor aprendió de los masai cómo cazar con lanza, arco y flechas, salvando incluso a una aldea de dos leones que la acosaban-, hacia el Congo, trayecto que no logró concluirse pues el avión en el que volaban se estrelló a poca distancia de las Cataratas Murchinson –Uganda-, ante el azoro de una manada de elefantes que merodeaba por ahí.

De tal incidente Hem salió ileso, mientras que Mary tan solo sufrió la rotura de un par de costillas. Irónicamente, al abordar los Hemingway nuevamente un aeroplano, esta vez para llegar a Entebbe, donde obtendrían asistencia médica, el avión también sufrió un accidente al tropezar durante su despegue con un obstáculo, lo que hizo que el vehículo se desplomara de inmediato envuelto en aparatosas llamas. Estos accidentes desencadenaron toda una serie de rumores cuya consecuencia fue incluso la publicación de la muerte de la célebre pareja en la edición del New York Daily Mirror correspondiente al 25 de enero de 1954 –si bien no murió Ernest sufrió una fractura de cráneo y varias lesiones que perjudicaron considerablemente su salud-.

No obstante, el miedo no era parte del vasto vocabulario de Hemingway, quien, a continuación de su aéreo accidente, no tardó un instante en emprender con su mujer un viaje para pescar en los peligrosos arrecifes de coral de Kenia.

Sobreviviente imparable, Papa venció a gran cantidad de heridas y enfermedades durante su vida, siendo la primera aquella grave lesión en la pierna ocasionada en Italia durante la Primera Guerra Mundial. En lo sucesivo afrontó con éxito los estragos causados por quemaduras en incendios forestales, así como contagios de ántrax, malaria, neumonía, disentería y hepatitis, al tiempo que sobrellevó condiciones como anemia, diabetes y cáncer de piel.

Llevando a la par de su aventurera existencia una vida personal por demás difícil, además de padecer un severo alcoholismo, muchos de sus amigos lo abandonaron debido a su carácter explosivo que lo condujo a hacer ácidas críticas a sus allegados, al tiempo que enfrentó el pleno rechazo de su hijo transexual, Gregory -conocido como Gloria durante sus últimos años-, quien lo sentenció: “Morirás sin que nadie te llore y básicamente que nadie te quiera, a no ser que cambies, papá”.

Finalmente, en 1961 fue diagnosticado con hemocromatosis, una enfermedad que altera los niveles de hierro en el cuerpo y provoca trastornos tanto físicos como mentales. Atacado para entonces por severas depresiones, junto con un cuerpo vejado por las secuelas de su accidente aéreo y el deterioro generado por sus numerosos años de excesos, el autor no aguantó más y decidió terminar con su vida el 2 de julio de 1961 cuando residía con Mary Welsh en Ketchum, Idaho.

Personaje tan trágico como apasionante, hasta aquí tratamos ya todos los aspectos posibles de Ernest Hemingway, la persona, faltando aún por explorar un aspecto muy distinto del corresponsal norteamericano: su obra y leyenda literaria, mismas que abordaremos en la próxima entrega de esta columna.

 “Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

“Hemingway, el que cayó dos veces del cielo y vivió para contarlo”. Aut. Rolando Pujol. 25 de junio de 2021. http://www.excelenciascuba.com/

“Sylvia Beach, el alma de la Generación Perdida”. Aut. Ángel Salguero. 3 de marzo 2016. http://www.historia.nationalgeographic.com.es

 “Las grandes mentiras de Hemingway en San Fermín”. Aut. Borja Hermoso. 11 de enero 2020.

 “Nunca se pone el sol en las escopetas de Ernest Hemingway”. Aut. Manuel Jobois. 10 de junio 2021.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. John Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.


Entre fiestas, gatos y espías: Ernest Hemingway

11 May 2022

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

Hemingway y sus gatos

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

William Shakespeare.

Tan variadas como sus relaciones con las mujeres, fueron las actividades llevadas a cabo por el escritor Ernest Hemingway a lo largo de su vida. Así, en cuanto a las damas se refiere, sus relaciones fueron normalmente fueron tirantes y exuberantes, pues la personalidad propia del escritor lo llevaba a tener pasionales reacciones con las personas más cercanas –amigos y parejas- que invariablemente lo metían en grandes embrollos.

De este modo, el vínculo caótico que estableció con Martha Gellhorn terminó, nuevamente en desastre. Comenzaron bastante bien mientras ambos se encontraban en su elemento cubriendo la Guerra Civil española. Arriesgando la vida juntos y retándose ambos para escribir cada vez mejores crónicas y reportajes, su relación fue creciendo tanto en pasión como en profundidad. Esta situación llevó a Hemingway a tramitar su divorcio de su segunda esposa (1940), Pauline Pfeiffer, y proponerle matrimonio a Gellhorn.

Ella aceptó, pero en este matrimonio había dos personas talentosas, y una de ellas no soportaba, ni por asomo, que le hiciesen sombra: Hemingway. De tal manera, al principio Ernest domó un poco su orgullo e hizo diversas concesiones a favor de su nueva esposa tales como pasar una “romántica” luna de miel cubriendo los conflictos revolucionarios en China –incluso se logró una entrevista con el líder de la República China, Chiang Kai-Sheck-. Dicha experiencia distaba mucho de lo que el norteamericano consideraba una vacación nupcial en forma, pero al parecer se encontró, al final, satisfecho con el trabajo realizado.

Pero Martha era demasiado inquieta e independiente para el dominante Hemingway, de manera que el caballero sufrió lo indecible cuando la dama decidió seguir con su trabajo periodístico, dejando a su esposo en su refugio de Finca Vigía en La Habana -trabajando en su famosa novela Por quién doblan las campanas-, misma que era un caserón abandonado que Ernest y Martha habían arreglado a su gusto, albergando en su interior, según dicen, a una cantidad indeterminada de gatos que eran la fascinación del autor –en su residencia de Cayo Hueso llegó a tener más de treinta, muchos de ellos con polidactilia, es decir, tenían más dedos de los normales en sus patas, y que fueron descendientes de una gatita llamada Snowball (Bola de Nieve), que le regaló el capitán Stanley Dexter, quien dirigía un barco mercante; hoy en día la residencia es el museo Casa de Ernest Hemingway y hay en su interior más de 50 felinos-.

Sin embargo, en La Habana, Hemingway siempre se sintió a sus anchas. Habiéndose albergado ahí por primera vez en 1928 en el hotel Ambos Mundos en la calle Obispo, con sus frecuentes estancias Ernest fue reconociendo a la capital cubana como afín a su personalidad. Reverenciado era entonces el americano en el bar Floridita, siendo gran amigo del dueño del local, Constante Ribalaigua, a quien se conocía como el Rey de los Daiquirís, pues el hábil cantinero había ideado la receta para más de cien cocteles que eran la fascinación de turistas y locales.

En tal sentido, el propio Hemingway fue autor indirecto de una bebida servida en el Floridita a la cual Constante bautizó como Papa DoblePapa era el sobrenombre con el que conocían a Ernest sus allegados y no tan allegados-, mismo que consistía en un daiquirí sin azúcar y con doble ración de ron –el escritor había argumentado por entonces que sufría de diabetes y necesitaba una bebida sin azúcar-. Con premura el futuro premio nobel se aficionó a la bebida de manera que incluso se dice que acudía al local para aprovisionarse de varios litros de tal elixir para posteriormente consumirlos alegremente en su finca –el Floridita todavía existe en 2022 y en un lugar de su barra, en el sitio en que solía sentarse, puede verse una escultura de Hemingway realizada en 2003 por el artista José Villa Soberón-.

Por otro lado, además de propiciar la creación de nuevos cocteles y organizar monumentales juergas, en Cuba, Hemingway llevó a cabo un par de tareas por las que ciertamente no fue laureado, pero que lo mantuvieron en una posición activa durante la Segunda Guerra Mundial. La primera de ellas fue cuando su embarcación, El Pilar, fue designada por la Marina estadounidense, en 1942, para buscar submarinos alemanes en las cercanías de las costas norteamericanas –tal actividad, aunque no tuvo éxito, lo inspiró al momento de escribir su novela Islas en el Golfo, también conocido como Islas en la corriente o Islas a la deriva-. También en colaboración con los americanos organizó una red de informantes a la que bautizó como The Crook Factory, en la cual estaban reclutados variopintos personajes que incluían desde miembros del bajo mundo cubano hasta diplomáticos, periodistas, beisbolistas y algunas rumberas. La misión de estos individuos era vigilar la actividad profascista en la isla.

No obstante, la colaboración con los americanos se contraponía flagrantemente con otra actividad de inteligencia que Hemingway tuvo a bien llevar a cabo durante estos años, pues el escritor fue fichado brevemente por la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), antecesora de la temible KGB soviética, de manera que en octubre de 1940 el agente soviético Jacob Golos concertó una cita con el corresponsal americano en la librería Bretano’s en Nueva York, contacto que fue posible gracias a la intervención de Joe North, editor de la revista de izquierda New Mosses, donde Ernest publicaba artículos en los que manifestaba todas sus críticas hacia el fascismo a la vez que despreciaba la actitud de los E.U.A. a la que calificaba como “blandengue”.

Durante esta entrevista Papa le dejó claro al ruso que no era de afiliación comunista y que reprobaba el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov, en el cual Rusia y Alemania habían acordado no sostener mutuas hostilidades. Para distinguir los mensajes que provendrían de Golos, Hemingway le proporcionó algunas estampillas postales que no tenían uso, para que fuesen utilizados por el mensajero designado. Quedó así Ernest denominado como Argo en los registros de la actividad de inteligencia rusa. Según publicó Nicholas Reynolds, exoficial de la CIA y curador del museo de tal instancia, en el libro Writer, Sailor, Soldier Spy (2017) el archivo generado por el escritor fue bastante abultado, pero en realidad su trabajo no tuvo repercusión alguna en ningún acontecimiento.

Pero la intervención de Ernest Hemingway en la Historia dista mucho de haber concluido, aunque de su relación con la liberación de Francia, su obtención del Premio Nobel y otras muchas peripecias continuaremos hablando en la próxima entrega de esta columna.

 “Así coronó Hemingway al rey de los daiquirís”. Aut. Fran Serrato. Málaga. 22 de agosto 2020.

 “Hemingway, agente doble”. Aut. Ibsen Martínez. 16 de septiembre 2019.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

 “Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. Johnn Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.

 “Los gatos de seis dedos de la casa de Hemingway”. www.muyinteresante.mx

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com


Cuando el mito esconde al monstruo: Ernest Hemingway

15 junio 2009

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Por: Patricia Díaz Terés

“Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil”.

Johann Wolfgang Goethe

Por todos es conocido el hecho de que la vida de muchos famosos escritores, y artistas en general, presenta más elementos tortuosos que impresionantes, pero existen algunos casos en los que el mito creado alrededor del literato refleja una imagen totalmente opuesta al original.

Tal es el caso del afamado autor, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1952, Ernest Hemingway. Habiendo nacido en el año de 1899 en un suburbio de Oak Park, cerca de Chicago (E.U.), este complejo personaje demostró desde muy pequeño su problemática personalidad.

Rebelde desde la infancia miembro de una familia con estrictas creencias religiosas  Ernest fue desarrollando desde muy tierna edad una serie de odios –el más profundo dirigido hacia su madre- y rencores que, más tarde, constituirían un pesado fardo en su vida adulta.

Exhibiendo rasgos tanto del padre como de la madre, heredó del primero -el Dr. Edmunds Hemingway-  un gusto por las actividades al aire libre como la caza y la pesca; y de la segunda –Grace Hemingway- el genio artístico que lo haría leyenda. Pero aún teniendo padres cultos y profesionistas, Ernest pasó gran parte de su infancia tratando de cumplir con las estrictas normas por ellos impuestas.

Al llegar a la adolescencia su carácter intempestivo y su creciente vanidad, provocaron que renegara de todas las enseñanzas hogareñas para convertirse en un ateo que, sin embargo, pregonaba a través de sus escritos una serie de valores fundamentales como la verdad, la honestidad y la lealtad, mismos que nunca puso en práctica.

Pocas ocasiones ha tenido la historia para registrar mayor incongruencia. Pero haciendo caso a la frase del jurista romano Ulpiano, “justicia es el hábito de dar a cada cual lo suyo”, es necesario señalar que Hemingway fue tan extraordinario en el aspecto intelectual como ominoso en el personal, situando la realidad en un plano bastante alejado de la imagen mítica quasi  perfecta que predomina en ciertos círculos de la sociedad “culta”.

Convencido de sus capacidades literarias desde muy joven, y realizando de manera incesante un gran esfuerzo para pulir su singular estilo, Hemingway comenzó a crear relatos que manifestaban un estilo refinado, conciso y casi perfecto, tal como dice el periodista Javier Aparicio en su artículo “Muerte a lo Superfluo”, este famoso autor “impuso en el cuento las leyes de la elipsis, la omisión, el distanciamiento objetivo y la ambigüedad”.

La leyenda comenzó cuando inició su trabajo en el periódico Kansas City Star, para posteriormente participar en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias en el frente italiano. Éste es uno de los episodios que más tarde Hemingway acomodaría a conveniencia, inventando gran cantidad de relatos que él refería como verdaderos. De esta manera se convirtió a sí mismo en héroe de grandes batallas, asegurando haber dirigido, por ejemplo, el excelente regimiento Arditi en el Monte Grappa en donde según él había resultado herido.

Su herida consta en los registros, pero en ningún documento se encuentra asentada situación alguna en la que el literato haya recibido 32 impactos de bala calibre 45, como llegó a sostener en algún momento.

De igual forma resulta ambigua su participación en conflictos bélicos como la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la primera, según contaba el imaginativo Ernest, llegó incluso a proclamar que acompañó el ataque de infantería en el frente de Teruel, ganando la noticia –por diez horas- a su rival corresponsal, Matthews. En cuanto a su intervención en la segunda, el autor aseguraba haber sido el primero en entrar en el París liberado en 1944.

Por otra parte, si bien deben tomarse en cuenta sus numerosos méritos como escritor entre los que se encuentran narraciones como En Nuestro Tiempo (1925), descrita como prosa “de la más alta distinción”, o las exitosas Fiesta (1926) y Adiós a las Armas (1929), así como la creación que le hizo merecedor del Nobel, El Viejo y el Mar (1952); también debe destacarse que, en el ámbito personal, fue incapaz de sostener durante mucho tiempo una relación de amistad, incluso con famosos escritores de su época a quienes, en un principio, había apoyado e incluso admirado.

Siendo las dos excepciones Ezra Pound y James Joyce, ambos siempre respetados por el envidioso Hemingway, éste tuvo querellas con otros colegas como Scott Fitzgerald o Gertude Stein, provocadas generalmente porque ellos habían “osado” criticarle en cualquier sentido. Incluso, gracias a sus recurrentes mentiras perdió amigos como el general español Gustavo Durán, quien vio la chapucería tras lo que Ernest llamaba “empresa de fulleros” en la cual, viviendo en la Finca Vigía cerca de La Habana, Cuba, patrullaba los mares en busca de supuestos submarinos alemanes.

Con esta empresa se mostró claramente el desmedido egoísmo del literato ya que, aún siendo la gasolina un bien racionado con motivo de la guerra, a él se le daban varios galones para abastecer un yate en el cual, lejos de ejercer un patriótico deber –ya que la operación se hizo en conjunto con el FBI, el cual cabe mencionar, nunca encontró datos de valor en la información proporcionada por el Premio Nobel-  aprovechaba los beneficios para salir de parranda.

Víctima de un severo alcoholismo, también destrozó la vida de cuatro mujeres a quienes hizo sus esposas en forma consecutiva: Hadley Richardson, Pauline Pfeiffer, la famosa periodista de Collier’s, Martha Gellhorn, a quien a la vez admiraba y odiaba por ser su rival profesional; para terminar sus días con la increíblemente tenaz Mary Welsh, a quien despreciaba por su poco carácter y nulas aspiraciones intelectuales; pero en quien encontró a la mujer -sumisa hasta lo absurdo- que había buscado durante toda su vida.

Finalmente, consumido por una insatisfacción generada por su incapacidad para mantener sus propios estándares creativos, así como por una manifiesta inestabilidad mental, Ernest Hemingway decidió quitarse la vida, el 2 de julio de 1961, de  con su mejor fusil inglés.

De este modo y tal vez sin él haberlo imaginado jamás en tales proporciones, Ernest Hemingway se ha transformado en más que un escritor, para convertirse en un ícono reverenciado por muchos; pero que, haciendo una analogía con el personaje del Dr. Jeckyll de Robert Louis Stevenson, también tenía un lado oculto y funesto, con el cual lejos de proyectar la luz que irradiaba con su maravilloso aunque intrincado intelecto, ensombreció la vida de toda persona que se le acercaba, ya que ejerció siempre el proverbio judío que dice “de vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes”, principio que engendró una aterradora quimera.   

FUENTES:

“Intelectuales”. Aut. Paul Johnson. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, Argentina, 2000.

“Muerte a lo Superfluo”. Aut. Javier Aparicio Maydeu. Periódico El País, España. 16 de junio 2007.

“Ernest Hemingway: tener o no tener la foto”. Aut. Manuel Vicent. Periódico El País, España. 25 de abril 2009.

“Ernest Hemingway: Agente Secreto”. Aut. Peter Moreira. Revista Semana. Bogotá, Colombia.    25 de abril 2006.