Ernest Hemingway: Escritor

26 May 2022

Parte V

Ernest Hemingway escribiendo

Por: Patricia Díaz Terés

El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación”.

Ludwig van Beethoven

Habiendo conocido ya los muchos aspectos y facetas de la vida personal de Ernest Hemingway, ha llegado el momento de hablar acerca de su esencia: la escritura.

Siendo que el talento y el genio de un escritor están inmersos en lo más profundo de su esencia, cada literato, por lo regular, tiene influencias que repercuten en su estilo. De esta manera, fue nada menos que un manual de periodismo del Kansas City Star, que le entregaron a su llegada a las oficinas de esta publicación cuando tan solo tenía 18 años. En este documento se apremiaba a los reporteros y periodistas para utilizar una austera economía del lenguaje, de manera que debían expresar las ideas de manera clara y concisa, a la vez que era menester que prescindieran del uso de adjetivos.

Esta forma económica se volvió contundente y avasalladora en la pluma de Hem, gracias a sus propias vivencias, pues la rudeza tanto de su temperamento como la hostilidad de muchos de los ambientes en los que se desarrolló se tradujeron en un estilo literario único, que le fue ganando adeptos desde sus primeras publicaciones. Su primera publicación apareció en la revista Poetry en 1923. Al año siguiente publicó su primer libro En nuestro tiempo (In Our Time) el cual, según su estricto padre, contenía toda una serie de atentados contra la moral y la tradición que lo llevaron a devolver cada una de las copias que su hijo le había enviado, pues no deseaba que “tal suciedad” permaneciera en su hogar, mientras la madre derramaba amargas lágrimas de desilusión.

No obstante, la reacción de los lectores y la crítica fue muy distinta a la de los señores Hemingway, por lo que Papa Hemingway continuó escribiendo. De esta manera, al descubrir el periodista sus dotes como escritor, se planteó a sí mismo la producción literaria como un trabajo serio que requeriría de toda la disciplina posible. En tal sentido llevaba notas cuidadosas de las ideas que deseaba desarrollar, sostenía, en la medida de lo posible, un horario para trabajar, al tiempo que colocaba su máquina de escribir en cualquier mueble que le permitiese teclear mientras estaba de pie, pues la posición tradicional de los escritores le obstruía el flujo de las ideas.

Una de las contradicciones más curiosas en la persona de Hemingway es que, mientras que en muchas ocasiones disfrutaba de juergas nocturnas descomunales, cuando deseaba escribir, acostumbraba acostarse temprano y comer adecuadamente, ya que decía que para que sus ideas fluyeran, además de estar de pie, debía evitar distracciones fisiológicas como el sueño y el hambre–aunque se sabe que prefería incluso escribir con resaca y sin comer, a dejar de lado su escritura un día siquiera-.

Sus letras pronto se difundieron a lo largo y ancho del mundo, por lo que continuó su trabajo con Fiesta (The Sun Also Rises, 1926) en el que retrató parte de su vida en París, enfocando la trama en un grupo de estadounidenses que van de Francia a España, sin rumbo ni objetivo definidos, a los que conoció como la generación perdida de la posguerra. Siguió el libro de relatos Hombres sin mujeres (Men whithout Women, 1927) y su segunda novela importante, Adiós a las armas (A Farewell tu Arms, 1929), para proseguir con El que gana no se lleva nada (Winner Take Nothing, 1933), en el que explora las desgracias que atravesaban los europeos.

Por otro lado, cabe mencionar que para Hem la honestidad del escritor y su apego a la verdad eran primordiales. En tal sentido, trataba de reflejar sus propias experiencias y personalidad a través de sus líneas –para él el buen escritor debía basar su obra en las vivencias propias-, mientras plasmaba la realidad en la manera en la que la percibía, de un modo tan fiel, que para el lector resulta fácil reconocer los contextos que empleó como referencia.

Asimismo, Ernest creía en un desarrollo profundo de su obra, de manera que él conocía siempre el trasfondo de sus piezas –en muchos de sus personajes se encuentran rasgos de su propia personalidad, estructurando un parcial alter ego su personaje Nick Adams, protagonista de 24 relatos y cuentos que fueron publicados en un solo volumen en 1972-, siendo capaz de explicar minuciosamente cada detalle que escribía. Esto proporcionó a sus obras un estilo tanto retador como atractivo para el lector.

Pero Papa no tuvo el mismo éxito con todas sus obras, de modo que, a las alabanzas obtenidas por sus escritos de la década de los 20, se contrapusieron las duras críticas que recibió por su trabajo en la década siguiente, de modo que Muerte en la tarde (Death in the Afternoon, 1932), Tener o no tener (To Have and Have Not, 1937) –en la que se muestra su estilo que puede acotarse en el hardboiled, haciendo una dura y profunda crítica social- y Verdes colinas de África (Green Hills of Africa, 1935) fueron tratadas con rudeza por los críticos, hecho que no hizo nada feliz al escritor americano, quien despreciaba a quienes se atrevían a juzgar tan ligeramente el arduo trabajo que él realizaba todos los días. Mejor fue acogida su novela Las nieves del Kilimanjaro (The Snow of Kilimanjaro, 1938) en la que narra la difícil experiencia que atravesó cuando padeció disentería durante un safari, y de paso arroja una ácida crítica a su “amigo” Scott Fitzgerald.

En 1940 publicó una de sus novelas más conocidas, Por quién doblan las campanas (From Whom the Bell Toolls), dedicada a Martha Gellhorn –a sus otras esposas también les dedicó sus respectivas páginas: Fiesta para Elizabeth Hadley, Muerte en la tarde fue para Pauline Pfeiffer y Al otro lado del río y entre los árboles para “María”- en la que describe dentro de su ficción las realidades que vivió durante la Guerra Civil española –este libro fue el de mayor éxito en ventas-.

Durante el resto de la década de los 40 no publicó libros, probablemente debido a que estaba entregado a su tarea como corresponsal de guerra y otras actividades relacionadas con el conflicto bélico, regresando a las andadas literarias en la década de los 50 con el estrepitoso fracaso de Al otro lado del río y entre los árboles (Across the River and Into the Trees), que fue rechazado tanto por la crítica como por los lectores.

No obstante, tan sonado descalabro fue magistralmente opacado cuando escribió El viejo y el mar (The Old Man and the Sea, 1952) –hace 70 años exactamente-, creando una pieza de tal perfección que unas cuantas cuartillas le valieron, primero, el Premio Pulitzer de Literatura en 1953 y posteriormente el Premio Nobel de Literatura en 1954. Durante la ceremonia realizada en Oslo el 10 de diciembre de 1954, Hemingway declaró lo siguiente: “Este es un premio que le pertenece a Cuba, porque mi obra fue creada y pensada en Cuba, con mi gente de Cojímar, de donde soy ciudadano. A través de todas las traducciones está presente esta patria adoptiva, donde tengo mis libros y mi casa”.

Cabe mencionar que El viejo y el mar surgió en primera instancia como parte de una obra mucho más ambiciosa que Ernest pensaba escribir sobre “la tierra, el mar y el aire”; pero el que sería después productor del filme homónimo de la obra de Hemingway, Leland Hayward, lo convenció para publicarlo de manera independiente –se trataba de la parte correspondiente al mar-, de modo que el primer original fue enviado al editor Charles Scribner el 10 de marzo de 1952, siendo publicado en la revista Life el 1° de septiembre de 1952 y el 8 de diciembre, ya en forma de libro, por la editorial Charles Scribner’s Sons.

Los problemas de salud tanto física como mental le impidieron a Papa escribir durante los últimos años de su vida, por lo que su última obra fue Poemas Completos (1960). Sin embargo, aquel baúl extraviado en la década de los 20 por su entonces esposa Elizabeth Hadley Richardson, fue encontrado en el hotel Ritz durante uno de los viajes que Hemingway realizó a la Ciudad de la Luz, recuperándose infinidad de escritos de su juventud.

Cuando murió, Hem dejó 3 000 páginas escritas que no habían sido editadas. A partir de entonces, los editores –y The Hemingway Society desde 1980- pusieron manos a la obra para poder publicar estos trabajos de manera póstuma. De esta forma salieron a la luz: París era una Fiesta (A Moveable Feast, 1964) –que retrata los años de juventud que pasó en París-, Enviado especial (By-Line, 1967),  Islas en el Golfo –o Islas a la deriva– (Islands in the Stream, 1970),  88 Poemas (88 Poems, 1979), Cartas selectas (Selected Letters, 1981), El verano peligroso (The Dangerous Summer, 1985), Publicado en Toronto, 1920-1924 (Dateline: Toronto, 1985), El jardín del Edén (The Garden of Eden, 1986), Al romper el alba (True at First Light, 1999), Under Kilimanjaro (2005) y finalmente, en 2018, su cuento Una habitación en el jardín (A Room on the Garden Side), último de sus escritos que ha sido publicado hasta la fecha –por Strand Magazine-, en el que narra las peripecias de Hem durante la liberación de París.

Genio para las palabras y exuberante para la vida, Ernest Hemingway se erige como una de las figuras más interesantes en la historia de la literatura, pues gozó de una oportunidad que no todos los escritores tienen (o se atreven): vivir para escribir.

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Elena Fernández, Tomás y Tamaro. .España 2004. http://www.biografiasyvidas.com.   

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

 “Cuando Hemingway encontró a Dios”. Aut. Norberto Fuentes. 19 de noviembre 2019.

 “Un cuento inédito de Hemingway que narra la liberación de París tras el nazismo”. Aut. Antonioa Laborde. 25 de agosto 2018.

 www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway: La complejidad de lo simple”. Aut. José Gabriel Rodríguez Pazos. Centro Universitario Villanueva. Monográfico: El arte de narrar. Revista Cálamo FASPE no. 63. Enero-diciembre 2014.

“Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com


Un temerario aventurero: Ernest Hemingway

18 May 2022

Parte IV

Por: Patricia Díaz Terés

Ernest Hemingway

Una aventura es, por naturaleza, algo que nos sucede. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos”.
Gilbert Keith Chesterton.

Mientras Ernest Hemingway se dedicaba a sus variopintas actividades de espionaje y escritura en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, su esposa, Martha Gellhorn, luchaba tenazmente por conservar su identidad y trabajo, despertando muchos recelos, tanto personales como profesionales, en su temperamental cónyuge, quien tuvo un lugar privilegiado durante el Día D (6 de junio de 1944), en el que, desde un pontón –del cual no le fue autorizado desembarcar-, fue testigo del principio de la liberación de Europa durante el desembarco de las tropas aliadas en Normandía.

Lo que no sabía el ilustre escritor es que su mujer le había tomado la delantera. Después del anuncio del Estado Mayor aliado acerca de que no se permitiría la presencia femenina en un frente tan violento como la costa francesa, el puesto que normalmente ocupaba Martha como corresponsal de guerra en la revista Collier´s, le fue ofrecido en esta ocasión a su marido, quien tuvo a bien aceptar la misión sin comunicárselo a su mujer.

Sobra decir que esta situación despertó la ira de Gellhorn quien, lejos de quedarse cruzada de brazos en los Estados Unidos, disfrazada como enfermera y después de engañar a un soldado que vigilaba los transportes que partirían hacia Francia, la valiente reportera se escondió en un baño del buque-hospital hasta que estuvo bien segura de haber zarpado hacia el Viejo Continente. Una vez habiendo obtenido un poco de confianza en la situación, y en condición de polizona, entabló conversaciones con las otras enfermeras quienes ni siquiera se preguntaron quién era aquella curiosa chica.

Al llegar a las tristemente famosas playas francesas, la periodista no se resignó a permanecer, como su marido, en una embarcación, por lo que Martha decidió disfrazarse de camillero y ayudar a rescatar a los más de 400 heridos que habían quedado tendidos en las arenas que habían presenciado la primera oleada de uno de los más sangrientos enfrentamientos bélicos que ha observado la humanidad.

Pero el inicio del fin de la Guerra significó también el principio del fin del matrimonio Hemingway, pues el inquieto Ernest, en estos ires y venires, conoció a Mary Welsh, una reportera del Daily Express que cumplía con los estándares que el autor americano tenía para las mujeres. Así, Hem cumplió con su patriótico deber en su modo muy particular, participando activamente primero en el grupo de la resistencia francesa Free French –organización en la que, con el grado de capitán, colaboró en la captura de 6 alemanes- y luego en la liberación de París, donde, tras tomar una botella de champaña en el Travellers Club, ubicado en los Campos Elíseos, continuó la fiesta en el afamado hotel Ritz donde el solitario gerente de nombre Ausiello atendió la extravagante orden del escritor, que consistía en 50 martinis.

Por otro lado, durante su triunfal paseo por la Ciudad de la Luz, Papa Hemingway se acordó de aquella mujer que en sus momentos de juvenil necesidad lo ayudó dándole refugio, consuelo y amistad, por lo que pronto se dirigió al domicilio que ocupaba su antigua amiga Sylvia Beach -quien había tenido que desmontar su librería, Shakespeare and Company, para salvarla de los alemanes, mientras la propia editora, de origen judío, había sido forzada a permanecer en un campo de concentración durante seis meses- alzándola en vilo, a su encuentro, y abrazándola cuando la dama acudió al llamado de su pareja Adrienne que gritaba emocionada: “¡Sylvia! ¡Sylvia! ¡Es Hemingway!”, siendo testigos de la escena las decenas de parisienses que se asomaban a las ventanas para saludar a los libertadores.

Hemingway siempre fue un adicto a la adrenalina, de modo que, además de sus constantes martinis, necesitaba también nuevos aires que le proporcionaran aventuras, aunque no precisamente del tipo de peripecias de las que gustaba Martha Gellhorn. De esta manera, tras la liberación de París, el escritor también se liberó a sí mismo acordando el divorcio con Martha y casándose acto seguido con Mary.

Welsh resultó entonces ser su compañera ideal de aventuras, pues lo mismo se anotaba para un safari que para un vuelo en avioneta, un viaje en barco o cualquier otra arriesgada aventura que se le ocurriese a su temerario marido, disfrutando también con él de los Sanfermines, evento al que el autor era muy asiduo, acostumbrando acudir a las encerronas y desayunar langosta con pollo, tras unas juergas monumentales, en el hotel Quintana de Pamplona.

Sin embargo, la vida de aventuras conlleva también muchos riesgos. De tal suerte, tras haber sobrevivido al ataque de obús en Italia y habiéndose publicado erróneamente su muerte tras el grave accidente de tránsito que sufrió en Londres en mayo de 1944, Hemingway volvió a ser testigo de su propia necrología al publicarse la noticia de su supuesta muerte, y la de su esposa, tras dos graves accidentes aéreos que tuvieron lugar de forma sucesiva.

Con la intención de regresar al África para realizar un segundo safari –el primero fue en 1933, travesía de la que obtuvo las ideas que plasmó en su libro Las nieves del Kilimanjaro, logrando además en aquella ocasión varios “trofeos” entre los cuales se encontraban 3 leones- Ernest y Mary llegaron a Kenia en 1954, durante pleno levantamiento Mau-Mau (sociedad secreta que luchó por la independencia de Kenia entre 1952-1960), decidiendo también viajar desde Nairobi, la capital keniana –donde habían realizado un safari, patrocinado por la revista Look, en el que el autor aprendió de los masai cómo cazar con lanza, arco y flechas, salvando incluso a una aldea de dos leones que la acosaban-, hacia el Congo, trayecto que no logró concluirse pues el avión en el que volaban se estrelló a poca distancia de las Cataratas Murchinson –Uganda-, ante el azoro de una manada de elefantes que merodeaba por ahí.

De tal incidente Hem salió ileso, mientras que Mary tan solo sufrió la rotura de un par de costillas. Irónicamente, al abordar los Hemingway nuevamente un aeroplano, esta vez para llegar a Entebbe, donde obtendrían asistencia médica, el avión también sufrió un accidente al tropezar durante su despegue con un obstáculo, lo que hizo que el vehículo se desplomara de inmediato envuelto en aparatosas llamas. Estos accidentes desencadenaron toda una serie de rumores cuya consecuencia fue incluso la publicación de la muerte de la célebre pareja en la edición del New York Daily Mirror correspondiente al 25 de enero de 1954 –si bien no murió Ernest sufrió una fractura de cráneo y varias lesiones que perjudicaron considerablemente su salud-.

No obstante, el miedo no era parte del vasto vocabulario de Hemingway, quien, a continuación de su aéreo accidente, no tardó un instante en emprender con su mujer un viaje para pescar en los peligrosos arrecifes de coral de Kenia.

Sobreviviente imparable, Papa venció a gran cantidad de heridas y enfermedades durante su vida, siendo la primera aquella grave lesión en la pierna ocasionada en Italia durante la Primera Guerra Mundial. En lo sucesivo afrontó con éxito los estragos causados por quemaduras en incendios forestales, así como contagios de ántrax, malaria, neumonía, disentería y hepatitis, al tiempo que sobrellevó condiciones como anemia, diabetes y cáncer de piel.

Llevando a la par de su aventurera existencia una vida personal por demás difícil, además de padecer un severo alcoholismo, muchos de sus amigos lo abandonaron debido a su carácter explosivo que lo condujo a hacer ácidas críticas a sus allegados, al tiempo que enfrentó el pleno rechazo de su hijo transexual, Gregory -conocido como Gloria durante sus últimos años-, quien lo sentenció: “Morirás sin que nadie te llore y básicamente que nadie te quiera, a no ser que cambies, papá”.

Finalmente, en 1961 fue diagnosticado con hemocromatosis, una enfermedad que altera los niveles de hierro en el cuerpo y provoca trastornos tanto físicos como mentales. Atacado para entonces por severas depresiones, junto con un cuerpo vejado por las secuelas de su accidente aéreo y el deterioro generado por sus numerosos años de excesos, el autor no aguantó más y decidió terminar con su vida el 2 de julio de 1961 cuando residía con Mary Welsh en Ketchum, Idaho.

Personaje tan trágico como apasionante, hasta aquí tratamos ya todos los aspectos posibles de Ernest Hemingway, la persona, faltando aún por explorar un aspecto muy distinto del corresponsal norteamericano: su obra y leyenda literaria, mismas que abordaremos en la próxima entrega de esta columna.

 “Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

“Hemingway, el que cayó dos veces del cielo y vivió para contarlo”. Aut. Rolando Pujol. 25 de junio de 2021. http://www.excelenciascuba.com/

“Sylvia Beach, el alma de la Generación Perdida”. Aut. Ángel Salguero. 3 de marzo 2016. http://www.historia.nationalgeographic.com.es

 “Las grandes mentiras de Hemingway en San Fermín”. Aut. Borja Hermoso. 11 de enero 2020.

 “Nunca se pone el sol en las escopetas de Ernest Hemingway”. Aut. Manuel Jobois. 10 de junio 2021.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. John Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.


Entre fiestas, gatos y espías: Ernest Hemingway

11 May 2022

Parte III

Por: Patricia Díaz Terés

Hemingway y sus gatos

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

William Shakespeare.

Tan variadas como sus relaciones con las mujeres, fueron las actividades llevadas a cabo por el escritor Ernest Hemingway a lo largo de su vida. Así, en cuanto a las damas se refiere, sus relaciones fueron normalmente fueron tirantes y exuberantes, pues la personalidad propia del escritor lo llevaba a tener pasionales reacciones con las personas más cercanas –amigos y parejas- que invariablemente lo metían en grandes embrollos.

De este modo, el vínculo caótico que estableció con Martha Gellhorn terminó, nuevamente en desastre. Comenzaron bastante bien mientras ambos se encontraban en su elemento cubriendo la Guerra Civil española. Arriesgando la vida juntos y retándose ambos para escribir cada vez mejores crónicas y reportajes, su relación fue creciendo tanto en pasión como en profundidad. Esta situación llevó a Hemingway a tramitar su divorcio de su segunda esposa (1940), Pauline Pfeiffer, y proponerle matrimonio a Gellhorn.

Ella aceptó, pero en este matrimonio había dos personas talentosas, y una de ellas no soportaba, ni por asomo, que le hiciesen sombra: Hemingway. De tal manera, al principio Ernest domó un poco su orgullo e hizo diversas concesiones a favor de su nueva esposa tales como pasar una “romántica” luna de miel cubriendo los conflictos revolucionarios en China –incluso se logró una entrevista con el líder de la República China, Chiang Kai-Sheck-. Dicha experiencia distaba mucho de lo que el norteamericano consideraba una vacación nupcial en forma, pero al parecer se encontró, al final, satisfecho con el trabajo realizado.

Pero Martha era demasiado inquieta e independiente para el dominante Hemingway, de manera que el caballero sufrió lo indecible cuando la dama decidió seguir con su trabajo periodístico, dejando a su esposo en su refugio de Finca Vigía en La Habana -trabajando en su famosa novela Por quién doblan las campanas-, misma que era un caserón abandonado que Ernest y Martha habían arreglado a su gusto, albergando en su interior, según dicen, a una cantidad indeterminada de gatos que eran la fascinación del autor –en su residencia de Cayo Hueso llegó a tener más de treinta, muchos de ellos con polidactilia, es decir, tenían más dedos de los normales en sus patas, y que fueron descendientes de una gatita llamada Snowball (Bola de Nieve), que le regaló el capitán Stanley Dexter, quien dirigía un barco mercante; hoy en día la residencia es el museo Casa de Ernest Hemingway y hay en su interior más de 50 felinos-.

Sin embargo, en La Habana, Hemingway siempre se sintió a sus anchas. Habiéndose albergado ahí por primera vez en 1928 en el hotel Ambos Mundos en la calle Obispo, con sus frecuentes estancias Ernest fue reconociendo a la capital cubana como afín a su personalidad. Reverenciado era entonces el americano en el bar Floridita, siendo gran amigo del dueño del local, Constante Ribalaigua, a quien se conocía como el Rey de los Daiquirís, pues el hábil cantinero había ideado la receta para más de cien cocteles que eran la fascinación de turistas y locales.

En tal sentido, el propio Hemingway fue autor indirecto de una bebida servida en el Floridita a la cual Constante bautizó como Papa DoblePapa era el sobrenombre con el que conocían a Ernest sus allegados y no tan allegados-, mismo que consistía en un daiquirí sin azúcar y con doble ración de ron –el escritor había argumentado por entonces que sufría de diabetes y necesitaba una bebida sin azúcar-. Con premura el futuro premio nobel se aficionó a la bebida de manera que incluso se dice que acudía al local para aprovisionarse de varios litros de tal elixir para posteriormente consumirlos alegremente en su finca –el Floridita todavía existe en 2022 y en un lugar de su barra, en el sitio en que solía sentarse, puede verse una escultura de Hemingway realizada en 2003 por el artista José Villa Soberón-.

Por otro lado, además de propiciar la creación de nuevos cocteles y organizar monumentales juergas, en Cuba, Hemingway llevó a cabo un par de tareas por las que ciertamente no fue laureado, pero que lo mantuvieron en una posición activa durante la Segunda Guerra Mundial. La primera de ellas fue cuando su embarcación, El Pilar, fue designada por la Marina estadounidense, en 1942, para buscar submarinos alemanes en las cercanías de las costas norteamericanas –tal actividad, aunque no tuvo éxito, lo inspiró al momento de escribir su novela Islas en el Golfo, también conocido como Islas en la corriente o Islas a la deriva-. También en colaboración con los americanos organizó una red de informantes a la que bautizó como The Crook Factory, en la cual estaban reclutados variopintos personajes que incluían desde miembros del bajo mundo cubano hasta diplomáticos, periodistas, beisbolistas y algunas rumberas. La misión de estos individuos era vigilar la actividad profascista en la isla.

No obstante, la colaboración con los americanos se contraponía flagrantemente con otra actividad de inteligencia que Hemingway tuvo a bien llevar a cabo durante estos años, pues el escritor fue fichado brevemente por la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), antecesora de la temible KGB soviética, de manera que en octubre de 1940 el agente soviético Jacob Golos concertó una cita con el corresponsal americano en la librería Bretano’s en Nueva York, contacto que fue posible gracias a la intervención de Joe North, editor de la revista de izquierda New Mosses, donde Ernest publicaba artículos en los que manifestaba todas sus críticas hacia el fascismo a la vez que despreciaba la actitud de los E.U.A. a la que calificaba como “blandengue”.

Durante esta entrevista Papa le dejó claro al ruso que no era de afiliación comunista y que reprobaba el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov, en el cual Rusia y Alemania habían acordado no sostener mutuas hostilidades. Para distinguir los mensajes que provendrían de Golos, Hemingway le proporcionó algunas estampillas postales que no tenían uso, para que fuesen utilizados por el mensajero designado. Quedó así Ernest denominado como Argo en los registros de la actividad de inteligencia rusa. Según publicó Nicholas Reynolds, exoficial de la CIA y curador del museo de tal instancia, en el libro Writer, Sailor, Soldier Spy (2017) el archivo generado por el escritor fue bastante abultado, pero en realidad su trabajo no tuvo repercusión alguna en ningún acontecimiento.

Pero la intervención de Ernest Hemingway en la Historia dista mucho de haber concluido, aunque de su relación con la liberación de Francia, su obtención del Premio Nobel y otras muchas peripecias continuaremos hablando en la próxima entrega de esta columna.

 “Así coronó Hemingway al rey de los daiquirís”. Aut. Fran Serrato. Málaga. 22 de agosto 2020.

 “Hemingway, agente doble”. Aut. Ibsen Martínez. 16 de septiembre 2019.

http://www.elpais.com.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

 “Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. Johnn Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.

 “Los gatos de seis dedos de la casa de Hemingway”. www.muyinteresante.mx

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com


Una leyenda en ciernes: Ernest Hemingway

3 May 2022

Parte II

Por: Patricia Díaz Terés

Hemingway durante la Guerra Civil española

“El talento se desarrolla en lugares tranquilos, el carácter en el tumultuoso curso de la vida”.

Goethe.

Escritor, periodista y parrandero empedernido, Ernest Hemingway fue labrando su carrera como autor desde las rotativas. Fueron así periódicos y revistas las primeras que recibieron las letras de este temperamental hombre que, tras su ruptura con Agnes Hannah von Kurowski Stanfield, se dedicó con ferocidad a su trabajo, encontrando un buen lugar para el ejercicio de su talento en el Toronto Star Weekly, gracias a la ayuda de un amigo de la familia, quien lo apoyó para trasladarse a Canadá, donde conoció al novelista Sherwood Anderson.

Regresó Hemingway a Estados Unidos como empleado de la revista mensual Cooperative Commonwealth, sin abandonar los escritos que hacía para el diario canadiense, y ahí conoció a la señorita Hadley Richardson –ocho años mayor que él-, quien era amiga de la familia de su compañero de cuarto. Breve contacto tuvo Ernest con la dama cuando ya estaba completamente enamorado de ella, de manera que contrajeron nupcias el 3 de septiembre de 1921 en Bay Township, Michigan, a pesar de las protestas de los amigos y familia de la novia, pues la joven estaba convencida de que su unión con Hemingway era sin duda un designio divino.

Una significativa herencia monetaria obtenida por Hadley tras la muerte de un muy poco querido tío ayudó a la pareja en este inicio en el cual decidieron trasladarse a Europa, primero como viaje de paseo y después optando por residir en París –opción facilitada por el nombramiento de Hemingway como corresponsal del Toronto Star, ubicando su residencia en el número 74 de la rue du Cardinal Lemoine-. Una vez en la capital del arte, y gracias a la intervención de Sherwood Anderson, Ernest se abrió camino en el mundo de los intelectuales, conociendo de esta manera a Ezra Pound, F. Scott Fitzgerald y Gertrude Stein –quien bautizó a su grupo de amigos como la Generación Perdida-, así como a los pintores Pablo Picasso y Joan Miró, entre otros.

Asimismo, gracias a la afición lectora de su mujer, el reportero y escritor dio con Sylvia Beach, la dueña de la librería y editorial Shakespeare and Co., que se encargó de editar el Ulises de James Joyce en 1922 -volumen que fue de interés para la Sra. Hemingway-, sitio que fungió como santuario para los intelectuales de la época que no gozaban de una remuneración económica equiparable al tamaño de sus talentos, pues la dueña se preocupaba de que sus parroquianos tuviesen qué comer, les prestaba dinero, les guardaba el correo e incluso tenía una pequeña cama siempre disponible para cualquiera que no tuviese un alojamiento digno para pasar la noche.

Los Hemingway viajaron mucho durante su primer año de matrimonio, pasando la primavera en Italia y el verano en Alemania. Además, Ernest fue designado para cubrir la guerra entre Grecia y Turquía, para lo cual tuvo que trasladarse a Constantinopla, desde donde le era requerido que transmitiera los mensajes con la mayor economía de palabras posible, por lo que se adiestró en el “cabelese” o lenguaje telegráfico, en donde un solo vocablo debía hacer el papel de seis o siete.

En este año de 1922 también tuvo lugar un acontecimiento que costó a Hadley y Ernest un disgusto mayúsculo cuando la joven, cuya intención era alcanzar a su marido en una conferencia de paz en Ginebra, olvidó una maleta llena de los textos de su esposo en la estación de Gare de Lyon, teniendo la pobra mujer que enfrentar la furia de Hemingway, quien no acostumbraba hacer copias de sus creaciones.

1923 fue un año importante para el autor puesto que su esposa descubrió que estaba embarazada, al tiempo que publicó Three Stories and Ten Poems (Tres historias y diez poemas). Con motivo del nacimiento del pequeño la pareja regresó a Toronto, en donde el 10 de octubre nació John Hadley Nicanor Hemingway –también conocido como Jack Hemingway o Bumby, como lo llamaba su madre-, en honor al matador Nicanor Villalta quien había impresionado al futuro premio nóbel.

Así, el escritor y su esposa se establecieron temporalmente en Canadá, aburriendo este tipo de vida rápidamente al intrépido Hemingway, quien no veía el momento de regresar a su agitado París, cosa que hicieron en enero de 1924.

El año nuevo sorprendió a Haley con una desagradable noticia, puesto que por malos manejos tuvo pérdidas económicas considerables. Al mismo tiempo Hemingway se colocó como editor en la pequeña revista modernista Trasatlantic Review editada por sus amigos Ezra Pound y Ford Madox. Además, en algún momento de esta época conoció Hemingway a Pauline Pfeiffer, una editora de moda en la revista Vogue, con quien entabló simpáticas –y pronto románticas- relaciones con el inquieto Ernest quien a la sazón escribía su primera novela The Sun Also Rises (Fiesta) publicada en 1926.

Fue en 1926 cuando la señora Hemingway se enteró de la aventura de su marido. Tratando de llegar a un acuerdo lo más adecuado para ella y su hijo, decidieron dividir las posesiones, separarse y divorciarse en enero de 1927. Dentro del convenio de divorcio el autor le cedió a la madre de Bumby las regalías de su primer libro. Decidido a no perder el tiempo se casó con Pauline Pfeiffer –para lo cual tuvo que convertirse al catolicismo- en mayo del mismo año y regresó a América instalándose, en 1928, por consejo de su amigo John Dos Passos, en Cayo Hueso, Florida, sitio en donde se aficionó a la pesca, a la vez que experimentó dos fuertes emociones: la causada por la llegada de su segundo hijo, Patrick Miller el 28 de junio, y la abrupta partida de su padre, quien cometió suicidio el 6 de diciembre.

España pasó entonces a formar parte importante de la vida del atribulado Hemingway. En el plano familiar fue ocasión de pelea pues su mujer, ferviente católica, se puso del lado de los franquistas, mientras él tomó partido por los republicanos. Sintiendo la necesidad de vivir el conflicto de la Guerra Civil española en carne propia, en 1937 Ernest se trasladó a la península ibérica para fungir como corresponsal de la North American Newpaper Alliance y participar en la elaboración del documental Spanish Earth (Tierra de España) del cineasta holandés Joris Ivens. Esta producción resultó muy ilustrativa para el escritor norteamericano, quien tomó el lugar de John Dos Passos como guionista, a la vez que conoció a la reportera de Collier’s, Martha Gellhorn, con quien inmediatamente estableció un romántico nexo que hizo que Pauline montase en cólera.

Una de las anécdotas más destacadas de la realización de este documental consiste en la monumental pelea que tuvieron Orson Welles y Ernest Hemingway por la narración del mismo. Se encontraba así el futuro director de El Ciudadano Kane dando vida al guion escrito por Hemingway cuando el escritor se apersonó en el estudio. Viniendo Welles de hacer teatro para la radio, su forma de narración disgustó al guionista, al tiempo que el futuro cineasta criticó las palabras que leía. Esto dio pie a una épica pelea a sillazos entre los dos artísticos titanes, que sin duda fue contemplada con horror por el equipo de producción, cuyos miembros se quedaron, seguramente, doblemente estupefactos, al ver a los contendientes concluir su violenta riña compartiendo una botella de whisky, entablándose así una voluble amistad que tuvo muchos altibajos a lo largo de algunos años. Finalmente se grabaron dos versiones del documental, una narrada por Orson y otra por Ernest.

Para 1940 Hemingway estaba mudando otra vez de esposa, convirtiendo a Gellhorn –por cuya intercesión The Spanish Earth fue exhibida en la Casa Blanca (con la narración de Welles) ante el presidente Franklin D. Roosevelt y su controversial esposa, Eleanor– en la Sra. Hemingway –esta historia se retrata en la película Hemingway y Gellhorn, producida por HBO, y protagonizada por Clive Owen y Nicole Kidman– e iniciándose así una nueva etapa en la vida de este controvertido escritor, tema que trataremos en la siguiente entrega de esta columna.

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Elena Fernández, Tomás y Tamaro. .España 2004. http://www.biografiasyvidas.com.   

“Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

 “Hemingway sobre la guerra y sus secuelas”. Aut. Thomas Putnam. https://www.archives.gov/

2021.

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

“A case of Identity: Ernest Hemingway”. Aut. Anders Hallengren. http://www.nobelprize.org.

 “Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

 “What was it like to be Ernest Hemingway? Aut. Johnn Banville. 26 de octubre 2017. www.thenation.com.


Ernest Hemingway: La inocencia anterior al mito

26 abril 2022
Ernest Hemingway y Agnes von Kurowski

Parte I

Por: Patricia Díaz Terés

En los principios amorosos los desengaños prestos suelen ser remedios calificados”.

Miguel de Cervantes.

Muchas son las figuras controversiales que existen en el mundo de la literatura universal, de manera que, en varios casos, se han creado dos personalidades en torno al escritor en cuestión, siendo uno la persona y otro el literato, de modo que leyenda e individuo funden en un solo ser cuando su historia es contada, siendo complicado distinguir la fantasía de la realidad.

Uno de estos casos es el de Ernest Miller Hemingway, también conocido como Papá o Hem por muchos de sus allegados. Compartiendo –según muchos estudiosos- con Mark Twain la gloria como los mejores escritores originarios de los Estados Unidos, este temperamental hombre nació un 21 de julio de 1899 en el suburbio de Oak Park de Chicago, Illinois.

Ernest vino al mundo como el segundo hijo –siendo seis los hermanos Hemingway, dos varones y tres mujeres- de una familia un tanto peculiar cuya dinámica fue muy poco propicia para el sano desarrollo de sus integrantes. Su padre era Clarence Edmonds Hemingway, un médico ginecobstetra, un hombre rudo y estrictamente religioso que gustaba de imponer castigos físicos, a la vez que fue él quien enseñó al futuro hombre de letras a cazar, pescar y acampar desde los cuatro años. Además sometió a su hijo a una muy dura experiencia cuando el muchachito lo acompañó a un parto sumamente complicado que resultó en el suicidio del marido de la joven madre, ya que aquel no pudo soportar los gritos de dolor de su mujer (!).

Este trato recibido por parte de su padre era en cierta forma contrapuesto con el que recibía de la madre. Ella era Grace Hall, una cantante cuyo sueño no era precisamente cantar en el Carnegie Hall de Nueva York, sino tener gemelos. Grande fue entonces su decepción cuando solo recibió a la pequeña Marcelline en su primer embarazo y a Ernest, en el segundo,18 meses después.

No obstante, siendo una persona mentalmente inestable, la frustrada madre decidió que, si el destino no le había dado gemelas, ella las haría surgir, para lo cual comenzó a vestir al chico con las ropas de su hermana para posteriormente comprarles incluso vestidos y sombreros a juego, al tiempo que cambió el nombre de su hijo por Ernestine. Para completar el cuadro hizo que Marcelline repitiese un año escolar para igualarla con su hermanito. Tales episodios causaron una gran impresión en la mente y el corazón de Hemingway, quien trató de ocultarlos a toda costa de manera que, ya siendo un escritor de fama mundial, amenazó a su madre con interrumpir la ayuda económica que le proporcionaba, en caso de que se le ocurriese hablar con la prensa sobre el tema, aunque con lo que no contó fue con que su hermana publicaría un libro –At the Hemingway’s: A Family Portrait (1962)- con estos relatos que a él le generaban un profundo sentimiento de vergüenza.

Así el chico creció y asistió a la Oak Park High School, un colegio muy prestigioso en donde el joven Ernest comenzó a desarrollar sus habilidades natas en el periódico escolar, en el cual colaboró con reportajes y cuentos. De igual manera, en este sitio tuvo el impulso de su maestra Margaret Dixon, quien siempre animó a sus alumnos a poner por escrito sus ideas y pensamientos, asegurándoles que todos eran interesantes y originales. En esta época Ernest seguramente debió de dedicar largas horas a sus diversos quehaceres, pues su madre estaba empeñada en que su hijo fuese músico, por lo que le obligó a tocar el violonchelo –actividad que presumiblemente el joven Hemigway no disfrutaba demasiado, puesto que su preferencia estaba en los deportes como el football y el boxeo-.

Al graduarse, el joven solamente tuvo que seguir el cauce normal de su talento –en contraposición de los deseos de su progenitora, cuyo nuevo sueño era que su vástago se transformase en médico-, que pronto lo llevó a las puertas, no de la universidad, sino del Kansas City Star en 1917, el mismo año en que se graduó, siendo esta publicación uno de los mejores diarios norteamericanos de su época. Tal empleo lo consiguió Hemingway ya al final de la Primera Guerra Mundial, conflicto en el que fue su intención inicial participar como miembro del ejército, del cual fue rechazado por una antigua herida sufrida en un ojo. Con todo, el defecto fisiológico no impidió al aguerrido jovencito para que consiguiese un puesto como conductor de ambulancias en la Cruz Roja.

Pronto tuvo Ernest la oportunidad de ser testigo de primera mano de los horrores en la guerra, cuando presenció su primer bombardeo tras su llegada a París. De inmediato fue trasladado en Italia, donde se mostró valiente y cumplido en su deber, causándole verdadera y terrible impresión su primera misión que le acercó a la violenta crudeza de la guerra.

En tan peligroso entorno el muchacho se desempeñaba bien, aunque fue víctima del primer accidente de su vida poco antes de cumplir los 19 años cuando. Encontrábase entonces Hemingway repartiendo chocolate y cigarrillos a sus compañeros de bélico infortunio en las trincheras cuando fue gravemente herido por un obús el 8 de julio de 1818 en Fossalta di Piave –fue el primer norteamericano herido en el frente italiano- tras lo cual fue trasladado a Milán, donde le realizarían una cirugía en ambas piernas para extraerle la metralla, procedimiento que lo dejó con una cojera por el resto de sus días.

Durante su estancia en el hospital recibió los cuidados de la enfermera –exbibliotecaria- Agnes Hannah von Kurowski Stanfield, de 26 años, quien causó un hondo sentimiento en el aún sensible corazón de Ernest, quien incluso le pidió matrimonio a la dama en cuestión quien, según lo muestran sus cartas, trataba de convencerse sin éxito de que estaba enamorada de su admirador, esquivando respuestas que pudiesen herir las susceptibilidades del enamorado, pues él se mostraba intransigente y hasta caprichoso en su afecto hacia ella -este episodio esta no muy bien retratado en la película Pasión de guerra (In Love and War, 996) en donde algún no muy hábil director de casting eligió a Chris O’Donell para interpretar a Hemingway y a Sandra Bullock para personificar a la enfermera-.

Así, cuando lo dieron de alta en 1919, el joven reportero volvió a los Estados Unidos, enamorado e ilusionado, condición que fue prontamente invertida por una carta de Aggie fechada el 7 de marzo de 1919 –y que aparece reproducida en el libro Love Letters of the Great War de Mandy Kirkby- quien informaba a Ernie que su romance había concluido. Cabe mencionar que tal mensaje fue transmitido con suma ternura y delicadeza por parte de la enfermera, quien sentía legítimo cariño por el chico, pero no un amor maduro como el que ella necesitaba y decía haber encontrado con un oficial italiano con quien se casaría en breve tiempo:

Después de un par de meses lejos de ti, sé que sigo encariñada contigo, pero es un sentimiento más de madre que de amante. Sería bonito decir “soy una niña”, pero no lo soy. Y cada día que pasa lo soy menos.

Así que, Niño (aún eres el Niño para mí, y siempre será así), ¿podrás perdonarme algún día por haberte engañado sin querer? Ya sabes que en realidad no soy mala, y no es mi intención hacerte daño, y ahora me doy cuenta de que fue mi culpa que desde el principio cuidaras de mí, y lo siento con toda mi alma. Pero soy demasiado mayor; lo soy ahora y lo seguiré siendo siempre. Esa es toda la verdad, y no puedo eludir el hecho de que eres tan solo un chico… un niño.

[…] Sin embargo -y créeme que esto que digo es para mí también algo repentino-, voy a casarme pronto. Y deseo y rezo para que después de que hayas asimilado todo esto bien, estés preparado para perdonarme y comiences una maravillosa carrera y demuestres todo lo capaz que eres realmente.

Las palabras destrozaron el hasta entonces inocente corazón del incipiente escritor y le causaron probablemente el profundo resentimiento, que derivaría en miedo, probable causa del rotundo fracaso de todas sus relaciones de pareja en el porvenir.

Hasta aquí dejamos esta primera etapa de la vida de Ernest Hemingway, quien ha sido aquí retratado como un joven valeroso y romántico, con más corazón, a veces, que razón, y cuya vida lo llevaría aún por diversos caminos que hicieron de él una leyenda, de lo cual trataremos en próximas entregas de esta columna.

 “Biografía de Ernest Hemingway”. Aut. Víctor Moreno, María E. Ramírez, et al. 3 de febrero 2001. http://www.buscabiografias.com.   

“Cuando se dejaba por carta y no por Whatsapp: las calabazas que le dieron a Hemingway”. Aut. Eduardo Laporte. 24 de agosto 2015. www.verne.elpais.com.

“ Ernest Hemingway was a writer with guts and genius”. Aut. 1 de julio 2016. http://www.nydailynews.com.

“¿Por qué se vestía Ernest Hemingway como una niña cuando era pequeño?” Aut. Alejandro Gamero. 3 de junio 2017. www.lapiedradesisifo.com.

 “Ernest Hemingway, un mito de la literatura mundial”. Aut. J. M. Sadurní. 20 de julio 2019. http://www.historia.nationalgeographic.com.es. 

 “Ernest Hemingway su obra y su tiempo”. Aut. Teresa de Manuel Mortera. Urioja.dialnet.

Diccionario literario: hard boiled. http://www.papelenblanco.com