Una leyenda en ciernes: Ernest Hemingway

3 May 2022

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

Hemingway durante la Guerra Civil española

“El talento se desarrolla en lugares tranquilos, el carácter en el tumultuoso curso de la vida”.

Goethe.

Escritor, periodista y parrandero empedernido, Ernest Hemingway fue labrando su carrera como autor desde las rotativas. Fueron así periódicos y revistas las primeras que recibieron las letras de este temperamental hombre que, tras su ruptura con Agnes Hannah von Kurowski Stanfield, se dedicó con ferocidad a su trabajo, encontrando un buen lugar para el ejercicio de su talento en el Toronto Star Weekly, gracias a la ayuda de un amigo de la familia, quien lo apoyó para trasladarse a Canadá, donde conoció al novelista Sherwood Anderson.

Regresó Hemingway a Estados Unidos como empleado de la revista mensual Cooperative Commonwealth, sin abandonar los escritos que hacía para el diario canadiense, y ahí conoció a la señorita Hadley Richardson –ocho años mayor que él-, quien era amiga de la familia de su compañero de cuarto. Breve contacto tuvo Ernest con la dama cuando ya estaba completamente enamorado de ella, de manera que contrajeron nupcias el 3 de septiembre de 1921 en Bay Township, Michigan, a pesar de las protestas de los amigos y familia de la novia, pues la joven estaba convencida de que su unión con Hemingway era sin duda un designio divino.

Una significativa herencia monetaria obtenida por Hadley tras la muerte de un muy poco querido tío ayudó a la pareja en este inicio en el cual decidieron trasladarse a Europa, primero como viaje de paseo y después optando por residir en París –opción facilitada por el nombramiento de Hemingway como corresponsal del Toronto Star, ubicando su residencia en el número 74 de la rue du Cardinal Lemoine-. Una vez en la capital del arte, y gracias a la intervención de Sherwood Anderson, Ernest se abrió camino en el mundo de los intelectuales, conociendo de esta manera a Ezra Pound, F. Scott Fitzgerald y Gertrude Stein –quien bautizó a su grupo de amigos como la Generación Perdida-, así como a los pintores Pablo Picasso y Joan Miró, entre otros.

Asimismo, gracias a la afición lectora de su mujer, el reportero y escritor dio con Sylvia Beach, la dueña de la librería y editorial Shakespeare and Co., que se encargó de editar el Ulises de James Joyce en 1922 -volumen que fue de interés para la Sra. Hemingway-, sitio que fungió como santuario para los intelectuales de la época que no gozaban de una remuneración económica equiparable al tamaño de sus talentos, pues la dueña se preocupaba de que sus parroquianos tuviesen qué comer, les prestaba dinero, les guardaba el correo e incluso tenía una pequeña cama siempre disponible para cualquiera que no tuviese un alojamiento digno para pasar la noche.

Los Hemingway viajaron mucho durante su primer año de matrimonio, pasando la primavera en Italia y el verano en Alemania. Además, Ernest fue designado para cubrir la guerra entre Grecia y Turquía, para lo cual tuvo que trasladarse a Constantinopla, desde donde le era requerido que transmitiera los mensajes con la mayor economía de palabras posible, por lo que se adiestró en el “cabelese” o lenguaje telegráfico, en donde un solo vocablo debía hacer el papel de seis o siete.

En este año de 1922 también tuvo lugar un acontecimiento que costó a Hadley y Ernest un disgusto mayúsculo cuando la joven, cuya intención era alcanzar a su marido en una conferencia de paz en Ginebra, olvidó una maleta llena de los textos de su esposo en la estación de Gare de Lyon, teniendo la pobra mujer que enfrentar la furia de Hemingway, quien no acostumbraba hacer copias de sus creaciones.

1923 fue un año importante para el autor puesto que su esposa descubrió que estaba embarazada, al tiempo que publicó Three Stories and Ten Poems (Tres historias y diez poemas). Con motivo del nacimiento del pequeño la pareja regresó a Toronto, en donde el 10 de octubre nació John Hadley Nicanor Hemingway –también conocido como Jack Hemingway o Bumby, como lo llamaba su madre-, en honor al matador Nicanor Villalta quien había impresionado al futuro premio nóbel.

Así, el escritor y su esposa se establecieron temporalmente en Canadá, aburriendo este tipo de vida rápidamente al intrépido Hemingway, quien no veía el momento de regresar a su agitado París, cosa que hicieron en enero de 1924.

El año nuevo sorprendió a Haley con una desagradable noticia, puesto que por malos manejos tuvo pérdidas económicas considerables. Al mismo tiempo Hemingway se colocó como editor en la pequeña revista modernista Trasatlantic Review editada por sus amigos Ezra Pound y Ford Madox. Además, en algún momento de esta época conoció Hemingway a Pauline Pfeiffer, una editora de moda en la revista Vogue, con quien entabló simpáticas –y pronto románticas- relaciones con el inquieto Ernest quien a la sazón escribía su primera novela The Sun Also Rises (Fiesta) publicada en 1926.

Fue en 1926 cuando la señora Hemingway se enteró de la aventura de su marido. Tratando de llegar a un acuerdo lo más adecuado para ella y su hijo, decidieron dividir las posesiones, separarse y divorciarse en enero de 1927. Dentro del convenio de divorcio el autor le cedió a la madre de Bumby las regalías de su primer libro. Decidido a no perder el tiempo se casó con Pauline Pfeiffer –para lo cual tuvo que convertirse al catolicismo- en mayo del mismo año y regresó a América instalándose, en 1928, por consejo de su amigo John Dos Passos, en Cayo Hueso, Florida, sitio en donde se aficionó a la pesca, a la vez que experimentó dos fuertes emociones: la causada por la llegada de su segundo hijo, Patrick Miller el 28 de junio, y la abrupta partida de su padre, quien cometió suicidio el 6 de diciembre.

España pasó entonces a formar parte importante de la vida del atribulado Hemingway. En el plano familiar fue ocasión de pelea pues su mujer, ferviente católica, se puso del lado de los franquistas, mientras él tomó partido por los republicanos. Sintiendo la necesidad de vivir el conflicto de la Guerra Civil española en carne propia, en 1937 Ernest se trasladó a la península ibérica para fungir como corresponsal de la North American Newpaper Alliance y participar en la elaboración del documental Spanish Earth (Tierra de España) del cineasta holandés Joris Ivens. Esta producción resultó muy ilustrativa para el escritor norteamericano, quien tomó el lugar de John Dos Passos como guionista, a la vez que conoció a la reportera de Collier’s, Martha Gellhorn, con quien inmediatamente estableció un romántico nexo que hizo que Pauline montase en cólera.

Una de las anécdotas más destacadas de la realización de este documental consiste en la monumental pelea que tuvieron Orson Welles y Ernest Hemingway por la narración del mismo. Se encontraba así el futuro director de El Ciudadano Kane dando vida al guion escrito por Hemingway cuando el escritor se apersonó en el estudio. Viniendo Welles de hacer teatro para la radio, su forma de narración disgustó al guionista, al tiempo que el futuro cineasta criticó las palabras que leía. Esto dio pie a una épica pelea a sillazos entre los dos artísticos titanes, que sin duda fue contemplada con horror por el equipo de producción, cuyos miembros se quedaron, seguramente, doblemente estupefactos, al ver a los contendientes concluir su violenta riña compartiendo una botella de whisky, entablándose así una voluble amistad que tuvo muchos altibajos a lo largo de algunos años. Finalmente se grabaron dos versiones del documental, una narrada por Orson y otra por Ernest.

Para 1940 Hemingway estaba mudando otra vez de esposa, convirtiendo a Gellhorn –por cuya intercesión The Spanish Earth fue exhibida en la Casa Blanca (con la narración de Welles) ante el presidente Franklin D. Roosevelt y su controversial esposa, Eleanor– en la Sra. Hemingway –esta historia se retrata en la película Hemingway y Gellhorn, producida por HBO, y protagonizada por Clive Owen y Nicole Kidman– e iniciándose así una nueva etapa en la vida de este controvertido escritor, tema que trataremos en la siguiente entrega de esta columna.

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Elena Fernández, Tomás y Tamaro. .España 2004. http://www.biografiasyvidas.com.   

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

 “Hemingway sobre la guerra y sus secuelas”. Aut. Thomas Putnam. https://www.archives.gov/

2021.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

 “Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. Johnn Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.


Una pintora de sueños: Remedios Varo

19 febrero 2022

Remedios Varo

Por: Patricia Díaz Terés

Una pintura es una poesía sin palabras.

Horacio

Una de las muchas virtudes de las artes, es que permiten al artista expresar sus más profundos sentimientos, ideas, recuerdos, anhelos, sueños, deseos, etc.; al mismo tiempo el espectador hará suyos todos estos conceptos y los reinterpretará para sí mismo, de manera que una obra de arte en realidad se convierte en millones de obras de arte, puesto que para cada persona un libro, una pintura, una pieza musical o una danza, contienen y evocan significados diferentes que revisten al producto artístico de una vitalidad asombrosa que trasciende a través de aquellos que lo aprecian.

Sin duda alguna, la pintura ha resultado un medio muy eficaz a lo largo de la historia para que el ser humano pueda expresarse, así lo vemos desde la Prehistoria, pues fueron precisamente dibujos las primeras formas de comunicación perdurable que utilizaron las primigenias tribus y clanes.

De este modo cada pintor elige tanto el contenido como la forma de su obra de acuerdo a su propia personalidad y experiencia, cada artista tiene una razón específica para utilizar ciertos materiales, tamaños de lienzo o técnicas con los que siente que expresa mejor su arte y se reconoce más cómodo.

Así, dentro de este mundo de sueños y sentimientos, a primera vista, parecería que algo tan preciso –y a veces frío- como la ciencia no tendría cabida; sin embargo, han existido algunos personajes que demuestran que estos dos quehaceres humanos pueden conjuntarse produciendo resultados sorprendentes.

Una de las personas que logró en su trabajo artístico realizar esta complicada conjunción fue la pintora española Remedios Varo, cuyo personalísimo estilo es fácilmente reconocido para cualquier individuo que guste del arte, pues tanto sus representaciones como sus colores, constituyen un sello exclusivo de esta magnífica artista.

Era un 16 de diciembre de 1908, en la ciudad de Anglès (Gerona, España) cuando Remedios Varo Alicia Rodriga Varo y Uranga nació en la familia conformada por Rodrigo Varo y Zejalvo e Ignacia Uranga y Bergareche, un día feliz para la pareja que no tardó en encomendar a la pequeña a la Virgen de los Remedios, pues anteriormente habían perdido una hija.

Teniendo como hermanos a Rodrigo y Luis -ella siempre se sintió en la familia como una sustituta de su hermanita fallecida, sentimiento con el que lidió durante mucho tiempo-, la joven se desarrolló en un ambiente en donde absorbía las ideas librepensadoras de su padre y la devoción de su madre. Para 1917 los señores Varo decidieron trasladarse a Madrid, donde se instalaron en la calle Segovia. En orden de facilitar una educación adecuada para su hija, la ingresaron en un colegio católico que se le grabó en la memoria y cuya esencia plasmó en varias de sus obras posteriores como Bordando el manto terrestre.

En esta etapa se empapó también de los conocimientos de su padre, quien la inició en los basamentos de la perspectiva, las matemáticas y el dibujo profesional –ella tenía acceso a los textos de su padre y su hermano, lo que le fue de gran ayuda para el aprendizaje independiente-. Tales enseñanzas le permitieron elaborar sus primeros bocetos a los 12 años, realizando la chiquilla retratos de su familia en un cuaderno.

Inteligente hombre era el padre de Remedios y, detectando el talento de su hija, decidió ingresarla en la famosa Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1924) –donde estudiaron Picasso y Dalí, siendo este último expulsado por su mala conducta-, cuando la chica tenía ya 15 años -durante los cuales, además del arte la había acompañado, inseparable, la literatura clásica de la mano de autores como Alejandro Dumas o Julio Verne– llegando a tener profesores como Manuel Benedito y Julio Romero de Torres.

Siendo una artista graduada, en 1930 participó en una exposición colectiva montada por la Academia de San Fernando y en otra organizada por la Unión de Dibujantes de Madrid. Ansiosa por deshacerse del yugo familiar, encontró un escape satisfactorio en el matrimonio con uno de sus condiscípulos, Gerardo Lizarraga, con quien se fue a vivir a París y posteriormente a Barcelona –y de quien poco tiempo después se separó en muy buenos términos, estableciéndose entre ellos una entrañable amistad-.

Para 1932 comenzó a trabajar en la casa de publicidad Thompson, asimismo inició relaciones con varios artistas como José Luis Florit, Óscar Domínguez y Esteve Francés, con quien instaló un estudio en la Plaza Lesseps. En mayo de 1936, como parte de ADLAN (Amics de l’Art Nou, Amigos del Arte Nuevo) Remedios participó, con tres obras –que se perdieron al desmontarse la exhibición- en la Exposición logicofobista –el movimiento logicofobista pretendía representar los estados mentales internos del alma- que el galerista Dalmau colocó en el sótano de la librería Catalònia, ubicada en el número 3 de la Ronda de Sant Pere. Por otro lado, durante ese mismo año elaboró su primer autorretrato en su obra El agente doble.

Poco después, el 16 de julio estalló la Guerra Civil española y el mundo de Remedios cambió. A su casa llegó Benjamin Péret, un poeta surrealista francés de gran influencia, quien pretendía apoyar a los republicanos en su lucha. En 1937 Péret y Varo se fueron a París, donde la joven artista pasó a formar parte –al principio como simple espectadora- del círculo de los grandes como André Bretón, Max Ernst, Victor Brauner, Jean Miró, Wolfgang Paalen y Leonora Carrington. Su obra entonces comenzó a trascender las fronteras llegando a publicaciones y exposiciones internacionales en sitios como Londres, Tokio –con la obra Le désir, reproducida además en el número 10 de la revista surrealista francesa Minotaure-, París, Ámsterdam y Ciudad de México –con la obra Recuerdo de la Valkyria en la Exposición Internacional del Surrealismo en México colocada en la Galería de Arte Mexicano-. No obstante, las piezas que elaboró en este periodo carecían aún de ese sello característico que conquistó tiempo después, aunque fueron muy buen recibidas por sus amigos surrealistas.

En 1940 Péret fue encarcelado por sus actividades políticas, siendo también confinada Remedios por el simple hecho de ser la pareja del escritor. Nada se sabe de esta etapa de la vida de Varo, ya que nunca habló con respecto a ella. Lo que sí se sabe es que eventualmente la dama pudo irse hacia Marsella para ser alcanzada por Benjamin una vez que le liberaron.

Buscando escapar definitivamente de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, en 1941 la pareja consiguió ayuda del Comité de Salvamento de Urgencia, ubicado en Nueva York y comandado por Varian Fry, quienes les ayudaron a llegar a América, específicamente a México –en diciembre-, donde, gracias a la política establecida por Lázaro Cárdenas, en poco tiempo consiguieron la naturalización y el permiso correspondiente para ejercer actividad profesional.

Pero el cambio de continente trajo consigo también una transformación de vida pues Péret tuvo que limitar su actividad intelectual para dar clases de francés y llevar algo de dinero a la casa, siendo el principal sustento de la misma la propia Remedios quien consiguió trabajar para una prestigiada casa de decoración, realizar afiches de propaganda antifascista para la oficina británica y diseñar trajes para teatro –junto con Leonora Carrington diseñaron el vestuario de una producción de La Loca de Chaillot del escritor francés Jean Giraudoux -, también, junto con Esteve Francés y el pintor Marc Chagall trabajaron en los trajes del ballet Aleko que se estrenó en el Palacio de Bellas Artes.

Aunque seguramente disfrutaba todas estas actividades, el dinero para sostenerse lo obtenía principalmente de la elaboración de folletos publicitarios del laboratorio Bayer, para quienes realizaba pequeños gouaches –tipo de pintura con base al agua-, actividad que continuó hasta 1949. También en esta etapa se inició en el estudio de la doctrina de los filósofos esotéricos G.I. Gurdjieff y P.D. Ouspensky, así como las teorías del psicoanalista Carl Jung.

Encontrando muchos problemas en la vida cotidiana, Péret y Remedios se separaron, comenzando ella una relación con el piloto francés Jean Nicolle, con quien partió –en compañía también de su madre y hermano- a Venezuela a finales de 1947, donde ella consiguió realizar trabajos para un estudio epidemiológico sobre paludismo llevado a cabo por el Ministerio de Salud Pública, actividad que le permitió alimentar su imaginación a través de imágenes nunca antes vistas, por medio de instrumentos como el microscopio.

Dejando atrás al piloto y a la aventura, Remedios Varo regresó a México en 1949 para realizar más trabajos comerciales y convivir con su círculo de amigos –muy alejado de los ilustres Diego Rivera y Frida Kahlo, a quienes Péret veía con malos ojos por creer a Diego participante en un atentado contra Trotsky; conviviendo entonces con personajes como Octavio Paz, César Moro, Leonora Carrington, Gerardo Lizarraga y Ghünter Gerzso, entre otros-. Y así, en 1952 su vida cambió nuevamente cuando conoció a Walter Gruen, un refugiado político austriaco que era empleado de una pequeña empresa.

En Gruen –y en Leonora Carrington, a quien veía todos los días ya fuese para ir al mercado, tomar la merienda o cenar mientras discutían sus respectivos trabajos- encontró Remedios todo el apoyo e impulso necesarios para desarrollar su obra y su talento, por lo que la artista pudo entregarse por entero al desarrollo de su técnica y estilo. Entre 1955 y 1956 participó en una exhibición colectiva en la Galería Diana, donde tuvo también su primera exposición individual que causó revuelo entre el público y la crítica, estableciéndose una larga lista de encargos para la pintora. Asimismo, comenzaron a admirarla personajes como Alfonso Reyes, Edward James, Carlos Prieto e Ignacio Chávez.

En 1958 obtuvo el primer premio en el Primer Salón de la Plástica Femenina en las Galerías Excélsior y en 1960 participó en la Segunda Bienal Interamericana de México, montando para 1962 su segunda y última exposición individual en la Galería Juan Martín donde los 16 cuadros colocados fueron vendidos con gran rapidez.

Continuó trabajando durante 1963 en piezas como Naturaleza muerta resucitando y Música del bosque, quedando esta última inconclusa cuando un infarto mortal sorprendió a la valiente artista de 54 años el 8 de octubre, dejando su legado a su querido marido quien, desde entonces, se empeñó en una ardua cruzada para conservar y difundir la obra de su amada esposa, cosa que sin duda logró pues no solo, en 2020, su cuadro Armonía (Autorretrato sugerente) se vendió en una subasta de la casa Sotheby’s en 6.2 millones de dólares –el segundo precio más alto alcanzado por una artista latinoamericana, siendo solamente superada por Frida Kahlo, cuyo cuadro se vendió en 8 millones de dólares-, sino que el conjunto de su trabajo forma parte del patrimonio artístico mexicano resguardado en el Museo de Arte Moderno ubicado en la Ciudad de México.

La obra de Remedios Varo –conformada por 364 obras entre óleos sobre masonite, dibujos y gouaches, complementados con escritos como Cartas, Fragmentos y Apuntes y su ensayo en clave de humor titulado Homo Rodans– explora los recovecos del alma y el pensamiento, transita por lugares fantásticos y logra unir elementos que solo en una imaginación entrenada pueden surgir –pues gustaba tanto de la ciencia como del tarot, la astrología y la alquimia-, pero que solo una mano experimentada y estricta –se pasaba horas precisando bocetos en los cuales ponía mucha atención en la proporción y la escala- puede plasmar en ese estilo que distingue sus obras de manera incontestable, colocándola así en ese lugar especial que ocupan en nuestros corazones los grandes artistas.

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Remedios Varo (1908-1963): El viaje interior”. Aut. José Luis Antequera Lucas. Espacio Tiempo y Forma, serie VII, Ha. Del Arte, t 20-21. 2007-2008. P.p. 341-361.

 “Remedios Varo la logicofobista”. Aut. Mercè Ibarz. www.elpais.com. 16 de marzo 2008.

Entre lo místico y lo científico: el auge de las obras de Remedios Varo”. Aut. Julia Bozzone. nytimes.com. 1 de octubre 2021.

Remedios Varo: pintora y escritora en México”. Algarabía.com. 7 de enero 2022.

 “Remedios Varo”. esmeralda.edu.mx.

Remedios Varo”. Biografiasyvidas.com.

remedios-varo.com

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Un poeta entre el arte y la política: García Lorca

26 enero 2010

Federico García Lorca

Federico García Lorca

Por: Patricia Díaz Terés

“La muerte es el comienzo de la inmortalidad”.

Maximilian Robespierre

Debatiéndose entre el mito y la realidad, de la tercera década del siglo XX, surge la figura de un hombre cuyo recuerdo se ha transformado en una leyenda, que ha sido blandida por grupos con marcados rasgos ideológicos.

Cuando en la ciudad Fuente Vaqueros –Andalucía, España- un cinco de junio de 1898, nació en el seno de una familia ordinaria y amorosa, un niño  de nombre Federico, su madre Vicenta nunca imaginó el complejo destino que a su hijo aguardaba.

Familia unida y afectuosa era la encabezada por el matrimonio de Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca Romero; con cuatro vástagos en su haber, y dando por terminadas las labores de agricultura que hasta 1909 desempeñara Don Federico, trasladáronse los García Lorca a la ciudad de Granada, con el objetivo de probar fortuna en otras tierras.

Pocos años tenía Federico García Lorca cuando, destacando de entre sus hermanos –Francisco, Isabel y Conchita– demostró un gran interés por el arte y la música; de hecho, durante varios años cultivó esta última afición, llegando a tener cierta habilidad con el piano y siendo conocido por sus condiscípulos más por su destreza con las notas musicales que con las letras.

Pero el llamado de la verdadera vocación es desmesurado e incontestable; así, Federico se matriculó –en 1914- en los cursos preparatorios para estudiar las carreras de Filosofía y Letras  y Derecho, en la Universidad de Granada.

En esta experiencia estudiantil, encontró el futuro escritor un “Rinconcillo” muy particular en el café Alameda, donde dialogaba con jóvenes intelectuales que serían los literatos, políticos y diplomáticos de las décadas posteriores; asimismo, se encontró con dos profesores que dejarían huella en su alma, el primero de ellos fue Martín Domínguez Berrueta, quien ayudó al poeta a expandir sus horizontes.

De esta forma visitaron lugares como Córdoba, Galicia, Castilla o Burgos,  descubriendo Federico a lo largo de las travesías el encanto del ambiente pueblerino, así como la importancia de las costumbres, tradiciones y en general de la cultura rural española; todo esto dio pie a su primera publicación en prosa –financiada por su padre-, a la cual tituló Impresiones y Paisajes.

Algún tiempo después, otro de sus maestros Fernando de los Ríos, lo llevó a vivir a la Residencia de Estudiantes de Madrid, y fue ahí donde conoció a los artistas e intelectuales que conformarían ese mítico grupo conocido como Generación del 27.

Cultivando amistades tan destacadas como la de Juan Ramón Jiménez –quien ayudó al joven escritor a publicar en revistas como La Pluma o Índice-, o la del músico Manuel de Falla, la más importante –y también la más caótica- fue sin duda alguna, la de Salvador Dalí.

Con un extraño matiz –transformado después por García Lorca en una tormentosa pasión amorosa-, la amistad de Salvador y Federico se plasmó en su expresión artística; de hecho, se ha hablado tanto de una etapa lorquiana del pintor como de una daliana del escritor. Pero con el exagerado ego de Dalí y los intensos sentimientos del literato, la “relación” estaba destinada al desastre; así cuando el autor escribió Oda a Salvador Dalí, fue recibida por el excéntrico surrealista con desprecio.

Pero el destino decidió que no sería España en donde el poeta conquistaría la fama; haciendo honor al refrán popular que reza “nadie es profeta en su tierra”, después de recibir crueles críticas por parte del cineasta Buñuel y Dalí tras la publicación de Romancero Gitano, Federico decidió acompañar a Fernando de los Ríos a la ciudad de Nueva York, en donde pasó 9 meses y escribió Poeta en Nueva York; pasando posteriormente algunas semanas en Cuba.

De regreso a patria en 1931 –año en que se proclamó la II República-, García Lorca empezó a tomar conciencia del papel del escritor en la sociedad, de modo que habló de las responsabilidades de los literatos, a la vez que intentó fomentar un intercambio cultural entre las grandes ciudades y los pueblos, sitios que tan intensamente había explorado en el pasado.

Así, Federico decidió organizar la compañía de teatro universitario La Barraca, la cual dirigió junto a Eduardo Ugarte, con el objetivo de rescatar las obras del teatro clásico español como las escritas por Lope de Vega, Miguel de Cervantes o Calderón de la Barca, entre otros.

Para 1933, un acontecimiento lo sorprendió gratamente ya que su obra Bodas de Sangre fue estrenada con gran éxito en Buenos Aires; poco después el propio autor fue invitado para dirigir un buen número de funciones, tras lo cual logró su tan ansiada independencia económica.

Lleno de nuevo vigor y entusiasmo, pisó de nuevo tierras españolas en 1934, dedicando su tiempo a revisar obras como Poeta en Nueva York y escribir otras como La Casa de Bernarda Alba; sin embargo, durante esta fructífera etapa el poeta recibía constantes ataques por parte de la prensa de derecha, la cual calificaba sus escritos –en especial Yerma– como inmoral.

La situación se complicaba día con día y para 1936, año en el que estalló la Guerra Civil Española, y después de que su cuñado –alcalde de Granada- fuese apresado y fusilado, decidió llevar a su familia a “terreno seguro” a casa de la familia del poeta Luis Rosales, cuyos hermanos eran distinguidos falangistas.

Pero falsa resultó tal seguridad. Al poco tiempo de haber llegado al hogar de sus amigos, el poeta fue apresado por Ramón Ruiz Alonso, bajo los cargos de espionaje y homosexualidad; tras breve juicio, García Lorca fue trasladado misteriosamente a un lugar entre Víznar y Alfacar para ser fusilado, hecho que tuvo lugar posiblemente el 18 de agosto de 1936 –se tiene como dato seguro sólo el mes-.

Estandarte ocasional para la izquierda -sin haber pertenecido nunca al partido comunista-, frecuente blanco de la derecha –habiendo sido hombre respetuoso a su manera de las tradiciones religiosas-, García Lorca es una figura tan controversial como mítica; su propia muerte –debido a que sus restos hasta el momento no han sido encontrados- está rodeada de un halo de misterio. Numerosas son las versiones que existen al respecto, desde una que ubica el motivo de su asesinato en rencillas familiares ancestrales; hasta aquella que asegura que el poeta sobrevivió y terminó sus días felizmente recluido y protegido en un convento de religiosas.

Leyendas extraordinarias, poesías exquisitas y obras de teatro memorables, más diverso legado no pudo haber imaginado jamás Federico García Lorca; sin embargo, aunque la Historia ha sido dura con él, su presencia es tan real y perdurable que no resultan aplicables las palabras del filósofo griego Epicuro de Samos: “La muerte es una quimera (…) cuando existe la muerte, ya no existo yo”. 

FUENTES:

“Biografía”. Fundación Federico García Lorca. www.garcia-lorca.org. 1984.

“García Lorca: El cuerpo del delito”. Aut. Manuel Ballagas. The Americano. Diciembre 2009.

“¿Y ahora dónde estás, Federico?”. Aut. Natalia Junquera. El País. Madrid, diciembre 2009.


Cuando el mito esconde al monstruo: Ernest Hemingway

15 junio 2009

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Por: Patricia Díaz Terés

“Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil”.

Johann Wolfgang Goethe

Por todos es conocido el hecho de que la vida de muchos famosos escritores, y artistas en general, presenta más elementos tortuosos que impresionantes, pero existen algunos casos en los que el mito creado alrededor del literato refleja una imagen totalmente opuesta al original.

Tal es el caso del afamado autor, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1952, Ernest Hemingway. Habiendo nacido en el año de 1899 en un suburbio de Oak Park, cerca de Chicago (E.U.), este complejo personaje demostró desde muy pequeño su problemática personalidad.

Rebelde desde la infancia miembro de una familia con estrictas creencias religiosas  Ernest fue desarrollando desde muy tierna edad una serie de odios –el más profundo dirigido hacia su madre- y rencores que, más tarde, constituirían un pesado fardo en su vida adulta.

Exhibiendo rasgos tanto del padre como de la madre, heredó del primero -el Dr. Edmunds Hemingway-  un gusto por las actividades al aire libre como la caza y la pesca; y de la segunda –Grace Hemingway- el genio artístico que lo haría leyenda. Pero aún teniendo padres cultos y profesionistas, Ernest pasó gran parte de su infancia tratando de cumplir con las estrictas normas por ellos impuestas.

Al llegar a la adolescencia su carácter intempestivo y su creciente vanidad, provocaron que renegara de todas las enseñanzas hogareñas para convertirse en un ateo que, sin embargo, pregonaba a través de sus escritos una serie de valores fundamentales como la verdad, la honestidad y la lealtad, mismos que nunca puso en práctica.

Pocas ocasiones ha tenido la historia para registrar mayor incongruencia. Pero haciendo caso a la frase del jurista romano Ulpiano, “justicia es el hábito de dar a cada cual lo suyo”, es necesario señalar que Hemingway fue tan extraordinario en el aspecto intelectual como ominoso en el personal, situando la realidad en un plano bastante alejado de la imagen mítica quasi  perfecta que predomina en ciertos círculos de la sociedad “culta”.

Convencido de sus capacidades literarias desde muy joven, y realizando de manera incesante un gran esfuerzo para pulir su singular estilo, Hemingway comenzó a crear relatos que manifestaban un estilo refinado, conciso y casi perfecto, tal como dice el periodista Javier Aparicio en su artículo “Muerte a lo Superfluo”, este famoso autor “impuso en el cuento las leyes de la elipsis, la omisión, el distanciamiento objetivo y la ambigüedad”.

La leyenda comenzó cuando inició su trabajo en el periódico Kansas City Star, para posteriormente participar en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias en el frente italiano. Éste es uno de los episodios que más tarde Hemingway acomodaría a conveniencia, inventando gran cantidad de relatos que él refería como verdaderos. De esta manera se convirtió a sí mismo en héroe de grandes batallas, asegurando haber dirigido, por ejemplo, el excelente regimiento Arditi en el Monte Grappa en donde según él había resultado herido.

Su herida consta en los registros, pero en ningún documento se encuentra asentada situación alguna en la que el literato haya recibido 32 impactos de bala calibre 45, como llegó a sostener en algún momento.

De igual forma resulta ambigua su participación en conflictos bélicos como la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la primera, según contaba el imaginativo Ernest, llegó incluso a proclamar que acompañó el ataque de infantería en el frente de Teruel, ganando la noticia –por diez horas- a su rival corresponsal, Matthews. En cuanto a su intervención en la segunda, el autor aseguraba haber sido el primero en entrar en el París liberado en 1944.

Por otra parte, si bien deben tomarse en cuenta sus numerosos méritos como escritor entre los que se encuentran narraciones como En Nuestro Tiempo (1925), descrita como prosa “de la más alta distinción”, o las exitosas Fiesta (1926) y Adiós a las Armas (1929), así como la creación que le hizo merecedor del Nobel, El Viejo y el Mar (1952); también debe destacarse que, en el ámbito personal, fue incapaz de sostener durante mucho tiempo una relación de amistad, incluso con famosos escritores de su época a quienes, en un principio, había apoyado e incluso admirado.

Siendo las dos excepciones Ezra Pound y James Joyce, ambos siempre respetados por el envidioso Hemingway, éste tuvo querellas con otros colegas como Scott Fitzgerald o Gertude Stein, provocadas generalmente porque ellos habían “osado” criticarle en cualquier sentido. Incluso, gracias a sus recurrentes mentiras perdió amigos como el general español Gustavo Durán, quien vio la chapucería tras lo que Ernest llamaba “empresa de fulleros” en la cual, viviendo en la Finca Vigía cerca de La Habana, Cuba, patrullaba los mares en busca de supuestos submarinos alemanes.

Con esta empresa se mostró claramente el desmedido egoísmo del literato ya que, aún siendo la gasolina un bien racionado con motivo de la guerra, a él se le daban varios galones para abastecer un yate en el cual, lejos de ejercer un patriótico deber –ya que la operación se hizo en conjunto con el FBI, el cual cabe mencionar, nunca encontró datos de valor en la información proporcionada por el Premio Nobel-  aprovechaba los beneficios para salir de parranda.

Víctima de un severo alcoholismo, también destrozó la vida de cuatro mujeres a quienes hizo sus esposas en forma consecutiva: Hadley Richardson, Pauline Pfeiffer, la famosa periodista de Collier’s, Martha Gellhorn, a quien a la vez admiraba y odiaba por ser su rival profesional; para terminar sus días con la increíblemente tenaz Mary Welsh, a quien despreciaba por su poco carácter y nulas aspiraciones intelectuales; pero en quien encontró a la mujer -sumisa hasta lo absurdo- que había buscado durante toda su vida.

Finalmente, consumido por una insatisfacción generada por su incapacidad para mantener sus propios estándares creativos, así como por una manifiesta inestabilidad mental, Ernest Hemingway decidió quitarse la vida, el 2 de julio de 1961, de  con su mejor fusil inglés.

De este modo y tal vez sin él haberlo imaginado jamás en tales proporciones, Ernest Hemingway se ha transformado en más que un escritor, para convertirse en un ícono reverenciado por muchos; pero que, haciendo una analogía con el personaje del Dr. Jeckyll de Robert Louis Stevenson, también tenía un lado oculto y funesto, con el cual lejos de proyectar la luz que irradiaba con su maravilloso aunque intrincado intelecto, ensombreció la vida de toda persona que se le acercaba, ya que ejerció siempre el proverbio judío que dice “de vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes”, principio que engendró una aterradora quimera.   

FUENTES:

“Intelectuales”. Aut. Paul Johnson. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, Argentina, 2000.

“Muerte a lo Superfluo”. Aut. Javier Aparicio Maydeu. Periódico El País, España. 16 de junio 2007.

“Ernest Hemingway: tener o no tener la foto”. Aut. Manuel Vicent. Periódico El País, España. 25 de abril 2009.

“Ernest Hemingway: Agente Secreto”. Aut. Peter Moreira. Revista Semana. Bogotá, Colombia.    25 de abril 2006.