La voluble y caprichosa ambición del poder: Madame Mao V

10 junio 2014
Madame Mao

Madame Mao

Parte V

Por: Patricia Díaz Terés

En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre acabaron dentro de él”.

John Fitzgerald Kennedy

Hombre con una inconmensurable afición por las damas fue durante toda su vida el líder comunista chino Mao Zedong, sufriendo sus tres esposas por tan peculiar pasatiempo. Conociendo las flaquezas de su flamante marido, la tercera consorte del dirigente, Jiang Qing, mujer astuta, egoísta y caprichosa, ideó hábiles estratagemas para sortear los gustos de su marido sin llegar al enfrentamiento directo como habían hecho sus predecesoras: Yang Kaihui y He Zizhen.

Sin haberse asentado como la esposa ideal para Mao, Jiang sufrió durante mucho tiempo las críticas de los dirigentes del Partido Comunista Chino, sin embargo, de vez en cuando, algunos dignatarios recurrían a su intervención para evitar problemas y escándalos. Tal fue el caso ocurrido en el verano de 1945 cuando Mao acudió a Chong King, la capital nacionalista, para entablar conversaciones con su adversario Chiang Kaishek, con el objetivo de evitar una nueva guerra civil. Para tal efecto, el representante nacionalista, Zhang Zhizhong y el emisario norteamericano Patrick Hurley sirvieron como sus anfitriones.

Por aquel entonces Zhang tenía una hermosa hija con quien Mao había entablado cierta amistad. Precediendo al comunista su fama de mujeriego, el nacionalista entró en pánico al prever un futuro escándalo que le impediría casar a la señorita con alguien digno de su posición. Sin poder confrontar directamente a su poderoso invitado, los padres de la joven optaron por mandar un avión directamente a Yanan para traer a la aguerrida Jiang Qing, quien con la inocente excusa de un tratamiento dental, aterrizó en Chong King –otra versión, sostenida por los hijos de Zhang indica que fue el propio Mao quien mandó a traer a su mujer porque la extrañaba-, zanjando definitivamente la cuestión.

Ahora bien, Jiang Qing era una mujer enfermiza –o tal vez hipocondriaca-, por lo que constantemente se encontraba lejos de su esposo al internarse en las mejores clínicas de la Rusia comunista. El colmo de esta situación fue cuando el 1 de octubre de 1949, mientras Mao ascendía por la Puerta de la Paz Celestial para proclamar la República Popular China, Jiang se encontraba a muchos kilómetros de ahí, en Moscú, pronosticando para sí misma un futuro igual al de He Zizhen.

Con Mao en la cima del poder –y habiéndose perdido la pasión arrebatadora que los había unido, viviendo a la sazón en apartamentos separados en el Palacete de la Fragante Concubina-, seguramente la ambiciosa Jiang esperaba obtener un puesto relevante en el nuevo gobierno; sin embargo fue un tanto desplazada al ser designada al Comité de Orientación Cinematográfica. No obstante, ella se embarcó en crear para sí misma una figura de heroína del pueblo, por lo que, independientemente de su cargo oficial, con frecuencia se le veía en las aldeas escuchando los problemas de los más humildes campesinos quienes, según lo que ella relataba, la adoraban.

Tremendo revés sufrió cuando, después de haber conseguido ser nombrada jefa del secretariado de la Oficina General del Comité Central del Partido, fue retirada del cargo después de tan solo unas semanas, ya que la dama era absolutamente incapaz de sentarse durante más de veinte minutos seguidos para revisar cualquier documento o resolver algún asunto, resultando totalmente inadecuada para la posición. Ella acabó entrando en razón y renunció.

Pero el sueño de Mao y Jiang sucedió precisamente como ellos lo habían imaginado, viniéndose encima de ellos las consecuencias de las malas decisiones, particularmente de carácter económico, tomadas por Mao. De esta forma, el comunista había tenido la intención de competir con Inglaterra como productor de acero, sin que en China se tuviese la infraestructura necesaria para lograrlo. En lugar de hacer una evaluación de las capacidades reales de su país, Mao se embarcó en el Gran Salto Adelante, un capricho que terminó en desastre al perderse miles, si no millones, de cosechas, al quedar abandonado el campo en pro de una muy deficiente industria acerera que arrojaba producto de escasa calidad.

De este modo en 1959 Liu Shaoqi se convirtió en Presidente de la República Popular China, desplazando a Mao. Irónicamente, esta caída en desgracia del líder comunista significó la oportunidad de oro para Jiang Qing, ya que ella no había sido eliminada de su modesto puesto en el cinematográfico comité, posición que utilizó para alimentar la figura de su esposo, su prestigio y fama. Finalmente, Mao utilizó la trinchera de su mujer para recuperar el poder en 1966 durante la Revolución Cultural, con la cual desplazó a Shaoqi tachándolo como capitalista, después de haber desacreditado también al Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nikita Kruschev. Este movimiento dejó a Jiang Quing como jefa adjunta del Grupo de la Revolución Cultural, organismo dirigente del movimiento.

Y es aquí cuando nuestra protagonista pierde la cabeza. Una vez que accede al poder, madame Mao emprende una cruzada personal y violenta contra todos aquellos que la han contrariado en su vida. La primera víctima es la esposa de Shaoqi, Wang Guangmei, una inteligente mujer licenciada en Física Atómica por la Universidad de Pekín. Sin poder la nueva primera dama alegar que su predecesora le hubiese hecho algún agravio, encuentra una excusa para “vengarse” de ella, acusándola de haber utilizado vestidos demasiado floridos para una verdadera comunista durante un viaje a Indonesia. La falsedad y el absurdo de los cargos de poco vale durante el juicio, donde Jiang Qing disfruta de un retorcido placer humillando a Guangmei. También por sus manos pasa la nueva esposa de su exmarido Yu Kiwei, Fan Jin, redactora del Pekin Evening News a la que acusa de haber publicado durante la época no maoísta un poema en el que, según ella, se le calificaba como prostituta.

Otros muchos enemigos son eliminados por Jiang Qing de manera similar, al tiempo que la fémina se regodea en su puesto determinando que todo lo tradicional está en contra de los principios comunistas, haciendo una reforma completa en todas las artes. La danza, el teatro y el cine sufren entonces terribles censuras, mientras que los libros son quemados y los escritores perseguidos.

Sin embargo, muy fácil resulta ser comunista cuando se encuentra uno en las cúpulas del partido, de tal suerte que madame Mao, aquella que lucha con uñas y dientes por los más desprotegidos, no duda un segundo en mandar un avión a Pekín a recoger un simple suéter cuando ella se vacaciona y descansa fuera de la ciudad. Al mismo tiempo, para su diversión, tortura a sus sirvientes, quienes le tienen pavor reverencial.

No obstante, el destino se vuelve en contra de Jiang y de su desmedida ambición. Cuando Mao está ya moribundo en la segunda mitad de la década de los setentas, su mujer saborea un triunfo adelantado imaginándose en el lugar de Mao Zedong como presidenta. Nada más lejano a la realidad. En la disputa por el poder que surgió tras la muerte de Mao el 9 de septiembre de 1976, enfrentándose a Hua Guofeng y Deng Xiaoping, son ellos quienes llevan la voz cantante –quedando Deng Xiaoping al frente del gobierno-, terminando ella por ser arrestada el 6 de octubre de 1979 e iniciando el proceso judicial en su contra en 1980. Finalmente la actriz convertida en primera dama caída en desgracia es sentenciada a muerte el 25 de enero de 1981.

Jiang Qing no es ejecutada, sino que su castigo es permutado por cadena perpetua. Decidiendo la dama que una vida en prisión no es adecuada para ella, termina por suicidarse el 14 de mayo de 1991, siendo su muerte anunciada hasta dos años después, con lo que Xiaoping se aseguró de que la ambiciosa pueblerina no obtuviese la gloria que había perseguido durante toda su vida.

 

FUENTES:

“Madame Mao”. Aut. Ross Terrill. Javier Vergara Editor. Argentina, 1984.

 “Las mujeres de los dictadores”. Aut. Diane Ducret. Ed. Aguilar. México, 2012.


La voluble y caprichosa ambición del poder: Madame Mao IV

3 junio 2014
Mao Zedong y Jiang Qing

Mao Zedong y Jiang Qing

Parte IV

Por: Patricia Díaz Terés

Renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón”.

Gabriele d’ Annunzio 

En 1937 una renovada Lan Ping se trasladó junto con sus compañeros revolucionarios a Yanan, una aldea rural completamente desprovista de los avances que gozaban las ciudades cosmopolitas como Shanghai. Habiéndose labrado nuestra protagonista una personalidad como la arrogante actriz come-hombres, tuvo que cambiar de manera radical su actitud para acoplarse a las modestas costumbres de la localidad, ya que deseaba en algún momento caer en la buena opinión del Partido. En este sentido, por ejemplo, llegó a pregonar las virtudes de las sencillas comidas que consumía, aun cuando su paladar no soportaba los alimentos bastos como el mijo. Sin embargo, más allá de esta aparente doma de su carácter, Lan se acopló a los requerimientos del Partido Comunista, sin que fuera considerada como una integrante destacada o una intelectual como a ella le gustaba verse a sí misma.

De este modo, junto con el resto de los iniciados comenzó a entrenarse, por ejemplo, en el manejo de las armas, al tiempo que invertía tiempo en su instrucción ideológica –habiendo sido aceptada en la escuela del Partido gracias a las influencias de Wang Guanlan, Yu Kiwei y Li Fuchun– pues deseaba obtener la autorización del organismo al que pertenecía para poder continuar con su carrera como actriz. Al mismo tiempo, incapaz de soportar la soledad por demasiado tiempo, tuvo un breve romance con Zhu Guang, de 27 años, quien era parte de la Oficina de Propaganda del Partido. Teniendo más cabeza que corazón en las relaciones de pareja, la dama pronto desechó a su galán por no haberle sido de utilidad.

Pero fue en Yanan donde el destino se reveló ante Lan Ping cuando conoció al gran Mao Zedong. Ella, impactada por la figura de aquel hombre que ya pasaba de los cuarenta años, se hizo el propósito de encontrarse con él personalmente a como diera lugar, para lo cual le escribió una carta en la cual le solicitaba una audiencia para discutir algunas inquietudes ideológicas. Cuenta así una versión de la historia, que la señorita se apersonó en los aposentos de Mao sin haber sido invitada, mostrando una extraordinaria soltura al saludar a los atónitos guardias como si se tratase de viejos amigos. Si se hace caso de esta línea de historia Lan se habría introducido casi a la fuerza en la oficina del líder, de quien obtuvo un frío recibimiento, limitándose el hombre a recomendarle unas cuantas lecturas.

Sin aclararse totalmente cómo inició la relación, se dice que en una ocasión Mao le regaló a la joven una entrada para la conferencia que dictaría en el instituto Marx-Lenin, a la que ella asistió puntualmente. Poco después ella hizo lo propio con Mao al obsequiarle una entrada para el teatro, asistiendo él a la función con el objetivo de encontrarse con aquella muchachita que seguramente lo desconcertaba y lo atraía al mismo tiempo, aplaudiendo el caballero tan fuerte la actuación de ella, que su esposa por aquel entonces, He Zhizen, ardió en cólera.

Lo cierto es que poco a poco los dos comenzaron a ser vistos en público ante la mirada reprobadora del Partido, que consideraba poco adecuada la conducta de Mao para con la heroína revolucionaria Zhizen, mientras que su nueva conquista tenía un escabroso pasado como actriz en Shanghai, y para colmo de males había sido apresada por los nacionalistas, renegando ella, según los informes, de su condición de comunista para librarse del trance.

La relación de Lan Ping y Mao Zedong no tardó en ser abiertamente rechazada tanto por los altos mandos del Partido como por la gente común. De este modo, recibió cartas por ejemplo del jefe oficial del Partido, Lo Fu, y tuvo que enfrentar una huelga de los estudiantes de la escuela pública de Shaanzi. Ante las presiones –y después de haber amenazado con regresar a su aldea para regresar al anonimato, abandonando la bandera de la revolución si no lo dejaban en paz- el líder comunista dijo: “¡Me casaré mañana mismo! ¡Que la gente se ocupe de sus propios asuntos!”, de modo que organizó un pequeño banquete en el que no hubo ninguna ceremonia, y con ello la actriz quedó por fin instalada como su esposa oficial, siendo sin embargo condicionada por el Partido –para dar su aprobación al enlace a abandonar por 30 años cualquier actividad artística o política, para dedicarse por completo al cuidado de su flamante esposo, quien había llegado a decir que sin el amor de aquella mujer no podría continuar con la revolución.

Para entonces Lan Ping era una mujer mucho más experimentada y astuta que cuando tuvo su tormentoso matrimonio con Tang Na. De esta forma, se cuidó mucho al principio de criticar o exigir cualquier cosa a su marido, con quien vivía en la colina del Fénix en una caverna de tres habitaciones en Yang Jialin. Asimismo, a Mao le pareció oportuno que su mujer tomara un nuevo nombre, más adecuado a su nuevo rol, eligiendo Jiang King –o Jiang Qing– (Rio Verde).

No obstante, no todo era miel sobre hojuelas en el nuevo matrimonio ya que, cuando ella enfermó de tuberculosis, su “amoroso” cónyuge tuvo a bien enviarla durante tres meses a un ejercicio en el campo en el que debía sobrevivir, junto con un grupo de comunistas, en condiciones climáticas terribles, siendo el clímax del desafío el conseguir la comida suficiente para sobrevivir por sus propios medios. Sin dejarse abatir por su condición, Jiang Qing superó la prueba en el desierto de Nanniwan.

El fuerte carácter de Jiang se fue consolidando en su hogar poco a poco y cuando nació su primera hija con Mao, Li Na, el temor reverencial que sentía por su esposo desapareció, y entonces el antiguo fuego de Lan Ping resurgió, volviendo con él su altanería y su espíritu posesivo. En cuanto nuestra protagonista sintió que podía hacerse aunque fuera solo con un poco del poder de su marido, comenzó a expresarle sus contundentes opiniones, a la vez que favoreció a sus amigos y despreció a sus enemigos. Pronto esta nueva faceta de la “dócil” esposa llevó a la pareja a tener violentos enfrentamientos verbales, incluso en presencia de terceros. Esto no sorprende si se toma en cuenta de que cada vez la complicada personalidad de Jiang se mostraba con mayor frecuencia y de maneras más estrambóticas.

Resulta que nuestra revolucionaria olvidaba sus “justos” ideales en cuanto ponía un pie en su casa, por lo que a sus pobres criadas las trataba como esclavas. De esta manera –y recordando un poco a la temible Erzsébet Báthory– lavarle el cabello, por ejemplo, era una tarea de alto riesgo, ya que Jiang enfurecía si su empleada no lo hacía perfectamente. Por otra parte, no dudaba un segundo en lanzar acusaciones insensatas y peligrosas en cuanto se imaginaba cualquier amenaza. Una de las víctimas de esta nueva Jiang Qing fue la niñera de su hija, a quien en 1943 acusó formalmente de intento de homicidio, habiendo comenzado la esposa de Mao a vociferar: “¡Has venido aquí armada con veneno! ¡Confiésalo!” a la aterrorizada chiquilla que la servía. El resultado de este episodio fue que, gracias a que la señora Mao tenía un mal estomacal que le provocó diarrea, sin tardanza su retorcida lógica le indicó que la pobre muchachita había tratado de asesinarlos a ella y a su brillante marido, por lo que ordenó que la joven fuera enviada a la prisión del Jardín de los Dátiles, donde la inocente sirvienta tuvo que repetir hasta el cansancio que había obtenido la leche de la propia vaca de los Mao, y que no había adicionado ninguna otra sustancia al vaso de sus patrones. Nueve meses tardaron en creerle.

Jian Qing y Mao Zedong estaban ambos ya muy próximos a alcanzar sus objetivos, pero para hacerse con el control total de China aún faltaba vencer a Chiang Kaishek, el líder del Partido Nacionalista e instalarse establemente como líderes incontestables de un Estado comunista, pero de esto hablaremos con más detenimiento en la conclusión de esta serie de artículos la próxima entrega.

 

FUENTES:

“Madame Mao”. Aut. Ross Terrill. Javier Vergara Editor. Argentina, 1984.

 “Las mujeres de los dictadores”. Aut. Diane Ducret. Ed. Aguilar. México, 2012.


La voluble y caprichosa ambición del poder: Madame Mao III

29 May 2014
Lan Ping

Lan Ping

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes”.

Bernard Le Bouvier de Fontenelle 

Li Yunhe, era una mujer caprichosa, irreflexiva y voluntariosa. Apasionada actriz que recién había descubierto los atractivos brillos de la política, la joven se embarcó en una aventura en la que lograría mezclar las dos actividades por el resto de su vida, de modo que en innumerables ocasiones utilizó, por ejemplo, sus histriónicos dotes para salir de algún resquicio en el que sus rebeldes actividades clandestinas la habían metido, logrando escapar de los nacionalistas a fuerza de representar a una dulcísima damisela o a una fiera aulladora, según requiriese el guardia con intenciones de apresarla. Tales prácticas, sin embargo, no la salvaron el día en que, en 1934, un joven con quien paseaba románticamente en el parque Zaofen, le dio un ejemplar de una revista extremista, Saber Mundial, mismo que ella guardó.

Habiendo sido seguido el compañero de Yunhe por la policía nacionalista, los guardias apresaron a la joven con el prohibido material, trasladándola de inmediato a una celda en la comisaría. Sobre tal episodio hay muchas versiones, siendo la de la futura madame Mao la más dramática de todas, en la que se pinta a sí misma como una heroína del comunismo que no cejó un instante en sus ocho meses de condena, y que sufrió todo tipo de vejaciones, mientras era cuidada con fervorosa devoción por sus compañeros del partido, quienes le enviaban comida y ropa, cosa curiosa para alguien que a tal fecha no estaba siquiera inscrita oficialmente en el partido –una versión un tanto más creíble indica que la chica confesó sus crímenes como le era requerido, logrando obtener su libertad tras tres meses de encierro, después de hacer una promesa sobre su comportamiento en el futuro-.

Al salir de la cárcel decidió que la política bien podía pasar a segundo plano, dedicando nuevamente la mayor parte de sus energías a su quehacer teatral, para lo cual optó, a sus veinte años, por labrarse un nuevo nombre: Lan Ping (Manzana Azul). En esta nueva faceta, la actriz seducía a los hombres con agresividad, siendo su primera víctima un jugador de futbol de nombre Li, con quien concluyó una velada consistente en una ida al cine y una cena, en el hotel Hui Zhong.

Lan Ping consiguió por fin la tan ansiada fama gracias a su papel favorito, Nora, de la obra Casa de muñecas, cuya personificación durante el estreno en el Teatro de la Ciudad Dorada fue todo un éxito, manteniéndose en cartelera durante dos meses, lo cual era extraordinario en una obra de talante izquierdista. No obstante, los críticos se decantaron tanto a su favor como en su contra, siendo de los primeros Tsui Wan-chiu y de los segundos el director Zhang Geng, quien a su vez había sido rechazado por la dama algunos años atrás y seguramente estaba expresando con tinta su amargura.

Un contrato de tres meses con el Estudio Dian Tong le significó a la floreciente histriónica una entrada segura de veinticinco yuan mensuales, estando ella empleada en producciones mediocres de tinte político, en las cuales fungía no como actriz, sino como cualquier otra cosa como costurera o personal de apoyo en el armado de las escenografías. En aquella época tuvo también un embarazoso episodio con el director Yuan Muzhi quien, después de que ella llegase ebria tras una cena con sus amigos, optó por llevar a la inconsciente muchachita a su habitación donde, después de despojarla de su blusa, tuvo a bien escribir sobre su vientre “tenga cuidado la próxima vez, ansiosa bebedora”.

Curiosamente, el atrevido caballero pasó a formar parte de su corte de admiradores, compitiendo por los favores de Lan Ping contra un crítico de arte llamado Ci Zhao, el crítico de cine Tang Na y otro hombre, Zhou Boxun. Sin tener particular afición por ninguno de los candidatos, Lan se inclinó por Tang, quien le resultaba el menos intolerable de todos, trasladándose eventualmente a la residencia del novio. Al enterarse del fallo final de la dramática situación, los galanes rechazados no tomaron bien la noticia, siendo así que Yuan trató de incendiarse a sí mismo, Zi Zhao se dedicó a la bebida durante toda una noche y Zhou se internó en un burdel por tres días.

Las Mansiones de Arden se convirtieron pues en el escenario del tormentoso romance entre Tang Na y Lan Ping, quienes convivieron en perfecta armonía durante brevísimo tiempo, para luego dar lugar a violentas escenas en las que los celos y las recriminaciones formaban parte cotidiana de la orden del día. Sin embargo, fue este hombre quien enseñó a Lan las virtudes de la cultura occidental, presentándole a los primeros europeos que conoció en su vida, a la vez que la introdujo en el mundo del arte, el cine y la literatura de tal inclinación al haber sido él mismo educado en la universidad Saint John.

La pareja decidió que compartir un mismo espacio era nocivo para su relación, por lo que la dama alquiló un cuarto en una casa de la Concesión Internacional, en donde sus derroches de dinero la llevaron nuevamente a padecer hambre, situación que era en ocasiones paliada por una amable vecina de nombre Ai Jui, quien le conseguía fruta y otros alimentos, los cuales eran “generosamente” retribuidos por la inconsciente actriz con fotografías de sí misma en el escenario, pago que ella consideraba equitativo por las atenciones de su amiga.

Después de un episodio en el que Tang Na amenazó con suicidarse si Lan Ping lo abandonaba, y después de que ella recobrase la salud perdida en casa de la familia de su “amado”, la pareja no encontró mejor opción para restablecer sus diferencias que contraer matrimonio (!) en una triple ceremonia en la que las otras parejas contrayentes eran Zhao Dan –director de Casa de muñecas– y la actriz Yi Louxi; y el director Gu Eryi y la también actriz Du Lulu, llevándose a cabo el evento en la Pagoda de las Armonías.

Ahora bien, tanto Tang como Lan tenían espíritus excesivamente libres, por lo que no consideraban necesario hacer sus afectos exclusivos el uno del otro, tomando ambos diversos amantes durante su relación, cuestión que, invariablemente, era objeto de violentas discusiones. Siendo los dos personajes propensos al melodrama, de manera intermitente se pusieron en jaque mutuamente, él con constantes amenazas de suicidio –que llegaron a tentativas en una ingesta excesiva de somníferos y un lanzamiento al río Whangpu-, y ella exponiendo apasionadamente sus crueles sufrimientos a la menor provocación, protagonizando ambos con demasiada frecuencia escenas dignas de una telenovela.

Cuando finalmente Lan Ping logró terminar la relación con Tang Na, decidió, después de un breve tiempo, alejarse, tomando un tren que la llevó a la provincia de Xian a finales de 1937. Dos bultos con sus pertenencias y un bolso con sus nimios ahorros eran su única compañía cuando se apersonó en la Oficina de Enlace del Octavo Ejército de Ruta de los comunistas, donde le dieron alojamiento y encontró a la que había sido su guía política en Shanghai, la nada agraciada hermana Xu.

La nueva vida de Lan Ping la llevó a prescindir de las costosas y llamativas ropas de que gustaba, orillándola a utilizar un soso uniforme gris, que sin embargo, su vanidad le impedía llevar como si fuese cualquiera, de modo que agregó a los pantalones unisex un cinturón de lienzo, así como cintas azules en su largo cabello que peinaba en dos coletas.

Dándose muy pronto cuenta de que la actitud altanera que había utilizado en Shanghai en Xian la llevaría a la ruina, la astuta dama cambió de estrategia, atacándose a sí misma en cualquier conversación. De este modo surge una nueva y “humilde” Lan Ping, aquella que en breve cautivaría al gran caudillo Mao Zedong, historia que trataremos en la próxima entrega de esta columna.

 

FUENTES:

“Madame Mao”. Aut. Ross Terrill. Javier Vergara Editor. Argentina, 1984.

 “Las mujeres de los dictadores”. Aut. Diane Ducret. Ed. Aguilar. México, 2012.


La voluble y caprichosa ambición del poder: Madame Mao II

19 May 2014
Yunhe

Yunhe

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

La vanidad hace siempre traición a nuestra prudencia y aun a nuestro interés”.

Jacinto Benavente

Li Yunhe, mejor conocida como Conejito en la Academia de Artes Experimentales, demostró su gusto por el desafío a las costumbres y reglas –incluso a la autoridad y en su propio detrimento – una vez más –pues en la escuela se había desatado los pies, en contra de la tradición, ganándose el apodo de Pies Liberados-, cuando, a sabiendas que era su hermoso cabello lo que le había permitido entrar en la compañía teatral de la institución, decide cortarlo para horror del director del grupo.

Sin embargo, para entonces la chica había logrado ya su objetivo y su insubordinación no fue castigada con una expulsión, de manera que, Yunhe pudo estudiar piezas teatrales antifeudales y tener contacto con los libros extranjeros, en los cuales aprendió sobre la individualidad de la persona; sin que le interesaran lo más mínimo los estrictos campos de las ciencias naturales o sociales. A ella la llamaba el escenario. A ella la llamaban las brillantes luces que destacarían su inolvidable actuación.

Pero antes de ver sus sueños hechos realidad, a la muchachita todavía le costaría bastante trabajo demostrar su valía, de modo que en ocasiones aceptó retos tácitos con tal de exhibir su coraje y determinación. Tal fue el caso de la estatua de Confucio. Resulta que en la academia estaba ubicada en la entrada una gran estatua del filósofo, misma que causaba terror a los estudiantes, particularmente por las noches, habiendo surgido con el tiempo un reto según el cual aquel que le quitase –a la media noche- al monumento un tocado que adornaba su cabeza, sería merecedor de un premio especial. Fue, por supuesto, nuestra obstinada protagonista quien logró completar la misión, para sorpresa de todos.

Durante un año la novel actriz interpretó papeles sencillos de mujeres maduras y graves, hasta que su carrera fue truncada por el cierre de la Academia en 1930, debido al retiro del subsidio. Sin un lugar específico al cual dirigirse, se unió a su amigo Wang Tingshu, viajando ambos a Pekín en busca de su antiguo profesor Wang Bosheng, cuya labor en el ámbito de la ópera pekinesa no pudo aceptar por mucho tiempo el trabajo deficiente de Yunhe.

Por aquella época también tuvo ella su primera aventura amorosa, la cual terminó en la unión formal con un joven comerciante de nombre Fei. Habiéndose el caballero infatuado con la hermosa cantante-actriz, este no tardó en proponerle matrimonio, mismo que ella acepta -sin compartir el apasionado amor de su galán-, considerándolo un tanto ventajoso. Sin embargo, la ambición probó no ser suficiente en las cuestiones del corazón, y el carácter indómito de ella chocó de frente con los sueños del muchacho de encontrar en su cónyuge una sumisa ama de casa que se atuviera a sus decisiones, de tal suerte que las peleas comenzaron pronto y el enlace fue roto en pocos meses con un acuerdo de “divorcio incondicional”, que devolvía a Yunhe su libertad absoluta.

Buscando opciones para continuar su carrera artística, la recién liberada emprendió camino hacia Kingdao, donde pretendía encontrar a Zhao Taimou, exdirector de la Academia de Artes Experimentales, que para entonces era decano en una universidad. La joven llegó pues a la oficina del académico con la intención de obtener su apoyo, siendo fríamente recibida por él. Ella rogó, suplicó y hasta lloró en la entrevista, sin lograr, sin embargo, conmover el ánimo de su interlocutor quien se limitó a ofrecerle un humilde dormitorio para que no se quedara en la calle.

Habiendo sido durante toda su vida una mujer de ingeniosos recursos, Yunhe decidió atacar la cuestión por un frente distinto, aproximándose entonces a la esposa de Zhao, quien, impresionada con su historia, ejerció su influencia sobre su amado logrando que este diera a la chica un sencillo empleo en la biblioteca universitaria, en la cual ella debería escribir las tarjetas de los préstamos de los libros. Asimismo, esta posición le permitió acudir a diversos cursos de literatura y redacción, impartidos por profesores de izquierda que habían realizado sus estudios en los Estados Unidos.

Para entonces Li Yunhe era una encantadora mujer, pero también demasiado voluble en su carácter, lo cual provocó que se granjeara amistades y enemistades por igual, sin reflexionar ella los obstáculos que podrían significar estas últimas en su futuro, incluyendo estas dificultades a varios de sus profesores como el novelista Yang Zhensheng quien la humilló y el director de teatro Zhao Binge quien la consideraba una tonta en todo lo concerniente a la política –no era tonta, sino ignorante, pues no conocía siquiera la diferencia entre el Partido Comunista y el Partido Nacionalista-. No obstante, estas opiniones no alejaron a la muchachita de tal ámbito, al cual poco a poco se fue introduciendo gracias a Yu Shan y su hermano menor Yu Kiwei –líder del Frente Cultural Comunista clandestino de Kingdao-, con quien pronto comenzó un idilio que terminó convirtiéndose en un “matrimonio moderno” (1931) en el cual compartían vivienda, sin mediar ningún documento de por medio.

Teniendo en su haber de creación literaria algunos poemas -e incluso una que otra obra literaria-, pero sobre todo una gran disposición para el aprendizaje, su marido de facto consigue que sea admitida en la Liga de Izquierda de la Gente de Teatro y la Liga de Escritores de Izquierda, haciéndose miembro oficial del Partido Comunista de China en febrero de 1933.

El destino quiso que el amante de Yunhe fuese aprendido por los nacionalistas, hecho que trastornó “profundamente” a la dama quien, sin embargo, no tuvo a bien esperar a la liberación de su “adorado”, pues ya estaba bastante aburrida de ser la acompañante de un político de segundo orden.

El teatro y la política comenzaron a ser el centro de la vida de la joven cuando se trasladó a Shanghai, por lo que pasaba gran parte de su tiempo en la Universidad de Shanghai y en los cafés bohemios, donde se relacionaba con personas que compartían sus ideales, pero en un ambiente informal. Al mismo tiempo, una mujer que fue su «mentora» en la Liga de la Juventud Comunista, Xu Yiyong, le ayudó a conseguir un trabajo como maestra de gramática básica y educación general en una escuela para obreras (otoño de 1933), las cuales, según la nueva maestra, olían mal y ponían escaso entusiasmo en la labor de aprendizaje, lo cual era totalmente comprensible después de las largas jornadas que tenían que soportar en las fábricas.

Ya para este periodo Li Yunhe podía considerarse a sí misma una privilegiada, ya que era capaz de pagar ropas de estilo occidental, acorde con su papel de intelectual; mientras que disfrutaba de una habitación propia, teniendo el resto de sus compañeras que hacinarse en los deprimentes galerones del edificio de estilo británico perteneciente a la Asociación Cristiana de Jóvenes, a la cual a su vez estaba adscrita la institución educativa donde la chica comunista impartía sus lecciones.

Ahora bien, en este periodo destaca cómo la muchacha tenía un poco desviadas sus prioridades, ya que en lugar de apartar el dinero necesario para cubrir sus necesidades básicas de vivienda, transporte y comida, se compraba caros maquillajes y lindas prendas -además de asistir a costosos espectáculos teatrales-, las cuales presumía en ocasiones en lujosos restaurantes, para después regresar sin un centavo en el bolsillo a padecer hambre el resto de la semana. Estas acciones un tanto autodestructivas, la llevaron eventualmente a brincar de casa en casa para pasar breves temporadas, causando innumerables inconvenientes a sus acomedidos compañeros.

Pero todas las dificultades no mermaron el ánimo de Yunhe, quien se lanzaría a la aventura en la actuación profesional cinematográfica, de lo cual hablaremos más extensamente en la próxima entrega.

 

FUENTES:

“Madame Mao”. Aut. Ross Terrill. Javier Vergara Editor. Argentina, 1984.

 “Las mujeres de los dictadores”. Aut. Diane Ducret. Ed. Aguilar. México, 2012.

 


La voluble y caprichosa ambición del poder: Madame Mao I

12 May 2014
Yunhe

Yunhe

Parte I

Por: Patricia Díaz Terés

No es pobre el que tiene poco, sino el que mucho desea”.

Séneca 

Cuando en una misma persona se juntan una infancia y juventud complicadas, una ambición desmedida y una grave tendencia al melodrama, se crean personajes tan peculiares y conflictivos como el de Madame Mao, tercera y última esposa del dictador chino Mao Zedong, quien sembraba a diestra y siniestra tanto lealtades a prueba de fuego como encarnizados e imperecederos odios –siendo un tanto más frecuentes los segundos, para hacer honor a la verdad-.

La que llegaría con el tiempo a ser la primera dama de la República Popular China, nació en un pequeño pueblito llamado Zucheng, en la provincia de Shadong, con el nombre de Shumeng –xiao ming, que significaba pura y sencilla-, siendo su padre un comerciante de ruedas de nombre Li Dewen –también encontrado como Li Deng-, y su madre una concubina de este hombre sexagenario aficionado al alcohol y a propinar a sus mujeres golpizas implacables.

Por su parte, la madre de Sucheng era una fémina de humilde origen, hija de un funcionario de una escuela de Jinan, tratando la señora todos los días de controlar a sus pequeñas, ya que nuestra protagonista gustaba de antagonizar a su hermana Yunxia, a quien la afición por la fantasía y descontrolado carácter de su hermanita hacían rabiar con frecuencia, llegando la joven a perseguir a Sucheng escoba en mano para vengarse por alguna travesura.

El carácter aguerrido de Sucheng se hizo presente desde su más tierna infancia, teniendo este una clara expresión el día que salió activamente en defensa de su madre cuando su padre, tras regresar de un Festival de las Linternas -seguramente bastante alcoholizado-, la emprendió contra su amante con una pala, fracturándole un dedo y dejándole tremendos magullones en las manos y la espalda. Indignada, Sucheng se lanzó al ataque, valiéndole tal acción a la pequeña un diente quebrado, después de que su padre, enfurecido por la intervención, la golpease duramente en el rostro.

La madre de Sucheng no aguantó la situación por más tiempo, por lo que tomó a su hija y salió de la casa del irascible Li Dewen para comenzar una existencia más o menos errante, en la que ella, en calidad de servidora doméstica, se trasladaba de residencia en residencia. La infancia de Sucheng fue dura, no solo por la situación de sus progenitores, sino también porque, por su “condición inferior”, atraía negativamente la atención de sus compañeros de escuela, quienes de manera inmisericorde se burlaban de aquella niña que se veía forzada a utilizar la ropa desechada por sus medios hermanos, jalando además con frecuencia las dos coletas en las que peinaba sus cabellos.

La chiquilla sabía ocultar sus sentimientos, pero en algunas ocasiones el fuego de su espíritu se rebelaba y se manifestaba de manera contundente sin importar quién fuese el interlocutor; aunque, por otro lado, su sensibilidad extraordinaria la hacía llorar con frecuencia ante las crueles palabras de sus condiscípulos, quienes gustaban de llamarla “la niña sin padre”.

Fue en esta época cuando la futura esposa del caudillo más importante de la China del siglo XX seguramente aprendió a detestar la pobreza, ya que era mirada como inferior en una escuela destinada a las hijas de las familias acomodadas, teniendo que enfrentar en su día a día diversas vejaciones y humillaciones. Harta de todo, Sucheng se involucraba constantemente en peleas, mismas que eventualmente provocaron su expulsión de la institución educativa.

Por otro lado, sin quedar en claro las actividades que incluía el servicio doméstico que su madre brindaba en los hogares en los que se instalaba –muchos dicen que el salario también se le pagaba por calentar los lechos de los caballeros-, lo cierto es que no duraba mucho con cada patrón, hecho que la llevó a regresar al hogar de los abuelos de Sucheng. En el trayecto, la pequeña fue nuevamente testigo del despiadado trato que los poderosos dispensaban a los desposeídos, ya que madre e hija estuvieron a punto de ser atropelladas por un carruaje en el que viajaban un gordo y elegante “caballero” y su pedante hijo, escuchando ellas cómo uno decía al otro: “Una es una perra y la otra su perrita”, palabras que calaron hondo en el espíritu de la madre de la niña, quien amarga e irreflexivamente le dijo a la pequeña: “¿Por qué naciste mujer?”, como si ella fuera la causante de todas sus desgracias.

Llegaron pues a Jinan, donde la niña fue inscrita en la Escuela Primaria Número Dos Anexa a la Escuela Normal Número Uno, lugar donde cambió de nombre para ser Yunhe (Grulla en las Nubes). En tal sitio, la chica aprendió a aborrecer las virtudes confucianas, según las cuales la mujer de soltera debía obedecer al padre, casada al marido y viuda al hijo, principio con el cual la apasionada mujercita estaba en franco desacuerdo, ya que limitaba gravemente su expresión.

Yunhe no estuvo nunca hecha para las labores del hogar, y detestaba el papel al que la sociedad exigía confinarla. De este modo, cuando ella y su madre se trasladaron durante una temporada a vivir con una media hermana, consiguió un empleo en una compañía tabacalera en donde armaba cigarrillos. Escandalizada, la familia le prohibió continuar con la actividad y en 1928 estuvo de regreso en Jinan. Poco después, la madre se esfumó, dejando a Yunhe al cuidado exclusivo de sus abuelos, mismo que la chica rechazó incorporándose a una compañía (troupe) de teatro clandestina en Licheng, uno de los suburbios de Jinan.

Para su llegada a la tal compañía se tienen dos hipótesis: o bien fue secuestrada para que formara parte de las huestes de los “niños dorados y niñas de jade”, o ella misma, confundida, rebelde, huérfana y sola, se embarcó por propia voluntad en tan peligrosa empresa. Un año de semi esclavitud soportó Yunhe, representando en los escenarios diminutos papeles y dedicando el resto de su tiempo a cuanta tarea le era asignada por sus patrones. Sin embargo, libre de cualquier convención social, en este ambiente relajado, la muchachita pudo dar rienda suelta a su verdadera personalidad, la cual tendía alarmantemente, en ciertas ocasiones, a la vanidad y la altanería.

Ahora bien, a pesar de la libertad, mal manejaba Yunhe los maltratos físicos que comenzaba a sufrir en la troupe, de modo que una noche en que sus abuelos asistieron a la presentación de la obra Castigando a la princesa, ofreciendo el abuelo al “empleador” la cantidad que fuese con tal de liberar a su nieta, la chica no opuso la menor resistencia cuando su familia la regresó a su hogar.

Así, mientras sus abuelos seguramente buscaban por cielo, mar y tierra un esposo adecuado para su alborotada nietecita, a ella no había otra cosa que le importase menos que el contraer matrimonio, colocando su atención y empeño en ingresar en la Academia de Artes Experimentales que ofrecía a los jóvenes la posibilidad de desarrollar sus habilidades musicales y teatrales. En esta ocasión ella vio coronado su esfuerzo con una carta de aceptación durante la primavera de 1929, resolviéndose así –de momento- su vida, ya que los estudiantes recibían seis yuanes al mes, además de tener hospedaje y comida gratuitos gracias al subsidio que recibía la institución por parte del gobierno de Shadong. El ingreso en la Academia, a pesar de sus rudimentarios conocimientos artísticos, se dice que se debió a su cabello, mismo que fue apreciado particularmente por el director de la compañía de teatro. Desde este momento, a sus quince primaveras, aquella a quien apodaron “Conejito” –por su mirada inocente y su dulzura (!)- comenzó formalmente la carrera en el ámbito que, eventualmente, salvaría de la catástrofe al propio Mao. Pero de ello y otras muchas cosas hablaremos con más detenimiento en la próxima entrega de esta columna.

 

FUENTES:

“Madame Mao”. Aut. Ross Terrill. Javier Vergara Editor. Argentina, 1984.

 “Las mujeres de los dictadores”. Aut. Diane Ducret. Ed. Aguilar. México, 2012.