Ernest Hemingway: Escritor

26 May 2022

Parte V

Ernest Hemingway escribiendo

Por: Patricia Díaz Terés

El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación”.

Ludwig van Beethoven

Habiendo conocido ya los muchos aspectos y facetas de la vida personal de Ernest Hemingway, ha llegado el momento de hablar acerca de su esencia: la escritura.

Siendo que el talento y el genio de un escritor están inmersos en lo más profundo de su esencia, cada literato, por lo regular, tiene influencias que repercuten en su estilo. De esta manera, fue nada menos que un manual de periodismo del Kansas City Star, que le entregaron a su llegada a las oficinas de esta publicación cuando tan solo tenía 18 años. En este documento se apremiaba a los reporteros y periodistas para utilizar una austera economía del lenguaje, de manera que debían expresar las ideas de manera clara y concisa, a la vez que era menester que prescindieran del uso de adjetivos.

Esta forma económica se volvió contundente y avasalladora en la pluma de Hem, gracias a sus propias vivencias, pues la rudeza tanto de su temperamento como la hostilidad de muchos de los ambientes en los que se desarrolló se tradujeron en un estilo literario único, que le fue ganando adeptos desde sus primeras publicaciones. Su primera publicación apareció en la revista Poetry en 1923. Al año siguiente publicó su primer libro En nuestro tiempo (In Our Time) el cual, según su estricto padre, contenía toda una serie de atentados contra la moral y la tradición que lo llevaron a devolver cada una de las copias que su hijo le había enviado, pues no deseaba que “tal suciedad” permaneciera en su hogar, mientras la madre derramaba amargas lágrimas de desilusión.

No obstante, la reacción de los lectores y la crítica fue muy distinta a la de los señores Hemingway, por lo que Papa Hemingway continuó escribiendo. De esta manera, al descubrir el periodista sus dotes como escritor, se planteó a sí mismo la producción literaria como un trabajo serio que requeriría de toda la disciplina posible. En tal sentido llevaba notas cuidadosas de las ideas que deseaba desarrollar, sostenía, en la medida de lo posible, un horario para trabajar, al tiempo que colocaba su máquina de escribir en cualquier mueble que le permitiese teclear mientras estaba de pie, pues la posición tradicional de los escritores le obstruía el flujo de las ideas.

Una de las contradicciones más curiosas en la persona de Hemingway es que, mientras que en muchas ocasiones disfrutaba de juergas nocturnas descomunales, cuando deseaba escribir, acostumbraba acostarse temprano y comer adecuadamente, ya que decía que para que sus ideas fluyeran, además de estar de pie, debía evitar distracciones fisiológicas como el sueño y el hambre–aunque se sabe que prefería incluso escribir con resaca y sin comer, a dejar de lado su escritura un día siquiera-.

Sus letras pronto se difundieron a lo largo y ancho del mundo, por lo que continuó su trabajo con Fiesta (The Sun Also Rises, 1926) en el que retrató parte de su vida en París, enfocando la trama en un grupo de estadounidenses que van de Francia a España, sin rumbo ni objetivo definidos, a los que conoció como la generación perdida de la posguerra. Siguió el libro de relatos Hombres sin mujeres (Men whithout Women, 1927) y su segunda novela importante, Adiós a las armas (A Farewell tu Arms, 1929), para proseguir con El que gana no se lleva nada (Winner Take Nothing, 1933), en el que explora las desgracias que atravesaban los europeos.

Por otro lado, cabe mencionar que para Hem la honestidad del escritor y su apego a la verdad eran primordiales. En tal sentido, trataba de reflejar sus propias experiencias y personalidad a través de sus líneas –para él el buen escritor debía basar su obra en las vivencias propias-, mientras plasmaba la realidad en la manera en la que la percibía, de un modo tan fiel, que para el lector resulta fácil reconocer los contextos que empleó como referencia.

Asimismo, Ernest creía en un desarrollo profundo de su obra, de manera que él conocía siempre el trasfondo de sus piezas –en muchos de sus personajes se encuentran rasgos de su propia personalidad, estructurando un parcial alter ego su personaje Nick Adams, protagonista de 24 relatos y cuentos que fueron publicados en un solo volumen en 1972-, siendo capaz de explicar minuciosamente cada detalle que escribía. Esto proporcionó a sus obras un estilo tanto retador como atractivo para el lector.

Pero Papa no tuvo el mismo éxito con todas sus obras, de modo que, a las alabanzas obtenidas por sus escritos de la década de los 20, se contrapusieron las duras críticas que recibió por su trabajo en la década siguiente, de modo que Muerte en la tarde (Death in the Afternoon, 1932), Tener o no tener (To Have and Have Not, 1937) –en la que se muestra su estilo que puede acotarse en el hardboiled, haciendo una dura y profunda crítica social- y Verdes colinas de África (Green Hills of Africa, 1935) fueron tratadas con rudeza por los críticos, hecho que no hizo nada feliz al escritor americano, quien despreciaba a quienes se atrevían a juzgar tan ligeramente el arduo trabajo que él realizaba todos los días. Mejor fue acogida su novela Las nieves del Kilimanjaro (The Snow of Kilimanjaro, 1938) en la que narra la difícil experiencia que atravesó cuando padeció disentería durante un safari, y de paso arroja una ácida crítica a su “amigo” Scott Fitzgerald.

En 1940 publicó una de sus novelas más conocidas, Por quién doblan las campanas (From Whom the Bell Toolls), dedicada a Martha Gellhorn –a sus otras esposas también les dedicó sus respectivas páginas: Fiesta para Elizabeth Hadley, Muerte en la tarde fue para Pauline Pfeiffer y Al otro lado del río y entre los árboles para “María”- en la que describe dentro de su ficción las realidades que vivió durante la Guerra Civil española –este libro fue el de mayor éxito en ventas-.

Durante el resto de la década de los 40 no publicó libros, probablemente debido a que estaba entregado a su tarea como corresponsal de guerra y otras actividades relacionadas con el conflicto bélico, regresando a las andadas literarias en la década de los 50 con el estrepitoso fracaso de Al otro lado del río y entre los árboles (Across the River and Into the Trees), que fue rechazado tanto por la crítica como por los lectores.

No obstante, tan sonado descalabro fue magistralmente opacado cuando escribió El viejo y el mar (The Old Man and the Sea, 1952) –hace 70 años exactamente-, creando una pieza de tal perfección que unas cuantas cuartillas le valieron, primero, el Premio Pulitzer de Literatura en 1953 y posteriormente el Premio Nobel de Literatura en 1954. Durante la ceremonia realizada en Oslo el 10 de diciembre de 1954, Hemingway declaró lo siguiente: “Este es un premio que le pertenece a Cuba, porque mi obra fue creada y pensada en Cuba, con mi gente de Cojímar, de donde soy ciudadano. A través de todas las traducciones está presente esta patria adoptiva, donde tengo mis libros y mi casa”.

Cabe mencionar que El viejo y el mar surgió en primera instancia como parte de una obra mucho más ambiciosa que Ernest pensaba escribir sobre “la tierra, el mar y el aire”; pero el que sería después productor del filme homónimo de la obra de Hemingway, Leland Hayward, lo convenció para publicarlo de manera independiente –se trataba de la parte correspondiente al mar-, de modo que el primer original fue enviado al editor Charles Scribner el 10 de marzo de 1952, siendo publicado en la revista Life el 1° de septiembre de 1952 y el 8 de diciembre, ya en forma de libro, por la editorial Charles Scribner’s Sons.

Los problemas de salud tanto física como mental le impidieron a Papa escribir durante los últimos años de su vida, por lo que su última obra fue Poemas Completos (1960). Sin embargo, aquel baúl extraviado en la década de los 20 por su entonces esposa Elizabeth Hadley Richardson, fue encontrado en el hotel Ritz durante uno de los viajes que Hemingway realizó a la Ciudad de la Luz, recuperándose infinidad de escritos de su juventud.

Cuando murió, Hem dejó 3 000 páginas escritas que no habían sido editadas. A partir de entonces, los editores –y The Hemingway Society desde 1980- pusieron manos a la obra para poder publicar estos trabajos de manera póstuma. De esta forma salieron a la luz: París era una Fiesta (A Moveable Feast, 1964) –que retrata los años de juventud que pasó en París-, Enviado especial (By-Line, 1967),  Islas en el Golfo –o Islas a la deriva– (Islands in the Stream, 1970),  88 Poemas (88 Poems, 1979), Cartas selectas (Selected Letters, 1981), El verano peligroso (The Dangerous Summer, 1985), Publicado en Toronto, 1920-1924 (Dateline: Toronto, 1985), El jardín del Edén (The Garden of Eden, 1986), Al romper el alba (True at First Light, 1999), Under Kilimanjaro (2005) y finalmente, en 2018, su cuento Una habitación en el jardín (A Room on the Garden Side), último de sus escritos que ha sido publicado hasta la fecha –por Strand Magazine-, en el que narra las peripecias de Hem durante la liberación de París.

Genio para las palabras y exuberante para la vida, Ernest Hemingway se erige como una de las figuras más interesantes en la historia de la literatura, pues gozó de una oportunidad que no todos los escritores tienen (o se atreven): vivir para escribir.

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Elena Fernández, Tomás y Tamaro. .España 2004. http://www.biografiasyvidas.com.   

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

 “Cuando Hemingway encontró a Dios”. Aut. Norberto Fuentes. 19 de noviembre 2019.

 “Un cuento inédito de Hemingway que narra la liberación de París tras el nazismo”. Aut. Antonioa Laborde. 25 de agosto 2018.

 www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway: La complejidad de lo simple”. Aut. José Gabriel Rodríguez Pazos. Centro Universitario Villanueva. Monográfico: El arte de narrar. Revista Cálamo FASPE no. 63. Enero-diciembre 2014.

“Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com


Cuando el mito esconde al monstruo: Ernest Hemingway

15 junio 2009

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Por: Patricia Díaz Terés

“Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil”.

Johann Wolfgang Goethe

Por todos es conocido el hecho de que la vida de muchos famosos escritores, y artistas en general, presenta más elementos tortuosos que impresionantes, pero existen algunos casos en los que el mito creado alrededor del literato refleja una imagen totalmente opuesta al original.

Tal es el caso del afamado autor, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1952, Ernest Hemingway. Habiendo nacido en el año de 1899 en un suburbio de Oak Park, cerca de Chicago (E.U.), este complejo personaje demostró desde muy pequeño su problemática personalidad.

Rebelde desde la infancia miembro de una familia con estrictas creencias religiosas  Ernest fue desarrollando desde muy tierna edad una serie de odios –el más profundo dirigido hacia su madre- y rencores que, más tarde, constituirían un pesado fardo en su vida adulta.

Exhibiendo rasgos tanto del padre como de la madre, heredó del primero -el Dr. Edmunds Hemingway-  un gusto por las actividades al aire libre como la caza y la pesca; y de la segunda –Grace Hemingway- el genio artístico que lo haría leyenda. Pero aún teniendo padres cultos y profesionistas, Ernest pasó gran parte de su infancia tratando de cumplir con las estrictas normas por ellos impuestas.

Al llegar a la adolescencia su carácter intempestivo y su creciente vanidad, provocaron que renegara de todas las enseñanzas hogareñas para convertirse en un ateo que, sin embargo, pregonaba a través de sus escritos una serie de valores fundamentales como la verdad, la honestidad y la lealtad, mismos que nunca puso en práctica.

Pocas ocasiones ha tenido la historia para registrar mayor incongruencia. Pero haciendo caso a la frase del jurista romano Ulpiano, “justicia es el hábito de dar a cada cual lo suyo”, es necesario señalar que Hemingway fue tan extraordinario en el aspecto intelectual como ominoso en el personal, situando la realidad en un plano bastante alejado de la imagen mítica quasi  perfecta que predomina en ciertos círculos de la sociedad “culta”.

Convencido de sus capacidades literarias desde muy joven, y realizando de manera incesante un gran esfuerzo para pulir su singular estilo, Hemingway comenzó a crear relatos que manifestaban un estilo refinado, conciso y casi perfecto, tal como dice el periodista Javier Aparicio en su artículo “Muerte a lo Superfluo”, este famoso autor “impuso en el cuento las leyes de la elipsis, la omisión, el distanciamiento objetivo y la ambigüedad”.

La leyenda comenzó cuando inició su trabajo en el periódico Kansas City Star, para posteriormente participar en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias en el frente italiano. Éste es uno de los episodios que más tarde Hemingway acomodaría a conveniencia, inventando gran cantidad de relatos que él refería como verdaderos. De esta manera se convirtió a sí mismo en héroe de grandes batallas, asegurando haber dirigido, por ejemplo, el excelente regimiento Arditi en el Monte Grappa en donde según él había resultado herido.

Su herida consta en los registros, pero en ningún documento se encuentra asentada situación alguna en la que el literato haya recibido 32 impactos de bala calibre 45, como llegó a sostener en algún momento.

De igual forma resulta ambigua su participación en conflictos bélicos como la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la primera, según contaba el imaginativo Ernest, llegó incluso a proclamar que acompañó el ataque de infantería en el frente de Teruel, ganando la noticia –por diez horas- a su rival corresponsal, Matthews. En cuanto a su intervención en la segunda, el autor aseguraba haber sido el primero en entrar en el París liberado en 1944.

Por otra parte, si bien deben tomarse en cuenta sus numerosos méritos como escritor entre los que se encuentran narraciones como En Nuestro Tiempo (1925), descrita como prosa “de la más alta distinción”, o las exitosas Fiesta (1926) y Adiós a las Armas (1929), así como la creación que le hizo merecedor del Nobel, El Viejo y el Mar (1952); también debe destacarse que, en el ámbito personal, fue incapaz de sostener durante mucho tiempo una relación de amistad, incluso con famosos escritores de su época a quienes, en un principio, había apoyado e incluso admirado.

Siendo las dos excepciones Ezra Pound y James Joyce, ambos siempre respetados por el envidioso Hemingway, éste tuvo querellas con otros colegas como Scott Fitzgerald o Gertude Stein, provocadas generalmente porque ellos habían “osado” criticarle en cualquier sentido. Incluso, gracias a sus recurrentes mentiras perdió amigos como el general español Gustavo Durán, quien vio la chapucería tras lo que Ernest llamaba “empresa de fulleros” en la cual, viviendo en la Finca Vigía cerca de La Habana, Cuba, patrullaba los mares en busca de supuestos submarinos alemanes.

Con esta empresa se mostró claramente el desmedido egoísmo del literato ya que, aún siendo la gasolina un bien racionado con motivo de la guerra, a él se le daban varios galones para abastecer un yate en el cual, lejos de ejercer un patriótico deber –ya que la operación se hizo en conjunto con el FBI, el cual cabe mencionar, nunca encontró datos de valor en la información proporcionada por el Premio Nobel-  aprovechaba los beneficios para salir de parranda.

Víctima de un severo alcoholismo, también destrozó la vida de cuatro mujeres a quienes hizo sus esposas en forma consecutiva: Hadley Richardson, Pauline Pfeiffer, la famosa periodista de Collier’s, Martha Gellhorn, a quien a la vez admiraba y odiaba por ser su rival profesional; para terminar sus días con la increíblemente tenaz Mary Welsh, a quien despreciaba por su poco carácter y nulas aspiraciones intelectuales; pero en quien encontró a la mujer -sumisa hasta lo absurdo- que había buscado durante toda su vida.

Finalmente, consumido por una insatisfacción generada por su incapacidad para mantener sus propios estándares creativos, así como por una manifiesta inestabilidad mental, Ernest Hemingway decidió quitarse la vida, el 2 de julio de 1961, de  con su mejor fusil inglés.

De este modo y tal vez sin él haberlo imaginado jamás en tales proporciones, Ernest Hemingway se ha transformado en más que un escritor, para convertirse en un ícono reverenciado por muchos; pero que, haciendo una analogía con el personaje del Dr. Jeckyll de Robert Louis Stevenson, también tenía un lado oculto y funesto, con el cual lejos de proyectar la luz que irradiaba con su maravilloso aunque intrincado intelecto, ensombreció la vida de toda persona que se le acercaba, ya que ejerció siempre el proverbio judío que dice “de vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes”, principio que engendró una aterradora quimera.   

FUENTES:

“Intelectuales”. Aut. Paul Johnson. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, Argentina, 2000.

“Muerte a lo Superfluo”. Aut. Javier Aparicio Maydeu. Periódico El País, España. 16 de junio 2007.

“Ernest Hemingway: tener o no tener la foto”. Aut. Manuel Vicent. Periódico El País, España. 25 de abril 2009.

“Ernest Hemingway: Agente Secreto”. Aut. Peter Moreira. Revista Semana. Bogotá, Colombia.    25 de abril 2006.