Teatro Juárez: hogar de ocho musas y una minimusa

28 enero 2022
Urania sosteniendo a Erato

Por: Patricia Díaz Terés

“La arquitectura es el gran libro de la humanidad”.

Víctor Hugo

A todo lo largo y ancho de la República Mexicana existen portentosos edificios que han formado parte de la historia de nuestra nación y se han convertido en reflejo de sus distintas épocas. Construcciones monumentales como el Palacio de Bellas Artes, el Teatro Degollado o el Teatro Principal (Puebla) se han destacado por su belleza, y también, por albergar a las musas en sus distintas expresiones como la danza, el teatro o la música.

Pero las musas tienen en México un hogar tan singular como hermoso: el Teatro Juárez, ubicado en el corazón de la ciudad capital de Guanajuato, cuyo esplendor atrae a visitantes de todo el mundo que desean admirar su extraordinaria arquitectura y de paso disfrutar de una buena obra de teatro.

Corría el año 1872 cuando el entonces gobernador de Guanajuato, el general Florencio Antillón decidió que era momento de erigir un recinto cultural que destacara a la ciudad como un centro urbano de importancia. De esta manera gestionó la compra del predio ubicado en el número 10 de la calle Sopeña, mismo que contaba con una lúgubre historia pues desde los tiempos del Virreinato habíase albergado ahí el convento de San Diego de Alcalá –del cual únicamente sobrevive el templo del mismo nombre-, hasta que fue víctima de las Leyes de Reforma.

Estando en venta el convento, fue adquirido por un empresario de escasa visión pues procedió a derruir al histórico edificio, para levantar un muy desangelado hotel que ostentaba el rimbombante nombre de Hotel Emporio, mismo que solía estar prácticamente vacío pues los huéspedes potenciales huían de ahí despavoridos al enterarse de la macabra historia que encerraba el albergue, pues resulta que el mismo día en que se iniciaron las obras de demolición, la cúpula del convento cayó encima de seis pobres cristianos que participaban en la obra, de tal suerte que la gente rehuía el lugar para no pasar a ser parte de la maldición que lo envolvía –misma que amenazaba tétricamente con enfermedad o muerte-.

Tiempo después, la privilegiada ubicación justo frente al Jardín de la Unión –anterior Plazuela de San Diego– fue aprovechada por el arquitecto José Noriega –a quien Antillón designó para dar forma a su sueño- en 1872 para comenzar a erigir un hermoso recinto que estaría dedicado a ofrecer espectáculos artísticos de la más alta calidad a la crema y nata de la sociedad mexicana.

Recién comenzaron los trabajos de destrucción del Hotel Emporio en 1873 cuando, al rascar en los cimientos, encontraron todo un conjunto de construcciones que daban pie a un convento subterráneo –al cual se conoció como “Pequeña Pompeya”-, cosa que al parecer importó poco a los encargados de la obra pues las tareas de construcción continuaron sin tropiezo y sin reparo.

Para el nuevo edificio Noriega había vislumbrado un estilo clasicista, pues deseaba reflejar la riqueza del país durante el gobierno de don Porfirio Díaz. Sin embargo, por diversos motivos la obra tuvo que ser suspendida en 1875, permaneciendo los muros levantados y el pórtico a merced tanto del clima como de los pobladores que vieron en este proyecto fallido un buen lugar para resguardar a sus caballos.

Fue en 1892 cuando el gobernador de Guanajuato, el general Manuel González, solicitó la ayuda del eminente arquitecto Antonio Rivas Mercado –quien es responsable del Ángel de la Independencia ubicado en la Avenida Reforma de la capital mexicana, entre otras muchas obras- y el ingeniero Alberto Malo. La creativa mente de Rivas dio un nuevo enfoque al teatro deseado, cambiando el estilo clasicista por el ecléctico, incluyéndose así las bellas columnas que se ven hasta hoy en día en la fachada y logrando, en todo el conjunto, una extraordinaria mezcla de estilos que otorgan al establecimiento un carácter de elegancia inigualable.

Tuvo así, para lograr su magnificencia, la colaboración de diversos artistas como José Contreras, quien elaboró los leones que custodian la entrada del recinto; Labasta, decorador y escenógrafo de la Ópera Cómica de París –artífice del portentoso telón que recrea un fragmento del cuento de hadas El cuerno de oro de Constantinopla-, Jesús Herrera Gutiérrez –autor de edificios como el Teatro Virginia Fábregas y responsable también de la decoración del teatro José Rosas Moreno en Jalisco- o el pintor español José Escudero –realizador del escudo de armas que se ubica en el descanso de la escalera-.

Como toque final para este teatro, cuyo interior está edificado con las más finas maderas y los más elegantes acabados –incluye una única cantina de cedro y vidrio que ha sido admirada por los ebanistas durante más de un siglo-, se encargó en la ciudad de Ohio (E.U.A.) la fundición de 9 estatuas de bronce de 3.5 m que representaran a las musas griegas, todas ellas con accesorios particulares para distinguirlas.

De tal forma, las ilustres damas exhiben los siguientes distintivos: Talía, la musa de la comedia, sostiene en la mano una máscara de la comedia; Clío, la musa de la historia, porta un escrito y una pluma; Calíope, de la poesía épica, coronada de estrellas alza una antorcha al tiempo que detiene un libro; Polimnia, la guardiana del canto, sujeta una paleta y dos pinceles, probablemente para no ser confundida con Euterpe, musa de la música, quien está destacada con dos flautas. Completan la custodia del edificio, Melpómene la musa de la tragedia, quien carga una máscara de la tragedia y un puñal; Terpsícore, vigilante de la danza, quien alza unas castañuelas y por último Urania, musa de la astrología y astronomía que lleva en su mano un globo celeste.

Pero aquí las matemáticas nos fallan, pues no son nueve las musas, tal como debería, sino ocho las que custodian el techo del Teatro Juárez, teniéndose extraviada a Erato, la encargada del arte lírico y la poesía.

Cuenta pues la historia que siendo ya inminente la conclusión de la construcción del teatro, los proveedores de las esculturas fallaron en la entrega de la pobre de Erato. Al colocarse las ocho esculturas en sus lugares, los arquitectos decidieron que la simetría era adecuada y agradable, pero también concluyeron que no podía apartarse de su deber nada menos que a la guardiana de la poesía, por lo que se incluyó una escultura de Erato en tamaño miniatura para situarla sobre el globo celeste que sostiene orgullosa la sabia Urania.

Desconocedores seguramente de tales anécdotas, los asistentes a la inauguración del teatro –el 27 de octubre de 1903 (habiéndose completado la construcción el 1 de abril de 1897)-, invitados por el mismísimo presidente, don Porfirio Díaz, subieron las bellas escalinatas frontales iluminadas por las seis farolas que daban la bienvenida a los distinguidos invitados quienes caminaban admirados a través de los elegantes pasillos y contemplaban estupefactos el majestuoso escenario, rodeado por decoraciones de estilo Neo mudéjar, en el cual se presentaría en breve la ópera Aída, a cargo de la Compañía de Ettore Drog, dirigida por Napoleón Sieni y Giorgio Polaco.

Durante breve tiempo el Teatro Juárez –cuyo costo aproximado fue de 77 mil pesos- cumplió su cometido inicial, pues se vio afectado por la gran inundación de 1905 y su público fue abatido por los avatares de la Revolución mexicana a partir de 1910. El paso del tiempo hizo ciertos estragos con esta joya arquitectónica, misma que fue rescatada y restaurada –por el gobernador Manuel M. Moreno– en 1971 para que albergase el Primer Festival Cervantino en 1972; al tiempo que fue rehabilitado en 2013 gracias al Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados (PAICE) del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA).

Hoy en día el Teatro Juárez se ha convertido en uno de los destinos turísticos favoritos de quienes visitan Guanajuato, pues además de sus impresionantes interiores, en los que aún se presentan nostálgicas y novedosas compañías teatrales, es en sus escaleras donde se reúnen los grupos de curiosos que llevan a cabo las famosas callejoneadas, a la vez que son punto de encuentro para los integrantes de las muy numerosas tunas que circulan en las irregulares calles guanajuatenses, mientras uno que otro mimo entretiene a la multitud de espectadores que, bajo la mirada de las musas, celebra el arte y la cultura.

Para D.

FUENTES:

Insituto Estatal de Cultura de Guanajuato.

La pequeña Pompeya. El Teatro Juárez”. Aut. Ramiro Cardona. Revista Relatos e Historias en México. Año I, número 9, mayo 2009.

Lo que debes saber del emblemático Teatro Juárez de Guanajuato”. Aut. Wendoline Adame. www.mileniocom. 16 de marzo 2020.

 “Las musas del Teatro Juárez. Conoce uno de los edificios más emblemáticos de Guanajuato”. Aut. Claudia Gámez. 9 de diciembre 2020.

 “Teatro Juárez”. Aut. Mayra Cuesta Ramírez, Mariana Domínguez Huitrón, Diago Gudiño Trejo, Miriam Navarro Zárraga y Daniel Alejandro Silos Solache. Espacioarquitectonicoenmexico.wordpress.com.

Teatro Juárez de Guanajuato”. mexicoescultura.com.

cultura.guanajuato.gob.mx.

“Los secretos del Teatro Juárez: la novena musa existe”. funicular.mx.

www.gtolibremx.mx.

elsouvenir.com.


La fiera insurgente: Leona Vicario I

12 septiembre 2011

Leona Vicario

Por: Patricia Díaz Terés

 “Coraje es simplemente la capacidad para tener miedo y actuar de todas formas”.

Dr. Robert Anthony

Difíciles de domar resultan ciertos espíritus, los cuales normalmente se albergan en los cuerpos de aquellos que conocemos como héroes, personas excepcionales que toman sus decisiones basados en un bien situado más allá de su propia persona; de estos ilustres personajes está poblada la historia de la humanidad, sin que sea México una excepción.

Habiendo atravesado nuestro país por difíciles periodos, siempre podemos encontrar a ciertos individuos que han dado todo por su patria –o por la conformación de la misma-, en esta ocasión dedicaremos esta columna a una mujer que ha pasado un tanto desapercibida –o bien no ha sido completamente apreciada en su justa medida- y que fue bautizada con el nombre de María de la Soledad Camila Vicario Fernández de San Salvador, quien encontró su lugar en los anales históricos simplemente como Leona Vicario.

Nacida en un medio confortable y privilegiado –un 10 de abril de 1789-, fue hija del español don Gaspar Martín Vicario y una mexicana –criolla- de nombre Camila Fernández de San Salvador; de medios distintos procedían los señores Vicario, puesto que él era un exitoso comerciante mientras que ella provenía de una decente familia de Toluca con recursos económicos limitados.

Siendo doña Camila la segunda esposa de Gaspar, el caballero tenía ya dos hijas de su primer matrimonio, Brígida y María Luisa, decidiendo la primera de ellas tomar los votos en un convento español, mientras que la segunda contrajo matrimonio con el marqués don Antonio Guadalupe Vivanco; por su parte Leona era una personita independiente y de fuerte carácter, pero con una disposición para el aprendizaje que le permitió absorber de la misma manera tanto conocimientos sobre filosofía, historia o ciencia –era gran aficionada a la astronomía- como acerca de la economía del hogar o el bordado, complementándose todo esto con una formación artística, siendo su disciplina predilecta la pintura.

Todas estas características hacían de la señorita Vicario una dama extraordinaria para su época, sumándose a sus cualidades y habilidades la gran fortuna de su padre –que ascendía a los cien mil pesos-, lo que la colocaba como un “excelente partido” para los jóvenes casaderos. De este modo, el primero en fijar su atención en tan notable fémina fue Octaviano Obregón, un abogado –y oidor honorario de la Real Audiencia de México- originario de Guanajuato que solicitó a don Gaspar permiso para hacer la corte a Leona, siendo concedida su petición.

Comenzó entonces un dulce y casto romance entre los dos –aunque probablemente la jovencita estuviese más enamorada que su novio-, cuando la fortuna se tornó en contra de Vicario al morir sus padres dejándola al cuidado de su tío don Agustín Pomposo Fernández de San Salvador; sin embargo la madre había tomado la precaución de dejar firmadas las capitulaciones matrimoniales, para que la ceremonia se llevara a cabo en el momento que a los muchachos les pareciese conveniente.

Don Agustín percibió seguramente en su sobrina ese aguerrido temperamento que la destacaría a lo largo de sus posteriores aventuras, de forma que decidió albergarla en una casa contigua a la de su familia, con la finalidad de tenerla vigilada pero proporcionándole una independencia que fue causa de escándalo en la sociedad de la época.

De carácter piadoso, nuestra protagonista también dedicaba gran parte de su tiempo a obras caritativas, de manera que visitaba asilos, alimentaba a niños o ancianos y cuidaba de los enfermos, comprendiendo que no toda la gente gozaba de la misma suerte que ella.

Siendo muy observadora y analítica, comenzó a dilucidar la verdadera situación social que le rodeaba, comprendiendo que vivía en un entorno plagado de injusticias; asimismo creía fervientemente en que la Nueva España tenía la capacidad de ser un país independiente, idea absolutamente opuesta al recalcitrante realismo de su tío.

Por otra parte, en grandes problemas se metió su amado Octaviano cuando él y su padre, don Ignacio Obregón se vieron inmiscuidos en el plan que apoyaba un gobierno autónomo que dirigiría el virrey José Joaquín Vicente de Iturrigaray y Aróstegui, tras la invasión de Napoleón a España y el sucesivo encarcelamiento del rey Fernando VII –siendo en realidad la intención del virrey obedecer únicamente las disposiciones directas del legítimo gobernante (si bien este se encontraba preso), y no del pretendido soberano José Bonaparte-, siendo descubierto el proyecto, el antiindependentista Gabriel Joaquín del Yermo se convenció de que la intención de Iturrigaray era crear un país independiente, por lo que procedió a apresarlo y presentarlo a la Inquisición.

Tras estos acontecimientos pareciole a Octaviano como lo más oportuno partir hacia España, abandonando temporalmente a su prometida. Una vez en Europa, el licenciado fue nombrado diputado en las Cortes de Cádiz por la provincia de Guanajuato, regresando a tierras americanas tan solo para sorprender a todos con un discurso en el cual señalaba cada uno de los errores del gobierno virreinal, palabras que lograron inflamar el corazón de su joven enamorada quien aún creía en la devoción de su hombre, cuyos afectos por su parte habían comenzado a enfriarse.

Para entonces Vicario había comenzado a relacionarse –junto con su primo y su hermana María Luisa– con el grupo insurgente llamado “Los Guadalupes”, quienes estaban en constante comunicación con los conspiradores que se ubicaban en Valladolid, San Miguel el Grande y Querétaro; empleando escritos cifrados publicados en El Ilustrador Americano para comunicarse con los rebeldes, a quienes designaba con los nombres de los personajes pertenecientes a sus obras literarias favoritas.

Y es en este contexto donde entra en escena otro joven abogado de nombre Andrés Quintana Roo, quien procedente de Yucatán había estudiado en el Seminario de San Ildefonso, destacándose su apego a las letras; en 1808 llegó a la capital para ingresar en la Real y Pontificia Universidad de la Nueva España, siendo admitido al año siguiente en el bufete dirigido por don Agustín Pomposo con el objetivo de hacer la pasantía que le permitiría obtener título de licenciado.

Fue así como por azares del destino trabó conocimiento con la bella Leona, quien viendo como un callejón sin salida su relación con Obregón, decidió romper el compromiso para quedar en libertad de hacer amistad con Andrés, hecho que su tío vio con muy malos ojos desde el principio, ya que el nuevo pretendiente, si bien era un hombre sano, honesto y trabajador, no tenía los caudales llenos como su antecesor; además de ser públicas sus simpatías por la causa independentista. Todo ello llevó al protector de Vicario a negarle a Quintana Roo su mano en matrimonio, lo que no detuvo a la pareja, historia de la cual nos enteraremos en la próxima entrega de esta columna. 

FUENTES:

“Mujeres por la Independencia”. Aut. Sebastián Alaniz. Ed. Lectorum. México, 2001.

“La imagen de las heroínas mexicanas”. Aut. Alicia Tecuanhuey. La construcción del héroe en España y México. Eds. Manuel Chust, Víctor Minguez. Publicions de la Universitat de Valencia. 2003.   

“Leona Vicario: Heroína insurgente”. Aut. Celia del Palacio Montiel. Revista Relatos e Historias de México No. 32. Abril, 2011.

 “Leona Vicario”. Aut. Conti González Báez. Grupo Radio Centro. http://977.mx/grc/redam.nsf Septiembre, 2003.  


Cuando las musas confabulan: Jorge Negrete

21 febrero 2011

Jorge Negrete

Por: Patricia Díaz Terés

“Así como el ignorante está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun después de muerto”.

Publio Siro

Pocos artistas han tenido el privilegio de representar a toda una nación a través de su trabajo, y aunque muchas veces los roles que interpretan no pueden adjudicarse indistintamente a todo individuo perteneciente a determinado pueblo, sí logran evocar determinada cultura en el imaginario popular.

Tal es el caso de un hombre cuya privilegiada voz y elegante porte conquistaron miles de corazones alrededor de todo el mundo, nos referimos al gran Jorge Negrete.

Nacido como Jorge Alberto Negrete Moreno, fue el segundo de cinco hermanos: David, Consuelo, Emilia, Teresa y Rubén, quien falleció a los pocos días de haber entrado en la vida del matrimonio conformado por Don David Negrete Fernández y Doña Emilia Moreno Anaya.

Militar de carrera, Don David era un teniente que residía con su familia en la ciudad de Guanajuato y quien un buen día decidió abandonar esta actividad en 1921 para trasladarse a la capital, donde cambió las armas por los libros transformándose en profesor de matemáticas del prestigiado Colegio Alemán Alexander Von Humboldt, en el cual Jorge puso de manifiesto su extraordinaria habilidad para los idiomas aprendiendo con diligencia italiano, alemán, francés, inglés e incluso algo de náhuatl, haciendo estos últimos estudios por su cuenta.

Inclinado siempre hacia las artes, proviniendo de una familia culta, Negrete se graduó del bachillerato con un título en ciencias y letras; de igual manera, siguiendo el ejemplo de su padre ingresó en el Heroico Colegio Militar en el año de 1927, convirtiéndose rápidamente en uno de los cadetes más destacados y viajando a París y Roma para complementar su formación.

Sin embargo estas ocupaciones llenaban tanto su tiempo como tan poco su corazón, de manera que en 1930 se atrevió a probar suerte en aquello que verdaderamente le apasionaba, la música, consiguiendo así tomar lecciones con el maestro José Pierson Lorta quien lo introdujo en el ámbito del Bel-Canto. Queriendo mantener su identidad musical oculta para la familia, eligió el seudónimo de Alberto Moreno para su desarrollo artístico, comenzando así a cantar en un programa radiofónico de la XETR.

En 1931, convencido ya de que la milicia no era su verdadera vocación, solicitó licencia indefinida para dedicarse de lleno a su arte y al año siguiente llevó a cabo sus primeras grabaciones; de esta forma para 1934 logró interpretar piezas del compositor mexicano Manuel M. Ponce en la inauguración del magnífico Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

En la segunda mitad de la década de los 30’s el cantante había ya trascendido las fronteras mexicanas al firmar un contrato con la cadena NBC para grabar un programa de televisión en Nueva York; lugar al que viajó en compañía de Ramón Armengod con quien integraba The Mexican Caballeros y tal vez fuese ahí donde, mientras el sueño de formar parte de la compañía de la Metropolitan Opera House rondaba incesantemente por su cabeza, la realidad le gritaba que no era justamente ese tipo de música la que lo impulsaría a la fama, sino el género popular. Asimismo descubrió su afición por la música cubana durante su intervención (1937) en el cortometraje Cuban Nights de los estudios Warner Brothers.

Pero la Gran Manzana en ocasiones no es tan benévola con sus visitantes como éstos quisieran, así Jorge contrajo una seria hepatitis a la cual prestó cuidado insuficiente, hecho que dañaría su hígado irremediablemente.

Sin embargo, antes de que la Parca se hiciera presente, fue por el contrario la Fortuna quien tocó a su puerta, presentándose entonces la oportunidad de participar en la película La Madrina del Diablo (1937) bajo la dirección de Ramón Peón y con la producción de Gonzalo Varela. En ella actuó al lado de la encantadora María Fernanda Ibáñez –hija de la temible Doña Sara García-, de quien rápidamente se enamoró, enfrentando un terrible golpe al ser el romance impedido por la madre de la señorita.

Continuando con su carrera en el cine, para 1940 se casó con la actriz y bailarina Elisa Zubarán –conocida en el medio artístico como Elisa Christy-, con quien tuvo a su única hija, Diana Negrete Crochet.

Contando en su filmografía con cintas como Perjura, La Valentina, Juan sin Miedo, El Cementerio de las Águilas y Juntos pero no Revueltos –todas ellas filmadas en 1938-, fue tal vez en ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941) del cineasta Joselito Rodríguez, en la que consagró su icónico “charro cantor”, hombre viril, valiente, conquistador y encantador, con mirada soñadora y fuerte carácter, que con su voz logró capturar en instantes el pensamiento de miles de féminas quienes -al ver al actor en la vida real- sufrían ataques de histeria y repentinos desmayos.

No obstante su éxito en el séptimo arte, no abandonaba en forma alguna el arte inspirado por la bella Euterpe[1], continuando así su labor con el trío Los Tres Calaveras, con quienes realizó diversas giras por toda la República Mexicana y América Latina; mientras vivía un romance con Gloria Marín, residiendo ambos bajo el mismo techo aunque sin sagrada unión de 1941 a 1952, achacándose la eventual separación de la pareja tanto a una infidelidad de él con Elsa Aguirre, como de ella con Hugo del Carril.

Lo cierto es que no bien se dejaron, el galante Negrete decidió contraer nupcias con la hermosa e imponente María Félix “La Doña”, a quien había conocido durante el rodaje de El Peñón de las Ánimas (1943), protagonizando la pareja la “boda del siglo” –el 18 de octubre de 1952- como se conoció a la ceremonia llevada a cabo en la finca de Catipoato -Hacienda de Tlalpan- y a la que asistieron personajes como Octavio Paz, Frida Kahlo y Diego Rivera.

Ahora bien, aunque las virtudes artísticas de Jorge eran numerosas, hay otra sin la cual un hombre no puede aspirar a la verdadera grandeza: la generosidad. Resulta así que, a la par de su carrera como el Charro Cantor, ayudaba a niños y ancianos, además de encarnizadamente para mejorar las condiciones en los contratos de los actores agobiados por el entonces poderoso Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), al cual combatió hasta lograr disolverlo y crear un justo Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) –que existe hasta hoy-, a la vez que mejoró la Asociación Nacional de Actores (ANDA), de la cual fue Secretario General.

Muy joven era aún Jorge Negrete cuando emprendió su camino hacia el Otro Mundo, habiendo regalado al mundo su talento y corazón; así las secuelas de la hepatitis sufrida antaño reclamaron la vida del cantante a la temprana edad de 42 años, un 5 de diciembre de 1953 –en Los Ángeles C.A.-, dejando a millares de almas desoladas, que acudieron a recibirlo al aeropuerto de la Cd. De México y que posteriormente formaron una inmensa valla humana que cubría el camino desde el Teatro de la Asociación de Actores –hoy Jorge Negrete- hasta el Panteón Jardín. Tal impacto tuvo su fallecimiento en el espíritu mexicano que tan fatídico día fue declarado como fecha de luto nacional, por aquél que entregó su vida por el arte y por su prójimo, y que bien pudo haberse despedido de este mundo con las palabras del filósofo Rabindranath Tagore: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”.

**Para mi gran amigo Dr. Peter Cooley, admirador incomparable de Jorge Negrete. 

FUENTES:

“Biografía”. Aut. Don Mario Oviedo. Salón Jorge Negrete. http://salonjorgenegrete.fcpages.com  

“Jorge Negrete”. Aut. Ernesto Solís Winkler. http://paginas.tol.itesm.mx

 “Jorge Negrete, el Charro Cantor”. www.contactomagazine.com

www.biografiasyvidas.com  


[1] Musa de la Música según la mitología griega.