De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca II

8 junio 2022

Parte II – El elenco ideal

Por: Patricia Díaz Terés

Ingrid Bergman, Humphrey Bogart, Paul Henreid y Claude Rains

El director está obligado a preocuparse de los actores, es el punto fuerte del rodaje. François Truffaut

Para la realización cinematográfica no existe una sola receta infalible, de este modo, tenemos desde un director que encuentra un guion y convence a un productor, hasta el caso de Casablanca, en donde un productor dio con un proyecto que capturó su imaginación y tuvo que promover desde la creación del guion hasta la filmación de la última escena.

De este modo, cuando es el productor quien ha encontrado algo digno de filmarse, lo primero que tiene que localizar –tras obtener el beneplácito del productor ejecutivo que proporcionará el dinero, en este caso Jack L. Warner– es a la persona que dirigirá el “trabajo de campo”, es decir el director. Así, la primera opción del productor de la Warner Brothers, Hal B. Wallis, fue el conocido cineasta William Wyler, quien, al encontrarse en su rancho, muy entretenido, jugando al gin rummy con el jefe de la 20th Century Fox, Darryl F. Zanuck, tras la filmación de Mrs. Minniver, declinó la oferta para encabezar Casablanca.

Como segunda opción Wallis acudió a su amigo Michael Curtiz, un emigrante judío-húngaro que había arribado a los Estados Unidos en 1926 y cuya familia había escapado de Europa tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Los recursos con los que tendría que filmar Curtiz eran de 878 mil dólares, debiendo empezar el rodaje el 10 de abril de 1942. Ninguna de estas condiciones se respetó.

Debido al bajo presupuesto en un principio se pensó en contratar actores baratos –por encontrarse ya en la nómina de los estudios-, por lo que aparecieron los nombres de Ronald Reagan y Ann Sheridan para interpretar a Rick y Lois –después Ilsa– así como de Dennis Morgan para Víctor Laszlo. Pero estos actores no empataban con la grandiosa visión que Wallis tenía en la cabeza, por lo que acudió con el ejecutivo de la Warner, Steve Trilling, y le solicitó la autorización para contratar a Humphrey Bogart para interpretar a Rick Blaine, accediendo a su vez a dar a Sheridan el papel de Lois Meredith.

Bogart fue contactado y se le entregó lo que se tenía de guion –que lejos estaba de estar terminado-, procediendo el actor de El Halcón Maltés a declarar que su personaje era demasiado frío y cínico, características que le impedirían al público identificarse con él –a partir de estos comentarios los hermanos Epstein hicieron modificaciones en el guion al personaje de Rick. Y fue tras este primer logro cuando a Wallis y los guionistas les llegó la idea de cambiar por completo al personaje de Lois Meredith para transformarlo en Ilsa Lund.

Tal transmutación impedía que el papel fuese interpretado por Ann Scheridan, surgiendo entonces las actrices Ingrid Bergman y Hedy Lamarr para interpretar a la angelical noruega, dueña del corazón del propietario del Rick’s Café Americain. La opción de Lamarr era para entonces imposible, pues la actriz austriaca estaba por entonces ya comprometida con la MGM y el ejecutivo Louis B. Mayer se negó rotundamente a “prestar a la actriz”.

Por su parte, Ingrid Bergman también estaba ya comprometida para trabajar con la compañía del productor David O. Selznick en el rodaje de Intermezzo y se preparaba con ahínco para obtener el papel de María en la versión cinematográfica de Por quién doblan las campanas del director Sam Wood. Sin embargo, estos compromisos profesionales sí pudieron ser flexibilizados gracias a una generosa aportación de 25 mil dólares que la Warner hizo a O. Selznick para ceder temporalmente a la actriz, prometiendo a su vez facilitar la participación de Olivia de Havilland en algún proyecto que tuviese O. Selznick.

Se tenía pues ya a Rick y a Ilsa, pero faltaba Víctor. Para encarnar al gallardo defensor de la libertad se propusieron dos actores: Paul Henreid y Philip Dorn, pero este último tenía el mismo inconveniente que Hedy Lamarr: estaba contratado ya por la MGM. De tal manera el acercamiento se hizo con Henreid quien en primera instancia rechazó categóricamente el papel al no tratarse este de un protagónico. En tal contexto, fueron las circunstancias mundiales las que empujaron al actor autrohúngaro para aceptar el papel de Víctor Laszlo.

Estando su país de origen en aquel entonces ya anexado al Tercer Reich, se había decretado que cualquier ciudadano austriaco sin trabajo debía retornar sin demora a su nación. Henreid estaba, a principios de 1941, terminando de filmar la película La extraña pasajera (Now Voyager) al lado de Bette Davis, pero no tenía a la vista ningún otro proyecto, por lo que decidió embarcarse en Casablanca para poder permanecer en los Estados Unidos, eso sí, exigiendo que se le pagase la misma cantidad que se le estaba abonando a Bogart y Bergman.

El resto de los personajes estaba ya resuelto, y aunque al principio se pensó que Sam fuese una dama que sería encarnada por alguna de las famosas cantantes de jazz Ella Fitzgerald o Lena Horne, el personaje quedó estructurado finalmente como lo vemos hoy en día en la pantalla como el simpático pianista amigo de Rick, que es personificado por el baterista Dooley Wilson. Por su parte la participación de Claude Rains había sido ya incluso contemplada en la realización del guion por lo que su contratación fue puro formalismo.

Así, con este gran conjunto de estrellas aseguradas para cubrir los papeles principales, Curtiz se puso a la cabeza de un muy numeroso elenco en el que se incluyeron cientos de extras –que no habían sido contemplados ni presupuestados- y decenas de actores secundarios, teniendo muchos de ellos una historia tan cercana al argumento de la película que realizaron con más entrega su trabajo, como fue el caso de Conrad Veidt, actor alemán que había huido de la Alemania nazi con su esposa judía y que había jurado jamás encarnar a un nazi a menos que este fuese el villano, por lo que resultó idóneo para encarnar al despiadado mayor Strasser en el argumento de Casablanca.

Otra actriz a quien la historia del filme se le acercaba a lo más profundo del corazón era Madeleine Lebeau -que interpretó a la amiga de Rick, Yvonne-, quien había tenido que huir con su marido Marcel Dalio de la Francia ocupada, realizando en la vida real la travesía hacia América que en la cinta se propone para Víctor e Ilsa. Tal circunstancia proporciona, por ejemplo, un realismo conmovedor al close up que se le hace a la actriz, cuyos ojos se llenan de lágrimas al interpretar con pasión La Marsellesa bajo la dirección del valiente Víctor Laszlo cuyo cometido era silenciar al mayor Strasser y sus compinches alemanes que se encontraban cantando Die Wacht am Rhein en el Rick´s Café.

Con el elenco preparado –habiendo sido enriquecido con Sydney Greenstreet como Signor Ferrari, el ambicioso dueño del café competencia de Rick´s, el Blue Parrot, y el simpático S. Z. Sakall como el fiel y discreto mesero de confianza de Rick, Carl– todo estaba listo para iniciar el rodaje, pero como descubrirían Hal B. Wallis y Michael Curtiz, este proceso sería tan legendario -en su caos- como la cinta misma, pero de tales aventuras cinematográficas hablaremos más extensamente en la próxima entrega de esta columna.

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com.   

“10 cosas que tal vez no sabías de Casablanca”.  www.lavanguardia.com. 6 de abril 2021.

“La rocambolesca historia del rodaje de Casablanca”. Aut. Pedro Tomas. 21 de septiembre de 2020. http://www.elredondelito.es.

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   


De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca I

1 junio 2022

Parte I – La aventura del guion

Por: Patricia Díaz Terés

«Para hacer una gran película necesitas tres cosas: el guion, el guion y el guion».

Alfred Hitchcock

No puedo ni siquiera describir el fantástico sentimiento que me invadió cuando, recientemente, me fue posible ver en pantalla grande una de mis películas favoritas: Casablanca. Y es que el 80 aniversario de esta clásica cinta hizo realidad aquello que solo hubiera sido solo posible retrocediendo en el tiempo. Escuchar la canción As Time Goes By interpretada por Dooley Wilson y la imponente Marsellesa en la voz de un gallardo Paul Henreid, en los altavoces de la sala de cine, se han convertido, sin lugar a dudas, en uno de mis momentos de gloria cinéfila.

Casablanca se sitúa ahora, en las listas de las grandes obras del séptimo arte, tan solo un peldaño debajo de Ciudadano Kane, catalogada por los expertos como la mejor película jamás filmada. Pero cuando el productor Hal B. Wallis puso los ojos en el proyecto, si bien intuía su posible éxito, probablemente jamás imaginó que tenía entre manos semejante portento cinematográfico.

Transcurría el año de 1938 cuando un par de dramaturgos, de viaje por el sur de Francia, fue a parar a un club en el que convivía, tan alegremente como era posible, una variopinta concurrencia conformada por franceses, nazis y refugiados.

Tal experiencia dio a Murray Burnett y Joan Alison la idea de escribir una obra de teatro que titularon Everybody Comes to Rick’s, la cual fue descubierta en 1941 por la editora Irene Diamond, quien de inmediato se dio a la tarea de convencer al productor de la Warner Brothers, Hal. B. Wallis, para transformar ese texto en un filme. La lectura capturó la imaginación del ejecutivo, quien, sin tardanza, en 1942, invirtió la exorbitante cifra de veinte mil dólares para adquirir los derechos, cambiándole también el nombre por Casablanca.

La idea del guion era muy buena, pero la ejecución bastante pobre, por lo que se necesitaba trabajarla en pro de transformarla en algo digno de ser filmado. De esta forma, Wallis contrató, en enero de 1941, a Aeneas Mckenzie y Wally Kline, quienes durante seis semanas se dedicaron a revisar la historia pieza por pieza, enviando el documento resultante del análisis el 23 de enero. Mckenzie, cuando conoció el proyecto, dijo a Wallis con respecto a los defectos del guion: “…todo ello puede superarse porque detrás de la acción y de su entorno está la posibilidad de un tema excelente: la idea de que cuando la gente pierde sus ideales, necesita ser golpeada por dentro para que empiece a luchar. Esto es lo que ha sucedido a Francia y también a Rick Blaine”.

Así, las líneas originales no servían para la intención de Wallis, constituyendo otro problema mayúsculo el hecho de que la trama incluía diversas situaciones que transgredían flagrantemente varias de las normas establecidas en el Motion Picture Production Code –mejor conocido como código Hays-, que había sido creado por la Asociación de Productores Cinematográficos de Estados Unidos (MPAA) en 1930 y escrito por William H. Hays, prominente líder del partido republicano y distinguido miembro del MPAA, con el objetivo de “proteger” al público de “ideas peligrosas” que contravinieran los valores aceptados por el sistema.

Para empezar, en la historia original, Rick era un hombre casado y Lois Meredith –después Ilsa Lund– era una astuta joven norteamericana de moral distraída que estaba dispuesta a visitar cuanta alcoba masculina fuese necesario para conseguir su cometido –en este caso los visados de salida necesarios para viajar desde Marruecos hasta Norteamérica-, resultándole entonces sencillo regresar, para tal efecto, al aposento de su antiguo amante –Rick-, pues los personajes habían establecido anteriormente una relación en París durante un año, con el conocimiento, por parte de ella, de que él tenía una esposa y dos hijos, pero siendo él ignorante de que la dama vivía con otro hombre –Víctor, quien, por cierto, tampoco era su marido-. En este sórdido entorno se encuentra como complemento el personaje secundario de Rinaldo, amigo de Rick.

Tal fue la base de la que partieron McKenzie y Kline, dejando a los hermanos Julius y Philip G. Epstein la continuación de la tarea -a la cual pudieron dedicar escaso tiempo pues estaban ya comprometidos para trabajar con Frank Capra en la serie de documentales ¿Por qué luchamos? (Why We Fight I, 1942-1945)-. No obstante, la genialidad de los hermanos les permitió la creación del entrañable personaje del policía Louis Renault, a quien concedieron toda una gama de líneas ingeniosas –se sabe que los escritores idearon unas 50 frases moderadamente prohibidas para incluirlas en el texto, esperando poder usar unas 25, pero empleando efectivamente tan solo 2 o 3-, a la vez que lo dotaron de una simpatía y delicado cinismo que ellos sabían que su actor favorito, Claude Reins, le impregnaría al personaje. Construyeron también el rol de manera que fungiera como el alivio cómico en una tormentosa historia en donde la política, el romance y la tragedia eran las protagonistas.

Partieron entonces, temporalmente, los Epstein en abril de 1942, momento en que Wallis cedió la pluma a Howard Koch, un veterano guionista artífice de las palabras que aterrorizaron a media ciudad de Nueva York un 30 de octubre de 1938, cuando al futuro cineasta Orson Welles se le ocurrió transmitir la adaptación realizada por Koch de la novela La guerra de los mundos de H.G. Wells, siendo tan refinado el escrito que logró convencer –junto con la portentosa voz de Welles– a los crédulos neoyorkinos de que los extraterrestres habían invadido el planeta Tierra.

Koch tomó entonces, entre otras cosas, el personaje áspero de Rick y lo dotó de una humanidad necesaria para que el público se identificase con él, respetando los cambios que habían realizado los hermanos Epstein en cuanto a la situación profesional y marital del personaje, a quien habían despojado tanto de su familia como de su título de abogado, dejando en su lugar a ese misterioso hombre de pasado incierto que aparece en el filme.

Pero el productor Hal B. Wallis quería tener opciones para elegir, por lo que permitió que los Epstein –de modo remoto- y Howard Koch trabajasen cada quien en su versión del guion. Para unir las propuestas y elaborar el texto definitivo, el productor llamó a Casey Robinson -escritor de La extraña pasajera (Now, Voyager, 1942) cinta en la que la legendaria Bette Davis cautivó al público al lado de Paul Henreid-, quien le dio al clavo cuando sugirió que Lois Meredith debía ser una europea de moral incuestionable que haría que el héroe decepcionado –Rick– volviese a la lucha, por amor.

Estando tanto la trama como los roles de Rick, Ilsa, Louis Renault, Víctor Laszlo y Sam ya medianamente estructurados –pues la versión final del guion permanecía aún inconclusa-, las tensiones de Wallis no hicieron sino incrementar, pues el avezado ejecutivo aún debía encontrar a las piezas más importantes de su proyecto: un director que comandara tan tempestuosa empresa y elegir a aquellos que interpretarían a los personajes que tanto trabajo habían dado a los escritores para verse bien en el papel, pero que requerirían de los actores idóneos para lograr el memorable filme que el productor tenía en la cabeza.

Pero sobre tal empresa y otras vicisitudes del rodaje de Casablanca hablaremos más extensamente en la próxima entrega de esta columna. 

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com.   

“Casablanca (1942): Detalles desconocidos de la película más icónica”.  Aut. Alba Puerto. 26 de diciembre 2018. http://www.elcineenlasombra.com.

“La rocambolesca historia del rodaje de Casablanca”. Aut. Pedro Tomas. 21 de septiembre de 2020. http://www.elredondelito.es.

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   


Ernest Hemingway: Escritor

26 May 2022

Parte V

Ernest Hemingway escribiendo

Por: Patricia Díaz Terés

El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación”.

Ludwig van Beethoven

Habiendo conocido ya los muchos aspectos y facetas de la vida personal de Ernest Hemingway, ha llegado el momento de hablar acerca de su esencia: la escritura.

Siendo que el talento y el genio de un escritor están inmersos en lo más profundo de su esencia, cada literato, por lo regular, tiene influencias que repercuten en su estilo. De esta manera, fue nada menos que un manual de periodismo del Kansas City Star, que le entregaron a su llegada a las oficinas de esta publicación cuando tan solo tenía 18 años. En este documento se apremiaba a los reporteros y periodistas para utilizar una austera economía del lenguaje, de manera que debían expresar las ideas de manera clara y concisa, a la vez que era menester que prescindieran del uso de adjetivos.

Esta forma económica se volvió contundente y avasalladora en la pluma de Hem, gracias a sus propias vivencias, pues la rudeza tanto de su temperamento como la hostilidad de muchos de los ambientes en los que se desarrolló se tradujeron en un estilo literario único, que le fue ganando adeptos desde sus primeras publicaciones. Su primera publicación apareció en la revista Poetry en 1923. Al año siguiente publicó su primer libro En nuestro tiempo (In Our Time) el cual, según su estricto padre, contenía toda una serie de atentados contra la moral y la tradición que lo llevaron a devolver cada una de las copias que su hijo le había enviado, pues no deseaba que “tal suciedad” permaneciera en su hogar, mientras la madre derramaba amargas lágrimas de desilusión.

No obstante, la reacción de los lectores y la crítica fue muy distinta a la de los señores Hemingway, por lo que Papa Hemingway continuó escribiendo. De esta manera, al descubrir el periodista sus dotes como escritor, se planteó a sí mismo la producción literaria como un trabajo serio que requeriría de toda la disciplina posible. En tal sentido llevaba notas cuidadosas de las ideas que deseaba desarrollar, sostenía, en la medida de lo posible, un horario para trabajar, al tiempo que colocaba su máquina de escribir en cualquier mueble que le permitiese teclear mientras estaba de pie, pues la posición tradicional de los escritores le obstruía el flujo de las ideas.

Una de las contradicciones más curiosas en la persona de Hemingway es que, mientras que en muchas ocasiones disfrutaba de juergas nocturnas descomunales, cuando deseaba escribir, acostumbraba acostarse temprano y comer adecuadamente, ya que decía que para que sus ideas fluyeran, además de estar de pie, debía evitar distracciones fisiológicas como el sueño y el hambre–aunque se sabe que prefería incluso escribir con resaca y sin comer, a dejar de lado su escritura un día siquiera-.

Sus letras pronto se difundieron a lo largo y ancho del mundo, por lo que continuó su trabajo con Fiesta (The Sun Also Rises, 1926) en el que retrató parte de su vida en París, enfocando la trama en un grupo de estadounidenses que van de Francia a España, sin rumbo ni objetivo definidos, a los que conoció como la generación perdida de la posguerra. Siguió el libro de relatos Hombres sin mujeres (Men whithout Women, 1927) y su segunda novela importante, Adiós a las armas (A Farewell tu Arms, 1929), para proseguir con El que gana no se lleva nada (Winner Take Nothing, 1933), en el que explora las desgracias que atravesaban los europeos.

Por otro lado, cabe mencionar que para Hem la honestidad del escritor y su apego a la verdad eran primordiales. En tal sentido, trataba de reflejar sus propias experiencias y personalidad a través de sus líneas –para él el buen escritor debía basar su obra en las vivencias propias-, mientras plasmaba la realidad en la manera en la que la percibía, de un modo tan fiel, que para el lector resulta fácil reconocer los contextos que empleó como referencia.

Asimismo, Ernest creía en un desarrollo profundo de su obra, de manera que él conocía siempre el trasfondo de sus piezas –en muchos de sus personajes se encuentran rasgos de su propia personalidad, estructurando un parcial alter ego su personaje Nick Adams, protagonista de 24 relatos y cuentos que fueron publicados en un solo volumen en 1972-, siendo capaz de explicar minuciosamente cada detalle que escribía. Esto proporcionó a sus obras un estilo tanto retador como atractivo para el lector.

Pero Papa no tuvo el mismo éxito con todas sus obras, de modo que, a las alabanzas obtenidas por sus escritos de la década de los 20, se contrapusieron las duras críticas que recibió por su trabajo en la década siguiente, de modo que Muerte en la tarde (Death in the Afternoon, 1932), Tener o no tener (To Have and Have Not, 1937) –en la que se muestra su estilo que puede acotarse en el hardboiled, haciendo una dura y profunda crítica social- y Verdes colinas de África (Green Hills of Africa, 1935) fueron tratadas con rudeza por los críticos, hecho que no hizo nada feliz al escritor americano, quien despreciaba a quienes se atrevían a juzgar tan ligeramente el arduo trabajo que él realizaba todos los días. Mejor fue acogida su novela Las nieves del Kilimanjaro (The Snow of Kilimanjaro, 1938) en la que narra la difícil experiencia que atravesó cuando padeció disentería durante un safari, y de paso arroja una ácida crítica a su “amigo” Scott Fitzgerald.

En 1940 publicó una de sus novelas más conocidas, Por quién doblan las campanas (From Whom the Bell Toolls), dedicada a Martha Gellhorn –a sus otras esposas también les dedicó sus respectivas páginas: Fiesta para Elizabeth Hadley, Muerte en la tarde fue para Pauline Pfeiffer y Al otro lado del río y entre los árboles para “María”- en la que describe dentro de su ficción las realidades que vivió durante la Guerra Civil española –este libro fue el de mayor éxito en ventas-.

Durante el resto de la década de los 40 no publicó libros, probablemente debido a que estaba entregado a su tarea como corresponsal de guerra y otras actividades relacionadas con el conflicto bélico, regresando a las andadas literarias en la década de los 50 con el estrepitoso fracaso de Al otro lado del río y entre los árboles (Across the River and Into the Trees), que fue rechazado tanto por la crítica como por los lectores.

No obstante, tan sonado descalabro fue magistralmente opacado cuando escribió El viejo y el mar (The Old Man and the Sea, 1952) –hace 70 años exactamente-, creando una pieza de tal perfección que unas cuantas cuartillas le valieron, primero, el Premio Pulitzer de Literatura en 1953 y posteriormente el Premio Nobel de Literatura en 1954. Durante la ceremonia realizada en Oslo el 10 de diciembre de 1954, Hemingway declaró lo siguiente: “Este es un premio que le pertenece a Cuba, porque mi obra fue creada y pensada en Cuba, con mi gente de Cojímar, de donde soy ciudadano. A través de todas las traducciones está presente esta patria adoptiva, donde tengo mis libros y mi casa”.

Cabe mencionar que El viejo y el mar surgió en primera instancia como parte de una obra mucho más ambiciosa que Ernest pensaba escribir sobre “la tierra, el mar y el aire”; pero el que sería después productor del filme homónimo de la obra de Hemingway, Leland Hayward, lo convenció para publicarlo de manera independiente –se trataba de la parte correspondiente al mar-, de modo que el primer original fue enviado al editor Charles Scribner el 10 de marzo de 1952, siendo publicado en la revista Life el 1° de septiembre de 1952 y el 8 de diciembre, ya en forma de libro, por la editorial Charles Scribner’s Sons.

Los problemas de salud tanto física como mental le impidieron a Papa escribir durante los últimos años de su vida, por lo que su última obra fue Poemas Completos (1960). Sin embargo, aquel baúl extraviado en la década de los 20 por su entonces esposa Elizabeth Hadley Richardson, fue encontrado en el hotel Ritz durante uno de los viajes que Hemingway realizó a la Ciudad de la Luz, recuperándose infinidad de escritos de su juventud.

Cuando murió, Hem dejó 3 000 páginas escritas que no habían sido editadas. A partir de entonces, los editores –y The Hemingway Society desde 1980- pusieron manos a la obra para poder publicar estos trabajos de manera póstuma. De esta forma salieron a la luz: París era una Fiesta (A Moveable Feast, 1964) –que retrata los años de juventud que pasó en París-, Enviado especial (By-Line, 1967),  Islas en el Golfo –o Islas a la deriva– (Islands in the Stream, 1970),  88 Poemas (88 Poems, 1979), Cartas selectas (Selected Letters, 1981), El verano peligroso (The Dangerous Summer, 1985), Publicado en Toronto, 1920-1924 (Dateline: Toronto, 1985), El jardín del Edén (The Garden of Eden, 1986), Al romper el alba (True at First Light, 1999), Under Kilimanjaro (2005) y finalmente, en 2018, su cuento Una habitación en el jardín (A Room on the Garden Side), último de sus escritos que ha sido publicado hasta la fecha –por Strand Magazine-, en el que narra las peripecias de Hem durante la liberación de París.

Genio para las palabras y exuberante para la vida, Ernest Hemingway se erige como una de las figuras más interesantes en la historia de la literatura, pues gozó de una oportunidad que no todos los escritores tienen (o se atreven): vivir para escribir.

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Elena Fernández, Tomás y Tamaro. .España 2004. http://www.biografiasyvidas.com.   

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

 “Cuando Hemingway encontró a Dios”. Aut. Norberto Fuentes. 19 de noviembre 2019.

 “Un cuento inédito de Hemingway que narra la liberación de París tras el nazismo”. Aut. Antonioa Laborde. 25 de agosto 2018.

 www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway: La complejidad de lo simple”. Aut. José Gabriel Rodríguez Pazos. Centro Universitario Villanueva. Monográfico: El arte de narrar. Revista Cálamo FASPE no. 63. Enero-diciembre 2014.

“Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com


Un temerario aventurero: Ernest Hemingway

18 May 2022

Parte IV

Por: Patricia Díaz Terés

Ernest Hemingway

Una aventura es, por naturaleza, algo que nos sucede. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos”.
Gilbert Keith Chesterton.

Mientras Ernest Hemingway se dedicaba a sus variopintas actividades de espionaje y escritura en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, su esposa, Martha Gellhorn, luchaba tenazmente por conservar su identidad y trabajo, despertando muchos recelos, tanto personales como profesionales, en su temperamental cónyuge, quien tuvo un lugar privilegiado durante el Día D (6 de junio de 1944), en el que, desde un pontón –del cual no le fue autorizado desembarcar-, fue testigo del principio de la liberación de Europa durante el desembarco de las tropas aliadas en Normandía.

Lo que no sabía el ilustre escritor es que su mujer le había tomado la delantera. Después del anuncio del Estado Mayor aliado acerca de que no se permitiría la presencia femenina en un frente tan violento como la costa francesa, el puesto que normalmente ocupaba Martha como corresponsal de guerra en la revista Collier´s, le fue ofrecido en esta ocasión a su marido, quien tuvo a bien aceptar la misión sin comunicárselo a su mujer.

Sobra decir que esta situación despertó la ira de Gellhorn quien, lejos de quedarse cruzada de brazos en los Estados Unidos, disfrazada como enfermera y después de engañar a un soldado que vigilaba los transportes que partirían hacia Francia, la valiente reportera se escondió en un baño del buque-hospital hasta que estuvo bien segura de haber zarpado hacia el Viejo Continente. Una vez habiendo obtenido un poco de confianza en la situación, y en condición de polizona, entabló conversaciones con las otras enfermeras quienes ni siquiera se preguntaron quién era aquella curiosa chica.

Al llegar a las tristemente famosas playas francesas, la periodista no se resignó a permanecer, como su marido, en una embarcación, por lo que Martha decidió disfrazarse de camillero y ayudar a rescatar a los más de 400 heridos que habían quedado tendidos en las arenas que habían presenciado la primera oleada de uno de los más sangrientos enfrentamientos bélicos que ha observado la humanidad.

Pero el inicio del fin de la Guerra significó también el principio del fin del matrimonio Hemingway, pues el inquieto Ernest, en estos ires y venires, conoció a Mary Welsh, una reportera del Daily Express que cumplía con los estándares que el autor americano tenía para las mujeres. Así, Hem cumplió con su patriótico deber en su modo muy particular, participando activamente primero en el grupo de la resistencia francesa Free French –organización en la que, con el grado de capitán, colaboró en la captura de 6 alemanes- y luego en la liberación de París, donde, tras tomar una botella de champaña en el Travellers Club, ubicado en los Campos Elíseos, continuó la fiesta en el afamado hotel Ritz donde el solitario gerente de nombre Ausiello atendió la extravagante orden del escritor, que consistía en 50 martinis.

Por otro lado, durante su triunfal paseo por la Ciudad de la Luz, Papa Hemingway se acordó de aquella mujer que en sus momentos de juvenil necesidad lo ayudó dándole refugio, consuelo y amistad, por lo que pronto se dirigió al domicilio que ocupaba su antigua amiga Sylvia Beach -quien había tenido que desmontar su librería, Shakespeare and Company, para salvarla de los alemanes, mientras la propia editora, de origen judío, había sido forzada a permanecer en un campo de concentración durante seis meses- alzándola en vilo, a su encuentro, y abrazándola cuando la dama acudió al llamado de su pareja Adrienne que gritaba emocionada: “¡Sylvia! ¡Sylvia! ¡Es Hemingway!”, siendo testigos de la escena las decenas de parisienses que se asomaban a las ventanas para saludar a los libertadores.

Hemingway siempre fue un adicto a la adrenalina, de modo que, además de sus constantes martinis, necesitaba también nuevos aires que le proporcionaran aventuras, aunque no precisamente del tipo de peripecias de las que gustaba Martha Gellhorn. De esta manera, tras la liberación de París, el escritor también se liberó a sí mismo acordando el divorcio con Martha y casándose acto seguido con Mary.

Welsh resultó entonces ser su compañera ideal de aventuras, pues lo mismo se anotaba para un safari que para un vuelo en avioneta, un viaje en barco o cualquier otra arriesgada aventura que se le ocurriese a su temerario marido, disfrutando también con él de los Sanfermines, evento al que el autor era muy asiduo, acostumbrando acudir a las encerronas y desayunar langosta con pollo, tras unas juergas monumentales, en el hotel Quintana de Pamplona.

Sin embargo, la vida de aventuras conlleva también muchos riesgos. De tal suerte, tras haber sobrevivido al ataque de obús en Italia y habiéndose publicado erróneamente su muerte tras el grave accidente de tránsito que sufrió en Londres en mayo de 1944, Hemingway volvió a ser testigo de su propia necrología al publicarse la noticia de su supuesta muerte, y la de su esposa, tras dos graves accidentes aéreos que tuvieron lugar de forma sucesiva.

Con la intención de regresar al África para realizar un segundo safari –el primero fue en 1933, travesía de la que obtuvo las ideas que plasmó en su libro Las nieves del Kilimanjaro, logrando además en aquella ocasión varios “trofeos” entre los cuales se encontraban 3 leones- Ernest y Mary llegaron a Kenia en 1954, durante pleno levantamiento Mau-Mau (sociedad secreta que luchó por la independencia de Kenia entre 1952-1960), decidiendo también viajar desde Nairobi, la capital keniana –donde habían realizado un safari, patrocinado por la revista Look, en el que el autor aprendió de los masai cómo cazar con lanza, arco y flechas, salvando incluso a una aldea de dos leones que la acosaban-, hacia el Congo, trayecto que no logró concluirse pues el avión en el que volaban se estrelló a poca distancia de las Cataratas Murchinson –Uganda-, ante el azoro de una manada de elefantes que merodeaba por ahí.

De tal incidente Hem salió ileso, mientras que Mary tan solo sufrió la rotura de un par de costillas. Irónicamente, al abordar los Hemingway nuevamente un aeroplano, esta vez para llegar a Entebbe, donde obtendrían asistencia médica, el avión también sufrió un accidente al tropezar durante su despegue con un obstáculo, lo que hizo que el vehículo se desplomara de inmediato envuelto en aparatosas llamas. Estos accidentes desencadenaron toda una serie de rumores cuya consecuencia fue incluso la publicación de la muerte de la célebre pareja en la edición del New York Daily Mirror correspondiente al 25 de enero de 1954 –si bien no murió Ernest sufrió una fractura de cráneo y varias lesiones que perjudicaron considerablemente su salud-.

No obstante, el miedo no era parte del vasto vocabulario de Hemingway, quien, a continuación de su aéreo accidente, no tardó un instante en emprender con su mujer un viaje para pescar en los peligrosos arrecifes de coral de Kenia.

Sobreviviente imparable, Papa venció a gran cantidad de heridas y enfermedades durante su vida, siendo la primera aquella grave lesión en la pierna ocasionada en Italia durante la Primera Guerra Mundial. En lo sucesivo afrontó con éxito los estragos causados por quemaduras en incendios forestales, así como contagios de ántrax, malaria, neumonía, disentería y hepatitis, al tiempo que sobrellevó condiciones como anemia, diabetes y cáncer de piel.

Llevando a la par de su aventurera existencia una vida personal por demás difícil, además de padecer un severo alcoholismo, muchos de sus amigos lo abandonaron debido a su carácter explosivo que lo condujo a hacer ácidas críticas a sus allegados, al tiempo que enfrentó el pleno rechazo de su hijo transexual, Gregory -conocido como Gloria durante sus últimos años-, quien lo sentenció: “Morirás sin que nadie te llore y básicamente que nadie te quiera, a no ser que cambies, papá”.

Finalmente, en 1961 fue diagnosticado con hemocromatosis, una enfermedad que altera los niveles de hierro en el cuerpo y provoca trastornos tanto físicos como mentales. Atacado para entonces por severas depresiones, junto con un cuerpo vejado por las secuelas de su accidente aéreo y el deterioro generado por sus numerosos años de excesos, el autor no aguantó más y decidió terminar con su vida el 2 de julio de 1961 cuando residía con Mary Welsh en Ketchum, Idaho.

Personaje tan trágico como apasionante, hasta aquí tratamos ya todos los aspectos posibles de Ernest Hemingway, la persona, faltando aún por explorar un aspecto muy distinto del corresponsal norteamericano: su obra y leyenda literaria, mismas que abordaremos en la próxima entrega de esta columna.

 “Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

“Hemingway, el que cayó dos veces del cielo y vivió para contarlo”. Aut. Rolando Pujol. 25 de junio de 2021. http://www.excelenciascuba.com/

“Sylvia Beach, el alma de la Generación Perdida”. Aut. Ángel Salguero. 3 de marzo 2016. http://www.historia.nationalgeographic.com.es

 “Las grandes mentiras de Hemingway en San Fermín”. Aut. Borja Hermoso. 11 de enero 2020.

 “Nunca se pone el sol en las escopetas de Ernest Hemingway”. Aut. Manuel Jobois. 10 de junio 2021.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. John Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.


Entre fiestas, gatos y espías: Ernest Hemingway

11 May 2022

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

Hemingway y sus gatos

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

William Shakespeare.

Tan variadas como sus relaciones con las mujeres, fueron las actividades llevadas a cabo por el escritor Ernest Hemingway a lo largo de su vida. Así, en cuanto a las damas se refiere, sus relaciones fueron normalmente fueron tirantes y exuberantes, pues la personalidad propia del escritor lo llevaba a tener pasionales reacciones con las personas más cercanas –amigos y parejas- que invariablemente lo metían en grandes embrollos.

De este modo, el vínculo caótico que estableció con Martha Gellhorn terminó, nuevamente en desastre. Comenzaron bastante bien mientras ambos se encontraban en su elemento cubriendo la Guerra Civil española. Arriesgando la vida juntos y retándose ambos para escribir cada vez mejores crónicas y reportajes, su relación fue creciendo tanto en pasión como en profundidad. Esta situación llevó a Hemingway a tramitar su divorcio de su segunda esposa (1940), Pauline Pfeiffer, y proponerle matrimonio a Gellhorn.

Ella aceptó, pero en este matrimonio había dos personas talentosas, y una de ellas no soportaba, ni por asomo, que le hiciesen sombra: Hemingway. De tal manera, al principio Ernest domó un poco su orgullo e hizo diversas concesiones a favor de su nueva esposa tales como pasar una “romántica” luna de miel cubriendo los conflictos revolucionarios en China –incluso se logró una entrevista con el líder de la República China, Chiang Kai-Sheck-. Dicha experiencia distaba mucho de lo que el norteamericano consideraba una vacación nupcial en forma, pero al parecer se encontró, al final, satisfecho con el trabajo realizado.

Pero Martha era demasiado inquieta e independiente para el dominante Hemingway, de manera que el caballero sufrió lo indecible cuando la dama decidió seguir con su trabajo periodístico, dejando a su esposo en su refugio de Finca Vigía en La Habana -trabajando en su famosa novela Por quién doblan las campanas-, misma que era un caserón abandonado que Ernest y Martha habían arreglado a su gusto, albergando en su interior, según dicen, a una cantidad indeterminada de gatos que eran la fascinación del autor –en su residencia de Cayo Hueso llegó a tener más de treinta, muchos de ellos con polidactilia, es decir, tenían más dedos de los normales en sus patas, y que fueron descendientes de una gatita llamada Snowball (Bola de Nieve), que le regaló el capitán Stanley Dexter, quien dirigía un barco mercante; hoy en día la residencia es el museo Casa de Ernest Hemingway y hay en su interior más de 50 felinos-.

Sin embargo, en La Habana, Hemingway siempre se sintió a sus anchas. Habiéndose albergado ahí por primera vez en 1928 en el hotel Ambos Mundos en la calle Obispo, con sus frecuentes estancias Ernest fue reconociendo a la capital cubana como afín a su personalidad. Reverenciado era entonces el americano en el bar Floridita, siendo gran amigo del dueño del local, Constante Ribalaigua, a quien se conocía como el Rey de los Daiquirís, pues el hábil cantinero había ideado la receta para más de cien cocteles que eran la fascinación de turistas y locales.

En tal sentido, el propio Hemingway fue autor indirecto de una bebida servida en el Floridita a la cual Constante bautizó como Papa DoblePapa era el sobrenombre con el que conocían a Ernest sus allegados y no tan allegados-, mismo que consistía en un daiquirí sin azúcar y con doble ración de ron –el escritor había argumentado por entonces que sufría de diabetes y necesitaba una bebida sin azúcar-. Con premura el futuro premio nobel se aficionó a la bebida de manera que incluso se dice que acudía al local para aprovisionarse de varios litros de tal elixir para posteriormente consumirlos alegremente en su finca –el Floridita todavía existe en 2022 y en un lugar de su barra, en el sitio en que solía sentarse, puede verse una escultura de Hemingway realizada en 2003 por el artista José Villa Soberón-.

Por otro lado, además de propiciar la creación de nuevos cocteles y organizar monumentales juergas, en Cuba, Hemingway llevó a cabo un par de tareas por las que ciertamente no fue laureado, pero que lo mantuvieron en una posición activa durante la Segunda Guerra Mundial. La primera de ellas fue cuando su embarcación, El Pilar, fue designada por la Marina estadounidense, en 1942, para buscar submarinos alemanes en las cercanías de las costas norteamericanas –tal actividad, aunque no tuvo éxito, lo inspiró al momento de escribir su novela Islas en el Golfo, también conocido como Islas en la corriente o Islas a la deriva-. También en colaboración con los americanos organizó una red de informantes a la que bautizó como The Crook Factory, en la cual estaban reclutados variopintos personajes que incluían desde miembros del bajo mundo cubano hasta diplomáticos, periodistas, beisbolistas y algunas rumberas. La misión de estos individuos era vigilar la actividad profascista en la isla.

No obstante, la colaboración con los americanos se contraponía flagrantemente con otra actividad de inteligencia que Hemingway tuvo a bien llevar a cabo durante estos años, pues el escritor fue fichado brevemente por la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), antecesora de la temible KGB soviética, de manera que en octubre de 1940 el agente soviético Jacob Golos concertó una cita con el corresponsal americano en la librería Bretano’s en Nueva York, contacto que fue posible gracias a la intervención de Joe North, editor de la revista de izquierda New Mosses, donde Ernest publicaba artículos en los que manifestaba todas sus críticas hacia el fascismo a la vez que despreciaba la actitud de los E.U.A. a la que calificaba como “blandengue”.

Durante esta entrevista Papa le dejó claro al ruso que no era de afiliación comunista y que reprobaba el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov, en el cual Rusia y Alemania habían acordado no sostener mutuas hostilidades. Para distinguir los mensajes que provendrían de Golos, Hemingway le proporcionó algunas estampillas postales que no tenían uso, para que fuesen utilizados por el mensajero designado. Quedó así Ernest denominado como Argo en los registros de la actividad de inteligencia rusa. Según publicó Nicholas Reynolds, exoficial de la CIA y curador del museo de tal instancia, en el libro Writer, Sailor, Soldier Spy (2017) el archivo generado por el escritor fue bastante abultado, pero en realidad su trabajo no tuvo repercusión alguna en ningún acontecimiento.

Pero la intervención de Ernest Hemingway en la Historia dista mucho de haber concluido, aunque de su relación con la liberación de Francia, su obtención del Premio Nobel y otras muchas peripecias continuaremos hablando en la próxima entrega de esta columna.

 “Así coronó Hemingway al rey de los daiquirís”. Aut. Fran Serrato. Málaga. 22 de agosto 2020.

 “Hemingway, agente doble”. Aut. Ibsen Martínez. 16 de septiembre 2019.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

 “Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. Johnn Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.

 “Los gatos de seis dedos de la casa de Hemingway”. www.muyinteresante.mx

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com