¡El Rey ha muerto! 4 – Historia del Ajedrez – Del tablero a la quimera

12 May 2009

Humphrey Bogart en "Casablanca"

Humphrey Bogart en "Casablanca"

 

Por: Patricia Díaz Terés

«El ajedrez, como el amor y la música, tiene fuerza para hacer feliz a un ser humano».

Siegbert Tarrasch

Cuando el ajedrez abandona los límites del tablero y los rebasa para trascender hasta convertirse en un concepto, sirve como una abundante fuente de inspiración para muchos artistas y en ocasiones para ingeniosos oportunistas.

De este modo en aquella práctica descrita por el gran dramaturgo inglés William Shakespeare como “un juego muy honrado”, han existido algunos personajes quienes utilizando su astucia, perspicacia e inteligencia lograron crear argucias de tal refinamiento que  consiguieron conquistar un curioso espacio dentro de la historia de tan respetable juego.

Corría así el año 1769 cuando un brillante ingeniero nacido en la ciudad de Bratislava –antiguo Reino Húngaro y actual Eslovaquia- el ingeniero Wolfgang Von Kempelen, diseñó y construyó un autómata cuyo propósito principal era jugar partidas de ajedrez con cualquier persona que deseara enfrentarse con el artilugio.

Esta maravillosa máquina fue conocida como “El Turco”, la cual en principio fue pensada por su inventor para divertir a la Emperatriz María Teresa de Austria (1717-1780), solía derrotar a cualquier contrincante que osara competir con ella y de esta manera venció a grandes personajes como Catalina II –la Grande- de Rusia, el conquistador francés Napoleón Bonaparte o el inventor estadounidense Benjamín Franklin.

Según las descripciones que se encuentran en los registros sobre la creación de Von Kempelen, el aparato consistía en una caja que al abrirse mostraba al admirado espectador una gran cantidad de engranajes, cuerdas, alambres, ruedas y manivelas, cuyo movimiento sincronizado permitía al autómata desplazar las piezas con su mano izquierda, realizando así las jugadas.

Pero este asombroso mecanismo guardaba en su interior un obscuro secreto, mismo que fue imposible de ocultar ante la escrutadora mirada del mismísimo creador de uno de los más grandes detectives de la literatura de misterio –Auguste Dupin– es decir nada más y nada menos que Edgar Allan Poe.

A este respecto el autor de La Carta Robada elaboró dos escritos, el primero de ellos titulado El Jugador de Ajedrez de Maelzel en 1835 y el segundo Von Kempelen y su Descubrimiento publicado el 14 de abril de 1849 en el diario The Flag of Our Union.

En estos ensayos Allan Poe describe el fraude que llevó a cabo el agudo húngaro, ya que en realidad su “máquina” no era tal, sino que consistía en una elaborada estructura que permitía a un jugador de carne y hueso idear y ejecutar las jugadas del famoso y estrafalario “robot”.

Existen muchas y muy diferentes teorías o leyendas al respecto de “El Turco”, ya que se habla de uno o varios hábiles e incluso famosos ajedrecistas que pudieron fungir como verdadero motor del artificio, llegándose a considerar nombres como Johann Allgaier, Boncourt, William Lewis, Peter Williams y Jacques F. Mouret. Incluso Julio Gómez de la Serna, traductor de Narraciones Completas de Edgar Allan Poe (Ed. Aguilar, 1962) menciona, en un pie de página de “El Jugador…”, que la obra de Von Kempelen fue utilizada por éste para “hacer evadir de Rusia al proscrito polaco Wronsky”.  

Lo cierto es que Edgar Allan Poe, habla en sus escritos sobre aquello de lo que fue testigo presencial en Richmond (E.U.), ya que menciona al ajedrecista William Schlumberger como el jugador verdadero en el montaje de “El Turco”, siendo este último vendido por Von Kempelen a otro mecánico inventor llamado Johann Maelzel quien tenía más habilidad como promotor de espectáculos que como verdadero científico.   

Durante más de 80 años el autómata jugador de ajedrez causó sensación y polémica en Europa y América, alabado por muchos y cuestionado por otros no tan ingenuos, “El Turco” terminó su recorrido cuando fue destruido por un incendio en la ciudad de Filadelfia a mediados del siglo XIX.

Pero a pesar de existir tan elaborados engaños, no sólo los estafadores han sido inspirados por el juego de los escaques, siendo así que grandes escritores, poetas y cineastas han basado en él sus obras o al menos le han reservado una honorable alusión.

De este modo el ajedrez  ha sido tomado en cuenta por genios  de la literatura como Miguel de Cervantes en el Quijote, Dante Alighieri dentro de la Divina Comedia o William Shakespeare en El Rey Lear.

En otros libros el ajedrez funge como franco protagonista, siendo explicitado en el título de obras pertenecientes a géneros tan distintos como el drama en La Defensa de Luzhin de Vladimir Nabokov o la ciencia ficción El Ajedrez Vivo de Marte de Edgar R. Burroughs, en donde la fantasía nos narra cómo son seres humanos verdaderos los que se colocan en el tablero y mueren cuando son vencidos por el ejército contrario.

En el séptimo arte las referencias no son escasas y sí por el contrario de naturaleza variada, de forma que podemos encontrarlas en cintas como Casablanca (1942) del director Michael Curtiz en la que el personaje de Rick Blaine (Humphrey Bogart) aparece al principio de la película jugando una partida de ajedrez en el Rick’s Café; emerge también en el espacio siendo los ajedrecistas en esta ocasión, los viajeros espaciales de la película 2001: Odisea del Espacio (1968) del cineasta Stanley Kubrick.

Las grandes sagas cinematográficas no se quedan atrás y nos muestran algunas variantes “extravagantes” del ajedrez, como en el Episodio IV de Star Wars, Una Nueva Esperanza (1977), en donde George Lucas nos muestra cómo el pequeño y simpático robot R2-D2 enfrenta al peludo Chewbacca en un juego en el cual hologramas de criaturas espaciales se eliminan mutuamente; y no podemos dejar de mencionar al “ajedrez mágico” creado por J.K Rowling en los libros de Harry Potter y que el director Chris Columbus nos muestra en la primera película de esta serie Harry Potter y la Piedra Filosofal en la que es Ron Weasley (Rupert Grint) y no el protagonista, el mejor jugador del colegio Hogwarts.

Así hemos llegado a la conclusión de esta pequeña serie de artículos dedicados al apasionante y extenso tema del juego de los escaques, pudiendo decir de él que es tan versátil como sus adeptos y así, hemos observado cómo hombres como Gary Kasparov o Bobby Fischer han practicado y triunfado en el mismo tablero que se utilizaba en la Europa de la Edad Media; a la vez que el ajedrez es una actividad que ha sido percibida, dependiendo del manipulador de las piezas, como un simple entretenimiento, un deporte, un arte, una ciencia o incluso la esencia misma de la vida.

FUENTES:

Artículo: “Letras y Piezas”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México, 25 de diciembre de 2008.

Artículo: “¡Sí hubo fraude!”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México, 9 de octubre de 2006.

“Narraciones Completas”. Aut. Edgar Allan Poe. Trad. Julio Gómez de la Serna. Ed. Aguilar. Madrid 1962.


¡El Rey ha muerto! 3 – Historia del Ajedrez – El poder tras el trono

12 May 2009

 

 

Gary Kasparov

Gari Kasparov

  

 

 

Por: Patricia Díaz Terés

«En el tablero de Ajedrez luchan personas y no figuras».

Emanuel Lasker (ajedrecista, matemático y filósofo alemán)

Cuando en el tablero de ajedrez los ejércitos comienzan a moverse para tratar de atrapar al soberano enemigo, en realidad estamos observando a dos personas que enfrentan sus intelectos en un duelo inmisericorde, del cual sólo uno podrá alzarse como vencedor indiscutible.  

Muchos son los factores que intervienen cuando las figuras en el tablero van tomando su lugar para dar forma a las tácticas y estrategias ideadas por  los contrincantes; algunos como el jugador checoslovaco Richard Réti (1889-1929) opinaron que se trataba de elementos puramente racionales, excluyendo por completo el azar, mientras que otros como el gran maestro ruso Ksawery –Savielly- Tartakower (1887-1956) expresó por el contrario: “del ajedrez, ese juego de cálculo por excelencia, forman parte la suerte, la suerte y la suerte”.

En lo que todos los analistas, expertos y ajedrecistas coinciden es en que este juego constituye uno de los retos intelectuales más satisfactorios para los participantes, ya que como lo expresó el filósofo Gottfried W. Leibnitz  sirve para ejercitar la capacidad mental y las dotes de la inventiva, debido a que una de las características del buen ajedrecista es en cierto modo adivinar lo que hará el contrincante, pudiendo imaginar las jugadas próximas por adelantado.

Ahora bien, según nos refiere el experto chileno en ajedrez Javier Vargas Pereira, este juego puede ser calificado como complejo, desde el punto de vista de la teoría de la complejidad, la cual  explica la dificultad de predecir algunos fenómenos debido a su indeterminación, lo cual quiere decir que un elemento cualquiera de un sistema dado puede ser previsible; sin embargo “al unir varios de ellos se tendrán eventos impredecibles”, de ahí la dificultad de esta práctica y por lo tanto el mérito del ajedrecista experto.

A lo largo de la historia muchos han sido los personajes ilustres que se han acercado al juego del ajedrez, pero pocos son a quienes podemos catalogar como los genios que han logrado romper paradigmas y hacer innovaciones significativas en el desarrollo de las partidas.

Así, desde el tiempo de los vikingos cuando el rey Canuto II el Grande (995-1035) a principios del siglo XI practicaba este ancestral reto, podemos contar entre los ilustres e históricos aficionados a varios soberanos como Isabel I de Inglaterra (1533-1603), de España Felipe II (1527-1598), de Rusia Iván IV motejado el Terrible (1530-1584) y Pedro I  llamado el Grande (1672-1725), o la reina francesa Catalina de Médici (1519-1589); además de los pensadores de la Revolución Francesa Jean-Jaques Rousseau (1712-1778) y François Marie Arouet  (1694-1778)mejor conocido como Voltaire, entre otros.

Pero si bien la capacidad estratégica del jugador, pertenezca o no a la clase dominante en determinada época, es de suma importancia en los momentos decisivos de la partida, no todos los grandes estrategas han sido ajedrecistas ejemplares, como es el caso de Napoleón Bonaparte, quien durante el siglo XIX logró dominar gran parte de Europa, pero al momento de querer hacer lo propio con el tablero, no lograba desplegar sus dotes militares en forma tan precisa como él hubiese querido, optando mejor por tumbar accidentalmente una pieza fundamental como la reina y volviéndola a colocar en el lugar que consideraba más conveniente, sin que el contrincante en cuestión se atreviera a discutir sobre el ejercicio de este “derecho”.

De esta forma es posible concluir que no es la importancia histórica del jugador la que ha dictado su injerencia en el campo de la práctica ajedrecística, como lo hemos constatado con el conquistador francés; sino que los genios del juego intelectual surgen en momentos inesperados, contando así el siglo XX con varios maestros que ya han grabado su nombre en el registro de los mejores jugadores de ajedrez desde el surgimiento de la práctica

De esta manera tenemos a los maestros rusos Anatoli Yevgénevich Kárpov quien detentó el título de Campeón Mundial durante una década – 1975 a 1985- siendo destituido por el gran Gari Kimovich Kasparov, catalogado como uno de los mejores jugadores conservando el máximo escalafón en el mundo del ajedrez desde 1985 hasta el año 2000 y quien en alguna ocasión llegó a decir “en ajedrez mi palabra es cercana a la de Dios”.

También podemos nombrar al cubano José Raúl Capablanca y Graupera campeón de 1923 a 1927 y a quien por su genio se le llamó el Mozart del ajedrez ya que a la edad de 13 años venció al campeón nacional de Cuba Juan Corzo. En los Estados Unidos también han surgido algunos jugadores de gran renombre como Robert “Bobby” James Fischer  Campeón Mundial de 1973 a 1975 o Paul Morphy quien a sus 20 años desafió y derrotó a todos los campeones europeos.

Cada uno de estos grandes maestros ha tenido su propio estilo de juego, entendido éste como “el conjunto de caracteres que distinguen una determinada forma de resolver los problemas de la lucha” (Vargas Pereira 2006) y en el que intervienen numerosos factores como el modo de pensar, el grado de emotividad y las cualidades personales del ajedrecista en cuestión.

Aquí hemos llegado a un punto en el que nos es posible decir que el Ajedrez como la vida, será conceptualizado por cada simpatizante “dependiendo del cristal con que lo mire” como reza la frase popular, ya que lo que para algunos constituye un simple pasatiempo, para otros como el escritor Johan Wolfgang von Goethe es “una prueba de inteligencia” o un “esgrima del intelecto” como dijo el músico y escritor Jacques Sagot.

Aún cuando literatos como Lord Byron han expresado que “la vida es demasiado corta para jugar al ajedrez”,  sólo los genios y gigantes de esta práctica intelectual pueden contradecirlo, como el autor de numerosos textos sobre el juego de los escaques Irving Chernev quien aseguró “del ajedrez se ha dicho que la vida no es lo suficientemente larga para él. Pero eso es culpa de la vida, no del ajedrez”.

Así únicamente aquél que logra la combinación perfecta entre el raciocinio y la pasión en la práctica ajedrecística puede como Anatoli Kárpov decir  “el ajedrez es mi vida, pero mi vida no es sólo el ajedrez” o como Bobby Fischer afirmar “el ajedrez no es como la vida, es la vida misma”.

 

FUENTES:

Artículo: “La verdadera historia sobre el origen del Ajedrez”. Aut. Mariano Víctor Piñeyro. Buenos Aires, Arg.

Artículo: “El ajedrez y la dialéctica de la vida”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México,1 de enero de 2006.

Artículo: “El ajedrez y las teorías complejas”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México 29 de enero de 2007.