Una musa en el convento: Sor Juana Inés de la Cruz

19 abril 2022
Sor Juana Inés de la Cruz

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

Arguye de inconsecuentes el gusto

y la censura de los hombres que en

las mujeres acusan lo que causan”.

Sor Juana Inés de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz, mujer de carácter agradable e inteligencia brillante, ubicó en el convento el lugar ideal para cultivar sus conocimientos. A la par de sus innumerables labores conventuales, encontró el tiempo para entregarse al estudio de sus libros y a la realización de sus experimentos científicos, pues a la par de la filosofía, la historia, la teología, la música –se sabe de una composición propia, hoy extraviada, titulada El caracol– y el arte, también dedicó sus esfuerzos a la labor concerniente a las ciencias exactas.

Tan vasto intelecto captó la atención de los sabios de la época, de manera que la celda de Juana de Asbaje se transformó en un recinto académico de élite, puesto que recibía, con permiso de su superiora, la visita de los más destacados estudiosos y artistas de su tiempo. Asimismo, se convirtió en una “escritora por encargo”, de manera que su primer soneto, Suspende Cantor Cisne el Dulce Acento, le fue encargado para el presbítero Diego de Ribera en 1668. Esta labor poco le agradaba, pero al satisfacer las necesidades literarias de las personas adineradas y poderosas, podía tener la garantía de un ambiente pacífico en el cual desarrollar sus actividades trascendentales –en este ejercicio, tanto el libre como el obligado, escribió numerosos poemas, autos sacramentales, obras teatrales, villancicos, ensayos, estudios musicales, sonetos, etc.-.

Al mismo tiempo, tuvo durante un tiempo un sostén invaluable en la amistad que la unió a los virreyes, pues sostuvo una entrañable amistad con la virreina, doña Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, quien llegó a la Nueva España con su esposo, Tomás Antonio de la Cerda y Enríquez, marqués de la Laguna en noviembre de 1680, siendo recibidos con una magnífica composición de su postrer amiga, el Fénix de América (también Fénix de México) –uno de los sobrenombres de Sor Juana-, el Arco Triunfal del Neptuno Alegórico, que fue un encargo del Cabildo de la Catedral de México y que le generó, en lo personal, problemas con su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, quien consideraba la obra profana y alejada de los temas sacros que, según él, debía abordar de manera exclusiva la sapiente escritora –esto se reveló en la Carta de Monterrey o Autodefensa Espiritual (1682)-.

No obstante, este escrito le generó a Sor Juana algunos ingresos que le permitieron tanto apoyar al convento como continuar con su trabajo. Además, la simpatía creada entre la Décima Musa y los virreyes le permitió escribir obras profanas como Los empeños de una casa, representada en 1683 y Amor es más laberinto, en 1689, en la cual trabajó con Juan de Guevara, pieza con la que se celebró el cumpleaños del nuevo virrey Gaspar de la Cerda, conde de Galve.

Pero la obra de Juana Inés logró traspasar los límites de su celda gracias a la ayuda de “Lysi”, cariñoso apelativo con el cual la monja se refiere a la virreina en su correspondencia, quien a su vuelta al Viejo Mundo se empeñó en la publicación de la obra de su amiga en España, logrando una exquisita edición, por parte de Juan García Infanzón, 1689, cuyo primer volumen se tituló Inundación Castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz, obra que fue leída a lo largo y ancho del mundo conocido –también, en el mismo año, se representó en Madrid, gracias a la misma patrocinadora, la pieza teatral de sor Juana El divino Narciso-, de modo que los talentos de Sor Juana fueron reconocidos por los lectores, como ya habían sido detectados por intelectuales como Carlos de Sigüenza y Góngora, quien en su Teatro de las virtudes (1680) destacó la “capacidad en la enciclopedia y la universalidad en las letras” de la religiosa dama. En tal sentido se publicaron posteriormente otros dos volúmenes con los escritos de Inés: Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México (1700).

No obstante, tales luces proyectan sombras equivalentes en forma de envidias y temores, por lo que Sor Juana fue también víctima de personas que no veían con buenos ojos el desarrollo intelectual de las féminas por considerarlas como seres inferiores, como fue el caso del obispo de México, Francisco Aguiar y Seijas, nombrado tal en 1681. Tan aversivo personaje tuvo su oportunidad de oro para atacar a la filósofa cuando, sin el consentimiento de su autora –y con el presunto objetivo de molestar a Aguiar (aunque la rivalidad de los eclesiásticos ha sido ampliamente difundida, no se cuentan con pruebas fehacientes sobre la misma, como lo recalcan investigadores como Emmanuel Michel Flores Sosa y Wendy Morales Prado)-, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, decidió publicar la Carta Athenagórica –escrito encargado a la religiosa por el propio obispo de Puebla, cuyo título hace referencia directa a la sabiduría de Atenea-, una crítica que hizo Sor Juana sobre el sermón de Mandato que había escrito un predicador jesuita portugués llamado Antonio de Vieira, quien era sujeto de admiración para Aguiar y Seijas.

Quedando atrapada en el fuego cruzado entre los dos altos clérigos, fue el Fénix de América quien fue atravesado por las flechas en innecesario y doble sacrificio ya que, ante la colérica reacción del obispo de México, el poco leal obispo de Puebla refutó el escrito de Juana en un documento lleno de censuras y ataduras disfrazadas de consejos, que cobardemente firmó con el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, de tal suerte que la Carta fue catalogada como obra “herética en contenido y bárbara en su forma”, afirmación que era, sin duda, una barbaridad en sí misma.

            Tal injusticia hizo que la escritora que vivía en Juana se inspirase por lo más alto, por lo que la monja decidió refutar el escrito de De Santa Cruz con su magnífica Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, considerada por muchos como obra máxima de la escritora novohispana, quien hizo trizas los argumentos del sacerdote atacante, convirtiéndose así en la autora más ilustre del Siglo de Oro en la Nueva España, compartiendo crédito con su buen amigo De Sigüenza y Góngora. Asimismo, la dama tuvo también defensores como el Dr. Juan Ignacio de Castorena y Ursúa, rector de la Universidad de México y otros, que no fueron muy afortunados, pues, debido a su apoyo a la Musa, se vieron perseguidos nada más y nada menos que por el Santo Oficio, como fue el caso del predicador valenciano Félix Xavier Palavicino, quien elogiaba a Juana en su sermón La Fineza Mayor (1691), alabanza cuyo precio fue su destitución como sacerdote.

            Y aunque la Inquisición no inició proceso formal contra sor Juana, sus detractores y opresores encontraron la forma de someterla. Ya fuese con amenazas sobre la condenación eterna de su alma o alguna otra persuasión espiritual o intelectual, lo cierto es que, eventualmente, tras una etapa en la que las supersticiones estuvieron a la orden del día tras un periodo en el cual se sufrieron hambrunas, epidemias, sequías y dos eclipses solares, en 1691 se decidió que debía erradicarse todo rastro de profanidad en las actuaciones sociales, de manera que fueron prohibidas todas las representaciones teatrales.

Así, sin que se conozca con certeza la causa, Sor Juana Inés de la Cruz decidió rendir todos sus instrumentos, escritos y libros –tenía más de cuatro mil volúmenes- al infame Aguiar y Seijas, mientras rogó al estricto padre Núñez que volviese a ser su confesor, abandonando su escritura en 1692 y renovando sus votos en 1694.

Y aunque tal fue el final de la Musa, no fue el final de la monja, pues, al verse privada de sus actividades intelectuales, la recluida poetisa se volcó con devoción a sus deberes conventuales –su afán penitente pudo haber sido reflejado en las últimas palabras de su testamento: “Yo, la peor de todas”-, realizando una labor ejemplar durante una epidemia que azotó la capital novohispana, al tiempo que al convento, realizando ella labores paliativas para sus hermanas, las cuales resultaron en su propio contagio que la llevó a la muerte el 17 de abril de 1695, de modo que sus restos fueron enterrados bajo el coro del templo de San Jerónimo, donde hoy se encuentra la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Musa conocida por toda persona que haya tenido en sus manos un antiguo billete mexicano de 1000 pesos o uno actual de 100 o 200 pesos –el impulso de la figura de Sor Juana fue recuperado gracias a su biografía publicada por Amado Nervo en 1910- . De tal forma esta magnífica mujer ha sido retratada por grandes artistas –todas imágenes póstumas- como Juan Miranda, Antonio Ponz, Antonio Tenorio y Miguel Cabrera, mientras que en fechas más recientes (1980) ha sido Jorge Sánchez Hernández quien elaboró una interesante serie de pinturas que retratan diversos momentos en la vida de la Décima Musa.

Por su parte, el séptimo arte también ha rendido homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz a través de diversos filmes, teniéndose así el largometraje que lleva el nombre de la escritora dirigido por Ramón Peón en 1935; el documental Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1988) dirigido por Nicolás Echeverría y cuyo guion fue escrito por el premio nobel Octavio Paz, basándose en su propio ensayo homónimo escrito en 1982. Siguiendo con la ficción encontramos el filme argentino Yo, la peor de todas (1990), que se centra en los últimos años del Fénix de México y fue escrita y dirigida por María Luisa Bemberg; mientras que en un intento por acercar a los jóvenes a la figura de la más grande escritora del barroco mexicano se realizaron la cinta Las pasiones de Sor Juana (España, 2004) de Antonio García Molina y la serie María Inés (México, 2016), dirigida por Patricia Arriaga Jordán y Emilio Maillé, cuya producción corrió originalmente a cargo de Canal Once para aterrizar temporalmente en la plataforma Netflix, en la cual tuvo un éxito considerable.

Religiosa criticada, poetisa alabada, filósofa reconocida y mujer velada, así se nos presenta la figura de Sor Juana Inés de la Cruz, una dama que rompió con los estándares de su época para trascender en el tiempo a través de lo que más amaba: las letras y las ideas.

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Referencias:

“Obras escogidas”. Aut. Sor Juana Inés de la Cruz. Editorial Bruguera S.A. España, 1972.   

“Sor Juana Inés de la Cruz. Ensayo de Psicología y de estimación del sentido de su obra y su vida para la historia de la cultura y de la formación de México”. Aut. Ezequiel A. Chávez. Ed. Porrúa. México, 2001.   

“Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe”. Aut. Octavio Paz. Ed. Planeta. México, 2005. 

“Genio y figura de sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Ramón Xirau. El Colegio Nacional. Universidad Nacional Autónoma de México. México 1997.

 “Sor Juana Inés de la Cruz, exponente literario y educativo del Siglo de Oro Español”. Aut. Alberto López. www.elpais.com, 13 de noviembre 2017.

“Sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Rocío Oviedo Pérez de Tudela. Real Academia de la Historia. wwwdbe.rahg.es.

“Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar”. Aut. María Vila www.abc.es, 12 de agosto 2018.

 “Conoce más sobre Sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Lourdes Aguilar Salas www.gob.mx, abril 2020.

 “Sor Juana Inés de la Cruz cultivó la poesía, la lírica, el teatro y la prosa” www.inba.gob.mx. 11 de noviembre 2020.

 “Sor Juana Inés de la Cruz también tiene legado en la pantalla”. www.procine.cdmx.gob.mx. 12 de noviembre 2021

“Sor Juana Inés de la Cruz”. http://www.banxico.org.mx.   

“Sor Juana Inés de la Cruz” http://www.biografiasyvidas.com

“Sor Juana Inés de la Cruz” www.elem.mx

“Sor Juana Inés de la Cruz: biografía de 1648-1695” http://www.mexicodesconocido.com.mx


Cuando la curiosidad es semilla de la sabiduría: Sor Juana Inés de la Cruz

5 abril 2022

Parte I

Por: Patricia Díaz Terés

Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana

 “Cuanto mayor es el conocimiento de un hombre, mayor ha de ser su fe; y cuanto más se acerca a Dios, más clara es su visión de Dios”.

Víctor Hugo

En una época en donde la libertad de las mujeres estaba coartada por una infinidad de normas sociales, aquellas féminas que deseaban cultivar su mente y descubrir las maravillas del mundo de las ideas debían ingeniárselas para encajar en una sociedad que les ofrecía escasas opciones y a la vez se encontraba plagada de estereotipos.

Fue en esa circunstancia cuando surgió una de las figuras más importantes del desarrollo literario y filosófico en la Nueva España, sor Juana Inés de la Cruz, quien hoy en día es respetada a lo largo y ancho del mundo como una de las personas más brillantes que hayan tenido la oportunidad de plasmar y difundir sus ideas.

Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana nació en una familia proveniente –por parte de su madre- de Andalucía, ya que sus abuelos Pedro Ramírez de Santillana y Beatriz Rendón, abandonaron Sanlúcar de Barrameda para probar suerte en el Nuevo Mundo, instalándose en un terreno ubicado entre los pueblos de Huichapan y Yecapixtla.

De este modo, Juana llegó al mundo en una alquería en San Miguel de Nepantla en una fecha que aún no se determina, pues mucho se ha discutido sobre el año de su nacimiento, situándose en algún momento de la primera mitad del siglo XVII, siendo un par de fechas populares el 2 de diciembre de 1648 y el 12 de noviembre de 1651. Hija natural de don Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca y doña Isabel Ramírez de Santillana, tuvo dos hermanas, Josefa María y Josefa. Cuando Juana tenía tres o cuatro años don Pedro desapareció de su vida, puesto que tuvo a bien abandonar a su familia.

Por aquel entonces Isabel Ramírez se hizo entonces cargo de sus haciendas, pues sus padres habían fallecido. En esta situación difícil, la señora decidió unirse sin lazo matrimonial a Diego Ruiz Lozano, con quien tuvo a los tres medios hermanos de Juana Inés: Diego, Antonia e Inés.

Teniendo sin duda una cantidad interminable de quehaceres, a Isabel seguramente la sorprendió en gran medida la vehemente petición de su hija de tres años demandando que se le enseñara leer. Utilizando tanto una técnica autodidacta como los conocimientos adquiridos en la Amiga, una escuela para niñas, aprovechó el acceso irrestricto que tenía a la biblioteca de su abuelo –privilegio del cual gozaban, en general, muy pocas mujeres- en la hacienda de Panoayan para aprender las habilidades deseadas y, una vez conseguidas, inició una frenética e interminable carrera que emprendió en la consecución del saber.

Tan tenaz como brillante, la propia niña se imponía algunas reglas y llevaba a cabo ciertas estrategias en pro de sus objetivos, de este modo, por ejemplo, se privaba de comer queso puesto que había escuchado que este entorpecía la mente. De igual manera, cuando quería aprender algo en un plazo determinado, se cortaba el cabello para establecer el tiempo de crecido deseado como el apropiado para adquirir un nuevo conocimiento.

Con tal disciplina logró escribir su primera loa a los 8 años –que constaba de 360 versos en español y náhuatl-, con motivo de la fiesta del Santísimo Sacramento, ganando así un libro. Al año siguiente (1659) su madre decidió que era tiempo de que su hija se entrenase en los quehaceres hogareños en un lugar donde recibiese la atención adecuada, determinando para ello el hogar de su hermana María, a la sazón esposa de don Juan Mata. En este mismo año, Juana aprendió latín durante las 20 lecciones que tomó con el bachiller Martín Olivas.

A los 14 años, ya con un intelecto muy desarrollado para su edad, se consiguió su ingreso a la corte de los virreyes Antonio Sebastián de Toledo y Leonor de Carreto, con quienes estableció una fraterna relación que le permitió seguir cultivándose con el estudio. Siendo admirada por el gobernante, este decidió ponerla a prueba con 40 de los hombres más versados de la época quienes dominaban diversas disciplinas como la filosofía, las matemáticas, la historia o la poesía. A todas las preguntas de los sabios Juana Inés respondió con erudición y soltura, siendo entonces descrita la actuación de la joven de tan solo 16 años, por el propio virrey, como “la manera en que un galeón real se defendería de pocas chalupas que la embistieran, así se desembarazaba Juana Inés de las preguntas, argumentos y réplicas que tantos, que cada uno en su clase, le propusieron”.

El anhelo de la dama era entrar a la universidad, pero tal sueño estaba vedado para su género en aquellos tiempos. Sin sentir inclinación ninguna por el matrimonio, su única opción era incluirse en la vida religiosa para poder estudiar en paz –existen ciertas hipótesis que indican que Juana tuvo un amor desventurado y que fue esa la razón de su elección de la vida religiosa, aunque no existen pruebas al respecto, salvo lo que algunos autores interpretan sobre sus poesías amorosas-.

Con el consejo de su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, en 1667 ingresó en la orden de las carmelitas descalzas. La austeridad de la orden seguramente causó una profunda impresión en una adolescente que venía de las comodidades de la corte, de tal suerte que la inteligente chiquilla abandonó este intento en tan solo cuatro meses, excusándola algunos de sus biógrafos por sus condiciones de salud. Esta situación le permitió regresar con los virreyes durante un tiempo más, decidiendo ingresar en el convento de San Jerónimo de las hijas de Santa Paula, a quienes regía la regla de San Agustín en 1669. Esta orden tenía una normativa mucho más relajada, de modo que se le permitió tener amplias habitaciones, en piso alto y con vista al valle, en donde pudo guardar los cuatro mil volúmenes que llegó a tener su biblioteca, así como sus instrumentos musicales y científicos. Incluso su madre le regaló una esclava mulata.

Cierta discusión se ha establecido con respecto a la persona que cubrió el monto de la dote, pues algunos autores mencionan que fue don Pedro Velázquez de la Cadena, un pariente lejano, quien abonó los tres mil pesos necesarios para el ingreso de Juana en el convento, mientras que otros señalan como su benefactor al esposo de su prima Isabel –hija de Isabel y Juan Mata-, don Juan Caballero. Pero quien fuera que haya sido el dadivoso individuo, sin duda le hizo un gran favor a la humanidad, pues dentro del religioso recinto pudo la dama dedicarse –casi- en cuerpo y alma al cultivo de la sabiduría.

Necesitando un quehacer mundano, la brillante sor Juana Inés de la Cruz realizó diversas tareas dentro del convento fungiendo así como segunda portera, archivista y contadora, quehaceres todos que acompañaba con una amabilidad inherente que conquistó a todas sus hermanas en el convento quienes la apreciaban en tal medida que, durante su estancia con las jerónimas, le fue ofrecido el puesto de abadesa en dos ocasiones, siendo declinada la propuesta por la estudiosa.

Cuando no estaba ocupada pues con sus tareas conventuales, la sabia mujer se dedicó al cultivo de las ciencias, las artes y la teología, de manera que estudió materias como lógica, retórica, física, música, aritmética, geometría, arquitectura, historia, derecho, astronomía y medicina –incluso practicó la cocina-. De igual forma estudió a profundidad mitos y leyendas de la mitología clásica y, cuando se sintió ya preparada por infinitas lecturas y reflexiones, se adentró en el mundo de la teología, teniendo un fuerte sustento en sus estudios sobre pensadores como Aristóteles, Platón, Sócrates, Pitágoras, Séneca, san Agustín, san Jerónimo y santo Tomás.

Mucho fruto rindió el esfuerzo académico de esta destacada y peculiar monja, sin embargo, hemos de dejar para la próxima entrega la ineludible referencia a la vida literaria de esta gran mujer, quien hoy en día es conocida y reconocida por su enorme sabiduría en los cuatro continentes.

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“Obras escogidas”. Aut. Sor Juana Inés de la Cruz. Editorial Bruguera S.A. España, 1972.   

“Sor Juana Inés de la Cruz. Ensayo de Psicología y de estimación del sentido de su obra y su vida para la historia de la cultura y de la formación de México”. Aut. Ezequiel A. Chávez. Ed. Porrúa. México, 2001.   

“Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe”. Aut. Octavio Paz. Ed. Planeta. México, 2005. 

“Genio y figura de sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Ramón Xirau. El Colegio Nacional. Universidadd Nacional Autónoma de México. México 1997.

 “Sor Juana Inés de la Cruz, exponente literario y educativo del Siglo de Oro Español”. Aut. Alberto López. www.elpais.com, 13 de noviembre 2017.

“Sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Rocío Oviedo Pérez de Tudela. Real Academia de la Historia. wwwdbe.rahg.es.

“Sor Juana Inés de la Cruz, la monja literata que defendió que las mujeres pudieran estudiar”. Aut. María Vila www.abc.es, 12 de agosto 2018.

 “Conoce más sobre Sor Juana Inés de la Cruz”. Aut. Lourdes Aguilar Salas www.gob.mx, abril 2020.

 “Sor Juana Inés de la Cruz cultivó la poesía, la lírica, el teatro y la prosa” www.inba.gob.mx. 11 de noviembre 2020.

 “Sor Juana Inés de la Cruz también tiene legado en la pantalla”. www.procine.cdmx.gob.mx. 12 de noviembre 2021

“Sor Juana Inés de la Cruz”. http://www.banxico.org.mx.   

“Sor Juana Inés de la Cruz” http://www.biografiasyvidas.com

“Sor Juana Inés de la Cruz” www.elem.mx

“Sor Juana Inés de la Cruz: biografía de 1648-1695” http://www.mexicodesconocido.com.mx