De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca IV

23 junio 2022

Parte IV – La batalla del final

Por: Patricia Díaz Terés

Claude Reins y Humphrey Bogart en la escena final de Casablanca

Los finales son muy difíciles de escribir, y es difícil hacer un final en colaboración con miles y miles de personas, y satisfacer a todas esas personas es imposible”. 

Jennifer Hale.

Muy diversos han sido los propósitos con los que se realiza una película, de  modo que el director puede tener la intención de entretener, concientizar o motivar al público. En tiempos bélicos estas últimas funciones del cine son particularmente importantes. En este sentido, fue el empeño del productor de la Warner Bros., H. B. Wallis y del director Michael Curtiz lanzar al pueblo norteamericano un mensaje específico con el propósito de hacer consciente al pueblo de los Estados Unidos sobre la situación que se vivía, con la Segunda Guerra Mundial, en Europa a principios de los años 40.

Así, no fue nada casual el hecho de que la película se estrenase “en corto” el 26 de noviembre en el Hollywood Theatre de Nueva York, día en que las fuerzas aliadas invadieron el norte de África capturando Casablanca, aplazándose el estreno general para el 23 de enero de 1943.

Pero para que Casablanca llegase a las salas de cine, después de haberse enfrentado los problemas con el guion y el elenco, se tenía que resolver un punto crucial del filme: el final. Se sabe que durante el rodaje de Casablanca el guion iba y venía en manos de los escritores quienes hacían muchas modificaciones de último momento –afortunadamente todas estas alteraciones fueron tan atinadas que eventualmente el libreto de Casablanca fue designado por el Sindicato de Guionistas de Hollywood como el mejor guion de la historia de la cinematografía norteamericana, aún por encima de Ciudadano Kane o del Padrino-, afinando cada una de las escenas, de las cuales, la más importante, el final, no estaba definida.

La ambigüedad existente sobre la conclusión de la película ocasionaba un ambiente de estrés entre el elenco, particularmente en Ingrid Bergman, quien angustiada acudía a Michael Curtiz para consultarle cuál sería el desenlace de la historia, pues de ello dependía la actitud que debía mostrar, ante las cámaras, hacia el cínico Rick y el valiente Laszlo. Ante tales cuestionamientos el director respondía con evasivas sugiriéndole a Ingrid –y gritándole en alguna ocasión la frase “¡actores, actores, siempre quieren saberlo todo!”, esquivando su propia ignorancia- que Ilsa debía mostrarse ambigua con ambos personajes. Sin embargo, el cineasta no era totalmente honesto con su elenco, puesto que no quería exponer la cruda verdad: no había final escrito para Casablanca.

Y es que la trama era tan maravillosamente intrincada que cada una de las personas que intervenían en la realización del guion opinaban que la historia debía terminar de una manera diferente: por un lado, se tenía a Paul Henreid quien, airado, decía que la señorita Lund debía permanecer al lado de su aguerrido marido. Por otra parte, los más románticos opinaban que Ilsa debía dejar libre a Víctor para quedarse con Rick –esta versión era simplemente impensable debido a la censura que prohibía terminantemente que una mujer casada dejase, aunque fuese en pantalla, a su marido-; otros pensaban que la mejor opción era darle un mortal y heroico final a Laszlo dejar el paso libre para la realización del amor entre Rick e Ilsa.

El reto era, entonces, cómo lograr un final lo suficientemente digno y conmovedor para que la mayor parte de los espectadores quedase satisfecha. Se tenía entonces al entrañable personaje de Humphrey Bogart quien, sin duda, después de tanto sufrimiento, merecía un final feliz. Pero por supuesto esta felicidad no podía estar supeditada a la ruina de un hombre tan emblemático como el personificado por Paul Heinreid. ¡Vaya problema!

Finalmente se decidió que la heroína sacrificaría su amor en pro de un fin más noble como era la lucha por la libertad, misma posición en la que quedó el personaje de Bogart. Ahora bien, esto sin duda satisfacía las demandas de Paul Henreid, pero todavía quedaba una pregunta: ¿se darían un último beso Ilsa y Rick al despedirse, antes de que la dama abordase el avión hacia su destino en América?

Y en la resolución de esta situación se ilustra cómo, aunque el director tenga la batuta, cuando se tiene en el elenco a un actor del peso de Humphrey Bogart, poco importan las jerarquías. Muy poco tiempo antes de filmar la escena en el aeropuerto –misma en que se utilizó un avión de cartón cuya manufactura era tan deficiente que el director decidió cubrir los defectos a través de la utilización de una neblina imposible en el clima del verdadero Casablanca- Michael Curtiz y Humphrey Bogart se hicieron de palabras en el camerino del actor. El protagonista reclamaba al director que no era adecuado que Rick besase a Ilsa antes de que ella partiera hacia territorio americano, ya que eso le quitaría toda la esencia noble al gesto de dejarla partir, renunciando a ella, para que Víctor continuase su loable trabajo. Con una mente más prosaica, Curtiz insistía en que el público merecía ese último beso entre sus héroes.

El tiempo transcurría, la conclusión del rodaje seguía retrasándose y las discusiones no ayudaban. De esta manera algún avispado miembro de la producción corrió en pos de Hal B. Wallis para que este mediara en el conflicto. De esta forma, el productor se decantó por la opinión de Bogart con la finalidad de que la película dejara un buen sabor en el público a quien se había dejado en penumbras sobre quién subiría al avión en aquel desértico aeropuerto.

Era pues el 3 de agosto de 1941 cuando se terminó de rodar Casablanca, 11 días después de lo previsto y aún faltaba la postproducción. A este respecto únicamente mencionaremos el tema de la música, realizada por Max Steiner. Resulta entonces que cuando Steiner se encontró con la grabación de la famosísima canción de As Time Goes By, inmediatamente quiso sustituirla porque consideraba que la pieza era insípida. Esta sugerencia llegó a oídos del productor Wallis, quien accedió a modificar la canción. No obstante, esta intención se vio obstruida por el hecho de que la pieza ya había sido grabada con playback por Dooley Wilson y a la sazón era absolutamente imposible regrabar la escena. Así, para fortuna de la historia de los soundtracks cinematográficos, la canción original permaneció tan solo para situarse, con los años, en una de las canciones más conocidas y memorables del séptimo arte.

Y así, tanto esfuerzo dio espléndidos resultados: en 1943, cuando los Premios de la Academia todavía eran una ceremonia digna y glamurosa, Casablanca se hizo acreedora a 3 de estos galardones, incluyendo el de mejor película. En este evento se dio la ruptura definitiva entre el productor Hal B. Wallis y Jack L. Warner cuando este último saltó sin tardanza al escenario para recibir el Óscar al ser anunciado el premio para la cinta dirigida por Curtiz. Esta acción le impidió al productor Wallis tener en mano el bien merecido galardón que recibían ahora su intuición, pasión y esmero.

La fama de la película se ha extendido a lo largo y ancho del mundo. Las nuevas generaciones han tenido recientemente acceso a esta cinta en las salas de cine gracias al reestreno que se llevó a cabo con motivo del 80 aniversario del filme. También ha tenido algunos homenajes como la película animada Carrotblanca –dirigida por Douglas McCarthy en 1995- en la que Bugs Bunny personifica al cínico Rick en compañía del inseparable Sam, en este caso encarnado por el Pato Lucas; el gato Silvestre interviene en el papel de Víctor Laszlo y por supuesto el coqueto Pepe Le Pew es el entrañable Louis Renault. Por su parte los hermanos Marx hicieron una parodia de esta cinta con Una noche en Casablanca de Archie L. Mayo en 1946, la cual estaba tan cercana a la original que la propia Warner Brothers se quejó –ambas cintas pertenecen a los mismos estudios cinematográficos-. Asimismo, otros intentos por abarcar la historia de Casablanca fueron las fracasadas series de 1955 y 1983.

Y así llegamos al final de la historia de una película cuya idea surgió en un oscuro café de refugiados en la Francia ocupada y continúa vigente hoy en día a través de los miles de cinéfilos de todas las edades que consideran a Casablanca, hasta la fecha, una de las mejores películas jamás filmadas.

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com. 

“Casablanca, setenta años de amor, citas y malentendidos”. www.bbc.com. 27 de marzo 2012.   

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   

“Casablanca (1942): Detalles desconocidos de la película más icónica”. Aut. Alba Puerto. www.elcineenlasombra.com. 26 de diciembre 2018.


De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca III

15 junio 2022

Parte III – La aventura de la producción

El director Michael Curtiz con Ingrid Bergman y Humphrey Bogart

Por: Patricia Díaz Terés

El cine es un misterio. Es un misterio para el propio director. El resultado, el film acabado, deber ser siempre un misterio para el director, de otra forma no sería interesante”. 

Andrei Tarkovski

La magia del cine dista mucho de ser un acto de prestidigitación, más bien aquella resulta de la conjunción de una serie de genialidades, contratiempos y un poco de caos. De esta manera, la producción de Casablanca estuvo, desde su inicio, plagada de situaciones inusuales que tuvieron que ser sorteadas por el director Michael Curtiz y el productor Hal B. Wallis.

La empresa parecía entonces tan monumental que el ejecutivo de los estudios Warner, Jack l. Warner, optó por mandar a Curtiz un “motivador” mensaje antes de comenzar el rodaje: “Atravesamos días turbulentos, pero yo sé que tú podrás con el rodaje en las siete semanas previstas. Confío en ver otra vez al viejo Curtiz que yo siempre he conocido y estoy seguro de que vamos a hacer una gran película”. Nada mal para animar al director a iniciar con el pie derecho (!).

Cuando llegó la fecha de inicio de la filmación, 10 de abril de 1942, eran tantos los aspectos pendientes de la producción que fue necesario aplazar el rodaje hasta el 25 de mayo del mismo año. Así, en el momento en el que los involucrados llegaron al set en esta memorable fecha se encontraron con que no tenían nada listo: el guion estaba inacabado, las escenografías estaban aún por concluirse y uno de los actores principales, Paul Henreid, no se encontraba aún en el lugar, ni cerca de estarlo.

Siendo la filmación de una cinta una suerte de rompecabezas, aquel día de primavera se comenzaría por escenificar el flashback en Paris en el que solamente aparecen Rick e Ilsa, pero al parecer ese día el director no se encontraba en su mejor forma, ya que cometió una serie de errores impensables para un cineasta experimentado, llegando incluso a olvidar registrar el audio de una de las escenas, aquella en la que se ve a Humphrey Bogart e Ingrid Bergman paseando, felices y enamorados, en un automóvil por las calles de la capital francesa y sus paradisiacos alrededores-. Asimismo, pasó por alto, sin mayor explicación, la captura de una de las escenas. Al final del día, frustrado y decepcionado, Michael tuvo que informar a los actores y a los integrantes del staff que el día había sido una completa pérdida de tiempo, porque el material recolectado era inservible: tendrían que empezar de nuevo.

Por su parte, el director de fotografía, Arthur Edeson, quien previamente había trabajado en películas como El Halcón Maltés (1941) y Frankenstein (1931), estaba obsesionado con lograr la iluminación perfecta para enmarcar el bellísimo rostro de Ingrid Bergman, por lo que tardaba muchas más horas de las previstas para lograr su cometido, ante la desesperación absoluta del director. Cabe mencionar que su objetivo se cumplió, pues Edeson logró dar una luz especial a la mirada de Ilsa a través de precisos reflejos con los cuales los ojos de la actriz parecen destellar en cada toma. No obstante, el trabajo de iluminación distaba de satisfacer al director, quien indignado expresó que Rick’s, lejos de parecer un lúgubre café para refugiados, parecía un cabaret de moda –lo que finalmente fue un acierto del filme, pues precisamente es el ambivalente ambiente de este lugar lo que lo hizo tan memorable-.

La ausencia de Henreid –porque este se encontraba todavía filmando La extraña pasajera con Bette Davis– tuvo que ser hábilmente cubierta por Curtiz, quien optó por rodar cuanta escena pudiera en la que no interviniese el actor austriaco. Incluso filmó las reacciones de los personajes con los cuales intervenía el personaje de Laszlo, para luego, en la edición, montarlas junto con las escenas en las que ya apareciera el líder de la resistencia francesa.

Además de las vicisitudes puramente técnicas, el director tuvo que enfrentarse a cuestiones personales entre sus protagonistas. En primer lugar, tuvo que lidiar con una acongojada Ingrid Bergman, quien se mostraba francamente consternada ante la evasión de su persona por parte de Humphrey Bogart. Esta situación no se remedió sino hasta que un miembro de la producción, harto de ver el triste semblante de la actriz, optó por revelar el gran secreto: Bogart le había prometido a su celosísima esposa, Mayo Methot, que se acercaría a su compañera de elenco lo mínimo indispensable, esto se debió a que la dama tenía una irracional seguridad de que su marido se enamoraría irremediablemente de la entonces esposa del neurocirujano Petter Lindström.    

Pero entre Humphrey e Ingrid había otro gran problema: ella era más alta que él por 5 centímetros –perspectiva intolerable en un drama romántico respetable, no cómico, de la época-, hecho que llevó a Michael Curtiz a idear desde encuadres hasta posiciones para el actor con el objetivo de crear la ilusión de que el caballero era más alto que su coprotagonista. Por esta situación constantemente lo vemos a él subido en algún escaloncillo o de pie mientras la dama permanece sentada.

Un detalle adicional surgió con la música de la película. Una de los personajes más entrañables de la cinta resulta ser Sam, el simpático pianista de Rick´s Café Americain. Sin embargo, había un pequeño problema: Dooley Wilson era baterista y no tenía la menor idea de cómo tocar el piano. Siendo necesario el realismo en la interpretación de las canciones, el director optó por contratar a un pianista profesional local, Elliot Carpenter, quien, además de haber grabar el audio final para la película, estaría escondido muy cerca de donde Wilson se encontraba para que este pudiese imitar el movimiento de las manos de Carpenter sobre el piano.

En cuanto a los sitios de filmación cabe mencionar que el Marruecos que se presenta en la película es totalmente imaginario –para consternación de cientos de turistas que, sin saberlo, se aventuran a Casablanca encontrando una ciudad bastante desabrida en medio del desierto y no las misteriosas y exóticas calles que se muestran en el filme-: los 9200 dólares que costó la creación de Rick’s quedaron instalados en los estudios de Warner Bros. en Burbank, California, en donde el director tuvo que utilizar cuanto recurso disponible tuvo a la mano para abaratar un poco la producción, llegando a emplear un set que había sido construido para la película The Desert Dog. Sin tener locaciones en su haber, la producción únicamente tuvo que trasladarse de sitio para filmar el gran final, mismo que se emplazaría en el aeropuerto de Van Nuys en Los Ángeles.

Así, mientras Curtiz trataba de hacer malabares con esposas celosas, vanidades agraviadas, técnicos minuciosos hasta lo obsesivo y exigencias de los estudios, los guionistas se quebraban la cabeza aún para designar un final a una historia que, muy probablemente, no dejaría para nada satisfecho al público. Pero de cómo lograron sortear semejante reto para lograr el mejor guion en la historia del cine norteamericano –por encima de El ciudadano Kane- hablaremos en la última parte de esta columna la próxima semana.

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“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com. 

“Casablanca, setenta años de amor, citas y malentendidos”. www.bbc.com. 27 de marzo 2012.   

 “10 cosas que tal vez no sabías de Casablanca”.  www.lavanguardia.com. 6 de abril 2021.

 “Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   

“Casablanca: una película a medio camino entre el mito y la realidad”. http://www.sientemarrueos.viajes.   


De producción de relleno a leyenda cinematográfica: Casablanca I

1 junio 2022

Parte I – La aventura del guion

Por: Patricia Díaz Terés

«Para hacer una gran película necesitas tres cosas: el guion, el guion y el guion».

Alfred Hitchcock

No puedo ni siquiera describir el fantástico sentimiento que me invadió cuando, recientemente, me fue posible ver en pantalla grande una de mis películas favoritas: Casablanca. Y es que el 80 aniversario de esta clásica cinta hizo realidad aquello que solo hubiera sido solo posible retrocediendo en el tiempo. Escuchar la canción As Time Goes By interpretada por Dooley Wilson y la imponente Marsellesa en la voz de un gallardo Paul Henreid, en los altavoces de la sala de cine, se han convertido, sin lugar a dudas, en uno de mis momentos de gloria cinéfila.

Casablanca se sitúa ahora, en las listas de las grandes obras del séptimo arte, tan solo un peldaño debajo de Ciudadano Kane, catalogada por los expertos como la mejor película jamás filmada. Pero cuando el productor Hal B. Wallis puso los ojos en el proyecto, si bien intuía su posible éxito, probablemente jamás imaginó que tenía entre manos semejante portento cinematográfico.

Transcurría el año de 1938 cuando un par de dramaturgos, de viaje por el sur de Francia, fue a parar a un club en el que convivía, tan alegremente como era posible, una variopinta concurrencia conformada por franceses, nazis y refugiados.

Tal experiencia dio a Murray Burnett y Joan Alison la idea de escribir una obra de teatro que titularon Everybody Comes to Rick’s, la cual fue descubierta en 1941 por la editora Irene Diamond, quien de inmediato se dio a la tarea de convencer al productor de la Warner Brothers, Hal. B. Wallis, para transformar ese texto en un filme. La lectura capturó la imaginación del ejecutivo, quien, sin tardanza, en 1942, invirtió la exorbitante cifra de veinte mil dólares para adquirir los derechos, cambiándole también el nombre por Casablanca.

La idea del guion era muy buena, pero la ejecución bastante pobre, por lo que se necesitaba trabajarla en pro de transformarla en algo digno de ser filmado. De esta forma, Wallis contrató, en enero de 1941, a Aeneas Mckenzie y Wally Kline, quienes durante seis semanas se dedicaron a revisar la historia pieza por pieza, enviando el documento resultante del análisis el 23 de enero. Mckenzie, cuando conoció el proyecto, dijo a Wallis con respecto a los defectos del guion: “…todo ello puede superarse porque detrás de la acción y de su entorno está la posibilidad de un tema excelente: la idea de que cuando la gente pierde sus ideales, necesita ser golpeada por dentro para que empiece a luchar. Esto es lo que ha sucedido a Francia y también a Rick Blaine”.

Así, las líneas originales no servían para la intención de Wallis, constituyendo otro problema mayúsculo el hecho de que la trama incluía diversas situaciones que transgredían flagrantemente varias de las normas establecidas en el Motion Picture Production Code –mejor conocido como código Hays-, que había sido creado por la Asociación de Productores Cinematográficos de Estados Unidos (MPAA) en 1930 y escrito por William H. Hays, prominente líder del partido republicano y distinguido miembro del MPAA, con el objetivo de “proteger” al público de “ideas peligrosas” que contravinieran los valores aceptados por el sistema.

Para empezar, en la historia original, Rick era un hombre casado y Lois Meredith –después Ilsa Lund– era una astuta joven norteamericana de moral distraída que estaba dispuesta a visitar cuanta alcoba masculina fuese necesario para conseguir su cometido –en este caso los visados de salida necesarios para viajar desde Marruecos hasta Norteamérica-, resultándole entonces sencillo regresar, para tal efecto, al aposento de su antiguo amante –Rick-, pues los personajes habían establecido anteriormente una relación en París durante un año, con el conocimiento, por parte de ella, de que él tenía una esposa y dos hijos, pero siendo él ignorante de que la dama vivía con otro hombre –Víctor, quien, por cierto, tampoco era su marido-. En este sórdido entorno se encuentra como complemento el personaje secundario de Rinaldo, amigo de Rick.

Tal fue la base de la que partieron McKenzie y Kline, dejando a los hermanos Julius y Philip G. Epstein la continuación de la tarea -a la cual pudieron dedicar escaso tiempo pues estaban ya comprometidos para trabajar con Frank Capra en la serie de documentales ¿Por qué luchamos? (Why We Fight I, 1942-1945)-. No obstante, la genialidad de los hermanos les permitió la creación del entrañable personaje del policía Louis Renault, a quien concedieron toda una gama de líneas ingeniosas –se sabe que los escritores idearon unas 50 frases moderadamente prohibidas para incluirlas en el texto, esperando poder usar unas 25, pero empleando efectivamente tan solo 2 o 3-, a la vez que lo dotaron de una simpatía y delicado cinismo que ellos sabían que su actor favorito, Claude Reins, le impregnaría al personaje. Construyeron también el rol de manera que fungiera como el alivio cómico en una tormentosa historia en donde la política, el romance y la tragedia eran las protagonistas.

Partieron entonces, temporalmente, los Epstein en abril de 1942, momento en que Wallis cedió la pluma a Howard Koch, un veterano guionista artífice de las palabras que aterrorizaron a media ciudad de Nueva York un 30 de octubre de 1938, cuando al futuro cineasta Orson Welles se le ocurrió transmitir la adaptación realizada por Koch de la novela La guerra de los mundos de H.G. Wells, siendo tan refinado el escrito que logró convencer –junto con la portentosa voz de Welles– a los crédulos neoyorkinos de que los extraterrestres habían invadido el planeta Tierra.

Koch tomó entonces, entre otras cosas, el personaje áspero de Rick y lo dotó de una humanidad necesaria para que el público se identificase con él, respetando los cambios que habían realizado los hermanos Epstein en cuanto a la situación profesional y marital del personaje, a quien habían despojado tanto de su familia como de su título de abogado, dejando en su lugar a ese misterioso hombre de pasado incierto que aparece en el filme.

Pero el productor Hal B. Wallis quería tener opciones para elegir, por lo que permitió que los Epstein –de modo remoto- y Howard Koch trabajasen cada quien en su versión del guion. Para unir las propuestas y elaborar el texto definitivo, el productor llamó a Casey Robinson -escritor de La extraña pasajera (Now, Voyager, 1942) cinta en la que la legendaria Bette Davis cautivó al público al lado de Paul Henreid-, quien le dio al clavo cuando sugirió que Lois Meredith debía ser una europea de moral incuestionable que haría que el héroe decepcionado –Rick– volviese a la lucha, por amor.

Estando tanto la trama como los roles de Rick, Ilsa, Louis Renault, Víctor Laszlo y Sam ya medianamente estructurados –pues la versión final del guion permanecía aún inconclusa-, las tensiones de Wallis no hicieron sino incrementar, pues el avezado ejecutivo aún debía encontrar a las piezas más importantes de su proyecto: un director que comandara tan tempestuosa empresa y elegir a aquellos que interpretarían a los personajes que tanto trabajo habían dado a los escritores para verse bien en el papel, pero que requerirían de los actores idóneos para lograr el memorable filme que el productor tenía en la cabeza.

Pero sobre tal empresa y otras vicisitudes del rodaje de Casablanca hablaremos más extensamente en la próxima entrega de esta columna. 

“Casablanca, curiosidades del rodaje de uno de los grandes clásicos del cine”. Behind the Scenes. http://www.rodajesdepeliculas.blogspot.com.   

“Casablanca (1942): Detalles desconocidos de la película más icónica”.  Aut. Alba Puerto. 26 de diciembre 2018. http://www.elcineenlasombra.com.

“La rocambolesca historia del rodaje de Casablanca”. Aut. Pedro Tomas. 21 de septiembre de 2020. http://www.elredondelito.es.

“Making of Casablanca” Partes I a VIII. Aut. Alfonso Méndiz. http://www.filasiete.com   


Un rudo y tenaz talento apasionado: Humphrey Bogart II

12 agosto 2014

Humphrey Bogart y Lauren Bacall

Humphrey Bogart y Lauren Bacall

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

Ser profundamente querido por alguien te da fortaleza, y querer profundamente a alguien te da valor”.

Lao-tsé

Míticos personajes cinematográficos llegó a encarnar en su carrera el gran actor Humphrey Bogart, entre los cuales tal vez haya sido el de Rick Blaine de la película Casablanca, el que lo grabó a fuego en los anales del séptimo arte.

Como hemos ya mencionado, la filmación de esta película de Michael Curtiz estuvo plagada de peculiaridades y situaciones complicadas, contribuyendo algunas coincidencias a permitir la presencia de algunos de los elementos que, con el tiempo, hicieron de esta cinta una película que puede llamarse en toda la extensión de la palabra: clásica. A este respecto, cabría destacar que al autor de la música de la película, Max Steiner, no le convencía demasiado la utilización del tema As Time Goes By, el cual, irónicamente, hoy en día es imposible escuchar sin que nos remita a aquel salón del Café Americain en el que el bonachón pianista Sam (Dooley Wilson) interpreta la melodía a capricho de la bella Ilsa Lund (Ingrid Bergman) provocando violenta reacción en el dueño del lugar, Rick (Humphrey Bogart).

Ahora bien, la caótica vida personal de Humphrey Bogart vino a aumentar un problema más al ya de por sí intrincado rodaje, por lo que Curtiz tenía que soportar la constante presencia en el set de la neurótica esposa de Bogart, Mayo Methot. La dama en cuestión solía por aquel entonces beber en demasía –lo cual a su vez provocaba que Humphrey también inclinase el codo con singular alegría-, desatándose terribles y violentas escenas –no siempre a puertas cerradas, teniendo a veces como escenario lujosos restaurantes o centros nocturnos- entre la pareja al calor de los humores etílicos, durante las cuales, cabe destacar, acostumbraban –al menos ella- lanzar por el aire cuanto objeto llegase a sus manos con el fin de atinar a la cabeza de su flamante cónyuge, llegándose a designar a los esposos como los Battling Bogarts.

De este modo, la celosísima Mayo se apersonaba en el estudio para “supervisar” las escenas de amor entre su esposo e Ingrid Bergman, ya que a su parecer las tomas eran, al gusto de la señora, demasiado reales como para ser meramente actuación. A tal grado llegó la psicosis de Methot que no permitió a Bogart que viese la película. Por supuesto, en este caso, Mrs. Bogart no tenía nada que temer de la entonces esposa de Petter Lindström.

Pero Bogey, a pesar de su desastroso matrimonio, tenía una carrera que iba viento en popa, de manera que aceptó el papel que le ofreció el director Howard Hawks en la película Tener o no tener (To Have and Have Not), en el que nuevamente interpretaría a un tipo rudo, sin imaginar que sería precisamente esta filmación la que cambiaría su vida al compartir créditos con una novata y hermosísima muchachita de diecinueve años llamada Lauren Bacall –cuyo verdadero nombre era Betty Bacal-.

La jovencita era impresionante y tenía una atractiva personalidad, pero tanto el director como sus compañeros debieron hacer acopio de un poco de paciencia porque la chica era tímida hasta el extremo de sufrir pánico escénico, de manera que una sencilla escena necesitaba varios intentos antes de completarse. Ante esta situación, Bogart tomó el control y decidió tener una actitud ligera, de modo que solía bromear –algo que podría considerarse como extraordinario en alguien cuya fama general era de ser un hombre antisocial y agresivo- para que Lauren se calmase, método que funcionó a la perfección.

El trabajo del texto requería que los actores convivieran muchas horas, tiempo en el que poco a poco se creó un vínculo especial entre Bogart y Bacall, a quien sus espectaculares ojos le ganaron el apodo de La Mirada. Tres semanas solamente le tomó a Humphrey animarse a lanzar el anzuelo a la señorita, por lo que una noche en la que ella estaba tranquilamente cepillando su cabello en su camerino, escuchó que alguien tocaba a la puerta, pasando por el umbral nada más y nada menos que su coestrella, quien llegó para darle las buenas noches, aprovechando la ocasión para besarla. A partir de entonces no eran nada extrañas –para horror de Mrs. Bacal, la madre de Lauren, pues consideraba que la incipiente carrera de su hija no necesitaba un escándalo amoroso que involucrara a un hombre casado- las llamadas del nuevo pretendiente a la no particularmente refinada hora de las tres de la mañana.

La relación entre Bogart y Bacall se afianzó hasta alcanzar los niveles de un amor apasionado digno de una novela romántica, del cual Mayo era testigo impotente. Así, un año después de terminar el rodaje de Tener o no tener, Humphrey se divorció de su mujer y once días después hizo de Lauren la nueva Mrs. Bogart (1945), conociéndoseles en el medio como Bogey y Betty, una de las parejas más populares y queridas del Hollywood de la mitad del siglo XX, puesto que al parecer la joven actriz hacía relucir en su compañero sus mejores cualidades entre las cuales estaba una extraordinaria ternura –también se le calificó como un hombre muy honesto-.

Teniendo en común mucho más que los intereses románticos, la pareja engendró dos hijos –Stephen (1948) y Leslie (1952), además de realizar algunos filmes juntos: El sueño eterno (The Big Sleep, Howard Hawks, 1946), La senda tenebrosa (Dark Passage, Delmer Daves, 1947) y Cayo largo (Key Largo, John Huston, 1948). De igual manera se involucraron activamente para luchar en contra del senador Mc Carthy, quien para entonces había ya emprendido su famosa “cacería de brujas” en la que persiguió a cuanto comunista –real o imaginario- veía en Hollywood.

De este modo Bogart continuó filmando una película tras otra, interpretando ahora todo tipo de personajes como Fred C. Dobbs en El tesoro de Sierra Madre (Sierra Madre, John Huston, 1948), llegando incluso a participar en comedias románticas como Sabrina (Billy Wilder, 1954), al lado de Audrey Hepburn y William Holden, quienes no mostraron mucho aprecio por su cinematográfico colaborador, ya que se dice que constantemente estaba ebrio.

Pero la coronación definitiva de la carrera de Bogey –quien fundó su propia compañía cinematográfica, Santana Picture Corps, (en honor a su velero)- vino de la mano de John Huston –aunque hay quien dice que su intervención en En un lugar solitario (In a Lonely Place, 1950) de Nicholas Ray fue aún mejor- y Katherine Hepburn con quienes filmó La reina de África (The African Queen, 1951), basada en la novela de C.S. Forester, en la que encarnó al huraño y borracho capitán de un barco de vapor, Charlie Allnut que traslada por las inhóspitas selvas africanas a una remilgada misionera de nombre Rose Sayer, que pretende hundir un barco de guerra alemán después de que tal ejército destruyera la misión en la que trabajaba su difunto hermano. Este rodaje, si bien le valió a Humphrey su único Óscar, también debió significar para él una auténtica pesadilla, ya que, siendo partidario del realismo en sus cintas, Huston trasladó la producción al Congo Belga, lo cual iba en contra de todas y cada una de las convicciones de Bogart, quien odiaba categóricamente las locaciones, optando entonces el actor, junto con el cineasta, por curar las penas con el alcohol, alegando los caballeros que bebían para evitar contagiarse de disentería, aprovechando las borracheras para jugar pesadas bromas a una escandalizada Katherine.

Excitante y turbulenta fue así la vida del que fue nombrado como la estrella masculina Número Uno de todos los tiempos en 1999 por el American Film Institute, una estrella que se extinguió un 14 de enero de 1957 a causa del cáncer, provocando un gran vacío no solo en el corazón de Lauren Bacall –quien diría “la razón de mi vida fue Bogey. ¿No era yo nadie por mí misma?”-, sino también en la pantalla de plata, en donde dejó no solo memorables actuaciones, sino también estereotipos cinematográficos que siguen siendo emulados y homenajeados por muchos actores contemporáneos que admiran el trabajo del legendario Humphrey Bogart. 

FUENTES:

“El Cine”. Editora Núria Lucena Cayuela. Ed. Larousse. Barcelona, 2002.

“Casablanca”. Serie Luces de la Ciudad. Aut. Guadalupe Loaeza. Periódico Reforma, suplemento El Ángel. 13 de marzo 2011.

“Here’s Looking at You, Dad: Memories”. Aut. Peter M. Nichols. 5 de enero 1997. www.nytimes.com

“Riding the Rapids with Hepburn, Bogart and Huston”. Aut. Dave Kehr. 19 de marzo 2010. www.nytimes.com

 “Tough Without a Gun: The Extraordinary Life of Humphrey Bogart by Stefan Kanfer”. Aut. Philip French. The Observer. 13 de febrero 2011.

nytimes.com

biografiasyvidas.com

tcm.com


Un rudo y tenaz talento apasionado: Humphrey Bogart I

5 agosto 2014

Humphrey Bogart

Humphrey Bogart

Parte I

Por: Patricia Díaz Terés

El talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia”.

Francisco Umbral 

Interpretando al dueño de un famoso café en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial, a un detective privado en el bajo mundo de San Francisco o al capitán de un barco de vapor en las selvas africanas, Humphrey Bogart fue un actor que trascendió a sus propios filmes convirtiéndose en todo un ícono del séptimo arte.

Pero la historia de Bogart, que nació el día de Navidad de 1899 en la Gran Manzana[i] –aunque también se ha mencionado el 23 de diciembre como su fecha de nacimiento-, no es la del humilde muchachito trabajador ascendiendo por la vida esforzándose cada día. Por el contrario, Bogart nació en un ambiente de privilegios, en la clase alta neoyorquina, siendo su padre un notable cirujano egresado de Yale que sin embargo era adicto al alcohol y la morfina; mientras su madre era una exitosa ilustradora de revistas que también tenía una marcada afición por la copa. De este modo, el chico vivía en un ambiente acomodado pero violento, ya que era testigo frecuente de las constantes peleas de sus embriagados padres.

Para educar a su hijo, el matrimonio Bogart decidió inscribirlo en la Trinity School, ubicada en la 91st Street, a unas cuantas calles de su domicilio ubicado en el 245 West, 103 Street. Posteriormente, durante su adolescencia fue enviado a la prestigiada Phillips Academy en Massachusetts, donde debía prepararse para poder emular la carrera de su progenitor. No obstante, Humphrey no era un muchacho disciplinado, por lo que fue expulsado de la escuela.

Sin otro proyecto de vida, se enroló en la marina de los Estados Unidos para pelear en la Primera Guerra Mundial, embarcándose así en el USS Leviathan, mismo que fue alcanzado por un torpedo en 1918. Se dice que durante este ataque, fue una esquirla la que le rasgó la boca que le dejara la cicatriz que se convertiría en uno de sus sellos durante su carrera actoral –otras versiones mencionan que tal herida fue ocasionada por una pelea que tuvo con un compañero al que llevaba como prisionero a las celdas del barco-.

Al terminar la guerra el joven Bogart decidió que su vocación estaba en las tablas, por lo que en la siguiente década probó suerte en el teatro. Su fisonomía y educación lo encasillaron en el papel del galancete millonario que acostumbraba aparecer en escena para decir “¿alguien apetece jugar tenis?”, resultando este rol ornamental absolutamente insatisfactorio para el incipiente actor.

En 1927 el sonido alcanzó al cine cuando se estrenó El cantor de jazz (The Jazz Singer, Alan Crosland), y esto hizo que Humphrey decidiese irse a Los Ángeles a probar suerte en Hollywood, donde ciertamente consiguió trabajo, pero nuevamente fue relegado a papeles secundarios que no le agradaron. Volvió al teatro. En 1935 tuvo un golpe de suerte al formar parte de la producción dirigida por Robert Sherwood, en la que representó al asesino Duke Mantee en la obra The Petrified Forest, como antagonista de Leslie Howard –mejor conocido por su papel de Ashley Wilkes en Lo que el viento se llevó (Gone With The Wind, Victor Fleming, 1939).

Por aquel entonces los estudios Warner compraron los derechos de la obra, teniendo entonces Bogart la oportunidad de filmar con Howard y con Bette Davis, bajo la dirección de Archie Mayo, estrenándose la película homónima de la obra teatral en 1936. Después de esta incursión en el séptimo arte, comenzó a interpretar convincentemente a los villanos del hampa, como Bugs Fenner en Balas o votos (Bullets or Ballots, William Keighley, 1936) donde compartió créditos con Edward G. Robinson y Joan Blondell; repitiendo la dupla con Robinson en Kid Galahad (Michael Curtiz, 1937) en la que interpretó a Turkey Morgan, nuevamente al lado de Bette Davis.

El gran cineasta William Wyler también fue testigo de la carrera de la estrella en ciernes, al dirigir a Bogart en Calle sin salida (Dead End, William Wyler, 1937), encarnando nuevamente a un gánster, esta vez  Baby Face Martin. Así continuó filmando incansablemente hasta que tuvo un impulso importante en su carrera gracias a El último refugio (High Sierra, Raoul Walsh, 1941), en la que personificó a Roy Earle junto a Ida Lupino. De esta manera resulta que 1941 y 1942 se convirtieron en dos de los años más importantes de su quehacer artístico, trabajando primero en El halcón maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941) en la que interpretó de manera magistral al rudo detective privado creado por el escritor Raymond Chandler, Sam Spade, compartiendo pantalla con Mary Astor; y consiguiendo al año siguiente, nuevamente con Michael Curtiz, el papel que lo instalaría como una leyenda de la pantalla de plata: el misterioso exiliado americano Rick Blaine en la película Casablanca.

Este rodaje fue en muchos sentidos, sui generis. En primer lugar, los productores no tenían demasiadas expectativas con respecto a la cinta, de manera que no tenían una producción sólida, comenzando a filmar incluso sin un guion completo –se iba escribiendo, reescribiendo y modificando cada día-, mismo que se basaba en una obra de teatro censurada –por lo que nunca pudo ser representada- y escrita por Murray Brunett, un profesor que había viajado por Europa con su esposa en 1938, llegando a la Austria ocupada por los nazis y quedando impresionado por la estructura del gobierno dictatorial que ahí encontró. La pareja se dirigió entonces a Francia, visitando Niza, sitio en el que al entrar a un café escucharon la ahora famosa canción As Times Goes By, que era interpretada por un pianista de color.

Casablanca se trataba de una película que tenía la intención de convencer al pueblo norteamericano de la necesidad de que su país interviniese en la Segunda Guerra Mundial –como efectivamente sucedió tras el ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941-, en una etapa en la que el avance de las tropas germanas parecía imparable habiéndose ya ocupado Francia, obligando esta situación a que miles de refugiados emprendieran la huida a través de la ciudad marroquí de Casablanca para posteriormente alcanzar un pasaje hacia Lisboa desde donde partirían hacia la libertad en el continente americano, tal como se refleja en la película.

Para los productores no hubo duda acerca de la contratación de Ingrid Bergman para el papel de Ilsa Lund; sin embargo, la elección de Bogart para Rick Blaine no fue tan obvia, siendo el actor sugerido por Curtiz. Esta propuesta no fue bien acogida por los estudios al principio, llegando un productor a preguntar que quién se atrevería a besar a Humphrey, declarando Bergman que ella lo haría sin problema. No cabe duda de que la elección fue certera, pues la química de ambos en la pantalla es evidente, lo cual bien pudo haber sido facilitado por las relaciones que había tenido Ingrid con dos hombres parecidos al ficticio Rick, el director de cine Roberto Rossellini y el fotógrafo húngaro Robert Capa, caballeros aventureros y desapegados.

Ocupada por los alemanes, Marruecos no era una opción para realizar el rodaje, por lo que tuvieron que montar todos los sets en los estudios Warner. Difícil situación tuvo entonces Curtiz entre manos al ser casi todo su reparto de origen europeo, habiendo muchos de ellos huido del conflicto bélico que aquejaba al Viejo Continente. De este modo, al pronunciarse la palabra “corte” muchos de los participantes estallaban en llanto al recordar a sus familias y sus propias vidas, siendo la cuestión particularmente delicada para los alemanes que debían interpretar a los soldados nazis.

Un factor más vino a afectar la filmación de la legendaria Casablanca, la constante presencia en los estudios de la esposa neurótica de Bogart, Mayo Methot, pero de ella, de Lauren Bacall y otras películas del gran Humphrey Bogart hablaremos con más detenimiento en la próxima entrega de esta columna.

 

FUENTES:

“El Cine”. Editora Núria Lucena Cayuela. Ed. Larousse. Barcelona, 2002.

“Casablanca”. Serie Luces de la Ciudad. Aut. Guadalupe Loaeza. Periódico Reforma, suplemento El Ángel. 13 de marzo 2011.

 “Tough Without a Gun: The Extraordinary Life of Humphrey Bogart by Stefan Kanfer”. Aut. Philip French. The Observer. 13 de febrero 2011.

“You Must Remember This; A Sign Is Not Just a Sign”. Aut. Manny Fernandez. 25 de junio 2006. www.nytimes.com

  1. biografiasyvidas.com
  2. tcm.com

[i] Nueva York.