Macabra locura: Aleister Crowley III

13 noviembre 2012

Aleister Crowley

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.

Victor Hugo

Haz lo que quieras[i] parece a primera vista una premisa bastante atractiva; sin embargo, cuando no se colocan límites –particularmente éticos- para estas acciones el asunto se torna verdaderamente aterrador, ya que nos encontramos con individuos absolutamente egoístas que únicamente buscan su bienestar sin que les importe el mal que pueden causar a sus semejantes.

Así, en este ámbito carente de restricciones se situaba Aleister Crowley, cuyo egoísmo exacerbado perjudicó a cuantos estuvieron cerca de él, dándose cuenta las víctimas de la situación tan solo después de haber estado absolutamente subyugadas a la voluntad de la Bestia.

Ahora bien, en la historia de este peculiar hombre, también puede ubicarse uno que otro personaje que compartía completamente sus creencias llegándose a generar envidias y enfrentamientos, como fue el caso de su otrora “mentor” MacGregor Mathers, quien tras la “Gran Revelación de El Cairo” la emprendió –con la ayuda de los demonios referidos en el Abra-Melin (!)- contra el pretendido iluminado aniquilando a los sabuesos a los que tan aficionado era Aleister, a la vez que provocó la locura de un sirviente que intentó asesinar a Rose Crowley. Cuenta este relato que el ofendido contratacó aludiendo a Beelzebub, cuyo poder eliminó las mágicas habilidades de Mathers quien vivió sin pena ni gloria durante trece años más.

No obstante estas metafísicas batallas, el verano de 1904 fue causa de felicidad –al menos para Mrs. Crowley– ya que el 7 de julio nació la pequeña Nuit Ma Ahathoor Hécate Sappho Jezebel Lilith, quien debió su singular nombre al gusto de su estrambótico padre –sobre este alumbramiento se dice que Aleister se encontraba en el cuanto ubicado junto al de su mujer invocando a cuanto nefando ser podía para que su hijo fuese un monstruo, acción que de ser cierta no funcionó-.

Pero al parecer a la Bestia su familia no le interesaba en mayor medida, porque sin mayor remordimiento dejó solas a Rose y a Nuit para integrarse en agosto a una excursión que intentaría escalar el Kangchenjunga, resultando la aventura demasiado accidentada al costarle la vida a tres personas y sin siquiera haber conquistado la cima de la impresionante montaña; de igual manera las acciones de Crowley durante la expedición le valieron su expulsión del Club Escocés de Montañismo en diciembre de ese mismo año.

Al concluir su misión en los Himalayas, el mago se vio envuelto en una extraña trifulca en la ciudad de Calcuta (India), la cual tuvo como resultado dos víctimas mortales y en la que según cuenta el propio Aleister, escapó de una turba embravecida haciéndose invisible (!); justo acababa de ocurrir tal “milagro” cuando al otro día el resto de la familia Crowley se unió al fugitivo padre para dar inicio a un viaje a través de Asia en el cual invirtieron una gran cantidad de meses llegando al puerto de Hai Phong el 22 de marzo de 1906, donde Perdurabo[ii] abandonó una vez más a su cónyuge a hija a su suerte para ahondar en esotéricas cuestiones con Madame Blavatsky, quien a su vez pronto encontró diferencias sustanciales con su compañero relacionadas con Aiwass[iii], por lo que el hombre siguió su camino hasta llegar a Londres el 2 de junio de 1906 momento en que se enteró de que la pequeña Nuit había fallecido en Rangún a causa de la tifoidea, tristeza que tal vez menguase en el alma de Rose hasta el nacimiento de Lola Zaza en 1907

Dejando de lado el nacimiento de la segunda hija, 1907 fue un año aciago ya que la dama se dio a la bebida, hecho que descubrió su siniestro marido al regresar de un viaje por Tánger al enterarse de que Rose había comprado 159 botellas de whisky en tan solo cinco meses –no se sabe si tuvo más consumos en otros establecimientos-. La afición de la señora Crowley por el alcohol hizo que la Bestia considerase seriamente el divorcio, el cual se llevó a cabo en 1909, siendo los términos de la separación que el caballero pasaría a su exesposa una pequeña cantidad de dinero para mantener a Lola, lo que fue posible gracias a que Emily Crowley falleció legando a su hijo una herencia de cuatro mil libras, cuyos intereses serían divididos por igual entre Aleister y Lola Zaza –triste final tuvo Rose después del tormentoso matrimonio con Aleister (se dice que el individuo llegó a colgarla por los pies dentro del armario) ya que concluyó su vida recluida en una institución psiquiátrica-.

Por otra parte el Vagabundo de la Desolación[iv] quien había ya sido expulsado de la Golden Dawn, buscaba hacerse el jefe máximo de una sociedad esotérica similar, por lo que se dio a la tarea de fundar la Astrum Argentinum –Estrella de Plata o A.A.-, cuya sede se ubicaba en pleno centro londinense. Justamente a esta asociación se unió un hombre llamado Victor Neuburg, que fungió como discípulo incondicional de la Bestia durante algún tiempo, por lo que conocía bien las extrañas ceremonias en las que se involucraban todos los miembros de la A.A. cuya finalidad principal era invocar a maléficos espíritus pero a través del consumo de diversas drogas –particularmente del Anhalonium Lewinii– y cuyos rituales incluían la participación activa de Neuburg quien bailaba una frenética danza en honor del dios Pan al compás del violín ejecutado por la Mujer Escarlata[v] que por aquel entonces era Leila Waddell.

Para cuando estalló la Primera Guerra Mundial Aleister Crowley quiso colaborar, pero según lo que dejó dicho el satanista en sus memorias el gobierno británico no aceptó sus servicios –posiblemente por la atroz reputación que ya tenía-, lo que provocó la partida de Perdurabo a Nueva York en donde Leila finalmente se cansó de él y lo dejó. En suelo americano el extraño ocultista se dedicó a elaborar textos que ensalzaban las cualidades germanas por lo que fue acusado de traición, excusándose el inculpado diciendo que lo que en realidad había tratado de hacer había sido defender a su patria, atacando al enemigo empleando el encomio hasta lo absurdo. No mucha gente le creyó.

Así, sin que la terrible situación en la que se encontraba el mundo afectara en lo más mínimo sus ambiciones, en 1916 llevó a cabo otro ritual mágico gracias al cual obtuvo el grado de Magus 9, adquiriendo el nombre mágico de To Mega Thérion, la Gran Bestia o Maestro Thérion. En este mismo año comenzó a explorar el arte de la pintura –en el que nunca fue demasiado diestro-, reflejando en los lienzos macabros temas en los que destacaban grotescas figuras, llegó incluso a publicar un anuncio en el que solicitaba modelos con características específicas: debían ser gente deforme, mujeres tatuadas, jorobados o enanos, a quienes no representaría de manera realista sino bajo la más pervertida de las perspectivas. Además, para acompañar su pictórica actividad se procuraba de las damas que le parecían convenientes, pasando por su lecho una gran variedad de mujeres hacia las cuales no sentía afecto alguno y a quienes gustaba imponer “cariñosos” motes como: El Mono, La Rata o La Chiva.

Aún en los Estados Unidos, 1919 marcó otro hito en la historia de la Bestia cuando después de dar una conferencia en la que tuvo una diminuta audiencia, conoció a Alma Hirsig quien a su vez lo presentó a su hermana Leah a quien el Maestro Thérion recibió de extravagante manera pues apenas entró la chica a su estudio, ubicado en el número uno de University Place, el hombre se abalanzó sobre ella y comenzó a besarla a lo que la visitante no puso objeción alguna ante la estupefacta mirada de Alma -quien con el tiempo se acostumbraría a tales escenas-, que también tuvo que observar cómo su hermana era desnudada por el maestro para evaluar su cuerpo, dictaminando el mago que la señorita serviría como modelo para un cuadro en el cual, según los deseos de ella, aparecería como un “alma muerta”, figura que le dio el nombre al lienzo cuando Crowley lo terminó tan solo dos días después.

De sus andanzas con Leah, su consolidación como el hombre más perverso del planeta y sus últimos días hablaremos en la última parte de esta serie la próxima entrega.

 FUENTE:

“La gran bestia”. Aut. John Symonds. Ed. Siruela. Madrid, 1990.  


[i] Sustento del modo de vida y de pensar de Aleister Crowley.

[ii] Recordemos que este era el nombre mágico de Aleister Crowley.

[iii] Nombre del Santo Ángel de la Guarda con el que se comunicaba Crowley.

[iv] Otro nombre con el que se autodenominaba Crowley.

[v] Personaje recurrente en la vida de Crowley quien designaba así a cualquier dama que cubriese ciertos requisitos como belleza e inteligencia descomunales (al parecer de Aleister) además de una gran sensibilidad para comunicarse con los espíritus.


Macabra locura: Aleister Crowley II

5 noviembre 2012

Aleister Crowley

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

“Los hombres creen gustosamente aquello que se acomoda a sus deseos”.

Julio César

Oscuros terrenos comenzó a explorar Aleister Crowley cuando conoció al jefe de la Orden Hermética de la Golden Dawn, Samuel Liddell Mathers –conocido también como Mathers MacGregor-, quien con el paso del tiempo se convertiría en su modelo a seguir debido a las mágicas habilidades que el caballero poseía, transformándose entonces Liddell en una especie de mentor que guio al muchacho en el proceso de ingreso a la orden.

La Golden Dawn contaba una estructura más o menos similar a la de cualquier otra sociedad secreta de tipo esotérico a saber: para ingresar debía cumplirse con un ritual específico en el cual el aspirante debía prometer absoluta lealtad y sigilo para con todo lo relacionado con el grupo; además de que una vez aceptado el neófito podía ir adquiriendo mayor jerarquía conforme sus conocimientos de las ciencias ocultas se incrementasen.

Así el 18 de noviembre de 1898, un chico encapuchado escuchó la orden: “¡Hijo de la Tierra! Levántate y entra en el Sendero de las Tinieblas”, tras lo cual Aleister pasó por un rito de purificación -que implicó la utilización de agua y fuego- para posteriormente hincarse y prometer la obediencia absoluta de los preceptos de la orden. Poco después se alzaba como el nuevo hermano Perdurabo, cuyo entusiasmo por las ciencias ocultas era tal que escaló rápidamente los niveles de la organización hasta llegar a Philosophus 4º -sin haber podido hacer lo propio en la universidad ya que nunca se graduó del Trinity College-.

Para este periodo Crowley ya decía y pensaba algunas cosas que constituían el escándalo de su familia, por lo que fue rechazado incluso por su madre quien estaba convencida de que su blasfemo vástago era la encarnación del mismísimo Satanás por lo que lo llamó “la Bestia”, sobrenombre –y “personalidad”- que agradó al desubicado joven quien conservó el “título” hasta el día de su muerte. De igual manera su estilo de vida comenzó a alejarse de lo común para involucrarse en el mundo de lo sobrenatural, cuando en su departamento “montó” dos templos para realizar sus invocaciones: uno blanco y uno negro, colocando en el primero seis grandes espejos que impedirían que las fuerzas atraídas permanecieran en el lugar; mientras que el negro estaba “decorado” con un altar que era sostenido por una figura humana tallada en madera de ébano; huelga decir que ambos recintos contaban con todos los símbolos y adminículos necesarios para los rituales que llevaba a cabo.

Aleister comenzó entonces a “desprenderse” del mundo real para integrarse en el mundo mágico, ya que su afán de controlar todo lo que sucedía a su alrededor –incluyendo a la naturaleza- le resultaba avasallador. Sin embargo también sabía que sus conocimientos en las maléficas disciplinas aún no eran los suficientes para dar rienda suelta a sus sueños, por lo que encontró un “buen” maestro en Allan Bennett, también llamado Iehi Aour, un asmático adicto a la morfina, opio y cocaína –como lo sería más tarde el propio Crowley- que lo orientó para que en un futuro pudiese lograr sus metas.

Ahora bien, Crowley era inquieto en más de un sentido por lo que ya desde la segunda década de su vida utilizó a una gran cantidad de mujeres para tratar de aplacar su insaciable deseo sexual, para lo cual reducía a las féminas a calidad de meros objetos que debían estar a su disposición en cualquier momento; asimismo, este afán por experimentarlo todo lo llevó a recorrer una gran cantidad de lugares de América y Asia, llegando a Estados Unidos y México, lugar este último en donde escaló el Iztaccíhuatl en el año 1900 en compañía de su amigo Óscar Eckenstain, para dos años después intentar conquistar la cima del K2, tarea que le resultó imposible completar debido a que enfermó de malaria no lejos de la cima. 

Así, después de tales andanzas Aleister decidió visitar a su amigo Gerald Kelly, donde conoció a su peculiar hermana Rose. Para el momento en que estos dos personajes se encontraron, la dama estaba en medio de un apuro que la estresaba sobremanera: había aceptado al mismo tiempo la propuesta de matrimonio de dos caballeros diferentes, quienes se encontraban ya dispuestos a emprender el viaje para pedir a Rose en matrimonio. Observando la aflicción de la joven, y sin que a un Aleister de 28 años la palabra “matrimonio” le connotase algo más que la unión de dos personas con un fin práctico determinado, le propuso a la señorita Kelly que él se convertiría legalmente en su esposo para “salvarla” de los otros dos individuos. Ofuscada como estaba Rose aceptó la propuesta del estrambótico joven. Ni que decir se tiene que Gerald al enterarse de esto puso el grito en el cielo ya que conocía de sobra las licenciosas y misteriosas costumbres de su compinche.

Sin que hubiesen importado las protestas de la familia Kelly, tras la ceremonia los Crowley partieron hacia Escocia, en donde Aleister, que poseía una residencia, se “dio cuenta” de que estaba locamente enamorado de su nueva esposa –esta sensación se repetiría en infinidad de ocasiones durante la vida de Crowley quien se enamoraba y desenamoraba con la misma facilidad con la que respiraba- quien además compartía sus sobrenaturales convicciones, por lo que accedía a cuanta actividad exótica le requería su cónyuge. De este modo iniciaron su luna de miel en París para posteriormente ir a Egipto en donde “pasaron una noche en la Cámara del Rey de la Gran Pirámide para invocar al dios de la sabiduría Toth” para luego continuar la travesía  hacia Ceilán.

Es importante mencionar que ya en Egipto Aleister había comenzado –aunque en realidad todo inició cuando se hizo llamar bajo el apócrifo título de Laird de Boleskine y Abertarff– a desplegar la serie de personajes ficticios que lo acompañarían en distintas etapas de su existencia, eligiendo en esta ocasión al príncipe Chioa Khan, para cuya caracterización se cubría la cabeza con un turbante y adornaba sus ropas nada menos que con diamantes; asimismo para hacer más verosímil esta farsa mandó a imprimir un pasquín que anunciaba por adelantado la visita de un famoso príncipe de oriente.

Al concluir su visita a la India los Crowley regresaron a Egipto, en donde Varda la Vidente[i] le dijo a su pretendido miembro de la realeza que el dios Horus estaba molesto con él –no se sabe por qué-; ignorando su marido la identidad de la deidad mencionada, Rose tuvo que llevar a Aleister a un museo cercano para señalárselo en una estela –la estela de Ankh-f-n-Khonsou-, pieza que causó gran impacto en el muchacho al descubrir que exhibía la cifra 666, con la cual se autodenominaba.

La invocación del dios egipcio se realizó y Crowley “recibió la noticia” de que la Humanidad se acercaba a una nueva etapa hacia la cual debía ser dirigida por la Bestia (Aleister). En esta misma sesión mística estableció contacto con su Santo Ángel de la Guarda –sin relación con la concepción católica de los ángeles de la guarda- llamado Aiwass el cual le refirió que para encontrar el sentido de la vida debía dedicarse a “hacer lo que quisiera” en sentido absolutamente literal; así este “haz lo que quieras” se transformó para Aleister en un credo –el cual fue contenido en el Libro de la Ley, volumen que fue difundido u ocultado por Crowley a contentillo- irrefutable a partir de la “Gran Revelación de El Cairo”, y que era muy fácil de seguir en esta época cuando las preocupaciones de carácter económico aún no tocaban a su puerta.

Hasta aquí hemos podido ver el nacimiento del Aleister Crowley como “entidad mágica”, por llamarlo de alguna manera, pero aun nos falta por explicar por qué este hombre fue uno de los personajes más siniestros del siglo XX de lo cual hablaremos en la próxima entrega.

 

FUENTE:

“La gran bestia”. Aut. John Symonds. Ed. Siruela. Madrid, 1990.  


[i] Así llamaba Aleister a Rose.


Macabra locura: Aleister Crowley I

30 octubre 2012

Aleister Crowley

Parte I

Por: Patricia Díaz Terés

Nadie se hizo perverso súbitamente”.

Juvenal

En esta época, cercana a la celebración del Día de Muertos y del popular Halloween, los temas fúnebres o “maléficos” parecen flotar en el ambiente, sensación que se ve reforzada por la presencia en las calles de los vendedores de flores de cempasúchil; o los disfraces de brujas, diablos y monstruos que cuelgan en el exterior de innumerables comercios.

Así, siendo el diablo importante personaje en las “inocentes” fiestas del Día de Brujas, también ha sido protagonista en otro tipo de celebraciones mucho más solemnes, oscuras y nada divertidas, cuyo propósito es justamente invocar realmente al amo de los avernos. Así a lo largo de los siglos han existido personas que a pesar de reconocer los peligros de involucrarse en tan malignas actividades, han decidido zambullirse en ellas alegremente tal como lo hizo el legendario satanista Aleister Crowley.

En peculiar familia nació Edward Alexander Crowley el 12 de octubre de 1875, ya que su padre Edward Crowley –lejos de ser un descendiente de la nobleza como Aleister quiso hacer siempre creer a sus seguidores, era un cervecero de posición acomodada- y su madre Emily Bertha Crowley, que residían a la sazón en Leamington, Warwickshire (Ing.), eran dos adeptos convencidos de una estricta secta llamada La Hermandad de Plymouth, la cual tenía tintes más bien puritanos e imponía a sus miembros una gran cantidad de reglas.

Así el pequeño Edward Alexander solía acompañar a su progenitor durante sus largas caminatas, en las cuales se dedicaba a predicar “el verdadero cristianismo” a todo aquel que desease escucharlo; mientras que al llegar a casa el chico debía conformarse con entretenerse gracias a su propia imaginación ya que en los preceptos religiosos estaban terminantemente prohibidos los juguetes, sucediendo lo propio con la Navidad, a la cual se consideraba como una fiesta pagana.

Mucha represión y poco cariño recibió entonces Alexander durante su infancia, factores que probablemente fueron moldeando su impresionable espíritu, hecho que se vio aderezado por las lecturas diarias que se hacían de la Biblia después de la cena, en las cuales participó el niño a partir de los cuatro años. Sin que sus padres tuviesen cuidado de lo que llegaba a oídos del chiquillo, escuchó a muy temprana edad pasajes del Apocalipsis con los cuales extasiado escuchó por primera vez todo lo referente al fin del mundo, la Bestia y la Mujer Escarlata, dándose cuenta con el paso del tiempo cómo sus simpatías recaían en los enemigos de Dios.

Tales ideas rondaban ya por su cabecita al morir su padre en 1886, cuando Edward Alexander tenía tan solo 11 años, quedando al cuidado de su madre a quien detestaba con vehemencia tanto física como emocionalmente, sentimientos que albergó durante toda su vida llegando a calificar a Emily como “una fanática lógica e inhumana”. Al parecer la dama no prodigaba al niño cariño maternal, sino únicamente le exigía el cumplimiento de las normas que regían su austera vida.

Privándole de una vía por medio de la cual el muchachito pudiese conocer otros puntos de vista o a diferentes personas, fue inscrito en una escuela que recibía a los hijos de los miembros de la Hermandad, teniendo como único material de estudio a la Biblia y como aliciente una dura vara de abedul que era utilizada cuando los niños incurrían en desobediencias. Fue aquí donde mostró ya signos de malevolencia cuando intentó corromper a un menor. No mejor suerte le tocó al estudiar en las escuelas de Malvern y Tonbridge, a las que detestaba; mientras que uno de sus preceptores tuvo a bien mostrar al adolescente todas las “virtudes” de las apuestas, el juego y las féminas.

Ahora bien, cabe mencionar que el chico tenía una curiosidad insaciable, pero esta no era regida por estándar ético o moral alguno, de manera que en “pro de la ciencia” cometió varias atrocidades, siendo recordada una ocasión en la que asesinó a un mismo gato de nueve maneras diferentes –que incluyeron elementos tan horripilantes como el veneno, un cuchillo, el fuego y un mazo- para asegurarse de que había aniquilado las supuestas nueve vidas del pobre animalito (!).

Para cuando cumplió veinte años ingresó en el Trinity College de Cambridge con la intención de estudiar filosofía; sin embargo, sin mostrar particular interés en el estudio el joven -que para entonces había elegido ya la traducción gaélica de su nombre (Alexander), Aleister, para autodenominarse-, empleaba la mayor parte de su tiempo en escribir poesía o leer; asimismo gustaba de viajar por toda Europa durante sus vacaciones llegando incluso hasta San Petersburgo. Además practicó uno de sus pasatiempos favoritos: el alpinismo, escalando en 1894 los acantilados de Beachy Head, hecho que le puso en contacto con un renombrado alpinista, Albert Frederick Mummery. Al año siguiente Crowley tuvo una frenética actividad en este ámbito escalando el Eiger, el Eigerjoch, el Jungfraujoch, el Mönch, el Jungfrau, el Wetterlücke, el Mönchsjoch, el Beichgrat, el Petersgrat y el Tschingelhorn.

Habiendo sido siempre una persona con ansias de actividad, el estudiante no paraba un instante de ir de un lado para otro en cuanto la oportunidad se le presentaba, fue así como la noche del 7 de diciembre de 1896 lo atrapó en un hotel en Estocolmo. Esta fecha no fue especialmente relevante para el mundo, pero sí lo fue para Crowley ya que fue el día en el que –imaginaria o no- tuvo la “iluminación” que marcaría su vida a partir de ese momento y le trazaría el rumbo a seguir.

Percatándose de la gran atracción que el esoterismo ejercía sobre él, también coqueteaba con la literatura y la poesía de modo que se decidió a publicar su primer poema titulado Aceldama en 1898, firmándolo como “un gentilhombre de la Universidad de Cambridge” emulando al poeta inglés Percy Bysshe Shelley, que signó su obra La necesidad del ateísmo como “un gentilhombre de la Universidad de Oxford”. No obstante su verdadera ambición no era convertirse en un afamado escritor sino en un poderoso mago, para lo cual deseaba aprender las Artes Secretas para poder controlar las fuerzas ocultas de la naturaleza.

Cabe mencionar que como bardo, a pesar de tener una obra de tamaño considerable, Crowley nunca se destacó ya que no poseía la madurez o la imaginación necesaria para sobresalir de entre el común de los mortales; incluso su compendio conocido como White Stains (1898) fue calificado por el experto en erotismo Peter Fryer como lo más obsceno que había leído en su vida. Al parecer Aleister siempre tuvo una fijación con el acto sexual, pero regularmente contemplándolo desde un punto de vista pervertido y retorcido –de hecho muchos de los rituales que inventara posteriormente estuvieron basados en actividades de tal índole-.

A partir de este momento podemos notar en la historia de Crowley que tuvo una suerte descomunal para encontrarse con personas que pensaban igual que él, siendo uno de los primeros un químico inglés aficionado a la alquimia de nombre Julian L. Baker, a quien Aleister refirió su intención de buscar el Santuario Secreto de los Santos, un recinto mágico en el que se encontraban contenidos todos los enigmas de la Naturaleza. Convencido de la sinceridad de su joven conocido, Baker decidió presentarle a alguien que podría fungir como su maestro, este hombre era George Cecil Jones quien a su vez era miembro de una sociedad mágica secreta llamada Golden Dawn.

Hasta aquí Aleister Crowley –quien eventualmente llegó a creer que era la Bestia del Apocalipsis encarnada- puede ser tomado como un hombre excéntrico y poco más, no obstante en las siguientes entregas podremos observar cómo este  estrambótico individuo se devaneó siempre entre la locura y la maldad absoluta, dando lugar a uno de los más extraños personajes del siglo XX.

 

FUENTE:

“La gran bestia”. Aut. John Symonds. Ed. Siruela. Madrid, 1990.  

 


Un genial artífice: Orson Welles II

16 enero 2012

Orson Welles

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

“Lo que más vale en el hombre es su capacidad de insatisfacción”.

José Ortega y Gasset

Ambicioso, brillante, activo y con una insaciable necesidad de crear, así era el joven Orson Welles cuando en la década de los 30 comenzó a dejar sus huellas en la historia de las artes. Había para entonces formado ya el Mercury Theatre of the Air, en alianza con la CBS Radio, cuando en su programa transmitido el 31 de octubre de 1938 realizó la más escalofriante adaptación de la novela de ciencia ficción La guerra de los mundos de H.G. Wells, que se haya escuchado jamás.

La imaginación de Welles – junto con Howard Koch y John Houseman- lo llevó a elaborar una dramatización a manera de noticiario en la cual un aterrorizado locutor narraba paso a paso la llegada de naves espaciales que transportaban alienígenas cuya intención era acabar con la humanidad y tomar posesión del planeta Tierra. Por supuesto que Orson incluyó la presentación de su programa, pero muchos de sus oyentes se perdieron ese vital segmento que les refería el contenido como ficción, por lo que un gran número de personas se lanzó a las calles gritando que el fin del mundo había arribado.

Este curioso hecho le ganó la estima de los empresarios, ya que a pesar de que se consideraba anteriormente que el programa tenía una audiencia escasa, la conmoción causada por aquella transmisión de la Noche de Brujas fue contundente, de manera que Campbell’s Soup se convirtió en patrocinador de Welles surgiendo Campbell’s Playhouse cuya esencia era la misma que la del Mercury pero con un presupuesto mucho más holgado que permitió al director invitar a las más grandes estrellas del momento para compartir sus micrófonos, apareciendo entonces en las transmisiones íconos como Katherine Hepburn o Sir Laurence Olivier.

Al año siguiente el panorama mundial se transformó al estallar la Segunda Guerra Mundial. Con un notable sentido patriótico Orson trató de enrolarse en el ejército, siendo rechazado a causa de su pie plano; no obstante, nuestro tenaz genio decidió que era el momento para dedicar un tiempo a una pasión largamente reprimida: la magia, de manera que realizó una gira con la European Theater of Operation montando un acto en el que lograba partir por la mitad a la legendaria Marlene Dietrich.

Pero la radio y el teatro no le proporcionaban al genio todas las herramientas que su imaginación requería para manifestarse, de manera que decidió probar suerte en el séptimo arte, cuyas herramientas le vinieron como “anillo al dedo”. Así, en 1941 dirigió y protagonizó su primer filme, Citizen Kane con RKO Pictures, resultando en un rotundo fracaso en taquilla –el estudio perdió 150 mil dólares en la aventura- pero con tal éxito con la crítica que le valió después el título de la mejor película jamás filmada, según los expertos.

Experimentando de manera magistral con perspectivas innovadoras, claroscuros y otros elementos cinematográficos Welles captó la atención de sus colegas realizadores; sin embargo también provocó la ira del magnate William Randolph Hearst, quien vio su persona reflejada en el personaje de Charles Foster Kane, tratando entonces el millonario de frenar al director –llegó a ofrecer un millón de dólares para que se quemasen los negativos- sin lograr amedrentarlo ni siquiera con amenazas legales.

Continuando la exploración de diversos caminos para dar rienda suelta a sus propuestas, realizó un viaje por México y Brasil en 1942 por expreso encargo del entonces presidente Franklin D. Roosevelt para que elaborar un filme que pusiera en evidencia la “política de buena vecindad” que Estados Unidos estaba estructurando con aquellas naciones –en este mismo proyecto participó después Walt Disney produciendo Saludos amigos (1942) y Los tres caballeros (1944)-. Esta travesía no resultó como había planeado el mandatario norteamericano ya que el documental It’s all true quedó inconcluso, hecho que los detractores del cineasta aprovecharon para acusarlo de haber malgastado el tiempo y el presupuesto en fiestas y chicas, en la cautivadora ciudad de Río de Janeiro.

Ahora bien, los trabajos inconclusos no son precisamente ajenos a la historia de nuestro protagonista –en 1955 comenzó el rodaje de Don Quixote en México y París, tomando el director también el papel de protagonista haciéndose acompañar por el actor Akim Tamiroff, pero sin llegar a concluir la obra, misma que logró ver la luz gracias al trabajo llevado a cabo décadas después (1992) por Jesús Franco y Patxi Irigoyen, con la finalidad de estrenar el filme en la Exposición Universal de Sevilla ’92-, sin haber tenido esto nada que ver con desidia o ineptitud, sino con un afán de perfección extralimitado que llevaba a Orson a querer controlar –al igual que su colega Alfred Hitchcock– cada uno de los aspectos de los filmes que dirigía, tornándose entonces el proceso sumamente largo y costoso. En este sentido se puede ubicar de igual manera a Welles escribiendo el guión, modificando las luces, guiando a los actores, trabajando codo a codo con los intérpretes en escena o en la sala de edición supervisando cada uno de los cuadros que aparecerían en la gran pantalla.

Ni qué decir se tiene que este proceder le retribuyó con obras maestras que lo han entronizado como uno de los mejores directores cinematográficos de toda la historia, pero que en su momento le llevaron literalmente años en el rodaje como su Othello (1956) que fue filmado entre 1949 y 1952 logrando después la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Y es así como podemos afirmar que las películas con el toque Welles eran oro para la crítica y los festivales pero repelentes en taquilla. Aun cuando películas como A Touch of Evil (1958) obtuvo un premio en la Feria Mundial de Bruselas en 1958 sus ingresos fueron deplorables, mismo caso de otras producciones como The Magnificent Ambersons (1942) o Chimes at Midnight (1965).

Por otro lado Orson Welles no era una persona precisamente equilibrada ya que toda la constancia y disciplina que tenía para la elaboración de sus cintas, parecía perderla a la hora de cuidar de su persona –tanto en el sentido físico como emocional-. Así, tras haberse divorciado de Virginia Nicholson, en 1943 contrajo matrimonio con la despampanante Rita Hayworth a quien había conocido durante la filmación de The Lady from Shanghai (1947) –con quien procreó a su hija Rebecca– separándose cinco años después, para volver a contraer nupcias en sus andares por Europa –tras haber sufrido la persecución del Comité de Actividades Antiamericanas, decidió viajar a lo largo y ancho del mundo filmando en donde y como se lo permitiesen- con la actriz italiana Paola Mori con quien tuvo a su hija Beatrice.

Habiendo luchado toda su vida por conseguir el dinero que eventualmente le permitiese realizar sus sueños, Orson Welles se ha erigido como una figura controvertida, misteriosa y a la vez magnífica ya que resultó casi una broma del destino cómo aquel a quien un osado crítico del periódico The New York Herald Tribune llamado Walter Kerr tildó de bufón –después de que Welles actuase en silla de ruedas durante una presentación de King Lear debido a un tobillo fracturado-, recibió en 1971 un Óscar por los logros de una vida, siendo reconocido después tanto por la American Film Institute como por la Directors Guild of America –otorgándole esta última su máxima presea, el premio D.W. Griffith-.

Pero a pesar de todos sus logros un ser humano debe responder finalmente a su naturaleza, por lo que siendo Orson un hombre grande –medía 1.90 m- y grueso que tendía a excederse en el trabajo y despreciar el cuidado de su alimentación, el día 10 de octubre de 1985 mientras trabajaba en un guión que filmaría más tarde, sufrió un infarto que lo mató al instante, concluyendo así una vida que sigue marcado aún hoy la existencia de miles de cineastas alrededor del orbe, descansando pacíficamente las cenizas de sus restos mortales en una hacienda en la provincia de Málaga (España).

 

FUENTES:

“Orson Welles is Dead at 70, Innovator of Film and Stage”. Obituario www.nytimes.com. Octubre, 1985.

 “El genio de la lámpara”. Aut. José María Aresté. www.decine21.com Octubre, 2002.

“Condenados a la eternidad: George Orson Welles”. Aut. Gustavo Rubén Giorgi. Revista Letralia No. 231. Mayo, 2010.

“Orson Welles: El ilusionista”. Aut. Federico Lisica. www.almamagazine.com. Febrero, 2011.

“Cuestiones teóricas sobre el cine de Orson Welles”. Aut. Pedro García Cueto. www.cinecritic.biz Septiembre, 2011.

“Orson Welles”.  Aut. Enrique Martínez-Salanova Sánchez. www.uhu.es

www.thebiographychannel.co.uk

http://www.mercurytheatre.info/history


De la escoba a la hoguera: Brujas, historia y ficción II

3 noviembre 2010

Representación de la obra "Las Brujas de Salem"

Por: Patricia Díaz Terés

“La superstición es a la religión lo que la astrología es a la astronomía, la hija loca de una madre cuerda”.

Voltaire

 “Salen las brujas por las ventanas, a lomos de sus escobas montadas. A media noche alzan el vuelo, perfiladas en el oscuro cielo, con murciélagos y lechuzas se cruzan” así escribía el poeta norteamericano Oliver Wendell Holmes en el siglo XIX, cuando ya habían pasado más de cien años desde que en su país tuviera lugar una de las más terribles cacerías de brujas de toda la historia.

Atribuyéndosele con frecuencia a la misoginia de la época medieval el hecho de que una gran cantidad de mujeres fuesen acusadas por brujería –en comparación de la cifra de varones señalados-, lo cierto es que a los famosos cazadores de brujas poco les importaba el género de su presa.

Debatiéndose entre la ciencia y la superstición, los líderes sociales, religiosos e intelectuales de finales de la Edad Media y principios de la Moderna, se quebraron la cabeza para solucionar un problema que tenía –la mayoría de las ocasiones- más raíz en las envidias vecinales que en el Averno; y es que entre 1450 y 1750 fueron demasiadas las denuncias llevadas ante tribunales tanto civiles como religiosos, siendo inculpados los implicados como herejes hechiceros.

Por su parte la Santa Inquisición –católica-, institución temida por muchos siglos debido a sus horrorosos métodos para tratar a los presuntos culpables de herejía, resolvía los casos de brujería de acuerdo a la región; de esta manera, se tienen registros de que en España, habiéndose tenido 300 ajusticiados, tan sólo 27 encontraron la muerte en manos del Santo Oficio-.

Incluso, se sabe hoy en día que fueron realmente los tribunales civiles estructurados en las pequeñas poblaciones los que sentenciaban a muerte prácticamente a cualquier individuo que fuese acusado de tener tratos con el Diablo; fue así como se lograron las espeluznantes cifras de condenados, teniendo como saldo aproximado para tres centurias de persecución, 500 mil víctimas.

Ahora bien, en una época en la que fenómenos naturales, enfermedades mentales e infecciones desconocidas eran achacadas a la acción de malignos espíritus, fue la bula Summis desiderantes affectibus (1484), del Papa Inocencio VIII, la que lanzó a los devotos católicos a la caza de las brujas.

Alzándose con mayor fuerza las voces de aquellos que gustaban de ver brujas –como reza un dicho mexicano- “hasta en la sopa”, fueron verdaderos ríos de tinta los que se gastaron escribiendo textos como el Formicarius, del fraile dominico John Nider, el Malleus Maleficarum (el martillo de las brujas) de los monjes alemanes Heinrich Kramer y Jakob Sprenger; el Compendium Maleficarum (1608) del inquisidor italiano Francesco Guaso o Demonology del rey inglés Jaime I (1597).

Sin embargo, también existieron algunos pensadores que al ver las atrocidades cometidas contra gente inocente, se sintieron en la obligación de hacer un llamado a la sensatez editando textos como el Tractatus de Pythonicis Mulieribus, de Ulrich Muller, Reprobación de supersticiones y hechicerías de Pedro Ciruelo o el Tratado de las supersticiones y hechicerías de fray Martín de Castañega.

Durante el Renacimiento, el auge de los estudios científicos llevó a la sociedad a transformar a los antiguos brujos en personajes ilustrados; existiendo una fina línea entre ciencia y magia que era cruzada en ambos sentidos por gente como Paracelso o Girolamo Cardan, quienes desarrollaron teorías como la de la magia natural, según la cual el mundo puede manipularse con el empleo de símbolos. Pero el hombre común, con intereses poco regulares, seguía siendo estigmatizado como brujo y perseguido como tal.

Mas no fue en el viejo continente donde se desató la psicosis colectiva que llevó a la más terrible persecución de brujas que haya existido; por el contrario fue en una pequeña villa de Massachusetts, E.U.

Irónico es entonces el caso de Salem, ya que si bien su nombre fue una adecuación al idioma inglés de la palabra hebrea Shalom –paz-, lo único que no tenían sus habitantes era tal. Habiendo atravesado sus pobladores, a finales del siglo XVII, por una terrible epidemia de viruela, luchando además por su vida contra varias tribus indígenas y peleando con sus propios vecinos –había una cruenta rivalidad entre Salem Town y Salem Village– por el control de las tierras más fértiles en la ribera del río Naumkeag, prácticamente cualquier situación podía ser detonante para serios conflictos.

Corría el año de 1689 cuando llegó a Salem Village el reverendo Samuel Parris, procedente de Boston. Hombre ambicioso y egoísta, poco le importó manipular a sus puritanos feligreses de acuerdo a sus propios intereses; esta situación y la marcada preferencia del reverendo sobre algunos individuos, pronto generó profundas y violentas envidias. Y precisamente, fue cuando la hija y la sobrina del pastor cayeron repentinamente enfermas ( primavera de 1692) como comenzó a buscarse la causa de esto en intervenciones demoníacas, situándose inicialmente la culpa sobre una esclava caribeña, Tituba, para continuarse con algunos miembros poco apreciados de la comunidad como Sarah Good o Sarah Osborne.

Rápidamente incrementó el número de jovencitas afectadas por violentas convulsiones y que mostraban histéricas conductas como arrojar objetos con furia, reptar o dar espantosos alaridos sin motivo alguno; de este modo las autoridades vieron la necesidad de crear un tribunal especial con 7 jueces, presidido por William Stoughton, un teólogo sin el más remoto conocimiento de las leyes o la vida cotidiana del pueblo. Esta improvisada corte aceptaba sin recelos las llamadas “evidencias espectrales”, es decir acusaciones sin bases reales, en las cuales se establecía que los espíritus de las enfermas eran atacados por malintencionadas personas con ayuda del Diablo; dicho argumento era en general rechazado por los cazadores de brujas más serios como Increase Mather –rector de Harvard- y su hijo.

La situación se salió de control, convirtiéndose en irrelevante el hecho de que los acusados fuesen respetados miembros de la comunidad o incluso descendientes de los venerados “padres peregrinos” del Mayflower –embarcación en que llegaron los colonos puritanos-, como fue el caso del Cap. John Alden. Impactado por la dimensión que había alcanzado el problema, el gobernador de Massachusetts, Sir William Phips, suspendió los juicios el 20 de octubre, dejando en libertad a la mayoría de los presos; sin embargo, el saldo de la histeria colectiva fueron 20 ahorcamientos -14 mujeres y 6 hombres- más un sinfín de afectados por el embargo de tierras o la estancia en prisión, siendo de todos tal vez la más horrible la muerte de un anciano de nombre Corey, quien negándose a confesar hechicería alguna, fue condenado a una tortura en la que murió aplastado por las rocas colocadas en su pecho por los verdugos.

Así, hemos visto cómo aquello que en la actualidad es parte del imaginario popular, fue en su momento pretexto suficiente para que una persona se hiciera candidata a la pena de muerte, si es que algún vecino malicioso juraba sobre la Biblia haber visto a la dama –o caballero- en cuestión volar sobre una escoba o echar el mal de ojo a sus presuntos enemigos. Y aquí haríamos bien en recordar la frase de Johann Wolfgang Goethe que dice: “El mal está sólo en tu mente y no en lo externo. La mente pura siempre ve solamente lo bueno (…), pero la mala se encarga de inventar el mal”.  

FUENTES:

“Enciclopedia de la magia y de la brujería”. Aut. Constantino de María. Ed. De Vecchi S.A. Barcelona, España, 1971.

“Los mundos mágicos de Harry Potter”. Aut. David Colbert. Ediciones B. México, 2002.

“Brujas”. Aut. Fernando Martínez Lainez Historia y Vida No. 423. España.

 “Las novias del diablo”. Aut. Julián Elliot. Historia y Vida No. 450. España.

 “Las brujas de Salem”. Aut. Julián Elliot. Historia y Vida No. 474. España.

“Histeria, su historia, las brujas de salem, el holograma del inconsciente: El Exorcista revisitado”. Aut. Félix E.F. Larocca.