¡El Rey ha muerto! 3 – Historia del Ajedrez – El poder tras el trono

12 May 2009

 

 

Gary Kasparov

Gari Kasparov

  

 

 

Por: Patricia Díaz Terés

«En el tablero de Ajedrez luchan personas y no figuras».

Emanuel Lasker (ajedrecista, matemático y filósofo alemán)

Cuando en el tablero de ajedrez los ejércitos comienzan a moverse para tratar de atrapar al soberano enemigo, en realidad estamos observando a dos personas que enfrentan sus intelectos en un duelo inmisericorde, del cual sólo uno podrá alzarse como vencedor indiscutible.  

Muchos son los factores que intervienen cuando las figuras en el tablero van tomando su lugar para dar forma a las tácticas y estrategias ideadas por  los contrincantes; algunos como el jugador checoslovaco Richard Réti (1889-1929) opinaron que se trataba de elementos puramente racionales, excluyendo por completo el azar, mientras que otros como el gran maestro ruso Ksawery –Savielly- Tartakower (1887-1956) expresó por el contrario: “del ajedrez, ese juego de cálculo por excelencia, forman parte la suerte, la suerte y la suerte”.

En lo que todos los analistas, expertos y ajedrecistas coinciden es en que este juego constituye uno de los retos intelectuales más satisfactorios para los participantes, ya que como lo expresó el filósofo Gottfried W. Leibnitz  sirve para ejercitar la capacidad mental y las dotes de la inventiva, debido a que una de las características del buen ajedrecista es en cierto modo adivinar lo que hará el contrincante, pudiendo imaginar las jugadas próximas por adelantado.

Ahora bien, según nos refiere el experto chileno en ajedrez Javier Vargas Pereira, este juego puede ser calificado como complejo, desde el punto de vista de la teoría de la complejidad, la cual  explica la dificultad de predecir algunos fenómenos debido a su indeterminación, lo cual quiere decir que un elemento cualquiera de un sistema dado puede ser previsible; sin embargo “al unir varios de ellos se tendrán eventos impredecibles”, de ahí la dificultad de esta práctica y por lo tanto el mérito del ajedrecista experto.

A lo largo de la historia muchos han sido los personajes ilustres que se han acercado al juego del ajedrez, pero pocos son a quienes podemos catalogar como los genios que han logrado romper paradigmas y hacer innovaciones significativas en el desarrollo de las partidas.

Así, desde el tiempo de los vikingos cuando el rey Canuto II el Grande (995-1035) a principios del siglo XI practicaba este ancestral reto, podemos contar entre los ilustres e históricos aficionados a varios soberanos como Isabel I de Inglaterra (1533-1603), de España Felipe II (1527-1598), de Rusia Iván IV motejado el Terrible (1530-1584) y Pedro I  llamado el Grande (1672-1725), o la reina francesa Catalina de Médici (1519-1589); además de los pensadores de la Revolución Francesa Jean-Jaques Rousseau (1712-1778) y François Marie Arouet  (1694-1778)mejor conocido como Voltaire, entre otros.

Pero si bien la capacidad estratégica del jugador, pertenezca o no a la clase dominante en determinada época, es de suma importancia en los momentos decisivos de la partida, no todos los grandes estrategas han sido ajedrecistas ejemplares, como es el caso de Napoleón Bonaparte, quien durante el siglo XIX logró dominar gran parte de Europa, pero al momento de querer hacer lo propio con el tablero, no lograba desplegar sus dotes militares en forma tan precisa como él hubiese querido, optando mejor por tumbar accidentalmente una pieza fundamental como la reina y volviéndola a colocar en el lugar que consideraba más conveniente, sin que el contrincante en cuestión se atreviera a discutir sobre el ejercicio de este “derecho”.

De esta forma es posible concluir que no es la importancia histórica del jugador la que ha dictado su injerencia en el campo de la práctica ajedrecística, como lo hemos constatado con el conquistador francés; sino que los genios del juego intelectual surgen en momentos inesperados, contando así el siglo XX con varios maestros que ya han grabado su nombre en el registro de los mejores jugadores de ajedrez desde el surgimiento de la práctica

De esta manera tenemos a los maestros rusos Anatoli Yevgénevich Kárpov quien detentó el título de Campeón Mundial durante una década – 1975 a 1985- siendo destituido por el gran Gari Kimovich Kasparov, catalogado como uno de los mejores jugadores conservando el máximo escalafón en el mundo del ajedrez desde 1985 hasta el año 2000 y quien en alguna ocasión llegó a decir “en ajedrez mi palabra es cercana a la de Dios”.

También podemos nombrar al cubano José Raúl Capablanca y Graupera campeón de 1923 a 1927 y a quien por su genio se le llamó el Mozart del ajedrez ya que a la edad de 13 años venció al campeón nacional de Cuba Juan Corzo. En los Estados Unidos también han surgido algunos jugadores de gran renombre como Robert “Bobby” James Fischer  Campeón Mundial de 1973 a 1975 o Paul Morphy quien a sus 20 años desafió y derrotó a todos los campeones europeos.

Cada uno de estos grandes maestros ha tenido su propio estilo de juego, entendido éste como “el conjunto de caracteres que distinguen una determinada forma de resolver los problemas de la lucha” (Vargas Pereira 2006) y en el que intervienen numerosos factores como el modo de pensar, el grado de emotividad y las cualidades personales del ajedrecista en cuestión.

Aquí hemos llegado a un punto en el que nos es posible decir que el Ajedrez como la vida, será conceptualizado por cada simpatizante “dependiendo del cristal con que lo mire” como reza la frase popular, ya que lo que para algunos constituye un simple pasatiempo, para otros como el escritor Johan Wolfgang von Goethe es “una prueba de inteligencia” o un “esgrima del intelecto” como dijo el músico y escritor Jacques Sagot.

Aún cuando literatos como Lord Byron han expresado que “la vida es demasiado corta para jugar al ajedrez”,  sólo los genios y gigantes de esta práctica intelectual pueden contradecirlo, como el autor de numerosos textos sobre el juego de los escaques Irving Chernev quien aseguró “del ajedrez se ha dicho que la vida no es lo suficientemente larga para él. Pero eso es culpa de la vida, no del ajedrez”.

Así únicamente aquél que logra la combinación perfecta entre el raciocinio y la pasión en la práctica ajedrecística puede como Anatoli Kárpov decir  “el ajedrez es mi vida, pero mi vida no es sólo el ajedrez” o como Bobby Fischer afirmar “el ajedrez no es como la vida, es la vida misma”.

 

FUENTES:

Artículo: “La verdadera historia sobre el origen del Ajedrez”. Aut. Mariano Víctor Piñeyro. Buenos Aires, Arg.

Artículo: “El ajedrez y la dialéctica de la vida”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México,1 de enero de 2006.

Artículo: “El ajedrez y las teorías complejas”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México 29 de enero de 2007.


¡El Rey ha muerto! 2 – Historia del Ajedrez – Batalla por el Reino

12 May 2009

Estrategia en el Ajedrez

 

Por: Patricia Díaz Terés

«Ayudad a vuestras piezas para que os ayuden».

Paul Charles Morphy (Gran Maestro)

La tensión se percibe ineludible en el ambiente, los generales enemigos se miran a los ojos, analizan el campo de batalla, calculan sus posibilidades, intentan leer la mente del adversario, preparan a sus combatientes, inicia la lucha. Su objetivo primordial: proteger y defender a su rey o morir en el intento.

Cuando dos personas se sientan ante un tablero de ajedrez, están a punto de entablar un duelo de intelectos que concluirá cuando uno de los dos ejércitos se encuentre completamente aniquilado. El vencedor habrá logrado entonces acorralar al huidizo monarca, haciéndolo capitular  obteniendo así la tan ansiada victoria.

Al hablar del intelectual y complejo juego de los escaques, tenemos que reconocer que tiene elementos esenciales sin los cuales simplemente deja de existir: Los jugadores, las piezas y el tablero, siendo los primeros quienes conducen a las segundas para dominar al tercero.

A lo largo de la historia del ajedrez, como repasamos en el primer episodio de esta serie, las piezas que participan en el juego, así como su comportamiento básico han ido variando de acuerdo a la época y lugar en los que se practica, y son sustancialmente diferentes en los estilos oriental y occidental.

Haciendo un análisis un poco más detenido de ambos, observamos que en el primer caso, si bien las piezas se van debilitando y perdiendo su habilidad defensiva conforme avanza la partida, se vuelven más agresivas; mientras que en el segundo las piezas van fortaleciéndose en la medida en que se acerca el final.

Asimismo, la apariencia de las piezas empleadas es distinta; mientras que en oriente se utilizaban fichas planas con diversas formas geométricas, los ajedrecistas occidentales prefirieron las figuras en volumen; así este último “tipo” de ajedrez se vio enriquecido con la versatilidad en la apariencia de los combatientes incluyendo en ocasiones seres fantásticos como grifos o unicornios, entre otros.

Dos de las figuras que surgieron con el ajedrez –presumiblemente en oriente-, pero que hoy han desaparecido son el elefante y el cañón. El primero fue sustituido por el alfil, palabra que deriva precisamente del vocablo árabe al-fil cuyo significado literal es el nombre por el que conocemos actualmente al paquidermo. Por su parte, el cañón o carro fue posteriormente reemplazado por la torre; en ambos casos las nuevas efigies conservaron movimientos similares a los de sus antecesores.

Pruebas de lo anterior resultan las piezas que en el año de 1972 el Profr. Talin Pugachenkov de la Academia de Ciencias de Uzbekistan, encontró en el territorio de Dalverzin-Tepe –la actual provincia afgana de Balkh–  y que representaban un cebú y un elefante que perduraron escondidas desde el segundo o tercer siglo antes de Cristo.

Además de haber experimentado muchas transformaciones tanto en su forma estética como estratégica, a lo largo de sus muchas centurias de existencia, el ajedrez también tiene la particularidad de reflejar en ocasiones algunos aspectos políticos, sociales o morales de la sociedad en la cual se ha introducido.

De este modo, por ejemplo en el tratado sobre ajedrez elaborado por el monje francés Jacobo de Cessolis en el siglo XII, se especifica que a la reina no le era permitido desplazarse por todo el tablero ya que su deber como fiel y sumisa compañera del monarca, era permanecer en todo momento junto a él; así no se le permitían a la figura jugadas arriesgadas o importantes debido a “la debilidad y modestia propias de una mujer” (I. Linder en M. Piñeyro). Con esto el religioso mostró claramente el papel que generalmente desempeñaron las féminas durante la Edad Media.

Sin embargo, la forma y movimientos de las piezas del ajedrez que conocemos hoy en día no datan del Medioevo, sino de la Época Moderna específicamente del Renacimiento entre los años 1475 y 1497 D.C, momento en el que adquirió una gran popularidad en todo el continente europeo.

En este momento se modificaron los comportamientos de dos de las figuras principales del juego: la Dama y el Alfil, las cuales obtuvieron su importancia al dárseles mayor libertad en su desplazamiento dentro del tablero, convirtiéndose así en elementos de largo alcance.

Ahora bien, como en todo ejército a lo largo de la historia, las piezas del ajedrez tienen una jerarquía particular, misma que determina su valor en cuanto a puntaje se refiere; sin embargo cada jugador otorga a las figuras el mérito que considera adecuado de acuerdo a su estilo, siendo siempre la principal el Rey por ser el que determina al vencedor.

Así sobre una misma figura como el peón podemos encontrar opiniones contrarias como la del ajedrecista austriaco Wilhelm Steinitz quien, en el siglo XIX expresaba que “el peón es la causa más frecuente de la derrota” contraponiéndose así al músico-ajedrecista francés François-André Danican, también conocido como Philidor, quien en el siglo XVIII defendió a la pieza de rango más humilde con la frase “los peones son el alma del ajedrez”.

Pero un hecho dentro de la batalla ajedrecística es que todas las piezas deben cumplir con su función y combinarse en sus movimientos para lograr estructurar tácticas y estrategias capaces de vencer al enemigo; en muchas ocasiones, el desprecio hacia las reglas mostrado por los genios intelectuales que dirigen la escaramuza, ha tenido como resultado el surgimiento de nuevas e impresionantes jugadas en las partidas.

Como muchas cosas en la vida, el valor de cada pieza colocada en el tablero depende de quien la manipula –elemento que protagonizará el siguiente episodio de esta serie-, ya que de forma independiente no es más que una figurilla de cerámica o plástico con mayor o menor detalle en el acabado, pero que a final de cuentas nunca logrará avanzar una sola casilla por sí misma.

FUENTES:

Artículo: “La verdadera historia sobre el origen del Ajedrez”. Aut. Mariano Víctor Piñeyro. Buenos Aires, Arg.

Artículo: “Sub Specie Ludi”. Aut. Dr. José María Carballo Fernández. Revista Verbo, serie XII No. 111-112. Madrid, España. Enero-febrero, 1973.

Artículo: “El origen del Ajedrez”. Aut. Samuel Sloan. Berkeley, 1985.


¡El Rey ha muerto! – Historia del Ajedrez – El Origen

11 May 2009
Alfonso X El Sabio

Alfonso X

 

Por: Patricia Díaz Terés

«El ajedrez es un juego sin par, regio e imperial».

Napoleón Bonaparte

Invariablemente con estas palabras concluye una partida del complejo juego del ajedrez, ya que al pronunciar el famoso “jaque mate”, además de anunciar la derrota incontestable de nuestro adversario, estamos haciendo alusión -si bien con una deformación-, a las palabras persas “shat mat” cuyo significado en nuestra lengua es el título que encabeza la página.

Habiendo atravesado por una gran cantidad de transformaciones y modificaciones a lo largo del tiempo, y en su viaje alrededor del mundo, el ajedrez se nos presenta actualmente como el rey de los juegos que podríamos denominar como “intelectuales”, ya que en él deben conjugarse la capacidad intelectual del jugador con su pericia para plantear estrategias,  aplicar sus conocimientos y analizar al contrincante todo esto agregando, como dijo el Gran Maestro David Bronstein, “una pizca de fantasía”.

El tema del origen real del ajedrez ha sido controversial y ampliamente discutido por autores como H.J.R. Murray, Fred Wilson y H.J. Raverty, entre otros; todos ellos coinciden en que los primeros en practicarlo –aunque en forma un tanto rudimentaria- fueron los habitantes de la India; sin embargo, historiadores como Pavel Bidev y Joseph Needham en sus respectivas investigaciones o el experto en ajedrez Samuel Sloan haciendo un análisis de textos del Lejano Oriente, ha podido ubicar el surgimiento del juego en el antiguo Imperio Chino.

Siendo un hecho que la idea de Sloan no es la comúnmente reconocida o aceptada, este autor sostiene que es en la literatura de dicho país en donde se localizan las referencias más antiguas al tablero de los escaques, llegando hasta el 2000 A.C aproximadamente. De esta manera lo encontramos mencionado en los poemas que conforman la colección “Chu Chi” del escritor Chii Yuan de la dinastía Chou; al mismo tiempo que aparecen en un libro de filosofía titulado “Shuo Yuan”, durante el reinado de la dinastía Han.

Por otro lado, si tomamos en cuenta la hipótesis del origen hindú del ajedrez, se puede referir que el inventor del mismo fue un sabio conocido como Shashi in Sind, quien radicaba en el reino de King Ra Bhali, al noroeste de la India; así se dice fue el nombre del hijo de aquél el que dio origen a la palabra ajedrez derivando de Shah a Shak y finalmente a chess (ajedrez).

Según esta historia, la cual tiene otra versión prácticamente idéntica pero situada en Arabia, existió un rey (para los árabes de nombre Selam) que muy disgustado por el tedio que le generaba su vida en la corte, prometió una gran recompensa a quien fuera capaz de librarlo del aburrimiento. Fue así como un sabio acudió una mañana ante el soberano y, sentándose frente a él, le ofreció un reto colocando un tablero dividido en casillas de dos colores diferentes y sobre el cual dispuso piezas de marfil. Después de explicar las reglas del juego, ambos se enfrascaron en una partida de ajedrez; tras dos exhaustivos y largos intentos el soberano no podía vencer a su anciano rival, lográndolo únicamente al caer la noche.

Tan complacido resultó el estadista que ofreció al visitante cualquier tesoro que sobre su dominio encontrase. Muy simple resultó a sus reales ojos la petición del ilustrado: un grano de trigo por el primer cuadro, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así se seguiría duplicando la cantidad hasta abarcar el tablero completo. El gobernante, sin saber a lo que accedía, ordenó a sus sirvientes cumplir el deseo del visitante; mas después de varias horas, centenares de criados continuaban contando granos hasta que el Gran Visir después de calcular la cantidad final, se acercó a su señor para indicarle que en todo el reino no existía suficiente de trigo para cumplir la promesa. Se dice que el erudito marchó de palacio sin exigir su pago y nadie volvió a saber de él.

A quien le haya generado curiosidad la suma total puedo facilitarle, si bien no la cifra exacta, sí el hecho de que sobrepasa los 18 trillones de granos.

Pero dejando a un lado el origen – real o tradicional- del ajedrez, se ha especificado que de hecho existen diversas variantes de este juego, de manera que se tiene el ajedrez chino o Shaing Chi –también denominado Xiangqi-, el japonés o Shogi, coreano, birmano, camboyano, tailandés, turco y aún hasta etíope, siendo la nuestra el llamado ajedrez occidental.

Entre todos ellos existen algunas constantes como el hecho de que la captura del rey lleva a la conclusión inmediata de la partida, también las torres (o similares) se encuentran ubicados en las esquinas y los peones al frente. Algunas variantes sin embargo son, por ejemplo, la ausencia de la reina, la inclusión entre las piezas de elefantes o cañones, el establecimiento de un límite físico –un río en el ajedrez chino- entre los bandos opuestos o la utilización de puntos en lugar de cuadros en el tablero.

Continuando con lo referente a la forma estética del juego, el número y estilo de piezas también se modificaron dependiendo del lugar y la época en que se practicara el ajedrez; de este modo mientras que los chinos y japoneses utilizaban fichas con su respectivo nombre grabado en la superficie; los europeos prefirieron jugar con pequeñas esculturas de forma definida.

 Así, desde Oriente, y probablemente en una caravana a través del desierto de Gobi (entre Mongolia y China), el ajedrez llegó a Europa en donde comenzó a practicarse surgiendo así su versión moderna hasta el siglo XV, momento en que se incluyó la figura de la Dama, además del alfil y la posibilidad de capturar a los peones.

Entre los soberanos europeos, el ajedrez despertó gran interés a lo largo de la historia, así por ejemplo el monarca español Alfonso X “El Sabio”, habiéndolo conocido gracias a los árabes, decidió mandar a elaborar en 1321 un tratado al respecto intitulado “Libro del Acedrex”; mientras que Ruy López de Segura, confesor del rey Felipe II en 1561 publicó su manuscrito “Libro de la invención liberal y el arte del ajedrez”.

Como se puede ver muchas son las hipótesis que existen acerca del origen del juego intelectual por excelencia, pero una realidad es que esta práctica ha logrado trascender en el tiempo y extenderse allende las fronteras de su país de origen sea cual sea, tomando en esta forma características de cada una de las culturas en las cuales se introduce, lo que nos muestra que se trata de un juego tan versátil como  desafiante.

FUENTES:

“A través de l Ancho Mundo”. Tomo I. Aut. Oriol Galí Forés, Jaime Ministral Masiá y Arturo Raúl Martínez. Ed. Manuel Marín y Cía. Editores. Barcelona 1956.

Artículo: “El origen del Ajedrez”. Aut. Samuel Sloan. Berkeley, 1985.

Artículo: “La verdadera historia sobre el origen del Ajedrez”. Aut. Mariano Víctor Piñeyro. Buenos Aires, Arg.