No importa si es Víctor Hugo o Walt Disney

4 agosto 2009

Wicked, el musical

Wicked, el musical

Por: Patricia Díaz Terés

“El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo”.

Gustavo Adolfo Bécquer

La gitana Esmeralda, la inteligente Bella, el hada Elphaba, el trágico Cuasimodo, el misterioso Fantasma, el estricto Javert o el ogro Shrek, prácticamente cualquier personaje que se haya creado para la literatura, el teatro, el cine o la televisión puede en algún momento transformarse en el protagonista de una obra musical, aún cuando los autores de los originales nunca se hubieran imaginado a sus creaciones cantando y bailando.

La versatilidad de esta expresión artística, el teatro musical, radica en que la multitud de recursos que tienen a su disposición los guionistas, productores y directores, les permiten ir más allá de los convencionalismos, para llevar a su público en una travesía en la que pueden visitar los más recónditos lugares de la imaginación.

Sin embargo, el montaje de un musical dista mucho de ser sencillo, cuanto más si se desea que éste se transforme en un éxito. A pesar de esto, ni una cuantiosa inversión ni la aparición en escena de estrellas de moda y ni tan siquiera una música realizada por un compositor reconocido, han podido garantizar la trascendencia de estas puestas en escena.

A pesar de esto, los esfuerzos por lograr producciones de calidad siguen apostando en primer lugar por libretos atractivos, ya sean ideas originales o adaptaciones. De esta manera, entre los guiones podemos encontrar a clásicos de la literatura como Víctor Hugo, cuyas obras “Los Miserables” (1985) y “El Jorobado de Notre Dame” (1998) se han llevado a los escenarios con gran éxito; o también al complejo T.S. Elliot, cuyos poemas contenidos en “Old Possum’s Book Of Practical Cats” se transformó en el éxito sin precedentes conocido como “Cats” (1981), producción que se ha montado en diez idiomas diferentes contando con 7485 presentaciones en Broadway y 2000 en Londres, sin tener en cuenta sus giras internacionales.

Incluso textos de renombrados filósofos como el ideólogo de la Revolución Francesa, Voltaire –“Candide”(1956)- han sido transformados en obras musicales; ni siquiera inmortales literatos como William Shakespeare o Miguel de Cervantes, han quedado exentos de estas adaptaciones, en muchas ocasiones con gran aceptación por parte del público, como ha sido el caso de “Hombre de la Mancha” (1965), musical de El Quijote.

Por otro lado, durante el siglo XX las nuevas tecnologías abrieron nuevas puertas, de modo que se comenzó a establecer una estrecha y curiosa relación entre el séptimo arte y los escenarios de Broadway, tomando ideas el uno del otro de forma indistinta. Así por ejemplo podemos mencionar algunas obras musicales que tuvieron como punto de partida una película: “El Color Púrpura” (2005), “Fama” (1988), “Hairspray”, “Legalmente Rubia” (2007) o “Billy Elliot” (2008), entre otras.

Asimismo existen numerosos filmes musicales basados en obras de teatro como por ejemplo: “Cabaret” (1972), “Soñadoras” (2006), “Vaselina” (1978), “Sweeney Todd” (2007) o “El Fantasma de la Òpera” (2004), habiendo sido muchas de ellas reconocidas con el máximo galardón del séptimo arte – los Óscares- en distintas categorías, así tenemos a la cinta “Chicago” (2002) que habiendo sido dirigida por Rob Marshall y protagonizada por Renee Zellweger y Catherine Zeta Jones, se hizo acreedora a la estatuilla por Mejor Película.

El otras ocasiones, los musicales aprovechan para explorar temas que no resultan fáciles de tratar en otras expresiones artísticas, temas como la drogadicción o la homosexualidad son abordados en obras como “Rent” (1996), “Los Productores” (2001) o “La Jaula de las Locas” (1983), entre otras.

Pero también las historias infantiles dentro de las obras musicales, han logrado colocarse en la preferencia del público; este triunfo ha dependido en gran medida de la creatividad con la cual los encargados de la dirección de arte, coreografía y música han logrado montar un espectáculo completo.

Los estudios Disney han conseguido establecer –aunque no en todos los casos- una benéfica relación con Broadway, ya que las ideas originales de sus maravillosos largometrajes animados, han resultado impresionantes puestas en escena, como es el caso de “El Rey León” (2007), que bajo la dirección de Julie Taymor, puede ser ejemplo de calidad en cuanto a vestuario, tramoya y música –esta última compuesta por Sir Elton John-, o la “Bella y la Bestia” (1994); otras historias han enfrentado mayores obstáculos al momento de hacer la adaptación al teatro, como “La Sirenita” (2007), la cual sin ser un espectáculo pobre, los retos de escenografía no han sido sorteados aún de manera satisfactoria.

Pero la relación existente entre el cine, la literatura y el teatro musical no siempre funciona como los productores quisieran. Hay historias que, a pesar de haberse presentado de manera espectacular en la pantalla grande han constituido francas decepciones en los escenarios, como “El Señor de los Anillos” de J.R.R. Tolkien, cuyas adaptaciones cinematográficas dirigidas por Peter Jackson lograron ingresos millonarios en taquilla y numerosos óscares. Sin embargo, la complejidad misma de los textos, no permitió a los libretistas Matthew Warchus y Shaun McKenna llevar con éxito a los escenarios tan extraordinaria historia en el año 2006, teniendo considerables pérdidas económicas. 

A lo largo de la historia del teatro musical han existido también mentes creativas que han realizado guiones originales convirtiéndose en obras musicales que hoy en día se consideran una tradición en el medio. Uno de los casos más destacados es el del director  y productor Andrew Lloyd Webber, quien actualmente es dueño de Really Useful Group, una compañía que ha montado éxitos mundiales como “Cats”, “El Fantasma de la Ópera” o “Evita”, todas ellas escritas y dirigidas por el imaginativo empresario.

Llegando al día de hoy, encontramos que en las marquesinas de Broadway hay una obra que semana con semana se ha levantado como vencedora indiscutible en las taquillas, se trata de la peculiar “Wicked” (2003), dirigida por Joe Mantello, escrita por Winnie Holzman, con música y letras de Stephen Schwartz; en ella se aborda la historia de las brujas del cuento infantil El Mago de Oz, narrando principalmente como la verde Elphaba se convierte en la temible Bruja del Oeste, después de haber atravesado por una adolescencia durante la cual es objeto de rechazo por tener la piel de color verde.

De esta manera, hemos podido observar cómo el teatro musical echa mano de cualquier tipo de argumento, ya sea un acontecimiento histórico, una biografía, una situación social, una joya literaria o un cuento infantil, para convertirlo en un espectáculo que transporta a niños y adultos a universos salidos de la imaginación de extraordinarios artistas, los cuales se atreven a ver las historias desde otro punto de vista, logrando que el público a la vez reflexione, se divierta y considere nuevas alternativas.    

Para acercarse al fantástico mundo de los musicales vea:

Notre Dame de Paris: Les Cloches http://www.youtube.com/watch?v=9G7vU6WmmU8

El Rey León: http://www.youtube.com/watch?v=-XtpRsdF_Bw

Los Miserables, concierto del 10° Aniversario: One Day More http://www.youtube.com/watch?v=odrZ6NtPR2M

Cats: http://www.youtube.com/watch?v=LI1DMZ6J_RM

El Fantasma de la Ópera: http://www.youtube.com/watch?v=MmI9gAyNPyE

Wicked: Defying Gravity http://www.youtube.com/watch?v=MRUeEJQSKbs

Fuentes:

www.playbill.com

www.wickedthemusical.com

www.lotr.com

www.oscar.com


De Sófocles a Julie Taymor: La evolución del teatro musical.

28 julio 2009

Vaudeville

Vaudeville

Por: Patricia Díaz Terés

“El espectáculo de lo que es bello, en cualquier forma que sea presentado, eleva la mente a nobles aspiraciones”.

 Gustavo Adolfo Becquer

Las luces se apagan, se hace el silencio en el teatro y la emoción aumenta cuando la orquesta ejecuta las primeras notas de la partitura, entonces las luces se dirigen a un actor quien, en solitario, se sitúa en medio del proscenio. Comienza a cantar, de pronto se ilumina el escenario dejando ver tras un telón translúcido, una impresionante estructura que representa la monumental Catedral de Notre Dame. Así da inicio la obra musical “Notre Dame de Paris” –escrita por Luc Plamondon y musicalizada por Riccardo Cocciante presentada en el Palais des Congrès de Paris en 1999.

Desde la Francia de la Edad Media hasta el Estados Unidos de la Guerra de Secesión o de los barrios bohemios de Nueva York a las sabanas africanas, el teatro musical puede transportarnos en el tiempo y espacio como ninguna otra expresión artística, incluyendo al cine. Y esto se debe a que, sentados en una butaca del teatro, podemos observar, oler y prácticamente tocar el contexto de la obra representada, emprendiendo así un fascinante viaje en el que los actores, cantantes y bailarines se convierten en nuestros guías y compañeros.

Pero las impactantes puestas en escena a las que podemos asistir actualmente, como en cualquier teatro de Brodway en la ciudad de Nueva York, tuvieron un accidentado comienzo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los burlesques y vaudevilles se abrían camino entre el gusto de un público que se hacía cada vez más exigente y difícil de complacer.

Si deseamos ahondar un poco más, podemos remontarnos hasta la antigua Grecia en donde dramaturgos como Aeschylus y Sófocles complementaron sus obras con danzas y canciones. Posteriormente los romanos continuaron haciendo este tipo de espectáculos, mientras que ya para el Medioevo, particularmente en los siglos XII y XIII surgieron las representaciones de dramas religiosos, como la Obra de Daniel y la de Herodes, en las cuales se adaptó parte de las Sagradas Escrituras para que pudieran transmitirse a través de cantos en los templos, con lo cual se pretendía el vulgo comprendiera los textos bíblicos.

Para el Renacimiento surgió la commedia dell’arte, tradición italiana en la cual payasos como Arlequín, Pulcinella y Scaramouche, improvisaban historias con temáticas cotidianas, con la finalidad de entretener a su público.

Sin embargo aún cuando muchos autores sitúan concretamente el origen del teatro musical en las óperas del siglo XVII, si nos empeñásemos en ubicar el nacimiento de las comedias musicales en dicha centuria, tendríamos que especificar que únicamente nos remitimos a las conocidas como ballad operas de las cuales un buen ejemplo es “The Beggars Opera” de John Gray, para la que el autor tomó prestadas canciones populares, modificando la letra; o bien las comic operas, como “Bohemian Girl” de Michael Balfe, que contaba con música original y líneas argumentales románticas.

Cien años después, pero del otro lado del Atlántico, en la ciudad de Charleston, Carolina del Sur (E.U), se presentó el primer musical americano cuyo título fue “Flora” y cuyo estreno tuvo lugar en el Salón de la Corte de la mencionada población sureña.

Después de la Guerra de Independencia, se pusieron de moda los burlesques, es decir parodias de obras, actores o bailarines de renombre, las cuales incluían danza, pantomima y diálogo. Algunas como “Hamlet” (1828) y “La Mosquita” (1838) tuvieron gran éxito al burlarse de la obra de Shakespeare y de la bailarina Fanny Elssler, respectivamente.

Para la segunda mitad del siglo XIX la obra “The Black Crook” introdujo algunos de los que se convertirían en rituales tradicionales de la comedia musical como las coristas, los ornamentos de producción, elaborado vestuario, provocativas canciones y largos números de baile; pero a pesar de que este tipo de espectáculos iba cobrando cada vez mayor interés por parte del público, no eran originales, sino que se trataba de importaciones europeas.

Así, algunas de las primeras producciones originales fueron “The Brook” (1879) y “The Little Tycoon” (1886), pero fueron realmente los burlesques conocidos como “Mulligan Guard Series”, escritos por Ed Harrigan y Tony Hart, los que dominaron la escena.

 Para el inicio del siglo XX, la comedia musical ya se encontraba en franca transformación, en buena parte gracias al libretista, letrista y compositor George M. Cohan, quien tenía claro que un argumento debía poder adaptarse a canciones, bailes y momentos chuscos, con el objetivo de divertir al público.

Poco después se descubrió que la concurrencia aumentaba si se colocaban en el escenario  artistas ya conocidos, por lo que comenzó una época en la cual se contrataban estrellas cuya finalidad era mostrar sus extraordinarias habilidades en canto y baile para vender localidades, sin tomar en cuenta la calidad del conjunto que conforma una obra musical.

Además, se llegó a establecer una estructura rígida para las presentaciones, según la cual después de levantar el telón al inicio de la obra, debían aparecer una o dos líneas de coristas que cantaban un número de apertura; asimismo, colosales secuencias de producción debían concluir cada uno de los actos. En el ámbito del argumento, los protagonistas –hombre y mujer- debían terminar juntos y felices, después de que el caballero fuera retado a un duelo por el villano, quien era irremediablemente derrotado.

De este modo, no fue sino hasta la segunda mitad de la década de los 20’s cuando gracias a la obra “Show Boat” (1927) de Oscar Hammerstein II y Jerome Kern, la obra en su totalidad tomó la importancia debida, llegando por fin al Time Square de Nueva York.

A partir de entonces el musical debe tener tres características fundamentales: tiene que tratarse de un argumento inteligente – aunque en algunos casos esta cualidad ha sido reemplazada por una búsqueda de originalidad tan extrema que en ocasiones resulta absurda-; a continuación es necesario que se considere “arriesgada”, es decir, que sus cualidades argumentales, de montaje o producción sean extraordinarias; y por último que las emociones que muestre sean reales, con la finalidad de lograr personajes “tridimensionales” y creíbles.

Actualmente, en el mundo del teatro musical se tienen muchas figuras, entre los que destacan directores, libretistas, músicos y actores que han logrado transportar al público a los universos por ellos imaginados; gente como Andrew Lloyd Webber, Bob Fosse o Julie Taymor entre muchos otros –de quienes hablaremos en la próxima entrega- han conseguido mostrar a los espectadores que el escritor francés Julio Verne tenía razón cuando dijo: “Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad”.

Para ver:

Notre Dame de Paris. Le Temps des Cathédrales: http://www.youtube.com/watch?v=L24vaxNH91w   

FUENTES:

A Historyh of the Musical”. Aut. John Kenrick. Musicals101.com, 2003.

“The history of musical theatre”. Aut. Samantha Thomas. Paisley Place Creations.

American Musical Theatre: An Introduction”. Aut. Mark Lubbock. Nueva York, 1962.